sábado, 25 de junio de 2011

Adriana Lamela-Neuquén, Argentina/Junio de 2011

Amor del último arco iris



Sereno
como el discreto compás de una melodía,
a cubierto del azar
diminutas nebulosas en tus pupilas,
tan  fuerte como para transigir  el anonimato,
anticipado, fresco, gradual,
como la obscura intensidad de las fresas.

No faltas. Permaneces. Sutilmente acontecido.
lombriz que repta y te absuelve,
la inconstancia te imagina como un aire delicado;
un roce te asciende desde los pies
y me desandas.
Desde tus manos las líneas
se descuelgan y abren los minutos
en un eterno regreso inmóvil y fugaz
Alzo los brazos
y continúas el desorden de la altura
que nada – ni el tiempo –
desvirtúa
- sabemos que es precioso el goce sin espinas
y las sombras nos juntan en luminosa ronda-
tan inexacta causa, tan imprudente certeza
encontrarte en la constante espera.
Igual de inoportuna tu manera
como radiante mi vida a todas horas.
Después lo eterno emprende un vuelo silencioso
allí, donde el mundo comienza a sorprenderse
junto al boomerang tibio de tus labios.
Qué pronto acontece el tiempo entonces.
Los transeúntes llevan siempre un sombrero
y vos, sólo reflejas el alba en tu mirada.
Caminar de este modo, me provoca cosquillas.
Yo nada más transito por los amaneceres tuyos.

Tan tarde para nadie
-livianos y presentes
en las finas manecillas de un reloj-
excepto -claro  - nosotros
madurando la ruta móvil de un próximo nocturno
de ardiente y embriagadora ignorancia
con la luna en la frente y
una ecuación de deseos en la boca madura.-

Lilia Elena Durand-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

El Aljibe

Duerme el silencio en este atardecer vacío
me detengo en la verja
humedad y  tiempo han carcomido sus  ennegrecidos hierros
entre  barrotes     
siguiendo  no sé  qué atávicos designios
caracolea
                una florecida madreselva
(es el verde    que alumbra mi silencio)

Estoy atrapada en el tiempo
viviendo  sin prisa 
paso   a    paso
por arriba del muro

Apenas escucho el chirriar de cadenas
acelera mi pulso 
He ahí el aljibe
la cadena apura el giro de la roldana
un cubo de leche fresca  asciende al brocal
muere el silencio      griterío de guardapolvos blancos
tintinean en espera   jarritos de aluminio
el cubo       se agota.
Un aroma caliente  de panadería  me invade
humeantes “galletas suizas” desaparecen en manitas ávidas
se ablandan en la leche fresca

Suena la campana
la fila toma distancia    se dispersa
un murmullo blanco corre con el viento  

Un ronco sonido de  tapas al cerrarse
desbroza el recuerdo      
el rojizo horizonte marca este camino del tiempo 

Oculto entre yuyales y enredaderas
el aljibe      descansa.

Juan Pérez Alvares-Ourense, España/Junio de 2011

CAMINÉ
Caminé
por el fuego de tu voz
antes de decir.
Exiliado de mí mismo
mi vacío hirió tu piel
y quedaste unido a mi nombre.
En mi dolor quisiste ser.
Es mi rostro tu ausencia,
pero yo sé
que muere mi dolor en tu memoria,
que cada vez que muero vivo en tu amor,
que en el alimento de tu gloria,
madre de la sangre que me anima,
en la senda de tu voz viviré,
y que yo, mar de búsqueda,
seré lenguaje en ti.
 
GRADUAL DE TODOS LOS TIEMPOS
Como huyen las sombras del sol,
así huye mi muerte de tu esplendor.
Como el agua apaga las llamas
así tu amor apaga mi desgracia.
 
DOLOROSA EXPANSIÓN DE LA FLOR
De parto está la vida, llaga en mí.
El dolor equilibra la tersura de los pétalos y prepara el cáliz para el vino de tu poder.
Tú vives en mí y yo en ti, y todos en todo y todo para todos.
Somos en el banquete de las conversaciones, en el universo de los nombres, tela de lo innombrable, aquí y ahora, eternidad.
Somos, en el acto de la asamblea, naturaleza y verdad.
De parto está la vida, y nos duele tu distancia, escala por la que has llegado,
medida con la que tú nos has hecho,
estación y vestido de tu voz.

Miriam Barri-General Belgrano, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

MALDITA LLUVIA


Horror azul de amar a quien me mata.
-Enemigo feroz tu boca bruja.-
El alma en celo chilla, desdibuja
todo el candor. La furia que arrebata

humilla sin piedad. Y se desata
maldita lluvia con su crin de aguja.
Un rojo tigre en la garganta estruja
mi pecho niño, que tu voz maltrata.

Este es mi amor, un loco desatado,
un nido frío, terco, desgarrado...
Agonizante fiera en la espesura.

Y en tanta oscuridad, tus claros ojos.
Despiadado profanas mis despojos
y te rindes, brutal, a mi ternura.

Alba Bascou-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

LA MANO EXTENDIDA.
Buenos Aires, Balcarce y San Juan…plena capital del país.
Los conventillos, allá por el año 50. El portón de negras rejas y después los escalones, tres o cuatro, nada  más. El pasillo con dos habitaciones de 6 x 6 a los costados, con ventanales a la calle que se abrían y permitían que alguien sacara una silla y leyera Radiolandia, los que se encontraban e el frente, y después la seguidera de cuartos del mismo tamaño a lo largo del todo el terreno. Más atrás, se abría en un gran patio con otros hogares a los costados de 4 x 4 y la mitad del patio aparecía lleno de malvones y margaritas y los helechos eran infaltables.  Los baños de la época, simples letrinas que seguís viendo –si  viajás por los distintos lugares del mundo - que se multiplican al final de la finca  con los calefoncitos a alcohol. Alejados de ellos,  las cocinas, a los costados, estrechas pero limpias.
Los saludos de las mañanas, las discusiones por causas banales o por otras relacionadas con los trabajos o con los ruidos molestos. Rencillas comunes de inmigrantes que terminaban después con la vida que seguía de las mañanas tempranas, la necesidad de traer el peso a la casa y a veces las peleas por el vino que les ponía las caras rojas, casi violetas y les hacía crecer la nariz. O cuándo no, la bizquera del algún morador ante la suculencia de alguna mujer o la mirada de otra llameante a la atención.
El gallego que discutía con el italiano o el portugués , el ruso y el turco que no entendían porque recién se estaban acomodando  a la lengua y sólo les salían interjecciones que hacía que las otras contiendas se detuvieran… Los compadritos que miraban de arriba  abajo cuando alguien nuevo llegaba o aparecían los domingos las visitas-
                Y las veredas en buen estado, permitían que las acariciaras desplazándote sin caídas y contusiones.
Y el reloj marca los tiempos, las estaciones…la existencia.
Y pasan 50, 60 años. El tiempo es despiadado, implacable no pide permisos.
Y en los mismos barrios, salvo zonas que desde el comienzo fueron reservas de una clase social devenida de colonialistas invasores, aparecieron construcciones de viviendas llamadas departamentos con mejores diseños, más amplios -si bien en siglo XXI, el mono ambiente está poniéndose en circulación y no tiene mucha diferencia con aquellas viejas construcciones sin lujos. Otros más sencillos de acuerdo con las zonas pero con mayores comodidades. En cambio , hay otras construcciones imponentes que desafían al pobre Río de la Plata que espera los cambios climáticos para hablarles de su fortaleza, para anunciarles que poco a poco sus aguas podrán llegar a inundar y arrasar territorio bloqueado..
Y en general, no son gallegos, italianos, turcos, rusos, portugueses sino descendientes de aquéllos que se afincaron en el país y crecieron, pero perdieron el roce de una mano con la otra. Olvidaron la palabra comunidad o simplemente no les importa. Las horas pasan en vuelo y hay que estrujarlas hasta los últimos segundos. Hasta en muchos lugares olvidaron el saludo. El habitante, propietario o inquilino, qué más da, se transformó en un ser  ausente del lugar, que no comparte con los otros más allá de un buenos días, olvidándose de las situaciones que les competen a todos. Se encoge de hombros, no asiste a las reuniones de consorcio, pero eso sí, cuando lo hace su palabra es una queja permanente. No se incluye, elude las responsabilidades o aparece el que se siente el dueño del edificio donde hay una sinnúmero de personas que no consulta y actúa por su cuenta, circulando por este Buenos Aires de baldosas arrancadas, en construcción perpetua, calles bloqueadas por mejoras que en cuatro cuatro años no llegan a formalizarse, hospitales sin insumos y una educación pública abofeteada, más allá de los indigentes subidos a camionetas que son arrancados de sus lugares y echados vaya a saber dónde.
 La palabra se encuentra entre los amigos. Los vecinos  la recortan en un buenos días o un simple gracias ante el cierre de la puerta. La o el encargado es un especie de comunicador, informante en algunos casos de carne y hueso, sensibles, amables y en otros, son los que transitan como personajes salidos de las mil y una noches.
Sólo se sienten los ruidos de la calle, esas frenadas cantoras, las bocinas intermitentes y las ambulancias amplificadas en el sonido, retumbantes,  los ladridos de los perros, los llantos de un bebé o las exclamaciones solitarias de los ocupantes. 
Pero, los barrios reales tienen reminiscencias de otros tiempos y registran que necesitan  ensayar sus gritos de alianza, de convivencia.
Sienten el impulso por el  logro de un Buenos Aires donde la gente circule con una sonrisa sin olvidar al que tiene a su lado.

Teresa Benedosi-Cañuelas, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

                                          A Claudino
( en memoria de mi padre)



Qué mundo habitas después que te fuiste…
dolores/ penas y llantos ya no viste.
Años trascurren/generaciones se entrecruzan/
etéreos tiempos del pasado…desaparezcan.!!

El inmenso mar te trajo a estas jóvenes playas
destino impreciso e incierto allí donde vayas/
almas esperanzadas de extraño lenguaje
con un mísero fardo como único equipaje.

Ríos milenarios de sangre celta en tus venas/
bravo  mozo de corazón sencillo que apenas
tu nombre reconocías/sin alfabeto siquiera/
para ofertar oficio si alguien lo quisiera.

Perfume de castañas/ trigo maduro en tu cabellera/
atrás tus solitarias montañas… alguien te espera?.
Parco en las palabras/dulzura en tus modales
quizá alguna paisana acepte relaciones formales.


El cielo en tus ojos/ tan claros y tan bellos
como tu alma transparente/pura y simple.
Tus ojos en los míos y los  míos en mi hijo.
Los ojos de mi hijo en los ojos de su hijo/
es decir mi nieto…se ha completado un ciclo.

Miriam Brandan-Los Ángeles, Calirfornia, EEUU/Junio de 2011

     TU MAR AZUL

El mar azul de tus ojos
Me cautivo una mañana,
Cuando en medio de la calle
Me crucé con tu mirada.
Todo cambio en un momento
Y la calle ya no estaba,
Me encontraba a tus orillas
Sentada en tu arena clara.
La espuma de tu sonrisa
Acariciaba mi cara
Refrescando mis sentidos,
Empapándome hasta el alma.
Tu brisa, también azul,
Se colaba por mi espalda
Haciéndome estremecer,
Contrayendo mis entrañas.
Días enteros estuve
Sentada junto a tu playa,
Con la mirada perdida
En el azul de tus aguas,
Tus ojos al horizonte,
Mi vida a la retaguardia
Y las olas de tus besos
Impidiendo que pensara
Si debería arriesgarme
Y sumergirme en tus aguas.
Quise probar mi destreza
Y nadar tu costa brava,
Pero me hundí entre tus brazos
Y termine enamorada.

Juana Castillo Escobar-España/Junio de 2011

ENSAYO



- Está usted despedido –atronó la voz del hombre-. Puede largarse. ¿Qué viene ahora?
- La escena primera del Primer Acto –se le oyó decir a la asistente con un hilo de voz.
- Esperemos que éstos sean mejores… ¡Veo que no estrenamos “La separación de Ramírez” en la vida! ¿Tan difícil es ser un poco congruente? Vamos, saber actuar…
Desde el escenario se escuchan toses. El director de escena toma asiento. Abre el texto y, con un movimiento de brazo, indica a los dos actores que pueden comenzar su representación. El hombre lee entre dientes y observa, es como si tuviera cuatro ojos.

ESCENA PRIMERA. Entre dos luces. Un despacho lleno de humo. Una mesa de madera negra, lo más parecido a un viejo escritorio castellano sobre el que hay pliegos de papel, proyectos, un antiguo teléfono de baquelita. Dos hombres en el escenario. Uno, grueso, está sentado, mira uno de los pliegos de papel, fuma un enorme y caro Habano. El otro, delgado, casi transparente, de voz chillona, está de pie.

DON EUGENIO.- Vamos, vamos, Ramírez… ¡He visto muertos con más sangre que usted!
RAMÍREZ.- Es que, don Eugenio, no creo merecerme esto.
DON EUGENIO.- ¿El qué? ¿Su despido?
RAMÍREZ.- Claro, ¿qué si no?
DON EUGENIO.- Pero, Ramírez, ¿usted cree que estos planos son de recibo?

RAMÍREZ suspira con indolencia, se restriega las manos con fuerza, como si las tuviera heladas. Intenta sonreír. Mueve la cabeza hacia la derecha, para apartar el flequillo que le cae, rebelde, sobre los ojos. DON EUGENIO se repantinga en el sillón, da una larga calada al puro y le echa el humo a su interlocutor que tose con cautela.

DON EUGENIO.- Ramírez, últimamente está usted en muy malas condiciones.
RAMÍREZ.- Comprenda… Desde que me separé…
DON EUGENIO.- Ya… Desde que se separó sólo piensa en muslos y pechugas. Porque, Ramírez, esta columna no me negará que es una pierna, hermosísima, pero una pierna de fémina. Y este adorno en la cornisa un pecho con todas las de la ley. Y no le digo lo que ha puesto sobre la entrada principal porque, porque…

RAMÍREZ avanza hacia el escritorio, en actitud humilde. Intenta girar la butaca de cuero para sentarse frente al hombre grueso, que es su jefe. Quiere justificar sus lapsus a la hora de proyectar el nuevo edificio que tiene entre manos. Sabe que es un gran arquitecto y desea hacerle saber a su jefe que no volverá a ocurrir, sólo que ahora pasa una mala racha.

Pero el hombre delgado calcula mal el espacio. Intenta tomar asiento, tal y como está escrito en el texto. Y, sin saber cómo, el brazo del sillón: lo más parecido a una hoja de acanto casi en forma de garra, se le hinca en sus partes. El dolor hace que el hombre se enrosque sobre sí y exclame saliéndose del guión:
- ¡Dios, me he cascado los dos!
- Tío, que eso no está escrito…
- ¡Y a mí qué! –Sin poder respirar, jadeando, añade-: Si te los hubieras dejado tú en mi lugar… Me gustaría verte. Seguro que pegabas saltos como un canguro.
- Venga, sigue, que se nos va a jo…
- Que se joda lo que sea. Yo sí que lo estoy. ¡Dios, cómo duele! Se me acabarán saliendo las yemas por la boca; las siento en la garganta…
- Vamos, hombre, resiste… Es la mejor comedia que nos ha salido en meses…
El otro no hace caso de las palabras de su amigo. Continúa con sus quejas:
- Y, encima, esta peluca tan llena de piojos…. ¡Me están comiendo vivo! Vaya atrezzo… –el hombre delgado se quita la peluca y la tira sobre la tarima del escenario. Se rasca con avidez la calva que le brilla bajo los focos.


Desde el patio de butacas, una voz grave, estentórea les grita:
- Ustedes dos: quedan despedidos.
La asistente se encoge en la butaca. Masculla: "Como siga así este tío desbarata la compañía al completo. Y a estas alturas a ver dónde vamos a buscar... ".
La voz del director, que grita airado, corta su pensamiento. En el patio de butacas sólo se le oye a él:
- Venga, que pasen los suplentes. No he tenido que aguantar a unos actores tan indisciplinados, tan malos, en todos los días de mi vida.
Porca miseria!

José Mario Castro y Juan Carlos Vecchi-RONDA POÉTICA-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

LIMANDO EL DESTINO
 

Cruzar la vida
sin que la muerte lo note,
naufragar los mares
hasta que el sol explote
de tanto amor
       inhabitado,

(caemos en este mundo
como un sueño con piel de lobo).

Revolver con el dedo
las mil guerras del alma
buscando un rayo de paz,

(los pájaros del miedo
marcan la altura del cielo
recortando los sueños
con sus tijeras de olvido).

Esconderse en la nieve
que llora el sol,
como si hubiera un dios,
como si dios hubiera
dicho "ADIOS".

Ángel Catalano-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

MI PEQUEÑA GOTITA DE ROCÍO


Mi pequeña gotita de rocío,
que llegaste porque sí, sin darnos cuenta,
esa novia pequeñita y perfumada,
la que tanto soñé en mi adolescencia.

En los cuencos de mis manos te abrigaste,
frágil dueña de un idioma delicioso,
de ternuras, de paciencias y de abrazos
en un sueño sutil y silencioso.

Mi pequeña mariposa iluminada,
que creciste sin querer, sin darme cuenta,
en aquellos jardines de la espera,
al compás que la brisa murmuraba
y cumpliste los sueños que guardabas
en tu limpia y feliz adolescencia.

Nos bebimos la miel en cada beso
y era un rezo singular cada palabra,
tu soñabas con capullos y misterios
yo con rosas y pichones para el alma.

Si tuviera la varita de los magos
y pudiera señalarte los caminos,
que hasta un bosque encantado te llevara,
sentiría haber cumplido mi destino...

Marco Antonio Chávez Díaz-Valladolid, Yucatán, México/Junio de 2011

RECORDAR EL  AYER

Siempre quedan sueños
de los tiempos de cristal
recuerdos de las mañanas azules,
de los pasos firmes,
bueno o malo , recuerdos quedan.
aquí imágenes quedan rondado la realidad
dejando cenizas para que el viento
esparza en cada avenida,
dejando constancia de aquella vida.


Siempre el final …
es el inicio de otra realidad
aquellos que mueren dejan obras
para recordar
quizás así no mueren del todo
su viento de fragilidad
queda cual estatua
de lo que fue su verdad.


Siempre que recordar
sus calles, su gente
sus niños en el parque,
los adultos hablando su verdad
los niños inventando su realidad
el sol abraza piel
el viento arrastra el aroma de mujer
el agua apetecible sabe a miel.



sólo es tiempo de recordar.
ya llegará su momento final,
disfruta cada centella de luz
deja tocar  a tus pies
lo sensible de la tierra
lo verde cosquilleante del césped de la pradera,
goza el baño y venera cada amanecer,
ya el tiempo , sólo quedará recordar…
recordar… el ayer…

Laura Beatriz Chiesa-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

JUVENTUD


Juventud andariega, eres niña
que con tules de llanto te sometes.
Eres  virtud del hoy cuando prometes
ser camino lozano en la campiña.

Tienes manos de seda que te aliña
con aquello que es tiempo y acometes,
contra las horas tristes cual grumetes
que avizoran un acto de rapiña.

Así te vas del campo de la vida.
La sequedad del surco te convida
a seguir otro rumbo más sereno.

Eres burlada y cedes tus colores.
Se alejan los rosados resplandores
y te abrazan los grises del terreno.

Néstor Costa-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

el fantasma de hierro

el fantasma
no volverá a la rutina diaria del asfalto
pues nada quedó quieto después de los olvidos
después de las sentencias del imperio
y quién si no el imperio
sepultó sus huellas
con la brea de un presente extraviado
junto a la imagen del caballo y la tierra

el fantasma andará debajo del progreso
ya sin tracción eléctrica
ni el impulso sanguíneo
con la fuerza de la vida sepulta
que fluye en cada flor abierta
y en la eternidad de los gorriones
en la mirada de los viejos vecinos
en los ojos  de miradas recientes

es que nada está quieto
          nada

viajo en un tranvía de eternas esperanzas
y es cruel la eternidad
sus ímpetus sensuales me restan emociones

me cobijo en la extinción de mi vida
pero no de mis sueños

Martha Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina-Junio de 2011

En el desván

Me faltó tu calor,
Busqué otro abrigo.
Me ví en la oscuridad
Y encendí todas las luces de mi casa.
Me molestó el silencio
 Y puse al máximo volumen la música del alma.
Y ya no sentí frío.
 Y la luz me alumbró
Con mil focos distintos de colores.
Ya puedo oír  la música
Bien fuerte dentro mío.
Hoy tengo todo en orden.
Pero no pude
Encontrar el lugar
Para poner afuera la ternura
Que ví que me sobraba.
Y como no hallé el sitio,
Junto a las cosas viejas
En el desván del tiempo y el olvido
La dejé abandonada…
Allí la cubre el polvo.
Y le tejen puntillas las arañas.

Martha Díaz Petenatti-Zona Rural de la Provincia de Santa Fe, Argentina/Junio de 2011

LLANTO EN EL CIELO

La noche llegó impetuosa. No vino sola. Trajo consigo a la lluvia acompañada por truenos. El ronroneo incesante que bajaba desde el cielo daba una sensación de piedras peleando entre ellas para llegar a nosotros.
No vino sola. El viento parecía querer pegarle a todo. Era insolente, violento y en su recorrido gemía asustando con el alarido de su entraña.
Nunca había visto al cielo de esa manera, y más aún cuando de pronto, la luz se apagó debido quizá a un desperfecto, de esos que siempre suceden cuando hay tormentas en esta zona del mundo.
Me acurruqué en el sillón que estaba cerca de la ventana. Los relámpagos iluminaban la estancia y por momentos todo era de una claridad tal que podía distinguir el parque y todos sus detalles.
Tomé una frazada y me abrigué mientras escuchaba el ruido que la lluvia incesante producía sobre el techo lastimándolo con su furia. Era una tormenta feroz, daba miedo, la adrenalina circulaba libremente por mi cuerpo junto con el calorcito de la frazada que fue aletargando mis sentidos suavemente.
Entre sueños me pareció ver una sombra que pasaba cerca de la ventana, me levanté y lo vi hecho un ovillo junto al portal de la casa, estaba mojado, herido de lluvia y de frío. Corrí hacia la entrada y lo hice entrar. Le di ropa seca y bebida caliente para combatir el castañetear de sus dientes y el temblor de su cuerpo.
Sus ojos, negros cual carbón, no dejaban de mirarme. Sentía que me hablaban sin decir nada. Su silencio eran gritos. Su mirada era una llamarada ardiente que se fue apoderando lentamente de mi cuerpo, que comenzó a correr entre mis venas. Se fue acercando de a poco, era hermoso, sencillamente perfecto.
Sus manos tomaron mi cara y en ese mismo instante presentí lo que vendría y me di cuenta que el amor había llegado a mi vida así, de improviso, de la mano de un extraño que pasara en una noche de tormenta.
Se acercó más aún, sus labios rozaron mis mejillas y esa boca, ansiosa y sedienta buscaba la mía intuitiva y dulcemente. Elevé los brazos para acariciarle los cabellos cuando un ruido me paralizó.
Sobresaltada miré hacia el suelo y ahí, a mi lado, estaba la linterna que había dejado sobre mi falda cuando se cortó la luz. Pero no había nadie, estaba completamente sola.
Miré desesperada a mi alrededor, corrí hacia la ventana pero tampoco pude verlo. Él no estaba, sólo fue fruto de mi imaginación en esta noche de tormenta.
No quería convencerme. Me apoyé en el vidrio de la ventana mirando con pena y añoranza hacia donde me permitía esta noche tan especial, mientras el cielo, sabiendo de mi dolor, seguía llorando conmigo.

Inma Diez-España/Junio de 2011

PRISIONERA DEL OLVIDO

La luna prisionera del olvido
saluda el alba blanca silenciosa
yermo jardín, soñando con ser rosa
que caminó, pasando inadvertido.

Susurra a las estrellas que se aleja
luciérnaga que quiso ser lucero
y guarda en su tibieza algún te quiero
que aprieta el corazón en cruel madeja.

Fuego devorador en su amargura
preso de la pasión que le acompaña
llevándole a un camino de locura.

El alma errante volará sin vida
cantándole a las sombras de los sueños
una triste canción de despedida.

Alphonse Donatien-Maldonado, Uruguay/Junio de 2011

Melpómene


Se esfuman en  la noche los testigos
del astro divino, de su abrigo,
cae la noche como un yunque macizo,
de la forja del día, opuesto mellizo.

La imaginación disoluta se ha ido
como de las aves sus solemnes himnos,
siquiera me sonríe la ampolla de láudano,
el tercer ojo del poeta, el dulce bálsamo.

¡ Ni el opio de Esmirna revive mi musa !
¡ ni la amarga Artemisa da tono a mi fusa !
ya no se hace en el papel poesía difusa,
hace de mis poemas, cosas inconclusas.

Simón S. Esain-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

EPÍLOGO de Simón S. Esain para “Leo y escribo” de Rolando Revagliatti
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Escribo sobre  ‘LEO Y ESCRIBO’


                                                                     Previatura

    Comienza con una confesión. Sigue con otra. Revagliatti hermanado; tierno pero no esquelético; de una manera esquelética y tierna, lo confiesa al señor Pickwick. Tanto, que el diablo helado es destinatario. Todo, todo consta en los papeles de Revagliatti. De cada cual tiene anotado; de tanto en tanto se hace preguntas que son como pájaros; no están lejos de un nido.
     En la ciudad absorben la paradoja de que la materia libre viva sin estar muy atenta o sujeta al devenir de sus prisioneros. Batallones de uniformados por la neurosis se encargan de la conservación de edificios y vías públicas. Que la ciudad se pone en marcha no es metáfora. Su ambiente es literario por inevitable. Tarde o temprano pasa por las páginas de un texto. Aun sin sospecharlo, cualquiera es un personaje.
     Revagliatti lo ha sospechado de todos y trama probarlo. Arma otra mundana ciudad literaria con similares características a las de la ciudad real. Y sucede como si todos supiésemos que aquella ciudad también funciona.
     Revagliatti le escribe motivos, anécdotas, contradicciones, argumentos, sin recurrir a la epístola o al servicio de correos. Les da cuerda a sus habitantes; nos hace sentir que los palmea; los distribuye. Ni Parque Norte, ni Parque Chas, ni parque cerrado ni para cuando. Parque portátil.
     Hace decir a Borges: Nadie es un energúmeno; todos lo somos.
     Como Buenos Aires, la urbanidad de Revagliatti crece. Se amplía y eleva. RR es el demandado intendente de este crecer.
      Todo el mundo tiene algo de Buenos Aires a partir de ahora. Ese país, ese compás.
      Tanto, que me lleva a preguntarme ¿por qué no le habrá dedicado un poema a “Los Premios”?, de un tal Cortázar.
      - Me asaltó tu ciudadanía – le dice a Norah Lange – Para los cronistas este mapa gentil –
      Algo que catan los huesos de un porteño. Está Discépolo en la esquina. Esto lo dice todo.
     …¡Ah! “Noches de las cosas, mitad del mundo” es, para mí, el mejor de estos poemas. Sugestivamente lo es, para mí.


                                                                         Epílogo

     Si Revagliatti se ha propuesto escribir algunas frases e ideas favorecidas por la lectura de ciertos libros no tengo nada que decir. Sobre todo de una lista tan heterogénea como la compuesta. Prefiero pensar que ha intentado otra cosa. ¿Dónde se para uno, cómo se ubica de cara a libros escritos, publicados y leídos, de la variedad de autores aquí reunida? Lo hace como puede, porque se lo plantea como un ejercicio personal.
     ¿Por qué digo esto? Porque los libros ajenos le arman semejante escenario para su condición de duende. Prefiero pensar que  Revagliatti se ha buscado un comportamiento antes que otra cosa. Se pone calzas oscuras, algo en la cabeza, y concita seriedad. Sólo seriedad, y profesional. Ojo.
     A este nuevo emprendimiento suyo, me pregunto: ¿Lo habrá iniciado a partir de unos cuantos buenos poemas, o de algunos poemas de su maldad?
     Revagliatti me pone hiperbólico. Me puede. Me antipodoyea.
     Si suponemos que una biblioteca universal es algo parecido al cosmos, Revagliatti le ha devuelto el caos.
     He distinguido un modo a partir del oportunismo de sus lecturas, al que agrega fácilmente el capricho de su plectro. Este es su estilete. Corta para ver como le sangra. Sabemos que RR es un cirujano frustrado que empezó a practicar con una amiguita, y se distrajo. Como no hubiera podido ser de otro modo. El afanoso escalpelo es su herramienta favorita. Sueña con hacernos un tajo desde la garganta hasta debajo del ombligo y ver cómo se vuelve afuera lo de adentro. Tajos aquí y allá para ver como sangra el universo que supimos brindarle. Debemos agradecerlo.
     Niño terrible; he aquí el universo concéntrico de Revagliatti. Una persona de pie, esperando con algunas de sus tripas en la mano. Otras, tal cual ella, hasta donde la vista alcanza, completan el panorama.
     Es uno de los libros. Un libro que cabe en otro. Este otro contiene un panorama de personas de pie, en espera, con puñados de tripas tibias en sus manos, etc. En opinión de Revagliatti la gente no necesita morir. Todos somos como prototipos de escritor célebre. No necesitamos de la muerte y por tanto nos resistimos a ella con nuestras evidencias. Lo mismo pasa con los libros. Un tajo aquí, un tajito allá y algún velo  le descorren a la inmortalidad.
     Como no podía ser de otro modo, la avaricia que le pertenece no se priva de nada. En un mismo plato hace coincidir vivos y muertos, talantes y talentos, ausencias y presencias. Ahora se ha servido una ración y le ha puesto aceite, y al aceite vinagre.
     Creo que se ha preguntado: Si picar ¿por qué no rascar? Si sentir ¿por qué no devolver? Si leer ¿por qué no morder? Y le ha salido esta caótica para la calle Méjico.
     ( - Buenos días, don Leopoldo. Don Jorge, buenos días - )
     Es que él siempre se coloca más allá. ¡Lo pickwickea a Dickens! ¡Cómo puede ser! ¡Cómo no sentirse ultratentado a ponernos más acá de Revagliatti! Si el único asiento que te deja es a su izquierda. Se coloca detrás de la obra publicada por el autor, que ha quedado como al desnudo imposible después de ponerse detrás de nosotros. Le arranca las tapas, que es como mirar desde la tramoya. Al autor no lo destituye, ¡lo destitula! ¡Lo acomete de entrada! ¡Fijensé! A ese cubo transparente pretende empinarse y asomarse. ¿Para? No para sorprenderse ni soñarlo. ¡Para sorprendernos!
      Si la culpa produce conciencia ¿por qué no sentirnos culpables de que hayamos escrito o de que seamos escribidos?
      En este trabajo Revagliatti ha jugado a que es posible. Como le quedamos desnudos y de espaldas, nos caricaturiza. Es inevitable que le salga. O le sale a él o le sale al otro, que es el juego que más le gusta.
     Y ya no puede taparse lo destapado. Yo le preguntaría a Dickens si no se sentiría.
      Escrita y publicada, cada obra ha pasado a resultar una pilita de ropas que el empinado Revagliatti pisa, enumera o glosa de acuerdo a la luz que entre en la habitación. Es capaz de tentarse con nuestros calzoncillos para hacerse de un título.
      Para disimular se muestra frío por donde lo miremos. Impávido. Lo dice y lo hace, necesariamente. Él no ríe de las caricaturas. En el peor de los casos agregaría una fotografía de su seriedad porque le pertinentea al que está detrás del que está detrás del que está detrás. Y que no se ve, ni se ve ni se ve.


                                                          Conclusión del epílogo:

      ¡Ah, no! ¡Las Meninas, no! ¡Detrás estás ti, no tú! ¿Entendés?
      Lo que nosotros diríamos ¡Vos! ¡Vos!
      Yo sabía jugar a ‘la mancha’. ¡Piedra libre para Revagliatti!












Abel Espil-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2011

VINO

calentador de sangres ,
de hombres de rostros gastados.
deja tu simiente caliente
en la pobreza de mi gente.
ellos beben  muriendo lentamente,
tirados en las calles,
sufriendo la desazón del ignorado.
deja ya ...déjame beber el vino de mi gente ,
que se van yendo en silencio.
                              
el pueblo sufre , el pueblo bebe ,
mientras los locuaces carnívoros
devoran su simiente , su futuro.
dame un pico , dame una pala ,
devolvele la tierra a mi gente...y verás a mi pueblo
reír, con un vaso de vino
entre sus manos , mientras el quejido del niño
que llega ,alimenta la sed de futuro que tiene mi gente.
hermano juntemos las manos
bebiendo vino,
la única sed profunda de los pueblos,
para no morir en la desesperanza.
dame el vino rojo , grueso y caliente ,
que así me voy muriendo en paz.
en el rincón un rostro de niño me sonríe,
mientras una hembra le da la teta
al futuro ,que llega con sed de justicia.

Mirtha Gaitán-Buenos Aires, Argentina/Juno de 2011

Paseo por La Habana

Por las calles del Obispo
los turistas  vienen y van.

Saco fotos como ellos
 y hacia abajo caminando
encuentro el hotel Ambos Mundos;
por dos cu llego al pasado.

La habitación de Heminguway,
su máquina de escribir antigua,
su extensa obra en una vitrina,
abajo sus  fotos saludan.

Sigo hacia la Bahía,
me espera la plaza de Armas,
el Templete con su ceiba,
el castillo de La Fuerza y su Giraldilla.

La Catedral con su estilo barroco,
hermoso templo de la vieja Habana,
su plaza rodeada de edificios coloniales,
más allá la Bodeguita del Medio.


El malecón y el infinito mar.
El Morro y la entrada a la bahía,
de noche el cañonazo de las nueve
nos recuerda de corsarios y piratas.

El elegante cabaret Tropicana
espectáculo incomparable y deslumbrante
un paraíso bajo las estrellas
                            nostalgias de Nat King Cole y Lamarque.

Ocho días paseo en La Habana,
 la emblemática plaza de la revolución,
 José Martí y su gigantesca escultura,
la Casa de las Américas y su cultura.

Añoro perderme en sus callecitas
San Ignacio, Empedrado, Mercaderes,
distraerme en sus ferias y plazas,
por doquier fotos y remeras del Che.