EL
BANCO DE LA PLAZA
Vestido en jirones que
otrora fuera ropa, un anciano deambula y se instala en el banco preferido de su
plaza. Despaciosamente sienta su humanidad en ese colchón de piedra. Se
arrebuja con una rotosa frazada y piensa pasar la noche en ese lugar. El frío
es intenso, las hojas bullen y no le permiten dormir. Al fin el cansancio y el
hambre pueden más. Se queda adormilado.
Y sueña. Se ve ubicado en un vergel, rodeado de flores y plantas y pájaros.
Unos niños corretean y se le acercan ruidosos. Él los cobija en un abrazo.
De
pronto la oscuridad lo invade todo y aún casi dormido tiene conciencia de su
pesar.
Aliviado
piensa que la muerte lo está acunando y lo lleva en raudo vuelo hacia el
infinito, hacia la nada. Bendice a la muerte que piadosamente se ocupa de él.
Siente
un tirón en el brazo. Con mucho trabajo abre los ojos.
El
guardián de la plaza le pide que se levante. El sol ya inunda el entorno y los
niños no tardarán en ocuparlo.
Se
sienta, recoge sus bártulos, trabajosamente se levanta y emprende su diario
vagar.
1 comentario:
Nélida, excelente pintura de la realidad de muchos, desde siempre.
Te saluda,
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