Mis maestros
Muchas veces he pensado y tal como
el tiempo va transcurriendo, sigo pensando, en qué la relación que tuve
con mis maestros y maestras durante mi corto y desigual período escolar, fue
más bien pasajera; siento que no me dejaron ese profundo pozo de afecto y
cariño con el que muchas personas recuerdan a quienes fueron sus maestros. Perdón,
debo rectificar. Olvidaba decir qué sí, tuve un maestro particular especial y compinche. Mi primer maestro no fue
otro que mi querido tío Daniel.
Puedo decir
con toda seguridad que mi vida escolar tuvo sus altibajos, transcurrió
en tres etapas: la primera en Barcelona,
la segunda fue en el pueblo de Chella
(Valencia) donde nos refugiamos durante aquellos años difíciles de la guerra
civil española y por último, a partir del año 1942 ya de regreso a nuestra
Ciudad Condal, terminé mi tercera etapa escolar, en una academia nocturna.
Corría el año 1935, ya contaba yo con
siete años de edad sin haber asistido
todavía a la escuela por tener a mi cargo el cuidado de mi pequeño hermano. En
la calle Navas de Tolosa, cerca de dónde vivíamos: (Joan de Peguera 93) funcionaba
una pequeña escuela dirigida y atendida por dos hermanas solteras: Juanita y
Rosita. Mis padres, que deberían sentirse incómodos y culposos, decidieron ir a
conversar con las hermanas maestras. Con la señorita Juanita, acordaron que pagando
un plus extra, aceptarían también a mi
hermano. Así fue como pude asistir por
primera vez a la escuela siempre con mi pequeño hermano a remolque. La “señorita” Juanita, fue
pues mi primera maestra. Eran tiempos de
“palotes” y labores, el ganchillo era el fuerte y yo demostré tener gran
habilidad.
En el año 1937 ya desplazada a
Chella, Doña Nieves fue mi segunda
maestra. Vivía en la Plaza de la Iglesia y daba clases en su casa particular. Mi
compañera era Concha la García. Era ella
quien disponía del libro que se usaba en clase. Mis abuelos no disponían de
medios para comprar un libro para mí,
pero con la tía Concha, que le debía varios favores a mi abuela acordaron que
el libro lo compartiríamos entre su hija y yo. “Verdad es que del dicho al
hecho hay un buen trecho.” Más de una vez lloré, yo no llegaba a comprender
entonces el porqué de su reticencia en prestarme su libro. Pero con o sin
libro, por saber leer mejor que las demás alumnas, gané de premio un gato negro
de cartón. Mi abuela le dio tanto valor a ese gato de cartón, fue como si yo, hubiese ganado un importante
trofeo. ¡Cuánto me quisiste abuela!
Y Doña Nieves cerró su escuela muy
posible por qué nadie podía ya, pagar la
insignificante cuota escolar.
Huyendo de los disturbios, lograron llegar al pueblo dos monjas las qué para poder subsistir y
ayudar a su anciana madre, decidieron ejercer su profesión. Eran excelentes
maestras. A la falta de dinero
intercambiaron su saber por víveres y animales de corral. Fue muy provechoso el poco tiempo que fui su
alumna. Tenían un modo de ser admirable.
Llegado el año 1942 ya de regreso a
Barcelona, asistimos a la escuela del Ayuntamiento: “El Fomento Martinense”. A
mi hermano que ya era mayorcito y muy despierto, le iba mejor que a mí, yo lloraba,
me sentía humillada al ver qué niñas de menor edad me superaban en toda materia
salvo en catequesis. Agradecí a mi abuela cuánta Historia Sagrada me enseñó;
gracias a ella, gané una imagen de Santa Teresita, aunque debo de reconocer que
tuvo corta vida: sucumbió en una enaltecida batalla de almohadones.
En la escuela, la maestra, al percatarse de mis dificultades, cito a mis padres y les dio a entender que,
como yo ya era mayor y no encajaba con alumnos de menor edad. Su acertado
consejo fue que me cambiaran a una academia nocturna. Poco duró mi asistencia
en la Academia Balmes, pero el director, hombre muy paternal, logró el que me sintiera bien conmigo misma.
Trabajar en una fábrica textil, fue mi próximo destino..
Ahora, cuándo me preguntan en qué
Instituto estudié, medito un momento y respondo: Aprendí de la vida.
3 comentarios:
Trinidad, muy bueno, cmo siempre. Te abraza,
Trinidad has escrito un muy bello relato. Ademas nos cuentas de tan distintos personajes ,los cuales han colaborado para que tengas ese conocimiento de la vida. Me encantó.
Abel Espil
TRINI COMO SIEMPRE HERMOSO Y CÁLIDO TU RELATO, CON CIERTO SABOR MELANCÓLICO. ME ENCANTA
bESO jOSEFINA
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