sábado, 20 de septiembre de 2014

Ita Espinoza Mandujano-Chile/Septiembre de 2014



¿QUÉ FUE ESO?

            Era una hermosa tarde de verano y el calor se hacía insoportable. Mónica, se paseaba por el living con un visible gesto de molestia. En un extremo del recinto, Arturo, acomodado en un sillón, la contemplaba en silencio. Ya había agotado todos los argumentos posibles para convencerla que saliesen en auto a recorrer la costa para distraerse y refrescarse. La joven no se decidía, todo lo que el joven proponía, para ella no tenía “brillo”. Optó por callarse y esperar pacientemente que ella decidiera lo que deseaba hacer.
            De pronto irrumpieron en la habitación, Mariana y Gonzalo, quienes pasaban a invitarlos a pasear en su vehículo. Luego de algún esfuerzo, Gonzalo consiguió convencerla, y todos partieron a recorrer la costa en el auto de Arturo, por ser más económico. Se fueron rodeando el camino costero desde Valparaíso hacia Quintero, Contando chistes, riendo y haciéndose mutuas bromas. Ya el carácter de María había mejorado y compartía con sus amigos. En Quintero recorrieron todas las playas, pero, en su mayoría estaban saturadas de gente. Por ésto, prefirieron no bajarse e ir al pueblo para entrar en una fuente de soda a servirse un refresco. El lugar eran sencillo pero acogedor, por otra parte el calor había cedido un poco.
            De regreso decidieron que irían a una playa deshabitada que estaba a mitad de camino. Al llegar cerca de Ritoque, descubrieron un camino desolado y se internaron por él hasta la cercanía de la costa. El auto se anduvo atascando en la arena, pero lograron sacarlo. Se sentaron en la playa, respirando la agradable brisa marina, mientras contaban historias mirando el atardecer. A Mónica le aterrorizaban las historias de Arturo, siempre interesado en hechos paranormales y fantásticos. Sus amigos siempre les hacían bromas al respecto.
            La conversación estaba muy amena, cuando de improviso, Gonzalo se levantó y miró hacia el cielo, luego, corrió hacia el auto, junto con decir a sus amigos que miraran hacia arriba. Una luz potente se desplazaba en círculos, sin precisar qué podría ser. Arturo, una vez dentro del auto comenzó a prender y apagar las luces a manera de señas. La circunferencia luminosa se acercó hasta colocarse encima de ellos encegueciéndolos con su luz. El silencio era sepulcral y las luces del auto se apagaron solas. Los jóvenes asustados se cogieron de las manos. Mariana, culpó enojada a Arturo de haber llamado la atención de este objeto desconocido. Los demás no acertaban a pronunciar palabra. Se sintieron observados por un tiempo que les pareció breve, luego, el objeto emprendió retirada y se perdió en el azul del anochecer.
            El grupo reaccionó a los gritos de Arturo, que pedía ayuda para rescatar el auto que la marea pretendía arrastrarlo mar adentro. Ya repuestos, lo empujaron a tierra firme. Había quedado sin batería, no podrían sacarlo al camino, por ello Arturo decidió salir a pedir ayuda. Mientras esperaban su regreso, los jóvenes, comentaban lo ocurrido y confesaban que estaban aterrados. Gonzalo y Mariana juraban que había sido un objeto no identificado. Temblaban de sólo pensar que pudo haberlos llevado. Arturo, pronto llegó con una camioneta cuyo dueño ayudó a cargar la batería del auto. Sin confesarle la experiencia vivida, en relación a la misteriosa descargada, sólo relacionándolo como una falla propia de su vehículo.
            Cuando lograron regresar, nadie hablaba, cada uno estaba absorto en sus propios pensamientos. No se atrevían a mirarse de frente. Una vez en casa de Mónica, se despidieron sin mencionar lo ocurrido y ni siquiera lo contaron a sus familias. El secreto lo guardaron celosamente, hasta ahora…


1 comentario:

Rolando dijo...

... el carácter de María había mejorado.... Habría sido bueno saber quién era María ya que anteriormente no se mencionó como protagonista. Aparte de ese "detalle", el cuento es ameno pero con un final poco llamativo.