Soneto isabelino
¿Qué
oda Señor, puedo hacerle
con
todo mi amor al destino?
¿Qué
oda?, en silencio, sin hablarle,
después
de haber bebido el vino.
Me refiero, a oda con jota.
Tremendo problema es el mío.
Luego de vaciar
toda la bota,
me sentí con fuerza y con brío.
Entregué
todos mis besos a ella,
que
siempre los creyó verdaderos.
La más
hermosa de todas, la bella,
y me
ofreció su cuerpo entero.
¡Qué
oda, ni oda! En este caso,
la
joda devino en embarazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario