lunes, 25 de septiembre de 2017

Abel Espil-Argentina/Septiembre de 2017



AUSENTE DESPERTAR

Al fondo de la Villa Oculta, el Negro Santilli, con la ayuda de su mujer, construyó con maderas, cartones, chapas, la nueva casa para su familia  numerosa. Ellos dos y cinco hijos. Desde que se enamoró de la Gorda  Rebeca , en la casa del Moncho, a orillas del Paraná en Misiones, venían trabajando y luchando para poder sobrevivir. Fueron ocupando ranchos, casas abandonadas, levantando techos de lona con paredes de cartón Mientras tanto trabajaban de lo que conseguían y parían hijos, porque al decir del curita Roque , "la unión es para traer hijos al mundo, el coito sin ellos es una blasfemia al espíritu de Cristo".
El sueño era uno solo, querían llegar a Buenos Aires y vivir en la misma villa que las primas y hermanas del Moncho. Estaban contentos de haberlo cumplido. El negro trabajaba hasta la tarde en la construcción y luego al llegar, ayudaba a la Gorda con la venta en el pequeño Kiosko, que habían instalado al frente. Ella al comienzo iba a Liniers y volvía cargada de mercadería: cigarrillos, yerba, bombillas, galletitas, etc. Ahora , después de ser conocida y habiendo comprado cada vez más, el mayorista le entregaba dejándole la cosas en una de las primeras casas del frente. Pertenecía a una hermana del Moncho y ella se ofreció para recibir la mercadería. El negro antes de ir a la obra , todos los días se dirigía a una panadería ubicada en la Avda,. del Trabajo y traía al principio  dos kilos de pan francés y luego llego a traer 10 kilos. 
La vida les estaba mostrando retazos de felicidad, pero a cambio sus cuerpos manifestaban deterioro, cansancio. Los niños crecían, pero ellos tenían otro sueño y era el verlos estudiar, prepararse, para que la vida no les fuera tan dura.
Los años pasaron y ellos enaltecían el hecho de ser  samurai, como imagen de lucha y esperanza para los hijos que ya eran adolescentes.
El frío de mayo del 2016, le arrebató salud a la Gorda Rebeca. Atendía casi sin voz y con mucha tos. El mayorcito estaba en cama con falta de aire y mucha mucosidad. Se sentía mal, porque ya era él, quien iba con la carretilla a buscar lo que les dejaba el mayorista.
El Negro Santilli, el primer viernes de mayo de ese año, llegó con un calefactor que tenía tres velocidades . La habitación en sus principios cruzada por una tela en el medio y hoy con una pared de 1,35 de altura,  se calentaba toda.
Estaban todos de fiesta. El frío no se iba a ensañar más con ellos. Se sentían reyes, protegidos frente al viento frío que soplaba en las madrugadas. La casa estaba ubicada en una de las partes más altas de la Villa.
En el medio de la tercera noche, el Negro Santilli, lo puso en la velocidad fuerte. Sentía que no estaba caliente la pieza.
El pequeño de seis años fue el grito : ¡ Papá...Mamá...fuego! 
La Gorda Rebeca, saltó de la cama y al querer desenchufar el calefactor, se enganchó con el cable y todo estalló en una llamarada.Los vecinos se acercaron con baldes llenos de agua, pero la casa ya era una enorme boca de fuego elevándose al cielo.
El agua sirvió para mojar las casas vecinas, separadas por angostos pasillos. Rostros ajados por la vida, mujeres embarazadas con niños de la mano, mujeres y hombres jóvenes que no podían comprender como en un minuto todo era  arrasado por el fuego. Alguien llamó a los bomberos y apagaron restos de esa llama asesina y destructora. Tiraron por los pasillos enormes bolsas de arena.
Esperaron en un  silencio sepulcral, el amanecer. Los bomberos caminaban pisando sueños, esperanzas, hasta que llegaron a los cuerpos de siete personas. No podían permanecer, la angustia le cerraba los pechos. Con máximo respeto, previo a poner en lo que era la entrada al kiosko, una manta grande y roja. De a uno los cuerpos los iban apoyando.
Los hombres, mujeres y niños de la Villa Oculta, nunca se van olvidar de dos hechos : El Negro y La Gorda estaban en el piso abrazados--contaron los bomberos--y los cinco hijos estaban tomados de la mano.


2 comentarios:

abel dijo...

Epa! había que avisar que no era para leer ni bien uno se levanta.
Qué historia amigo, qué dura! duele leerla.
Cuando me iba adentrando en el relato sentí esa cosa que te atrapa, que no te suelta porque todo indica que algo se viene.
Me encantó, como te dije cuando el cuento de la monjita, así lo grabé en mi cabeza, me da la sensación que pegaste un salto en tu forma de escribir. Dale, dale, da gusto leerte.
Te mando un beso y FELICITACIONES!!!!!!!!!
Noemi

abel dijo...

Gracias muchacha
abel