lunes, 25 de septiembre de 2017

Isidoro Gómez Montenegro/Septiembre de 2017



Balada melancólica


Palpita una balada
de doloroso ritornelo.
Tu cuerpo reverbera
en el lecho prístino.
Reposa tu cabellera
en el satín de las almohadas.
Tu rostro…
óvalo de pálido marfil.
Se deshebra tu caballera al erguirte
igual a la diosa Afrodita.
Cubres con hilos oscuros
ojos, cabellera, senos.
Hojas nacaradas tocan seda y piel,
visten tus carnes desnudas… voluptuosas,
aromadas de benjuí y otras esencias.
Estrofas de aria triste,
otras noches…
quieta voz en tu regazo.
Yazgo en tu cuerpo de senos albos.
En el vaivén de tus caderas
dejé la primavera de mi vida.
Bebí del cáliz, el sortilegio,
tus fulgores.
Olvidé mi triste balada de efluvios serenos.
¡Me hechizaste,
no tuve más libertad,
el fuego de tu cuerpo me abrasó!
Mi mano…
hundida en tu montículo triangular;
ofrecido generosamente.
Ceñí tus labios,
tu pujante pecho…
dos capullos color de rosa.
Manos y uñas urentes… suculentas.
Eres, isla penetrada
por augurios sin turbar,
te reflejas sobre el silencio del agua.
Ahora descansamos
en la desembocadura del tiempo y
 la seguridad del humo.
La balada melancólica del alma
se esfumó del oído
de pájaros añorantes.


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