La hormiga y el oso
“Momento señor” dijo la hormiga. El oso enfurecido se interpuso
en su camino para que la pequeñita no avanzara y gruño ferozmente un estrepitoso:
“Por aquí no se pasa”.
Qué espectáculo ridículo pensó la araña
mientras se hamacaba entre sus hilos desde una rama.
El oso enorme refunfuñaba mostrando sus dientes y se enfurecía cada vez más. La
hormiga temblorosa gritaba también con su pequeña voz finita, hasta que se dio cuenta que no hay peor cosa para un
poderoso que no darle la menor importancia, ignorar su vanagloria.
El tucán se posó al lado de la hormiga y la imitó en su
postura, ella le sonrió de costadito. El mono, que por allí pasaba, imitó al tucán, la jirafa que miró todo desde
las alturas de su largo cuello, imitó al mono, el rinoceronte rápidamente a la
jirafa. El hipopótamo, solidario con la
situación, al rinoceronte. La boa al
hipopótamo y así tooodos los animales de la selva.
El oso siguió siendo: grandote, gritón, iracundo y mal
educado pero… estaba solito, solito. En
cambio la hormiguita se sintió muy tranquila y un poquito más grande por
dentro, además ahora tenía... ¡¡¡un montón de amigos!!!!
Y como rosa en el viento, se acabó este cuento.
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