Destino
Ella se deja balancear sin
ofrecer resistencia. Es un movimiento leve, que por momentos la levanta dejando
ver su forma en un tono más claro. El reflejo del sol descompone la luz sobre
su cuerpo en los siete colores del Arco Iris y se produce un derroche de brillo
y color. Una ráfaga de aire frío la sorprende como queriendo arrancarla, pero
ella está firmemente sujeta en lo alto. Mas el otoño llegará con su bagaje de
viento, niebla, nubes y lluvia. Las
negras nubes se descargarán en gruesas gotas que la golpearán sin
piedad. En un incesante vaivén su cuerpo perderá fuerza, la fragilidad de su
sostén se quebrará y entonces volará por los aires sin rumbo. Aquí, allá y más
allá también. Al igual que una pluma, como una hoja de papel, a merced del viento
de otoño. Sufrirá la inclemencia de la lluvia constante y plomiza durante toda la noche. Noche sin luna
ni estrellas. Desprotegida, abandonada a su suerte vagará sin destino, hasta
que un sorpresivo granizo la hará precipitar a tierra. Yacerá en la vereda,
sobre baldosas inhóspitas, frías y desnudas. Otra ráfaga la levantará y dando
volteretas la empujará sin piedad sobre el charco de un jardín. Allí, sola en
la soledad de ese lago familiar y urbano se sentirá morir. Descolorida,
amarillenta, ha perdido su tersura y también el brillo del verano. De pronto un
halo de tibieza la envuelve, la cubre, la acuna, la abriga. Son dos manos
pequeñitas que le dan cobijo entre las hojas amigas de un libro que, descansará
en la protegida calidez de una mochila infantil.
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