sábado, 20 de mayo de 2017

Lilia Cremer-Argentina/Mayo de 2017



Destino

Ella se deja balancear sin ofrecer resistencia. Es un movimiento leve, que por momentos la levanta dejando ver su forma en un tono más claro. El reflejo del sol descompone la luz sobre su cuerpo en los siete colores del Arco Iris y se produce un derroche de brillo y color. Una ráfaga de aire frío la sorprende como queriendo arrancarla, pero ella está firmemente sujeta en lo alto. Mas el otoño llegará con su bagaje de viento, niebla, nubes y lluvia. Las  negras nubes se descargarán en gruesas gotas que la golpearán sin piedad. En un incesante vaivén su cuerpo perderá fuerza, la fragilidad de su sostén se quebrará y entonces volará por los aires sin rumbo. Aquí, allá y más allá también. Al igual que una pluma, como una hoja de papel, a merced del viento de otoño. Sufrirá la inclemencia de la lluvia constante y  plomiza durante toda la noche. Noche sin luna ni estrellas. Desprotegida, abandonada a su suerte vagará sin destino, hasta que un sorpresivo granizo la hará precipitar a tierra. Yacerá en la vereda, sobre baldosas inhóspitas, frías y desnudas. Otra ráfaga la levantará y dando volteretas la empujará sin piedad sobre el charco de un jardín. Allí, sola en la soledad de ese lago familiar y urbano se sentirá morir. Descolorida, amarillenta, ha perdido su tersura y también el brillo del verano. De pronto un halo de tibieza la envuelve, la cubre, la acuna, la abriga. Son dos manos pequeñitas que le dan cobijo entre las hojas amigas de un libro que, descansará en la protegida calidez de una mochila infantil.

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