lunes, 18 de enero de 2016

Elías Echeverría-Chile/Enero de 2016



JACINTA


¿Quién no ha estado en el dilema de enfrentarse a situaciones difíciles? Creo que todos, alguna vez se han visto en la disyuntiva de dirimir una cosa u otra. Las respuestas son variadas, dependiendo de las experiencias personales y de los grados académicos que se hayan alcanzado.
Esta historia tiene relación con el cumplimiento de una promesa de campaña presidencial. El mandatario electo, revisando las grabaciones de todo el proceso previo a la votación, y ahora en el poder, decidió cumplir.
El parlamento, recientemente, había aprobado una reelección inmediata porque estimaba que su gestión la estaba realizando adecuadamente. No estaba dejando detalles para que la oposición encontrara debilidades. Es así que llamó a un grupo de pedagogos y les dio la difícil tarea de visitar los lugares más apartados del país. Al docente más calificado del grupo, lo envió a un lejano pueblo donde de cien habitantes con derecho a voto, sólo había obtenido un voto en contra. La victoria había sido aplastante. La instrucción del mandatario fue: “No importa que no aparezca ningún joven con méritos para estudiar, pero de este pueblo, necesito al menos uno que se destaque”.
Es así, como a comienzos de primavera, el pueblo despertó con gran algarabía, los visitaría un enviado especial del Presidente de la República. El Alcalde del lugar reunió a todos los jóvenes, porque serían objeto de un examen. La instrucción era muy clara: “De todos los que fueran a la universidad, por lo menos uno debía convertirse en profesional”. Fue difícil contener el desorden en la sala, antes de llegar el examinador. Con aire solemne éste les dijo:
- “Jóvenes, por instrucción especial de nuestro Presidente recién electo, previo a una evaluación muy simple, de aquí surgirán las futuras eminencias académicas”.
Primera pregunta: - ¿Saben lo que es un seudónimo?
El silencio fue absoluto, con excepción de un joven flacuchento que levantó la mano. Ni siquiera lo tomaron en cuenta, por lo insignificante que parecía ser. Como la mayoría no supo responder la pregunta, la dejaremos sin efecto. De todas maneras, coloquen su nombre para identificar la prueba.
En ese momento, un grito acalorado hizo que todos voltearan hacia la puerta de entrada.
-Discurpe el atraso, pero mi burro se empacó.
      El entrevistador se dijo para sí: - “A esta joven me la llevo para Santiago” - Había notado la voluptuosidad de la chica.
      -Ya pos Ja, siéntate luego para que hagamos la prueba.- Le dijeron los otros jóvenes.
      Cómo un destello de luz, esa minúscula palabra quedó grabada en la mente del examinador. La prueba iba a ser fácil y la última de diez preguntas decía lo siguiente:- “Vaca se escribe con v corta y también con b larga”. Los examinados debían responder, solamente, sí o no.      
Terminada la prueba, las risas no se hicieron esperar ante lo fácil que les habían parecido las preguntas. Todos ya se sentían universitarios. Además, iba a ser sin costo para ellos.
El docente se reunió con el Alcalde diciendo: - En una hora tengo el resultado con los aceptados.
      Para perplejidad de todos, sólo una joven había superado la prueba. El docente creyendo que era Ja, la que había sido aceptada, estaba muy contento. Cuando se dirigió a ellos les dijo:             -Jóvenes no se sientan mal, de las diez preguntas el noventa y nueve por ciento respondió nueve preguntas buenas, y sólo una persona acertó a las diez.
            Mirando fijamente a Ja dijo: -Que se levante la seleccionada.
      El educador quedó perplejo, en vez de la chica hermosa, el muchacho flacuchento se puso de pie. Éste había usado un seudónimo para identificarse poniendo en su prueba, “Jacinta”.
      

            Muy pocos asistieron a la despedida del joven cuando partió a la universidad, tal vez motivados por la envidia de no reconocer la suerte del insignificante muchacho.
      Ya en clases el joven demostró ser muy vivaz, captaba rápidamente las materias, por muy difíciles que fueran. Llamaba la atención un pequeño detalle, solía sentarse en el último asiento de la sala. Al principio nadie lo tomó en cuenta, porque era el único becado en esa prestigiosa universidad, agregando a ello su apariencia campestre.
      Pasado algún tiempo y dados los resultados que él obtenía, lo empezaron a integrar. El joven por muy ocupado que estuviera, siempre se daba maña para ayudar. Las chicas ya lo miraban con otros ojos.
            Pensaban respecto al muchacho: -¡Que importa la apariencia, si el tipo es demasiado inteligente!
Se acercaba el final de año y decidieron elegir al mejor compañero. El Campechano como le apodaron, cariñosamente, no tuvo rival. En medio de la alegría les dijo: - Esta es la última oportunidad que nos vemos, cada uno volverá a sus respectivos destinos y estoy tan contento, que me gustaría invitarlos a mi tierra. Terminó diciendo - Mi casa es chica pero el corazón es grande.
Acordaron el día del viaje y todo quedó dispuesto. Las chiquillas comentaron: -“Por fin vamos saber quién ocupa un lugar en su corazón”. Una de ellas susurró: - “Yo escuché el nombre de su novia cuando habló por teléfono, para que sepan, se llama Jacinta. - Qué nombre más raro para una mujer. Debe ser linda porque él es inteligente.
Se fueron todos en el tren. Fue un viaje lleno de risas y recuerdos. Los padres del joven los esperaban con un opíparo almuerzo, donde no faltó el asado y las empanadas jugosas. Y de Jacinta, nada.
Empezaron a comentar entre ellos que podría tratarse de un amor imaginario, y las chicas sintieron renacer las expectativas. Cansados todos se fueron a dormir.
El Campechano les dijo:- Mañana será un día de nuevas aventuras, buenas noches.
Aún no asomaban los primeros rayos de sol, cuando una de las muchachas se despertó y dijo: - El Campechano no está- otra agregó- Lo escuché decir que iba a ordeñar las vacas, para tener leche fresca al desayuno, vamos a ayudarle. –Yo nunca he ordeñado una vaca, ni siquiera sé cómo se hace.- Menos yo, sólo conozco la leche del supermercado - dijo otra. En silencio se desplazaron al establo. De pronto escucharon el siguiente diálogo:
-¡Cómo estay mi niña linda¡ Si te conozco de ternera, recién parida y más encima te bauticé. Siempre que llamaba para la casa preguntaba por ti, mi “Jacinta”. Mi papá dice que estás dando muy buena leche, así que festejaremos a unos amigos que han venido conmigo de la capital. Suavemente comenzó a ordeñar las ubres de la vaca y comenzó a fluir el blanco líquido en el balde que tenía para recibirlo. Pero el Campechano se había olvidado de un pequeño detalle, “amarrar la cola de la vaca”. El animal lo golpeaba en su cara de vez en cuándo.
Tomó la cola y se la levantó para que no lo siguiera molestando. Al incorporarse bruscamente se le bajaron los pantalones, amarrados al descuido con un cordel, quedando al descubierto toda su virilidad.
El Campechano no había notado la presencia de sus amigas que lo descubrieron en esa instancia, nunca pensaron que sólo de trataba de un hecho fortuito.

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