lunes, 18 de enero de 2016

Luis Tulio Siburu-Argentina/Enero de 2016



Reflexiones y desventuras de un jardinero

Fue casi al atardecer cuando Doña Rosario comenzó a los gritos….¡¡¡se murió¡¡¡…¡¡¡ se murió¡¡¡
Ese día, él había comenzado pasando el rodillo de corte alrededor de la pileta, luego siguió con paciencia por entre los árboles y finalmente hizo el frente de la casa y el borde de la laguna.
Más tarde encaró con paciencia  los margaritones, las azaleas, el clavel del aire y el bicherío del duraznero, deleitándose con el aroma del jazmín.
Almorzó sentado en el césped una frugal ensalada de papas con huevos y perejil que se había traído en la mochila y sin vergüenza se permitió una corta siesta a la sombra de la acacia blanca.
Para la tarde dejó lo más rutinario. Fajado en la cintura, estuvo arrancando hongos e hierbas malas que atacaban siempre al césped inglés  y regó un poco los agapanthus que sufrían con el sol.
Dejó para el final las macetas de cultivos especiales que la pícara Marisa utilizaba para plantar lo que se le ocurría o lo que la abuela le regalaba para experimentar en el jardín ideas que la maestra le enseñaba en la escuela. Por supuesto era mejor eso y no que enterrara semillas de zapallo.
En eso estaba cuando observó que una de las macetas parecía arrasada y no tuvo ninguna duda del origen de ese desastre. Para colmo justo ésa…Su deducción coincidió con la desesperación de la abuela.
Doña Rosario seguía desencajada.
Don Jaime tomó coraje, se sacó las botas húmedas y con yuyos pegados, y entró en el living en medias. Vio al Buby, el cachorro bóxer, despatarrado boca arriba en el sillón. Puso una mano de consuelo en el hombro de la anciana y le susurró…-Tranquila, tranquila… se devoró entera la planta de melisa, va a dormir durante todo el día… el pobre quiso purgarse…     

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