EL MADERO
Aquel
rústico madero
vio
la luz en un monte enclavado
que
entre tinieblas, odios y denuestos,
rudas
manos
en
cruz convirtieron.
Allí
estaba el Redentor
el
hijo del carpintero,
llamando
al Padre en su agonía
entre
un ladrón humilde y arrepentido
y
otro de enraizada soberbia.
¡Que
afortunado fue ese madero!
Sostuvo
con amor ese cuerpo divino,
fue
partícipe del sufrimiento, y
como
dardos venenosos,
escuchó
las blasfemias de los soldados .
Aquel
paciente madero, supo
del
Salvador y su último suspiro.
Con
el deslizar de los años
alguien
lo debió encontrar,
viejo
y apolillado, esperando su fin.
Sin
embargo…
tendría
el honor de abrigar,
el
fogón de un hogar
con
aromas de bondad.
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