Comentario
bibliográfico de Nel Amaro a partir de la segunda edición del libro “Obras
Completas En Verso Hasta Acá” de Rolando Revagliatti (Ediciones Filofalsía,
Buenos Aires, la Argentina,
1990), publicado en la Revista
“Manxa” de Ciudad Real, España, en su Nº 55, diciembre 1991.
Soy un ya “veterano”
lector y conocedor de la obra del argentino Revagliatti, habiendo incluso
editado textos suyos en algunos de mis “cuadernos y hojitas volanderas
artesanales”, y siempre me deja un cierto regusto la poesía de este prolífico
del “otro lado”, incansable hacedor y contador, en prosa y verso. Se trata de
reseñar aquí unas denominadas “Obras Completas En Verso Hasta Acá”, es decir,
unas incompletas “obras completas”, pues aún le quedan años, cuerda y recursos
a R. R., como para aumentarlas. Tomemos pues la presente edición (2ª ya) tan
sólo como un anticipo de las mismas, que sus ya incondicionales agradecemos,
siendo como es –aunque trate de disimularlo con su título- su primer libro de
poemas (1ª edición en marzo de 1988 y la 2ª correspondiente al año 1990, ambas
en “Filofalsía”, y ésta en la colección “La Brujutrampa”, ciudad
de Buenos Aires).
Se dan en Revagliatti,
como en otros compatriotas suyos por mí reseñados, las referencias (“las ojeras de Jeanne Moreau”, “Del
inventario”, pág. 23) europeas / europeístas, ese acudir a las fuentes de la
“vieja cultura europea” e introducir en ellas el elemento “perturbador”
indígena, la base autóctona, produciéndose –como sucede en estas “Obras
Completas...”- un mestizaje poético –y cultural- sumamente atractivo, siempre
que el autor sea consciente en grado sumo de las calidades y cualidades de los
materiales con los que trabaja y moldea su “realidad” antes de transformarla en
materia exclusivamente “poética”.
Libro de muchos
“recordatorios” (Raúl González Tuñón, Henry Miller, Mario Benedetti, ¡André
Breton! –naturalmente-, Carlos Gandolfo, Atahualpa Yupanqui), por los que derrama el poeta sus versos, con
un lenguaje directísimo y arrabalero, que habla sin tapujos de “cosas” de acá,
que suceden a personas como usted o yo, con una musiquilla de tango que
estremece. “Diana Dors / acerca sus tetas
de nácar / en mi sopa / ¡yeeeeah!... Diana” (pág. 21), argumentos
semejantes, aquí y allá, con un tremendo humor (buenhumor), corrosivo y
cosmopolita, tan pronto retrechero y bailongón como almidonado y tiquismiquis,
ya de cabaña, ya de palacio, sin que nada ni nadie se le escape a Rolandito y
pase por el bisturí de su vivisección. Tras la operación, ahí queda todo un
mundo de personajes (además de la
Dors nos encontramos “dentro” de los poemas con José Donoso,
Elisabeth Taylor, Robert Bresson y su filmografía y otros menos conocidos o
anónimos) a los que “poama” el creador porteño.
A él también tendremos
que “poamarlo” (“qué bueno que el amor se
imponga en el poema / qué bueno que qué bueno / yo te poemo como te amo / te
poamo”), incondicionalmente. Porque su poesía tiene agallas y va a por todas,
sin renunciar a formas y fórmulas atrevidas. Únicamente es imprescindible que
el lector se haga cómplice del poema y se introduzca en sus entrañas. Lo
demás... ¡buen provecho! La “martingala” está servida.
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