DESALIENTO
¿Cuántas veces te sientes aburrido, en una encrucijada, sin
saber qué hacer? ¿Cuántas veces dejas pasar el tiempo embotado? Así le sucedía
a Clara. Decidió salir de su “encierro”.
Del jardín, se encaminó hacia el parque cercano a su
domicilio. Caminando entre las flores y el verdor del césped, sintió que
renacía.
La acompañaba el murmullo que le rodeaba. Niños, adultos,
adolescentes. Era música a sus oídos.
Anduvo hasta cansarse. Encontró un banco donde había una
mujer joven, que al verla la miró sonriendo.
Comenzaron a hablar como si fuesen antiguas amigas. Era muy
agradable y cuando Clara hizo ademán de levantarse, amablemente le obsequió un
hermoso pimpollo en flor.
Su perfume la embriagó.
Otra Clara volvía a su hogar. Hasta cantaba bajito. Con
nuevo brío, puso la flor en un pequeño florero y comenzó a preparar su cena.
Esa noche no pudo dormir. Tuvo una pesadilla. La flor se
convertía en un ser deforme, que la amenazaba.
Despertó sofocada. Automáticamente miró hacia el pimpollo.
Allí estaba, como lo había dejado, reluciente.
Al día siguiente había olvidado lo ocurrido.
Llegada la noche, trató de conciliar el renuente sueño. De
nuevo la pesadilla se apoderó de ella. Esta vez abrió los ojos. La flor estaba
a los pies de la cama, transformada y viéndola con mirada de buho. Un silencio
pesado reinaba en el lugar. No oía nada. Pero la figura parecía aumentar
mientras trataba de acercarse.
Clara gritó y prendió la luz. Nadie estaba cerca suyo.
Se tranquilizó riéndose de sí misma y volteó para mirar la
flor.
¡Estaba marchita!
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