Amor…
amor
Amor… amor
juventud
insolente, avasalladora
niña dulce, bella
cual pétalo de rosa.
Corriendo bajo el sol de mayo
entre olivares y
viñedos deliciosos
llegaron a conocer una juventud feliz.
Caballero galante
mostrando su hidalgo lenguaje.
Bajo el cielo colmado de estrellas,
dos bellezas frescas.
Corriendo hacia la aventura,
con soberano empuje,
signo de romance eterno,
pasión y amor audaz.
¡Qué maravilla!
Cuánta
locura…
Mi hombre
En la orilla de
Buenos Aires,
ha nacido este varón,
provinciano de alma,
porteño de corazón.
Creció entre las
quintas del bajo
y la pelota de trapo,
en patio de malvones
y claveles.
La luna cayendo sobre
el empedrado
iluminó su alegría de
niño,
como gatito corriendo
en el tejado.
No usa ni poncho ni
facón
y como funyi
es su frente alta y
limpia.
Hombre de ley,
su política la verdad
y su lema la amistad,
como escudo de
caballero.
Sólo así podía
ser amado y
respetado,
mi hombre.
La casa bosteza
El armario está
abierto
se oye la risa de una
joven
por el placard asoma
una camisa con puntilla.
La
curiosidad hace que Agustina investigue todos los estantes.
Un oso
de cebelina rojo que con un solo ojo la mira como diciendo: entrá y averiguá.
Hay un
tapado muy pesado, una caja color celeste con un traje blanco y un puñado de
rosas, una corbata plastón, unos guantes de encaje. ¡Oh, qué antiguos!
¿Y ese
cofre?, cuántas cartas, fotos recortes, versos y un cuaderno donde la abuela
contaba sus cosas luego de regresar del liceo o de alguna reunión, donde quizás
le echó el ojo el abuelo. Más abajo, la cajonera donde muy cuidada y perfumada
está la ropa íntima.
La casa
bosteza en sus ventanas, las cortinas sacuden sus sueños perfumados de
primavera.
Toman
el té con la abuela. Agustina la mira pensando que también ella tenía secretos.
Los tapices
Abandonadas
y olvidadas están sus
regiones,
mesetas, llanuras y vertientes.
Sus
hijos duermen,
su
bondad y comprensión autóctonas en su sangre
yacen
inertes.
Todo se
secó,
sin
savia quedaron sus raíces,
la
máquina de producir cálculos
la
aplastó, como eclipse de sol.
Aún hay
esperanzas,
los
felpudos se remiendan,
las
alfombras se sacuden
y
llegan a ser hermosos tapices.
Nuestras
pampas olvidadas
que
fueron desplazadas por la ambición y la codicia,
siguen
inertes esperando el milagro del sembrado.
¡Aún
hay esperanzas!
Se
cubrirán de sembrados dorados
y blancos rebaños.
Las
chimeneas volverán
y se
salvará la Patria.
1 comentario:
Buenísimos tus textos Ofelia!!!
Cuánta nostalgia en ellos.
Besos Josefina
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