Cuadro de Elisa Zayat | Título: Encrucijada |
¡CORTEN!
No
sé cómo llegué a esta situación. No hace mucho medía un metro y centímetros y
andaba en una bicicleta oxidada que golpeaba la goma de la rueda. Eso fue en una
dimensión lúdica de la que todavía no he salido, evidentemente.
Lo
mataron. Lo mataron y eso fue en alguna otra dimensión.
Yo
no había intervenido en absoluto, pero pude, no me preguntés cómo, ver la
escena del crimen. Y alcancé a ver todavía más.
¿Te
imaginás? Vivís todo el día con tus cosas, con tu orden, ahí donde estaban tus
emociones, y que alguien de golpe las inspeccione. Tu historial, incomprensible
para otros, tan íntimo y conocido para vos, y ahora alguien pasa de lectura en
lectura tratando de descubrir los motivos de tus ansias, y hasta los zapatos
que elegías cada día.
Aquellas
cosas que celosamente estaban pegadas a vos en un segundo quedan solas, nadie
que las ordene, nadie que vea cómo evolucionan. Aunque investiguen. Esas
sensaciones ahora son frías, no calentarán más. Porque antes todo vivía, y si
las cosas viven es porque alguien vive, están enchufadas a lo viviente, todo
está enchufado.
La
corriente que nos conecta es tan transparente como los pensamientos, como la
voluntad, como el amor, y el odio.
Y
las conexiones ahora son estáticas, lo que daba vida murió con vos.
No
sé quién sos, pero pude revisar tus cosas. Las poesías escondidas, que nunca
mostraste a nadie, yo las leí. Había fechas de amores lejanos. Fotos donde tu
figura -y las otras figuras- no tienen el calor que tenían cuando vos las
mirabas -las mirabas y te miraban-.
¡Tus
papeles! Tu amor por los papeles. Tus lápices afilados, tus resaltadores, tus
gomas, tus carpetas, más carpetas, nombres, nombres de algún pasado, palabras
escritas a borbotones, empujadas por la mente rápida a una mano lenta,
seguramente muy lenta.
No
tuviste tiempo de decir a la mierda con todo.
La
mierda se llevó todo. Y a vos también, sin previo aviso.
Aunque
siempre supiste de la muerte , pero ¿cómo pensar lo que sucede de verdad cuando
vas a un velorio? Tampoco ahí te das cuenta.
Revisé tus cosas, y entonces el sentimiento de pudor
me retuvo. Tuve miedo de que alguna cosa resucitara, me dijera algo, ¡Dios, qué
miedo!
Abrí
el placard, todo ordenado. Detrás sobresalía algo... Ya sabía yo que esto iba a
pasar. Algo, algo vivo, como una mano, impetuosamente, me apretaba. Mi corazón
se apretó también. Choqué con todo, con las perchas , me tropecé con las cajas
de zapatos y con otras cajas. Y vi una luz intensa. Una luz resplandeciente que
me cegó los ojos, como dicen los que creen que murieron y después volvieron a
la vida.
Fue
un momento inolvidable, como cuando conocés a la persona que después termina
viviendo con vos por años, ya sabés, el gran amor.
La
confusión del momento fue un barullo.
Estaba
parada sobre la nada, y con la cabeza como en esos días en que no podés
asentarte en la realidad.
No
me atrevía a caminar... ¿Y si veía a alguien? ¿Y si era el muerto, enojado por
haber visto que yo tocaba sus cosas? De hecho, yo no había actuado con mala
intención, pero no está bueno revisar lo que una persona, viva, pensó que nadie
iba a ver o tocar más que ella.
Me
sentía un ladrón.
Intenté
pensar que el muerto no estaba, pero la verdad es que no sabía si el muerto
estaba allí o no.
Mi
cabeza no lograba despejarse.
Me
miré y me di cuenta de que estaba en blanco y negro. Nubes blancas pasaban por
entre mis ropas, mis ojos no podían vislumbrar colores. Me refregué la cara. Y
recién en ese momento, al apartar mi mano, la oscuridad que me invadía dio
lugar a un color calipso profundo: figuras difusas con alas, pequeños
personajes como viviendo en un bosque de película encantada, cántaros o macetas
que no tenían ni agua ni plantas, rayos amarillos y blancos que irradiaban luz,
todo estaba en movimiento, iluminado a la manera del reflector que enfoca la
escena de un film. Toqué algo que parecía un árbol, pero mi mano lo traspasó.
¡Corten!
¡Corten!
¿Qué
hace usted en el decorado virtual?
¡Le
pido que se corra y vuelva a trasponer el portón y se retire ya!
¡Esto
cuesta mucha plata! ¡Corten!
Vamos
a comer. Tengo que calmar mis nervios. Vamos, José.
¡Apaguen!
1 comentario:
Elisa está muy bueno tu cuento, el final sorpresivo, tu pintura se refleja en el cuento.
Felicitaciones
besos Josefina
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