El caso Caprieto
¡Primera plana! ¡Noticia del momento en todos
los medios! ¡Las cinco acusadas han salido impunes y seguirán sus vidas como si
nada! ¡Nuestro diario, “El Cantimpalo”, logró entrevistar, en exclusivo, a una
de las imputadas en el asesinato de Ignacio Caprieto! ¡Imperdible!
Periodista: Buenas tardes, señorita Martínez. Mi nombre es Manuel Izzturiaga, del
diario “El Cantimpalo”.
Martínez: Buenas tardes Manuel.
Periodista: ¿Podría contarnos un poco de su vida? ¿Quién es usted? ¿A qué se
dedica?
Martínez: Mi nombre es Laura y soy pedicura. Vivo con mi hija de ocho años. Soy
madre soltera; mi pareja me abandonó cuando supo que quedé embarazada. Vivo en
San Justo, zona oeste.
Periodista: Imagino que está feliz de poder regresar a su hogar, con su pequeña,
luego de haber pasado por tantos inconvenientes.
Martínez: Así es.
Periodista: ¿Podría contarnos con lujo de detalles lo ocurrido la noche del
incidente?
Martínez: Con mucho gusto. Le relataré lo mismo que al juez. Aquella noche me
encontraba con mis mejores amigas: Carla Tomazo (peluquera), Mariana Di Monto
(la hija del carnicero), Agostina Torres Petraso (maestra) y Juliana Terraza
(vecina de la anterior). Regresábamos caminando de nuestra cena de fin de año.
No estábamos ebrias, como algunos medios han insinuado. Si bien, he de admitir
que tomamos unas copas de vino blanco. Como sea, volviendo al relato, ya había
pasado la medianoche y decidimos regresar a nuestros hogares. Íbamos caminando
por una avenida de Morón; no me acuerdo el nombre. Usted sabe, no soy de la
zona.
Periodista: Comprendo. ¿Qué sucedió después?
Martínez: Carla, que vive en Morón, nos acompañó a la parada del 242. No había
nadie más esperando. Pasaron casi diez minutos y ni un auto aparecía por la
avenida. Entonces, él llegó.
Periodista: ¿Se refiere a la victima? ¿A Ignacio Caprieto?
Martínez: ¿Victima? Nosotras somos las víctimas en esta atroz sociedad.
Periodista: Lo siento. Por favor, prosiga con la historia.
Martínez: De acuerdo. Esto es lo que ocurrió. Vimos a aquel hombre acercarse a
nosotras. Estaba vestido con shorts deportivos medianamente ajustados y una
musculosa. Parecía como que hubiese salido del gimnasio o algo por el estilo.
El muchacho tendría un par de años menos que yo, más o menos veintisiete. Pero
él era uno y nosotras, cinco.
Se detuvo en la parada del 242 y preguntó si sabíamos
dónde paraba no sé qué otra línea. Le
dijimos que lo acompañaríamos para que no se perdiera y él aceptó. Carla lo
guió a uno de esos terrenos baldíos que siempre salen en las noticias. Le
atamos las manos con mi pashmina naranja y lo amordazamos con sus propias
medias ¿qué clase de persona decente sigue a un grupo de extraños?
Periodista: el informe policial dice que lo golpearon ¿es eso cierto?
Martínez: Claro que sí. No se quedaba quieto e intentaba impedir que le quitemos
la ropa. Tuvimos que darle unas cuantas patadas para que se calmara. Debo
admitir que no me gusta la violencia y me habría encantado que se dejara violar
sin resistirse; no lo habríamos lastimado tanto. Pero el muy cabeza dura
intentaba liberarse. Él se buscó los golpes.
Periodista: ¿Es verdad que se turnaron para poder filmarlo todo?
Martínez: Así es. Yo fui la segunda, me llevé la mejor parte. El hombre ya estaba
manso luego de la primera violación, y aún lo suficientemente consciente. La
pobre Agostina fue última, y él ya casi ni reaccionaba. Pero, eso fue culpa de
Carla. A ella le gusta mucho todo eso del sexo violento, sadomasoquista creo
que le llaman. Ahora que lo pienso, Carla debería haber sido la última. Lo dejó
casi inconsciente con los golpes que le dio. En cuanto a la filmación, la tengo
acá en el celular, por si quiere verla.
Periodista: No, gracias.
Martínez: De todos modos, la pondré de fondo para que entienda usted lo ocurrido.
Periodista: ¡Eso es espantoso! ¿Entiende usted que un hombre ha muerto por su
culpa? ¿Qué usted y sus amigas lo violaron incontables veces mientras lo
golpeaban?
Martínez: ¿Nuestra culpa? No. Usted está totalmente equivocado. No es nuestra
culpa, sino suya. Los hombres deberían aprender eso. La función de ustedes es
trabajar para mantenernos a nosotras y nada más. Si él no hubiese querido ser
violado, no debería haber salido pasadas las nueve de la noche, ¡y mucho menos
vestido así! todo transpirado, con pantalón corto y una musculosa ajustada. Un
hombre decente no anda por ahí a la una de la mañana con ropa tan atrevida y
desubicada. El joven es el único culpable de lo ocurrido.
Periodista: ¿No se considera culpable del crimen? ¿No siente remordimiento?
Martínez: Discúlpeme, pero no ha habido ningún crimen. No sé a qué se refiere. El
único delito aquí es habernos detenido por casi tres días cuando nosotras no
hemos hecho nada malo. ¿En qué clase de sociedad vivimos? Además, Caprieto
murió por su propia culpa. Quedó inconsciente antes que Agostina llegara al
clímax. Por ello Carla lo golpeó con el fierro. Merecía morir por no aguantar
hasta el final. Si hubiese soportado un par de minutos más, ahora estaría de
vuelta en su casa mirando a Tinelli. Usted, en cambio, es un hombre decente;
vestido de traje y corbata, trabajando durante la mañana para alimentar a su
esposa, porque veo que tiene un anillo de casamiento en el dedo. Caprieto no
tenía uno de esos. Era soltero y, sin duda, buscaba ser violado.
Periodista: ¿Es cierto que la han amenazado?
Martínez: No solo a mí, sino también a mis amigas. Un grupo machista de no sé qué
país vecino nos amenazó con violarnos. ¡Ja! ¿A quién se le ocurre? ¿Dónde ha
visto usted que un hombre viole a una mujer? Eso no tiene sentido.
Sinceramente, no comprendo a estos grupos machistas extremistas que se creen
que pueden cambiar el mundo con sus ridiculeces de la igualdad entre los sexos
y los derechos de los hombres a tener relaciones cuando se les da la gana y
elegir con quién casarse. ¡Una idiotez!
Periodista: Por último, ¿qué mensaje le daría a los hombres que leerán la
entrevista?
Martínez: Les diría muchas cosas. Primero que nada, que ellos deben conocer su
lugar. Existen para nosotras, para alimentarnos y darnos un techo. Nada más. Si
no desean ser violados, no deberían vestirse inadecuadamente, ni salir todos
sudados por la calle a la noche. Caprieto tuvo suerte porque se topó con
nosotras, pero no todos los hombres son tan afortunados. Si se cruzaran con un
grupo de mujeres más violentas, se asegurarían de secuestrarlo para poder
violarlo por semanas enteras. Nosotras solo intentamos demostrarle que lo que
hacía estaba mal, que tenía que aprender cual era su lugar. Y reitero, si no se
hubiese resistido, estaría vivo. Sé que algunos países parecen horrorizados por
lo que hicimos, y sinceramente no entiendo el porqué; simplemente actuamos como
cualquier otra mujer lo habría hecho al encontrarse con un hombre casi desnudo
caminando por la calle a altas horas de la noche. Y no, no está mal. Él quería
ser violado, se lo buscó. Así que, hombres, aprendan cual es su lugar y
absténganse a las consecuencias de sus actos.
Periodista: Muchas gracias por su declaración, puede apagar su celular y
retirarse. Si me permite, iré a vomitar.
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