jueves, 21 de mayo de 2015

Ascención Arriagada-Chile/Mayo de 2015




REQUIEM  PARA UN AMIGO SIN NOMBRE

“Siempre nunca… y así pasan los años, 
siempre nunca… La vida, la vida.
 (María Luisa Bombal- escritora Viñamarina)
Volví al Parque Rubén Darío en Julio, cuando las voces de los poetas se habían acallado, sólo se escuchaba el jolgorio de los niños y el graznar de las gaviotas en la inmensa calma del invierno. De inmediato, como un golpe seco, descubrí tu ausencia. Aquel árbol frondoso que nos cobijaba, fiel auditor que generoso nos brindaba su sombra. Su grueso tronco centenario... ya no estaba. Sus raíces truncadas como brazos cercenados clamaban al cielo, el leñoso cuerpo desaparecido, un fuerte temporal se lo llevó. Eolo furibundo derribó su majestuosa e imponente estructura, cayó herido de muerte, lo recibieron sus amigos, compañeros de muchos años, enlazaron sus ramas, tratando de frenar lo inevitable, destrozaron sus brazos para detener su caída. Su cuerpo yacía inerte.
No hubo paramédicos ni ambulancias, días después jardineros municipales llegaron para despejar el área. El viejo árbol había muerto en la soledad de una tarde invernal, tal vez pensó en nosotros, poetas estivales, quizás imaginó a los niños, a los amantes...
Añoso y frondoso árbol, nunca supe tu nombre, en tu sombra escuché mil poemas, recité los míos, volé con la imaginación.
¿Dónde van los árboles cuando mueren? ¿Regresan a la Madre Tierra? ¿Se fusionan con el paisaje? ¿Arden en fogatas, como los herejes? ¿Los transforman en chips y los exportan a lejanas tierras? O ¿Llegan a nuestros hogares dentro de cajitas de fósforos?
Árbol sin nombre, anciano árbol de mis recuerdos, vuela al Paraíso de un frondoso bosque, reencántate con la Tierra; ya no renacerás en cada primavera. Revivirás en nuestros versos cada verano, en nuestros pensamientos y en nuestras palabras.

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