CANTANTE CALLEJERA
Era un viernes, debía ser
medio día. Decidí seguir hasta la Plaza Aníbal Pinto después de hacer el recorrido
bancario. Caminaba tranquilamente para disfrutar el agradable clima de una
mañana de verano, y compartir el paso apresurado de la gente, incluso con el
ánimo preparado para tropezar con perros callejeros que abundan en la ciudad. A
menos de una cuadra, me encontré con una escena típica del barrio puerto, un
grupo de ellos se disputaban unas bolsas de basura y dejaban regado de desechos
el importante barrio bursátil de Valparaíso. Quise protestar, pero recordé el
sentimiento del poeta y recité mentalmente...”...era callejero por derecho
propio, su filosofía de la libertad...”
Así es
Valparaíso: Calles y veredas estrechas, basura, perros vagos y es lo que se
añora cuando uno está en el extranjero y se hace un lío para cruzar la Avenida 9 de Julio, en
Buenos Aires, o la Gran Vía,
en Madrid. Miré los edificios, algunos similares a los de París, pero siempre
con un toque porteño; con antiguas grietas, jamás reparadas y fachadas grises
pidiendo a gritos una mano de pintura. Pensé –“....pero así te quiero
Valparaíso....
Llegué a la Plaza Aníbal Pinto
dispuesta a visitar la
Librería Ivens, pero al pasar por el Café del Poeta me detuve
en la pérgola de toldo verde para disfrutar un café cortado. Instalarse en esa
pérgola es reencontrarse con todo tipo de personajes: Artistas plásticos,
poetas, profesores, autoridades y ex compañeros de universidad y a veces
algunos ex compañeros de trabajo. No estando ajenos, el vendedor de nueces y
manjar. Se reúne todo el dualismo de la geografía humana del puerto.
En el frontis del
adorado “Café Riquet”, cerrado hace más de un año, y que espero algún día
se reabrirá, se había instalado un grupo folklórico, con quena, charango,
guitarra, y zampoña.
Pedí nuevamente
otro café cortado, para disfrutar la música de aquel afiatado conjunto. Me
despedí de algunos amigos con los cuales compartía ese momento. Pase a cancelar
mi cuenta y me dirigí resuelta hasta el escenario donde actuaban los artistas
callejeros.
Ellos se
aprestaban a interpretar un cachimbo. “Sonriente les digo que yo soy
“contralto” y que sueño con poder, algún día, cantar en la calle. El grupo acepta
que suba al escenario y empiezo a entonar el Negro Cachimbo, esa conocida pieza
musical nortina.”
...”Yo soy el Negro Cachimbo,
el del gorro colorado, no hay una que me hayan hecho que no me hayan pagado...A
la vuelta niña, vuelta te darás...Esa morena es tuya, cachimbo, si el corazón
le das...”
La gente que
pasaba, más de alguno lanzaba monedas al estuche de la guitarra, como premio a
la actuación. Nadie me reconoció, a pesar que en el trayecto anterior me había
cruzado y saludado afectuosamente con varias personas.
Sin embargo hubo alguien que sí,
me reconoció desde la distancia. El Intendente Regional de esa época, don Iván
de la Maza. Se
detuvo con un ataque de risa que no paró hasta que terminó la interpretación y
luego me saludó con un efusivo abrazo.
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