miércoles, 20 de mayo de 2015

Marta Ureta-Chile/Mayo de 2015



CANTANTE CALLEJERA
     Era un viernes, debía ser medio día. Decidí seguir hasta la Plaza Aníbal Pinto después de hacer el recorrido bancario. Caminaba tranquilamente para disfrutar el agradable clima de una mañana de verano, y compartir el paso apresurado de la gente, incluso con el ánimo preparado para tropezar con perros callejeros que abundan en la ciudad. A menos de una cuadra, me encontré con una escena típica del barrio puerto, un grupo de ellos se disputaban unas bolsas de basura y dejaban regado de desechos el importante barrio bursátil de Valparaíso. Quise protestar, pero recordé el sentimiento del poeta y recité mentalmente...”...era callejero por derecho propio, su filosofía de la libertad...”
     Así es Valparaíso: Calles y veredas estrechas, basura, perros vagos y es lo que se añora cuando uno está en el extranjero y se hace un lío para cruzar la Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires, o la Gran Vía, en Madrid. Miré los edificios, algunos similares a los de París, pero siempre con un toque porteño; con antiguas grietas, jamás reparadas y fachadas grises pidiendo a gritos una mano de pintura. Pensé –“....pero así te quiero Valparaíso....
     Llegué a la Plaza Aníbal Pinto dispuesta a visitar la Librería Ivens, pero al pasar por el Café del Poeta me detuve en la pérgola de toldo verde para disfrutar un café cortado. Instalarse en esa pérgola es reencontrarse con todo tipo de personajes: Artistas plásticos, poetas, profesores, autoridades y ex compañeros de universidad y a veces algunos ex compañeros de trabajo. No estando ajenos, el vendedor de nueces y manjar. Se reúne todo el dualismo de la geografía humana del puerto.
     En el frontis del adorado “Café Riquet”, cerrado hace más de un año, y que espero algún  día se reabrirá, se había instalado un grupo folklórico, con quena, charango, guitarra, y zampoña.
     Pedí nuevamente otro café cortado, para disfrutar la música de aquel afiatado conjunto. Me despedí de algunos amigos con los cuales compartía ese momento. Pase a cancelar mi cuenta y me dirigí resuelta hasta el escenario donde actuaban los artistas callejeros.
     Ellos se aprestaban a interpretar un cachimbo. “Sonriente les digo que yo soy “contralto” y que sueño con poder, algún día, cantar en la calle. El grupo acepta que suba al escenario y empiezo a entonar el Negro Cachimbo, esa conocida pieza musical nortina.”
...”Yo soy el Negro Cachimbo, el del gorro colorado, no hay una que me hayan hecho que no me hayan pagado...A la vuelta niña, vuelta te darás...Esa morena es tuya, cachimbo, si el corazón le das...”

     La gente que pasaba, más de alguno lanzaba monedas al estuche de la guitarra, como premio a la actuación. Nadie me reconoció, a pesar que en el trayecto anterior me había cruzado y saludado afectuosamente con varias personas.
     Sin embargo hubo alguien que sí, me reconoció desde la distancia. El Intendente Regional de esa época, don Iván de la Maza. Se detuvo con un ataque de risa que no paró hasta que terminó la interpretación y luego me saludó con un  efusivo abrazo.


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