LA
NOTICIA
Ese día, los
colegas de labores llegaron a la oficina bastante conmocionados. Por coincidencia,
casi todos, habían visto una noticia aparecida en la televisión. Ésta estaba
relacionada con la obesidad mórbida. Había sido un reportaje de una mujer
joven, madre de familia, casada. La protagonista de la noticia debía someterse,
a la brevedad, a un tratamiento para llegar a una casi normalidad, después de
una operación de alto costo, tratamientos sicológicos y reducción de tejidos de
aquellas partes donde sobrara. Todo esto, apoyado por medicamentos carísimos y
profesionales de apoyo. La noticia se generó pues se trataba de una mujer de
escasos recursos, cuyos medios no alcanzaban ni siquiera para saciar su gula
desmedida, y su vida corría peligro. Al parecer, el sistema le iba a
proporcionar una oportunidad.
A la hora
del almuerzo o colación, todos los compañeros de trabajo de reunían en torno a
una mesa común, donde se conversaban temas de actualidad. En esta oportunidad
varios estuvieron inusualmente callados y pensativos.
Una de
ellas fue Mariela: “-No vi la noticia,
pero me enteré del caso por Rosario. Me lo contó tan vívido que he quedado sin ganas de comer pan por varios días ¡Si es
que puedo! Tenía dispuesto darle curso a un chocolate que guardé desde mi
cumpleaños y pensaba darme el agrado de comerlo hoy, porque justamente hoy, dan
una buena película en la televisión, ¡pero renuncio! Lo reemplazaré por algún
producto dietético y cuando tienda a olvidarme me palparé los “neumáticos” que ya
se advierten en mi cintura, en una de esas, los hago desaparecer. Claro que más
rápido lo haría con el chocolate. ¡Dios! ¿Por qué el mundo será de las flacas?,
cuando día a día, por los medios, se ofrecen infinidad de exquisiteces. Se me hace
agua la boca de sólo pensarlo.”
Otro de
los silenciosos fue Sergio Escames: “Qué
tremendo, anoche vi la información junto con mi mujer. A cada escena le pegaba
un codazo, pues es golosa cómo pocas y ya su sobrepeso se advierte a simple
vista. Qué me lo digan, mi pedazo de cama cada día se reduce más. Pero igual la
quiero, tiene sus encantos y hemos recorrido mucho camino junto a nuestros
hijos ya emancipados. Pero de convertirse en una gorda como la de la nota, realmente
me asusta, no sé si lo podría resistir. La admiré y la ame siendo flaca y
luego... Comprendo que el metabolismo de las mujeres cambia...pero...”
Estela
entre sonrisas no quiso opinar, solamente dijo haber visto el programa: “-Me preocupó bastante la información, mi
hermana va por ese camino, es diabética y come de pena y de alegría, festeja sólo
con comida. Antes era de embelecos, uno que otro pastelito, un chocolate al
pasar. Pero hoy son desayunos a la gringa, con jugo de frutas, jamón con huevo,
té con leche y bollos, almuerzo de tres platos y postre, onces parecido al
desayuno. Ha eliminado la cena, pero sin querer el otro día me enteré por su
empleada que todos los días le bota los papeles de los chocolates o dulces que devora
por la noche. Ojalá que luego encuentre un hombre que le reemplace la gula y la
haga entrar en cintura, en cuanto a un régimen estricto. Algo me dijo respecto
al doctor que la atiende, le había aceptado una invitación para almorzar en su
departamento. Es soltero y delgadito, al parecer es goloso por la carne y en
una de esas, aprovechando que mi hermana es una gorda con encantos, algo pasa...”
Remberto
Miranda, también estaba en el grupo de los silenciosos, excusándose de tener
mucho trabajo esperándolo en su escritorio: “Estoy realmente conmocionado, la visión de la gorda de anoche, me tiene
descompuesto. Mi pareja tiene un cuerpo escultural, donde no falta ni sobra
nada pero, quién no me dice que con el paso del tiempo, la maternidad o
cualquier quebranto, ella también se convierta en una gorda como esa. Cómo
podría soportar compartir con una fémina así. ¡Me pego un tiro! Bueno, no es
para tanto, pero compadezco al hombre que le toque una desgracia como ésta.
Cómo la podría presentar a mis amigos. La gordura en la mujer es imperdonable.
Estamos en la era de la venta, todo se vende, sobretodo la imagen. Tendría que
separarme. ¿Y qué haríamos con los hijos que tendríamos en ese momento?
Prefiero no pensar en ello...pero bueno, solamente es un supuesto ajeno a mi
vida”.
Como el
silencio de la mayoría era inusual en el grupo, la “parlanchina” Maruja Ortiz,
dijo que iba a contar un caso:
“Tuve
una vecina que era un poco menos que esa gorda de la televisión. Tenía un marido bien flaquito y cuando la dejé
de ver tenía como seis chiquillos, de edades bien seguidas. ¿Cómo se las ingeniaba
su marido? eso ni siquiera me atreví a pensarlo. Por aquellos tiempos, yo era
una jovencita un poco inocentona. Hoy ya casada, con hijos y a punto de ser
abuela, lo he pensado mejor. Tengo la teoría que gracias a la maternidad, la
gorda no perdió al marido. Una mujer habilosa, creo yo. Sin embargo, pienso que
yo no tendría hijos a destajo por conservar un hombre. Pero aún así es un drama
que conviene tomar en serio...”
La
anécdota de Maruja solo fue premiada con una tibia sonrisa por parte de los
escuchas.
De pronto
Remberto Miranda, como recordando algo importante dijo:
-Atención compañeros, mañana está de
cumpleaños nuestra jefa. Opinen sobre qué regalo le haremos. Así provecho de
comprárselo cuando vaya de camino a casa. Todos se miraron como despertando de
sus pensamientos y casi sin ponerse de acuerdo dijeron en coro: ¡Una caja de
chocolates!
No hay comentarios:
Publicar un comentario