Encierro
Por esa carta que me enviaste,
( mis manos nunca la
habían palpado)
fui hasta el buzón de
la esquina.
El maldito se erguía
frenético
y rojo de ira me gritaba:
“el único mensaje
que yace en mi piso,
es el tuyo”.
Abrió su boca negra.
Creí que bostezaba.
Sin embargo me invitó
a pasar.
En su oscuro interior,
pude leerla.
El fondo como un imán
me atraía.
Nadie me había
develado
que fui mi propio
traidor.
Ahora que lo sé,
deseo salir del
encierro,
quiero y no puedo.
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