Duerme,
duerme   
Duerme,
duerme, canturrea, su voz  desafinada,
bajísima.
C anta y lo acaricia. Bajo  su peso se ablandan los bultos de un delgado
colchón.
Duerme, duerme.
Oye las cornejas, disparando, ya se
ha  acostumbrado a esos ruidos, desde que
se fueron a vivir allí, a esa quinta alejada., con su techo de tejas españolas
y las  puertas pintadas de verde.
Duerme, duerme.
Esa mañana lo había puesto en su
canasto de mimbre, en la galería, que jugara con los colores del sol. Sus
piececitos se curvaban bajo la  liviana
manta celeste. Ella lo miraba cada tanto, mientras  proseguía 
su tarea   tecleando en la  Rémington.
Se inclinaba a besarlo. 
-         
Capullo nacido de nuestras sangres,
pensaba, pasándole  el  índice por
las mejillas.
Capullo, pensaba, él la miraba,
parecía  guardar el  mensaje en sus ojos traslucidos. 
Tenés los ojos   de tu papá –le  dijo.
Sentada en un sillón   bordó, gastado, lo acunó, le dio el pecho. Las
manitos   acariciaban la teta y ella
sentía  un río   de dolor y gozo.   Sentía en su interior el amor y la violencia
más salvaje. Sería capaz de derribar de un golpe a cualquier intruso,
cualquiera que osara entrar en  la casa,
despertar   al durmiente.
Duerme, duerme.
Anda 
de un lado para otro en  la casa.
Pone flores silvestres  en un jarrón de
bronce. Pela manzanas y las vuelve puré con miel para el niño.
A 
veces, por la noche, escribe un nombre en el  vidrio de la cocina. O dibuja una estrella.
Cuando los mirlos lanzan alto los
anillos de su voz se levanta, lo lleva  a
la cama amplia y  lo alimenta. Sus pechos
efusivos lo alegran. Saldremos a pasear por el bosquecito de pinos,
observaremos como todo enrojece.
Caminando cantaban al hijo, los
dos  cantaban. 
Vagábamos como el pastor y  la peregrina-imagina.
Duerme, duerme.
Duerme- dice- deseando que el sueño
descienda como un plumón. Deseando que la vida retenga sus rayos, convirtiendo
su cuerpo en un hueco tenue y allí 
duerma  el niño.
Duerme- dice-  duerme, verás los ojos de tu padre, cuando
los míos ya estén cerrados.
Duerme, él  retornará con trofeos, los pondrá a  tus 
pies.
Son luciérnagas  rojas, le 
susurra- Pero, duerme, duerme ¿sabés?afuera las agujas de los pinos
ocultan las  estrellas y las estrellas se
mueven y las hojas  están quietas.
Asombradas
Piensa en  el día 
siguiente. Como un   mantra  repite: iremos a la granja de don Luís, a
comprar pan, huevos, leche y miel.Leche y miel. Leche y miel.
Acomoda la espalda. La cortina  enrojece. La cortina empalidece.
Duerme, duerme.
¿Vendrán más  niños, más cunas? Días de  ver crecer el vientre, latiendo.Días de perder
la mirada en los castillos del fuego ardiendo, ese olor a  resina, ligándose  perfume del tabaco negro de él.
Duerme- susurra-es sólo el  rumor del viento, voces rotas  por el viento.
Shhh, silencio, escucha,  es 
sólo el  suspiro de  los campos.
Duerme, duerme.
Aúlla la madera   de la puerta.
Los  
taconeos.
Los gritos.
Duerme, duerme y lo acaricia, allí
en el fondo de la bañera.
Duerme.
Se hace noche
Para siempre.

5 comentarios:
Terrible y hermoso. Inquieta lo sugerido, lo no dicho. Me impactó, me emocionò. Te felicito. Marcos Polero.
Gracias Marcos,
Silvia
Es hermoso como con la lectura, me estabas Silvia, llevando a un mundo de ensueños y plácidos levitar.
De repente, desde tu pluma aparece la inesperada y cruel sorpresa enmascarada.
¡ Felicitaciones ! por el creativo desarrollo de los tiempos, acompañados de claras y precisas sensaciones.
Abel Espil
PRECIOSO ME ENCANTO LEERTE , ABRAZOS
..¡Que impactante y maravilloso relato! La recreacion de cada paisaje interior a partir de lo que se observa deja la impronta esperada en el lector-victima, de una "maestria" poetica sublime..genial!!.un beso
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