lunes, 18 de enero de 2016

Alejandra Zarhi-Enero de 2016



ANOCHECER EN SU CUERPO

Como se extraña la dicha
de no tenerlo entre los brazos.
Calido y suave aliento
bañando por entero todo el universo.

Anochecer en su cuerpo.
Ya no hay dudas, es un hecho.
Respirar por sus poros
silenciar los deseos.

Estremecer las miradas
susurrarle en los rincones
y que sepa para siempre
que es el único dueño.
Aleteándole las alas
bebiendo de sus besos
anochecer en su cuerpo.
como se extraña la dicha
de no tenerlo entre los brazos.
calido y suave aliento
bañando por entero todo el universo.

Ya no hay dudas, es un hecho
respirar por sus poros
silenciar los deseos.
Estremecer las miradas
susurrarle en los rincones
y que sepa para siempre
que es el único dueño.

Aleteándole las alas
bebiendo de sus besos
anochecer en su cuerpo

Carlos A. Seisdedos Vega- Facundo Quiroga,Argentina/Enero de 2016




MI PUEBLO ANOCHECIENDO

Mi pueblo anocheciendo es una foto
en sepia. Antigua y remozada,
que en cada línea devuelve la mirada
a un tiempo nuevo y otro más remoto.
En ella estamos todos los que somos
y fuimos.  Aquella imagen mansa
de trabajo esforzado, y la esperanza
de un amor que no entienda de abandonos.
Están en ella el gozo y el quebranto,
lágrimas, risas, y también la lenta
procesión del tiempo. Y el encanto
penoso y sutil de recordar presuntos
amores perdidos, y así darnos cuenta
que en esa foto anochecemos juntos.

Yanni Mara Tugores Tajada-Canelones, Uruguay/Enero de 2016



Raíces



Yo quisiera echar raíces
para el nido tener ramas,
enterrarme allá…bien hondo
como  raíz de tacuara.
A orillas de algún arroyo
un rancho ‘e terrón y paja,
pa’ sentir a los zorzales
en el medio de la nada.
Que en mi jardín  haya solo
espinillos y retamas
que  invadan tuitas las noches
con sus aromas  la casa.
De tierra ha de ser el piso
muy  firme y apisonada,
y con cueros de vacuno
formaré mi propia cama.
Los leños en el fogón
Pa’ el guisao o lo que haiga
una ollita ‘e hierro viejo,
de mango largo una pala
es todo lo que preciso.
¡No!
También quiero una ventana
para mirar por las noches
sentada sobre la cama
las estrellas en el cielo
y escuchar embelesada
a los búhos y a los grillos
que tuitas las noches cantan.
Y si la tormenta arrecia
no se moverá pa’ nada
yo le haré un buen saledizo
pa’ protegerla  del agua.
Yo quisiera echar raíces
como lo hiciera mi Tata
a orillas de aquel arroyo
donde a pescar me enseñaba.
¡La pucha! No he sido güena.
¿Mi vida? Desperdiciada
y también todas mis noches
entre vientos y borrascas,
nunca seguí los consejos
que mi Tata me inculcara.

Vieja y solita aura estoy
pero tendré al fin mi casa
voy a echar raíces firmes
aunque me muera mañana.
Por la memoria del viejo
por mi vida descarriada
será fuerte y resistente
como raíz de tacuara.

Luis Tulio Siburu-Argentina/Enero de 2016



Reflexiones y desventuras de un jardinero

Fue casi al atardecer cuando Doña Rosario comenzó a los gritos….¡¡¡se murió¡¡¡…¡¡¡ se murió¡¡¡
Ese día, él había comenzado pasando el rodillo de corte alrededor de la pileta, luego siguió con paciencia por entre los árboles y finalmente hizo el frente de la casa y el borde de la laguna.
Más tarde encaró con paciencia  los margaritones, las azaleas, el clavel del aire y el bicherío del duraznero, deleitándose con el aroma del jazmín.
Almorzó sentado en el césped una frugal ensalada de papas con huevos y perejil que se había traído en la mochila y sin vergüenza se permitió una corta siesta a la sombra de la acacia blanca.
Para la tarde dejó lo más rutinario. Fajado en la cintura, estuvo arrancando hongos e hierbas malas que atacaban siempre al césped inglés  y regó un poco los agapanthus que sufrían con el sol.
Dejó para el final las macetas de cultivos especiales que la pícara Marisa utilizaba para plantar lo que se le ocurría o lo que la abuela le regalaba para experimentar en el jardín ideas que la maestra le enseñaba en la escuela. Por supuesto era mejor eso y no que enterrara semillas de zapallo.
En eso estaba cuando observó que una de las macetas parecía arrasada y no tuvo ninguna duda del origen de ese desastre. Para colmo justo ésa…Su deducción coincidió con la desesperación de la abuela.
Doña Rosario seguía desencajada.
Don Jaime tomó coraje, se sacó las botas húmedas y con yuyos pegados, y entró en el living en medias. Vio al Buby, el cachorro bóxer, despatarrado boca arriba en el sillón. Puso una mano de consuelo en el hombro de la anciana y le susurró…-Tranquila, tranquila… se devoró entera la planta de melisa, va a dormir durante todo el día… el pobre quiso purgarse…     

Nilda Sena-Corrientes, Argentina/Enero de 2016





PALABRAS
Aquí viven las palabras
encerradas en los versos
sudando gotas de luz.
Los versos que llegan quietos
a enfrentarse con espejos
buscando en el poema silencio
y su eterna comunión.
Con una vieja lata creyendo
que es un cántaro sonoro,
formando constelaciones
solo un ermitaño habita.
Rodeándose de palabras
que juegan a ser versos.

María Esther Ruíz Zumel-Valladolid, España/Enero de 2016



" LA BOTELLA DE CHAMPAN "

                          Caminaba por la ciudad decorada con luces de colores donde los 
                        alegres villancicos animaban a la gente comprando los detalles de esta época.
                        Miraba los cristales donde podía ver como celebraban la noche que nació 
                        el Salvador, Frente al nacimiento estaba el árbol de navidad donde colgaban
                        calcetines donde Papa Noel dejaría los regalos, Las guirnaldas lucían mientras 
                        brindaban con ese liquido espumoso deseando felicidad.
                        Un susurro hizo que mis pupilas miraran hacia mis pies. Allí había un botella 
                        cristalina de color verde con una etiqueta con letras doradas ponía Champan,
                        Susurro una frase cuando observaba a sus compañeras encima de la chimenea.
                        - " Ellas ahí mientras que yo aquí abandonada porque mi interior esta vació".
                        El silencio nocturno me hizo reflexionar . Volvió a musitar embargada de 
                        tristeza. 
                         - " Bueno también hoy nace en un humilde pesebre el Salvador"
                        Parecía que aquello era un bálsamo encaminado su silueta a una calle                                             oscureciendo aquel bullicio abriendo caminos a la soledad. Me propuse 
                        ser su compañía para vivir otra y muy diferente Navidad,
                        Aquel callejón humeaba pobreza mezclando suciedad. Había un portal donde 
                        mi amiga vio que un vagabundo dormía mientras se acercaba hacía el musito:
                       - " Ves el también esta solo". Quedando dormida entre sus piernas.
                         Me quedé en una esquina donde el sueño me atrapo.
                         Cuando los albores del día de Navidad donde la ciudad estaba silenciosa 
                         durmiendo la resaca de la fiesta, Un gran ruido despertó a mi botella que como 
                         era muy curiosa salio para ver de lo que se trataba, 
                         Habían dos hombres vestidos con ropa de trabajo limpiando las calles 
                         depositando el vidrio en unos gigantes contenedores,
                         Uno de ello se acerco . Se quedo mirando y sonriendo porque era la primera vez
                         que sentía el calor humano en una mañana de Navidad.
                         Cuando la deposito la fiesta estallo porque allí se encontraban muchas 
                         compañeras suyas celebrando a su manera aquel misterio remoto bautizado
                         Navidad,
                         Saque una moraleja:
                         " Si no quieres a nadie no les dejes en la calle pisoteando su dignidad hay sitios
                           para acoger así gozara en tu alma la bondad"
                      
                                          

Ana Romano-Argentina/Enero de 2016



Acciones


Resbala
sobre la oscuridad de las aguas

Se columpia
entre los cuerpos perezosos

La
incierta luna
planea

Y
un bostezo.

Marta Roldán-Italia/Enero de 2016




Cuestionario respondido por Rolando Revagliatti a Marta Roldán e instalado el 16.12.2005 en un Sitio ya no disponible en la Red.


—¿Cómo surgió su amor por la literatura?
—Primero surgió mi afición por la lectura. Y mi proclividad para con las relecturas. Al principio, de chico, libros infantiles y los del colegio, y revistas, e inclusive el diario, y también cancioneros y revistas de canciones, con las letras de las canciones e informaciones sobre ellas y sus intérpretes y autores. Ya antes de concluir la escuela primaria leía indiscriminadamente, libros de viajes, por ejemplo, y de cierto tipo de poesía popular, y, en fin, los que tenía en casa mi padre. Fue en la adolescencia cuando comencé a imbuirme de lo literario, cuando empecé a saber qué cosa es aposentarse sobre la escritura y valorar ese regodeo.

—¿Cuándo empezó a escribir?

—No creo que antes de los trece años. Sólo versos, y más bien para canciones de variada laya, cuyas melodías inventaba en simultánea.


 
 —¿Por qué escribe?

—Podrían improvisarse infinitas respuestas complementarias. Una posible: para sacudirme el agobio de los aspectos mediocres, intrascendentes, que me asolan.


 
 —¿Acerca de cuáles temas escribe?

—Acerca de muchos, casi todos, y, sin embargo, de unos pocos. De unos pocos en el sentido de que algunos caben dentro de otros, conectan. Mi libro "Ripio" aborda asuntos literarios y filosóficos, éticos, también. "Corona de calor" se ocupa del amor parejil, del desamor, de las insensateces obsesivas, de los devaneos del narcisismo, del exhibicionismo. "Pictórica" planea sobre cuadros y artistas, sus vidas e improntas. "Sopita" abarca escenas de mi familia nuclear y de mi familia fundada, la actual. "Ardua" está concebido desde varias primeras personas del femenino. "Del franelero popular" inventa o recicla refranes.


 
 —¿Inspiración o transpiración? ¿Por qué?
—Estímulos acicatean cuando uno está disponible para el acicateamiento. Y luego, aunque desde el principio, viene lo que importa: la forma, el estilo, la necesidad de dar cuenta de lo que no es posible, del todo, decir. ¿Por qué? Porque si es un escritor lo que soy, soy el que le buscará un pelo al huevo, una debilidad a Sansón. No como complaciente me posicionaré, sino como artista.


 
—¿Qué está escribiendo hoy?

—Asistemáticamente, mes tras mes van surgiendo textos, algunos de los cuales, tras trabajarlos, valido y añado a las colecciones inéditas de poemas "Viene junto con" y "Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo". Intermitentemente, corrijo o realizo nuevas versiones de textos éditos e inéditos.


 
—¿Qué está leyendo hoy?

—Estoy concluyendo la lectura del último número de "Diario de Poesía", publicación trimestral; del poemario "Tocador de realidades", del argentino Ramón Fanelli; y comencé el libro de cuentos "El instante propicio" de Rafael Beláustegui, así como el monumental volumen titulado "De la misma llama" de Darío Canton. Me aguardan, ya seleccionados y apartados, varios libros de poesía para su relectura.


 
—¿Qué movimiento literario merece su admiración? ¿Qué autor? ¿Por qué?

—No diría que en la actualidad esté atento o enganchado admirativamente a algún movimiento literario, presente o pasado. En cuanto a autores, por cierto me entusiasmo con las propuestas de muchos, locales y extranjeros. A los que admiro, los admiro "porque escriben como ellos", porque sus obras imprimen algo de un orden que antes no existía.



—¿Qué género literario prefiere (para escribir y/o para leer)?

—En los últimos años prefiero leer y escribir poesía, y leer ensayos de incumbencia literaria.



 —¿Cuál es su meta literaria en la vida?

—"Escribir como yo."


*

Agustín Rojas-Chile/Enero de 2016



MI AMIGO “PATALETA”

“Vivir, es recordar el pasado”

            Su nombre era Raúl. Le decíamos por sobrenombre “Pataleta” por su peculiar forma de caminar. Lo hacía como pato de corral, con balances al lado izquierdo si adelantaba esa extremidad y al lado derecho al dar el siguiente paso. En un principio fue sólo el “Pata”, luego de un tiempo, derivó al “Pata de aleta”, para quedar finalmente como “Pataleta”.
            Era mi amigo, aunque un par de años mayor, él tenía diez años y yo ocho, ello no fue obstáculo para realizar cuanta diablura se nos ocurriera. Almorzábamos en la escuela y a las tres de la tarde nos reuníamos, junto a otros niños, en el atrio de la iglesia, para urdir algunas fechorías.
            Recuerdo, que nuestro paseo preferido era ir a la estación de FFCC., a esperar la llegada del tren carguero que provenía de Coquimbo, repartiendo vituallas en las estaciones de la red. Única forma de abastecer los pueblos del Valle del Elqui. El convoy llegaba a las cinco de la tarde a Vicuña. Nos sentábamos sobre los rieles que configuraban un corral para vacunos a presenciar las diferentes maniobras que ejecutaba la locomotora para ubicar los carros en la vía de bodegas. Luego, la máquina entraba en la tornamesa con fuertes resoplidos de vapor, como si estuviera cansada. En tanto, una gruesa columna de humo negro surgía de la alta chimenea, saturando el ambiente con agradable olor a alquitrán quemado. El chirrido de los frenos nos indicaba que ya estaba en posición, para que cuatro carrilanos hicieran fuerza para girar la pesada estructura dejándola en posición para continuar su viaje con destino a Diaguitas y Rivadavia.     
            El regreso a casa lo hacíamos por la vía férrea. Cazábamos lagartijas con lazos confeccionados con largas pajas de teatina, en cuyo extremo hacíamos un bozal. Medíamos el animal con una ramita dejándola ir. El que cogía la más grande ganaba y era llevado a la “tota” (a la espalda) por un buen trecho.
            Un día, el Párroco, le ofreció $30 pesos al mes al “Pata” para que realizara el aseo del templo, y tocara las campanas para anunciar la proximidad de la misa, de una novena, o funeral. El campanario, hasta el día de hoy, se ubica en el tercer nivel de la torre.
Corría el mes de Noviembre de 1943, se celebraba el mes de María. El templo se repletaba de fieles para rendir homenaje a la Reina de Chile. Durante la misa se daba lectura a la “Oración para todos los días del mes”. Al finalizar la ceremonia, la “Oración final”. La gran concurrencia que asistía al oficio, dejaba bastante dinero en la “colecta” como también en las diferentes alcancías recolectoras ubicadas a los pies de los altares laterales e imágenes religiosas. “El pata”, a esa fecha, ya había egresado de sexto año y yo aún cursaba el quinto. Por lo tanto, sólo le ayudaba por las tardes en el aseo. Mi tarea consistía en sacudir el polvo de las imágenes que ornaban el templo. En cierta oportunidad, observé que desde el borde de la alcancía de “San Judas Tadeo”, sobresalía la punta de un billete. Lo tiré hacia fuera, ¡un poquito no más! Mil cosas pasaron por mi mente. Miré los ojos del Santo, me pareció que decía -“¡No, no lo hagas, es mi sueldo!”.- Lo dejé ahí. Al terminar la jornada le conté al “pata” lo acontecido.
            -“Vamos a ver” - y fuimos. Tiró el billete, salió completo pero arrastrando a otro. “cara de palo” le dijo al Santo -“Gracias San Judas, prestadito no más”- Sin embargo, no recuerdo que le haya devuelto el dinero. Esa tarde compramos “pan de huevo” donde las señoritas “Arratia”, veteranas que se ganaban la vida confeccionando dulces de membrillo, de manzana y Pan de huevos. También compramos dos tarros de “leche condensada”, nos servimos todo en nuestra guarida, en el quinto nivel del campanario.
            Llegó Diciembre. El día 31 le encomendó que esa noche; a las 24 horas, a su señal con la luz de una linterna, repicara las tres campanas anunciando la llegada del nuevo año. Durante 3 minutos, recalcó - Coto, (ese era mi sobrenombre) -Ya sabí, te espero a las 11.45 en la torre para que me ayudí…”. “Listo “patita”, ahí estaré” - respondí.
            Justo a medianoche el Párroco dio la señal, y el “Pata” empezó el repique.
            Tan-tan-tan, luego las tres juntas sonaban más o menos así: tu-tu-tanto, tu-tu-tanto, tu-tu-tanto-tanto-tanto; tu-tu-tanto, tu-tu-tanto, tu-tu-tanto-tanto-tanto; tu-tu-tanto, tu-tu-tanto, tu-tu-tanto-tanto-tanto.
            Pasados los tres minutos, el sacerdote apagó la linterna, ¡estábamos “embalados”!. -“Ya Coto, te toca a ti.- -Ya “Pata” a ti te toca”.- Así pasó media hora. Hacíamos el relevo sin perder el ritmo. Hasta que nos cansamos.
Al bajar de la torre, nos encontramos con que el pueblo se había reunido en el atrio para saber qué clase de emergencia anunciaban las campanas. Monseñor, como podía, les hacía saber que no había tal emergencia. Cuando nos vio aparecer, cogió una escopeta y nos agarró a escopetazos vociferando:- “¡Que el diablo se los lleve! ¡Bestias!”.- Arrancamos y desaparecimos bajo un mar de risa…Pasó bastante tiempo para que se nos perdonara.
Finalmente lo hizo Don Tomás Guillermo Álvarez, Párroco de Vicuña, un verdadero Santo…

Ascensión Reyes (cuento)-Chile/Enero de 2016



LA SOMBRA DEL TRAUCO

El bosque umbroso recibe los últimos rayos de sol que despiden aquella tarde de estío. Es un verano excepcionalmente caluroso y despejado de nubes. La temperatura es agradable, haciendo del paisaje que bordea el camino, el embelezo de la muchacha.
Unos ojos penetrantes y misteriosos se han desperezado de su letargo. La presencia de la hermosa joven y su caminar despreocupado, han motivado su interés.
El dueño de aquellos ojos es un hombrecillo de no más de un metro de alto, que cubre su cabeza y cuerpo, con un gorro y capa de quilineja (vegetal fibroso y duro), semejante a una verdadera escoba andante. Camina silencioso y a pasitos cortos, porque en vez de pies tiene una especie de muñones, pero eso no es obstáculo para desplazarse con facilidad  por entre el matorral cercano al camino.
En sentido contrario cabalga un muchacho. Al estar a la altura de la joven se desmonta y surge un tierno saludo de enamorados. Se miran, la abraza, y le susurra al oído todas aquellas cosas que a la muchacha la dejan sin voluntad para negarse a acompañarlo a un bosquecillo. El lugar parece desierto y luce tapizado con una alfombra de pasto y hojas secas, que invitan a sentarse sobre él. Allí surgen más abrazos, besos y caricias con la pasión propia de la juventud de ambos protagonistas. Tendidos en la mullida alfombra natural, con los ojos cerrados, están concentrados en su hacer amoroso y no advierten que el hombrecillo está junto a ellos y los observa con curiosidad. De pronto, el extraño saca de entre su ropaje un pequeño mazo que descarga sobre la cabeza del muchacho, dejándolo inconsciente por un instante. La joven siempre con los ojos cerrados, no advierte que el hombrecillo ha tomado el lugar de su enamorado, embrujando el momento con un instante de placer ardiente, explosivo e inolvidable para ella.
El hombrecillo se retira, tan silencioso como llegó, parecido a una sombra que se desliza por entre matorrales y árboles…suavemente. Sólo se escucha el piar de los pajarillos buscando acomodo en el tupido follaje de los árboles.
La muchacha despierta del encantamiento y presintiendo, que si se entera su familia, este momento le traerá bastantes complicaciones. Después de tanta efusión, prefiere dejar a su enamorado sumido en lo que cree un sueño plácido y reparador, y emprende con mucha prisa el camino de regreso a su casa.

Pocos meses después se celebra la boda, la muchacha ya luce un abultado vientre, los padres resignados se han puesto sus mejores galas, y en casa han dispuesto una pantagruélica cena para todos los invitados, que son bastantes entre parientes y vecinos. El joven camina vanidoso hacia el altar para unir su vida con la mujer que pronto le dará un hijo.
Desde un árbol cercano, unos ojos miran con curiosidad la ceremonia, y de pronto, el dueño de aquellos, emite un chillido de triunfo, que en ese momento se confunde con el de las aves que cruzan el cielo, en raudo vuelo. La soleada tarde empieza a cubrirse de nubes oscuras que presagian tormenta.   

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Enero de 2016



“LAS BABAS DEL DIABLO”
DE JULIO CORTAZAR-ARGENTINO


     La voz o el narrador divaga en qué tiempo gramatical, de qué forma y quien escribirá la historia. Después de muchas consideraciones, determina que será él, pues está muerto y nada lo distraerá. También podría pensarse, si es que no se ha leído la historia, que es al revés. Al referirse a la muerte se está aludiendo al pasado, ya todo sucedió, por lo tanto lo que se cuente ya es inamovible.
     Y le surge la pregunta para qué hacerlo, llegando a la conclusión que para el ser humano es imperativo contar todo cuanto sucede en su persona o en su entorno, es como descargar un pesado bulto que cada día resulta más difícil de cargar. Ello es común para cada ser humano.
     Todo este largo arranque trata de justificar lo escrito a continuación.
     Un cuento que deja mucho en qué pensar y concluir de la vida misma. Leer a Cortazar no es simple, es adentrarse y escudriñar en las profundidades de nuestras conciencias aquello oculto, aquello que está enquistado y que molesta mientras se tenga ahí, escondido. Cuando somos capaces de revelarlo, empezando por nosotros mismos, por muy espeluznante que ésto sea, se hace más llevadero.

Rolando Revagliatti-Argentina/Enero de 2016



Norma Etcheverry: sus respuestas y poemas

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti



Norma Etcheverry nació el 5 de mayo de 1963 en Ranchos, provincia de Buenos Aires, y reside en Ringuelet, localidad del aglomerado urbano Gran La Plata, en la citada provincia. En 1981 fue cuando se mudó a la ciudad de La Plata, en cuya Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se graduó en la carrera de Periodismo. Publicó los poemarios “Máscaras del tiempo” (1998), “Aspaldiko” (2002) y “La ojera de las vanidades y otros poemas” (2009). Con el título “Lo manifiesto y lo latente” fue incluida en 2011, dentro de la colección “Cuadernos Orquestados”, dirigida por Abel Robino, una muestra de sus poemas concebidos después de 2009. Inédito permanece el volumen “La vida sin O.”, de poesía y relato breve, como así también “Viajar, leer, inundarse”. Actualmente trabaja sobre un poemario  (“México”) y una novela breve que aborda el amor y la política. Textos suyos fueron traducidos al francés, euskera y portugués. Invitada participó, por ejemplo, en el Primer Festival Internacional de Poesía “San Nicolás de los Arroyos”, en el Quinto Encuentro Poético (ciudad de Buenos Aires, abril 2010: http://es.calameo.com/read/00064806894a6df53cc91 ), en la Feria del Libro y de las Artes de la ciudad de Berazategui, en el Encuentro Argentino de Poesía Rosario 2012, en el Festival de Poesía ABBApalabra, en México. Poemas y comentarios bibliográficos de su autoría aparecieron en medios gráficos y digitales: Diarios “El Día” y “Diagonales”, de la ciudad donde reside, Revista “El Espiniyo” de la ciudad de City Bell, “Jornal Rascunho” y “Folha de San Pablo” de Brasil, entre otros. 




          1 — Ranchera de nacimiento, infiero por lo que he pesquisado,  que por decisión familiar te criaste a 45 kilómetros de la Capital Federal, en Alejandro Korn, y ya más “por imperio de las circunstancias” en tu adolescencia te vas unos 15 kilómetros más lejos de la Capital y allí te quedaste.

          NE — Efectivamente, nací en un pueblo rural llamado General Paz (Ranchos), donde vivía “gente de campo”, con sus costumbres, sus creencias, sus sueños y  sus limitaciones. Por razones familiares, a mis seis años nos mudamos a Alejandro Korn, que si bien es también un pueblo provinciano, tiene más que ver con la ciudad que con el campo. Alejandro Korn es “el último cordón del conurbano hacia el sur”, y el contacto con la Capital era, ya en aquella época, muy  frecuente. La diferencia de idiosincrasia con Ranchos  fue algo que me marcó para siempre. En una novela que escribo y reescribo (hasta que me decida a “expulsarla” de mí), la primera línea narrativa recorre la oposición campo-ciudad y las antinomias que se me plantearon en la vivencia cotidiana desde entonces, en las cuales consciente o inconscientemente identifiqué el interior con el radicalismo  y el  conurbano  con el  peronismo. Esta cuestión implica otras  menores (o no tanto); por ejemplo, el hecho de ir a un colegio religioso en Ranchos, donde había ciertos lujos como un gran piano en la sala de música, y, por otro lado, asistir después a una escuela que me sorprendió por las modestas instalaciones y la situación económica de mis compañeros. Pero no me disgustó, al contrario, guardo en mi memoria algunos recuerdos entrañables, como cuando llegaba la hora del mate cocido con leche, en esas aulas de madera sin estufas durante las mañanas heladas del invierno. Yo fui allí sabiendo leer de corrido, mientras que la mayoría aún estaba aprendiendo, así que muchas veces me tocaba efectuar la lectura del día desde un libro que nunca olvidé: se llamaba “Caleidoscopio” e intuyo que incidió esa obra con mi pasión por viajar y compenetrarme con otras geografías y otras gentes. Cada capítulo se refería a un lugar o situación distinta, y para mí, exótica. Ya el caleidoscopio giraba y enfocaba una tribu del Amazonas, ya apuntaba en dirección a los Andes mientras San Martín cruzaba la cordillera, ya caía en medio del Círculo Polar Ártico, donde un grupo sami se deslizaba en trineo por el hielo de Laponia. Fomentó mi curiosidad; y mi entusiasmo por la  lectura.
          Otra cuestión que me marcó entonces tiene que ver con el mundo de los hombres y el de las mujeres. Me crié en una familia de mujeres fuertes, algunas por carácter (como mi abuela y mi tía, la única hermana de mi madre), y otras por necesidad, como mi madre, que tuvo la osadía de divorciarse y enfrentar sola la vida con cuatro hijos  (tres, varones). He aquí que también me imbuí del mundo masculino. Además, en el campo quedó mi familia paterna, compuesta de padre, tíos y primos, de sangre vasca y pocas palabras. Alterné entre ambos mundos gran parte de mi infancia y toda la adolescencia, y ese ir y venir me abrió interrogantes sobre los que indago todavía.
          Cuando terminé la secundaria, coincidieron algunas razones familiares para que, otra vez, nos mudáramos de ciudad, ahora a La Plata, donde vivía mi tía materna, una mujer emprendedora, de mucha personalidad, que muy pronto supo qué hacer conmigo y conseguirme un empleo público que me permitió estudiar y aprender a manejarme en un contexto de relaciones más complejo que el que yo conocía. Así, apenas con dieciocho años, ya trabajaba en el Ministerio de Economía mientras estudiaba Periodismo. Con la llegada de la democracia, participé en política y casi sin proponérmelo me encontré muy cerca de la entonces vicegobernadora Elva Roulet, otra mujer “fuerte”; por lo menos lo fue, simbólicamente. En esta instancia, aparece en mi esquema de pensamientos y acción, el tema del poder. De hecho, a menudo viajaba con ella a pueblos del interior como aquellos en los que yo había vivido, y observar las necesidades de la gente desde el escenario o desde la ventanilla del auto oficial, me producía una contradicción terrible. Volvía la antinomia peronismo-radicalismo, también en lo personal, ya que me enamoré de hombres peronistas (traicionando a mi padre, supongo) de los que después me separé. El amor también fue siempre oscilar entre dos mundos.


          2 — ¿Cómo “te explicarías” tus búsquedas formativas en Derecho, Letras, Filosofía, Técnicas de Psicodrama en la Escuela de Psicología Social, curso de Yo-auxiliar en la Asociación de Psicodrama, dibujo y pintura en los talleres de Manuel Oliveira y de Hebe Redoano, acercamientos a la interpretación de la Kabalah, seminarios de Cine y Literatura, así como sobre Nietzsche, o Estética, o sobre “Lo queer en la literatura del cono sur”, taller con Alicia Genovese en la Casa de la Poesía…?

          NE  Voy a empezar contando una breve anécdota. Cuando estaba en sexto grado, creo, debí abocarme a la redacción diaria y el título convocante era “Nerón incendia Roma”. Al día siguiente me llamó la vicedirectora para felicitarme: tuve por primera vez conciencia del acto de escritura en relación a los otros: me obsequió un hermoso cuaderno de tapas duras y me dijo “tenés que escribir tu diario”. Eso hice, y en uno de esos cuadernos (ya estaba en la secundaria), afirmé que estudiaría Psicología o Letras. Sin embargo, instalada en La Plata vine a estudiar Relaciones Públicas, y ese año los cursos estaban suspendidos, la carrera de Psicología no existía (se había cerrado durante el Proceso) y por alguna razón que no comprendo no opté por Letras. Terminé  en Periodismo, sin una verdadera vocación, aunque siempre lo asocié con el oficio de escribir, lo que me dio una formación bastante amplia. Mientras participé en  política estuve unos años en Abogacía, pero estudiar códigos de memoria me aburría. Por fin, decidí anotarme en Letras para cursar las Literaturas (argentina, alemana, francesa, española, clásicas, etc.), porque leía mucho y desordenadamente. Cursé las materias de Teoría y de Crítica Literaria, Filología y  optativas de Filosofía. No tengo una vocación definida; procuré buscar, hacer lo que sentía que era el camino por donde tenía que transitar para nutrirme. El psicoanálisis, la Cábala, Nietzsche o mezclar colores en un lienzo mientras leía las “Cartas a Theo” de Vincent Van Gogh, fueron surgiendo a medida que andaba por la vida, y así es todavía. Cuando asistí al seminario de literatura queer fue porque estaba leyendo “Austria-Hungría” y me entero que José Amícola (con quien había aprendido mucho en la Facultad), iba a dar ese seminario en el que, entre otros autores interesantísimos como Copi o Marosa Di Giorgio, estaba Néstor Perlongher. Es una búsqueda constante de ese momento de plenitud, en el que “ser y devenir son la misma cosa”, como dice John Berger. Una “cacería de instantes”, con las palabras de Leopoldo Castilla, refiriéndose estrictamente a la poesía.


          3 — ¿Ejercés o has ejercido el periodismo de modo sistemático? ¿Es o ha sido tu actividad laboral redituable?

          NE — Desde 1983, como dije antes, comencé a trabajar en el Senado de la provincia. Me recibí y comencé a hacer prensa. Mi primera experiencia fue ésa, en lo institucional, y no demasiado imparcial puesto que era un equipo que funcionaba alrededor de un cargo político. Hice algunas incursiones en radio pero no era el periodismo lo que más me motivaba sino el acto de la escritura. El hecho de hacer periodismo político (y en cierto modo partidario) me limitaba, me enojaba. Recuerdo esos comienzos como muy en contradicción conmigo. Odiaba ir corriendo con un micrófono detrás de alguien para que se dignara contestar mis preguntas. Prefería las notas donde podía escribir serenamente, aunque fuera una pequeña colaboración en un suplemento. No obstante, tal vez por comodidad o por cierta seguridad económica preferí quedarme en el área legislativa, en vez de, por ejemplo, irme a Buenos Aires y abrirme camino en el  periodismo en una época en que, en La Plata, todavía se discutía la profesionalización; el diario “El Día” evitaba dar trabajo a estudiantes de Periodismo. Incluso la carrera, si bien era universitaria, no tenía rango de Facultad. Eso fue cambiando y no sólo no se discutió el periodismo desde lo académico sino que adquirió niveles impresionantes. A ello contribuyó el avance tecnológico: a mediados de los ‘80 lo más sofisticado era tener un fax y en pocos años, internet explotó.

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          4 — No sólo viajaste profusamente por nuestro país, sino que también visitaste Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay, México, España, Italia y República Checa.

          NE — Mi predisposición se habrá constituido por la vida un poco nómade que tuve, pero también por pura curiosidad. Cuando era chica, me quedaba a ver pasar los trenes en la vieja estación de Ranchos y me preguntaba por los pasajeros, adónde irían, qué historias tendrían esas personas que miraban un pueblo quieto en medio de la nada. Conservo enmarcada una nota de Luis Gruss, en una contratapa del diario “Sur”, de 1989, que se titula “Trenes porque sí”, en la que ilustra sobre la relevancia de los trenes para los pueblos y su mítica belleza. Cuando comencé a andar por el país y mi tren se detenía, en la noche, en estaciones solitarias desde las que se divisaba alguna lucecita prendida, en un pueblo, me veía a mí misma, niña, en la estación de Ranchos. Las primeras veces que salí del país fueron a Brasil, un país que aprendí a querer recorriendo sus vastas extensiones por tierra y leyendo las novelas de Jorge Amado. A los 26 años ya me había casado y separado, y decidí irme sola a Perú. Ahorré, pedí una licencia sin goce de sueldo y me fui por tres meses. Descubrí nuestro Norte maravilloso, Salta, Jujuy…, pasé a Bolivia, y después subí a Perú. Había conocido hacía muy poco al que sería el padre de mi hijo. Creo que me asusté, y por eso salí a buscar-me. Cuando llegué a lo más alto de la ciudadela, en ese paisaje imponente y celestial que es el Machu Picchu, con la Huayna Picchu enfrente (montaña vieja y montaña joven, tal lo que significa, con el Río Urubamba corriendo abajo…; allí, de pronto, supe que estaba dispuesta al compromiso afectivo y, fundamentalmente, a que, llegado el caso, tendría un hijo). Fue un gran viaje. Otro, aconteció cuando viajé a Euskadi, para visitar Iparralde, donde intuía estaban los orígenes de mis ancestros. Mi padre había muerto cuando yo tenía 18 años y mi tío abuelo vasco me decía palabras en euskera que nunca olvidé. Para entonces, ya había publicado “Máscaras del tiempo”, y en este viaje sembré la semilla de “Aspaldiko”. Cuando volví a La Plata, estuve un año aprendiendo la lengua vasca. Aspaldiko es una expresión del euskera que significa “cuánto tiempo sin verte”, y es un libro que busca raíces de España, pero también es mi libro más político, en el sentido en que, sin darme cuenta, está atravesado por la crisis de 2001 en nuestro país. Mientras tanto, seguí andando con mi hijo por toda la Argentina y Brasil. Recuerdo el verano de 2007, cuando hicimos el trayecto por tierra hasta Ushuaia. Su papá fue un hombre a quién amé profundamente y su desaparición física fue un quiebre para mí. De él aprendí una búsqueda singular atravesada por la psicología, el psicoanálisis  y (¡otra vez!), la política. No encontré más con quien dialogar —ese dialogar—, como lo hacía con él. La Patagonia seca y desértica fue como un bálsamo para mí, kilómetros y kilómetros de…; a veces, el mar. Después de cruzar hacia el Calafate y andar por el hielo del glaciar, bajamos hasta el fin del mundo.  
          Y hace poco cumplí el sueño de conocer Praga, lo que deseaba desde chica, cuando leía historias sobre los países que estaban “detrás de la cortina de hierro”, y sobre la Primavera de Praga; sobre la vida de Václav Havel, el dramaturgo que fue presidente, y  antes de eso, Kafka a través de sus “Diarios” más que de sus novelas, y supongo que Milan Kundera en “La insoportable levedad del ser”. Viajar es como el segundo verbo, igual que escribir, aún antes que respirar. Ojalá pudiera más, pero no tengo medios para eso, ahorro lo que puedo y, cuando tengo vacaciones, aprovecho. En alemán, hay dos verbos que me gusta pronunciar, uno es  reisen, viajar, y otro es werden, devenir. Entre ambos, un lazo muy íntimo. El viaje, literal y metafóricamente, indica una búsqueda y en ese camino de buscar hay una transformación, algo deviene en otra cosa, generalmente superadora. El proceso es similar en el amor, en los vínculos, en la escritura. El viaje es el camino, como en el famoso poema de Constantino Cavafis: Itaca es el camino. Una vez, tendría diez o doce años, leí un artículo en las “Selecciones del Reader Digest” que narraba cómo un geólogo desquiciado había golpeado la estatua de la Piedad, fragmentando parte de su rostro y el brazo. Hace un par de años, cuando tuve a la Pietá frente a mí, detrás de un cristal, resguardada para evitar ataques salvajes como aquél, no pude evitar emocionarme. Lloré, pero creo que las lágrimas de mi niñez, cuando leí esa historia, se unían desde el libro a la realidad, como en el caleidoscopio que giraba y giraba hasta detenerse. Así, ahora, yo reúno mis partes en el tiempo.


          5 — “Poesía a la calle” fue una consigna que sostuviste en 1987 con Gustavo Caso Rosendi, Patricia Coto, Eduardo Rezzano, Susana Kakuyaku… 

          NE — Éramos jóvenes y, en esa época, el mercado editorial nos quedaba lejos. Así es que la idea de hacer nuestros propios libros y ofrecerlos al transeúnte común, fue un hecho singular: el acto grupal “de unirse para”, con nuestros libros en mesitas improvisadas en medio de la Plaza San Martín. La gente nos miraba con curiosidad, no estaba acostumbrada a ver poesías expuestas en la calle. Lo hicimos varias veces en La Plata, y también en Berisso y Ensenada. Merece nombrarse a Esteban Tómaz, quien fue el gestor y puso mucho empeño, aunque también es cierto que cuando propuso pergeñar un reglamento para adecuarnos a un determinado funcionamiento, algunos nos alejamos. De esa época es mi amistad con dos grandes poetas de La Plata, cada uno en su estilo: Caso Rosendi, de quien estoy convencida que su libro “Soldados” es valioso en la transformación estética de un hecho histórico que jamás se olvidará: la gesta de Malvinas. El otro es Eduardo Rezzano, además músico, y cuyo estilo, imposible de encasillar, es original y desestructurado. Lo más grato de aquella iniciativa fue la camaradería, y al “reconocernos” alcanzar una noción de la entidad “poeta”. Por lo menos para mí, en cuanto recién empezaba a mostrar mis versos un poco más allá del círculo íntimo,  y ese ámbito me servía para reflejarme, para ver “dónde estaba parada” en esto de escribir. No había juicios entre nosotros porque la autoridad la tenía el tipo de la calle, la chica o  la señora que se paraba y rescataba algún poema de entre tantos. Insatisfactorio, nada, en todo caso, se aprende de los propios límites. Lo grupal no es fácil de continuar en el tiempo sin reglas de convivencia y, por otra parte, ¡es imposible pedirle a un poeta que acate las reglas! La idea de llevar la poesía adonde está la gente es algo que siempre me moviliza. Me gusta ir a leer a escuelas, cárceles, sindicatos… En los ‘90 hubo emprendimientos de escritores  más jóvenes que ya no están, como Mariano Ojea y Pablo Ohde. Versos lanzados desde avionetas, o afiches pegados en las paredes, fueron algunas de las propuestas. A partir de una iniciativa de la comuna por la que se editó una antología (en la que no participé porque la política y otras búsquedas me habían alejado de la poesía) se organizaron varios ciclos de lecturas que me ayudaron a reencontrarme con la gente. De esos ciclos, recuerdo especialmente el de “El Café de los Poetas”. Ana Emilia Lahitte iba a las lecturas y nos escuchaba y, en mi caso, como en tantos, ofreció su ayuda para divulgar mi poesía. En esa época conocí a Horacio Castillo, que nos recibió en su casa (yo fui con el querido César Cantoni) y conversamos largamente una tarde de verano hasta el anochecer; también a Rafael Felipe Oteriño, que ahora reside en Mar del Plata pero ama su ciudad natal.


          6 — ¿Algo que nos quieras trasmitir de lo que opinás de los Encuentros de Escritores y, en particular, del “Festival de Poesía ABBApalabra”?

          ET — Estoy persuadida de que, como decía Alberto Vanasco, “la verdad de la poesía es la amistad  de los poetas”, no porque la amistad sea más importante que la poesía, sino porque en esa amistad se forjan vínculos y se comparten instancias que nos hacen dignos de ella. Por supuesto, como en todas partes, hay mezquindades y ambiciones, pero a la larga caen las máscaras y queda lo esencial. Los encuentros son positivos en todo sentido. Si no somos soberbios y aceptamos reconocer el nivel propio y ajeno, eso, a mí me motiva a trabajar más, a leer más, a aprender más. El Festival de ABBApalabra en México me otorgó la satisfacción de leer mis textos en lugares como Matehuala y Real de Catorce, en la sierra huasteca, en San Luis Potosí, conociendo y alternando con poetas de otras geografías y de otras culturas. Fue intensa la actividad.


          7 — Mantuviste, entre otros, www.diagonalconHYPERLINK "http://www.diagonalconverso.blogspot.com/"vHYPERLINK "http://www.diagonalconverso.blogspot.com/"erso.blogspot.com y la revista del mismo nombre que se distribuía por correo electrónico.

          ET — Mi objetivo era delinear una especie de diario (yo lo llamé “revistual”), que diera cuenta de las actividades de los poetas de la ciudad. Entre 2005 y 2007 se publicó la revista “El  Espiniyo”, dirigida por José María Pallaoro: entrevistas, ensayos como el que hizo Alejandro Fontenla sobre Héctor Viel Temperley, la aparición de poetas nuevos y “novísimos”, en fin, que sacudió la modorra platense y dejó documentado en soporte papel un material valiosísimo. A mí me provocó el deseo de hacer algo, una especie de intercambio informativo continuado sobre las actividades del  “mundillo”, para no perdernos de vista. Envié por correo un primer número en el cual aparecían poemas de Rezzano de su “Gato barcino”. En cada edición redactaba una nota principal sobre la escritura, el amor, el tiempo, la poesía femenina... Y transcribía versos de consagrados y desconocidos. Concreté varias ediciones entre 2007 y 2009. Fueron divulgados Horacio Preler, Néstor Mux, Roberto Themis Speroni, Mario Porro, Guillermo Pilía, Diego Roel, Martín Raninqueo, Eric Schierloh, Carlos Aprea, Norberto Antonio, Sandra Cornejo, Silvia Montenegro, Ethel Alcaraz, Olga Romero, Horacio Fiebelkorn, Lara Villaró... Y hubo un artículo sobre Matías Behety, que aunque nacido en Montevideo, Uruguay, en 1843, tras haberse radicado acá y fallecido en 1885, es considerado el primer poeta de La Plata.

          8 — Roberto Daniel Malatesta publicó en 2004 su poemario “Por encima de los techos” (Editorial Leviatán, colección El Viaje, Buenos Aires), a partir de la tremenda inundación que se produjera un año antes en su ciudad de Santa Fe. Y vos, Norma, debiste pasar una noche con tu familia sobre el techo de tu casa durante la también tremenda inundación de 2013. ¿Cómo afrontaste semejante avance de las aguas y qué instaló y desplegó en tu subjetividad y en tu obra?

          NE — Es increíble cómo, de alguna manera, el agua siempre me persiguió. La primera imagen que me viene a la mente es el desborde del Río Salado, y en el medio del campo un ranchito con el agua tapando las ventanas. En el techo, una heladera. Es un recuerdo de cuando tendría… no sé, menos de diez años. Luego siempre, cuando llovía en la noche, sentía angustia “por lo que se mojaba con la lluvia”,  pero en relación a la gente humilde, las casas modestas, las cosas que había afuera y se arruinaban. Ya en La Plata, no muy lejos de donde vivo desde hace veinte años, hay un arroyo que suele desbordar y afectar a decenas de familias que viven en la orilla. En “Máscaras del tiempo” hay un poema que se llama justamente “La inundación”. En 2002, cuando construían la Autopista La Plata-Buenos Aires, yo misma me inundé: cuarenta centímetros de agua en mi casa, hubo un antes y un después para mí, tiré algunos libros y papeles pero no fue lo principal, porque por ese temor eterno mío, cuando empezó a llover más fuerte levanté todo, absolutamente todo cuando nadie imaginaba que el agua subiría. Eso afectó sólo a la zona del norte, en Tolosa y Ringuelet. Así que, cuando volvió a suceder en 2013 y esta vez fue un desastre y tapó a toda la ciudad, yo no podía creer que volviera a pasar. En mi casa tuve casi un metro de agua, pero hubo otras donde subió hasta dos! Agradezco a Dios haber llegado a tiempo (había ido justamente a Ranchos) para estar con mi familia y resistir juntos esa noche espantosa, con gente que estaba en la calle, separada de sus seres queridos por  distancias insalvables. Todavía no pude escribir nada sobre esa noche, todavía me contengo. Un poema mío bastante divulgado es “Aguas”: creado a raíz de la inundación de 2002, y que recién  apareció en mi libro “La ojera…” en  2009. Sí estoy con un módico proyecto en imprenta (“Viajar, leer, inundarse”): rescate de unos treinta textos (no me animo a denominarlos poemas) de mis cuadernos pasados por agua: líneas que empiezan o terminan en puntos suspensivos, que son las borraduras del agua. Es algo experimental; aun en la falta de palabras de cada línea, se arma un sentido. Sobre todo porque eran registros de viajes, lecturas, películas que vi, momentos. Me parece milagroso que se pueda transformar en arte el dolor.


          9 — Milagroso…, agradecimiento a Dios: ¿cómo te llevás con la representación “Dios”?

          NE — Tengo un costado místico sobre el que se apoya una fe que me ha ayudado en circunstancias de dolor o tristeza, y también en esos instantes en que parece ser que uno está presenciando un milagro. Creo en Dios, o en los dioses, no sé, me da igual. En la soledad y en la visión de la muerte. No se trata de un Dios injusto que permite que mueran inocentes en Palestina: los hombres son los que matan. Pienso en algo superior en relación al universo: asirnos a algo que nos distraiga del inmenso absurdo de la existencia. Cuando se alcanza a vislumbrar la fenomenal contradicción que conlleva la condición humana, si uno no es un poco místico se arrima demasiado al suicidio o la demencia. Soy  optimista, opongo al absurdo mi entusiasmo por la vida. Me agrada repetir el significado griego del vocablo entusiasmo: “tener los dioses adentro”.




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Norma Etcheverry selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:



Aguas


                                                                     La lluvia es bella y triste
                                                                             y acaso nuestro amor sea bello y triste.
                                                                                                       Raúl González Tuñón



Dice la lluvia que esta vez
pasará de largo
que no se llevará los colchones
ni las fotos del bebé
ni los papeles del renó
ni la escritura del terreno
que no dejará su marca en las paredes
heridas de arroyo abierto
bajo un cielo de cartón
chapas grasas de la noche
en que resbalan las gotas
por la frente del barrio
dice la lluvia que luego
se tenderá  mansita
sobre el asfalto que viene a cuenta
de una promesa
o en otras sogas de la ropa
o en el escote del veranito
que arrima mesas
a la vereda

Va tan rápido el mundo, la vida,
pasan los nombres en el diario
y tantas cosas pasan
pero el agua
no
el agua se queda
estancada
un remolino de basura
frunce la banquina y tus labios, negra,
que antes del agua fueron de miel
ahora son dientes
perros en furia mordiendo el barro

dice la lluvia que ya basta
digo yo, negra, que ya basta
que así no se puede construir
ningún amor
ningún recuerdo
para mañana.



                                                       (de “La ojera de las vanidades”)


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Andamos por las calles de esta ciudad
y nos emborrachamos
y salimos a buscar cuerpos adonde perdernos
de lo que más amamos

donde extraviar la última posibilidad
de ser cotidiana y remotamente feliz.



                                                              (de “Aspaldiko”)


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El cable del teléfono


Sentada al sol
miro mi casa desde fuera de mi casa
la música del auto me envuelve lentamente
todo se detiene
y por un instante
reparo en el cable del teléfono.
Recortado en el fondo de este cielo
me impresiona pensar que todos estos años
ha sido el mismo cable.
Toda esta vida en esta casa
con ese mismo cable negro
péndulo apenas
mecido por los vientos
reseco al sol
lluvia tras lluvia
sobre el mismo objeto mudo
que estuvo allí permaneciendo cada día
cada noche
cada año de todos estos años y tantas voces
tantas conversaciones
tantas historias o fragmentos
de historias
que entraron y salieron
toda la vida y toda la muerte toda
pasando por allí.
Como un cordón umbilical que alimentara
de palabras al mundo.



                                                (de “Lo manifiesto y lo latente”)


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Angst

              La angustia permanece porque permanece
              la fragilidad.
          André Conpte-Sponville



Cada vez que anda cerca
es posible sentir
la limitada expiación
la inutilidad del gesto que pide clemencia
tanto como la persistencia de la lluvia
o la voracidad del viento.
Es pavorosa
la fragilidad
la entera fragilidad de todas las cosas
y también de nuestras existencias
nuestras mezquinas formas de ser en la profundidad
de la grieta
por donde hacemos agua.



                                               (de “Lo manifiesto y lo latente”)

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La otredad
En definitiva, si no fuéramos tan vulnerables nunca habría nada que decir.

Lo íntimo
Confiar. Habitar el oleaje, cada día, sin pertenecer a nada más que al insistente espejo de lo íntimo.

El viento
Escucho el viento, su nombre que viene desde la ruta del desierto cuando las caravanas de menhires deslizaban sus almas blanquísimas y ya estabas, estábamos ahí. Cuando todavía no teníamos designio de los ángeles ni rostro humano.



                                                                    (de “La vida sin O”).



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Entrevista realizada a través del correo electrónico: Ringuelet, departamento de la Ciudad de La Plata y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos sesenta kilómetros, Norma Etcheverry y Rolando Revagliatti.

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