martes, 21 de febrero de 2012

Alicia Zulián-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


 FINAL FELIZ


 Es un día muy especial, porque es el día de la madre, En cada hogar se reúne la familia y se festeja, a pesar que todos los días son el día de cada uno. En una de tantas familias se reúnen y comparten un rico asado o pastas y festejan con las respectivas madres, en algunos casos por diferentes avatares de la vida, solo a través de un llamado telefónico, como es mi caso, que por vivir a una distancia de muchos kilómetros recibí ese amor a través del abrazo virtual y las mas hermosas expresiones de mis hijos e hijos políticos, pero ese día ocurrió algo diferente que marcó en el corazón de toda la familia, un suceso muy importante que no se olvidará. Jorge su esposa Elida y los hijos Lucio y Luisina fueron a Playa Unión para disfrutar de la familia. ¿Qué pasó de particular en ese día? ¡Ni se lo imaginan!, ya que hubo un integrante de la familia que se quedó como guardián, ¿saben quien es?, Tango, el hermoso y fiel perro de raza Labrador con su pelaje color té y esos ojos tan bondadosos que impactan en quien lo mira, algo ocurrió que provocó en la familia angustia y preocupación .Cuando llegó la tarde después de pasar con tanta felicidad ese día, regresan a la casa y ahí estaba él, feliz de ver a la familia. Jorge luego de juguetear con Tango lo lleva a correr como lo hace habitualmente al regreso de un paseo. Tanto Lucio como Luisina lo consideran un compañero inigualable, ya que desde bebé cuando era un pompòn juguetón, lo vieron crecer y ahora le gusta correr en ese hermoso espacio, lleno de árboles con perfume diferente y custodiado de los altos álamos como centinelas. Después de correr como de costumbre ¿qué falta?, el baño en el río que pasa silencioso y a la vez ofreciendo el frescor del agua, y Tango feliz se zambulle en el río Chubut haciendo demostraciones.  Jorge lo llama, no acude, ¿qué pasa? Por qué no esta ahí como cada vez luego de jugar y bañarse, tanto los chicos como Jorge y Elida pensaron, ya va a aparecer, al día siguiente tampoco, ya la familia comenzó a preocuparse, pasó un día, otro y otro pero Tango ausente. Qué angustia, cada uno tenía quien sabe cuantos interrogantes Berta la niñera, muy querida por todos y persona de confianza quien mantiene la limpieza y cuidado de la casa y los chicos, también está con tanta preocupación. Elida puso la foto en Internet, Jorge en todas las veterinarias, nadie respondió, se acrecentó la angustia, en la casa se respiraba una atmósfera de tristeza y nostalgia, transcurren los días, meses pero de Tango no se supo nada. Y Tango¿ cómo estará?, tal vez alguien lo vio tan bueno y juguetón con los niños que lo quiso adoptar y lo llevaron lejos del lugar, sin comprender que Tango estaría angustiado extrañando los mimos de Lucio y Luisina, su lugar de descanso, la mirada de amor de toda la familia, no, el no querría estar en otro lugar que no sea su casa con la familia que ya tenía. El tiempo pasa inalterable y marca el espacio vacío, pero ¿qué se puede hacer ante esta situación tan angustiante, viendo que pasó mas de un año, se desvanece la esperanza que Tango esté otra vez compartiendo la familia que lo vio crecer, ya nada es igual, pero Jorge y Elida piensan que tendrán que llevar otro amigo para Lucio y Luisina aunque nunca nadie ocupará el lugar que tiene Tango en el corazón de cada uno. Así es que un día se agranda la familia y aparece el hermoso Tatò, de raza Border Coolí que recibió el amor y mimos de la nueva familia pero ese lugar era de Tango. El camino que conduce a la Ciudad de Trelew bordeado de diversos verdes, flores que esparcen su aroma, el empedrado de la ruta, a lo lejos los ocres de la sierras, el paisaje natural que embellece el lugar, lo recorre Tatò, pero ¿Tango donde estará, sigue transcurriendo el tiempo, ya han pasado dos años, Tango Tango ¿Dónde estás, te queremos con nosotros, estarás vivo? Porquè no apareces en casa, así transcurre el tiempo podrá suceder que el amor y la fe mueve montañas y se puede producir un milagro? Yo lo creo fervientemente, porque cuando se desea con tanto amor la presencia de alguien que sin encontrar una explicación lógica desaparece, ese deseo sincero se cristaliza. ¿Saben lo que ocurrió, hacen apenas dos días, hablo con Jorge por teléfono, me dice te recordàs de Tango? Por supuesto, le contesté. Estábamos en Puerto Pirámides disfrutando del mar y pasando unas vacaciones con Elida y los chicos, al regresar a casa ¡ no te imaginas lo que vivimos toda la familia!, ahí estaba Tango, flaco se le notaban las costillas, todo embarrado, mojado como si hubiera llegado en momentos antes nadando por el río,!No lo podía creer!, nos miró y fue tan grande la emoción que se hizo pis, ¡que sensación de alegría y a la vez de querer gritar con toda la voz ¡¡¡APARECIO TANGO ¡¡¡ APARECIO TANGO. Como lloramos de alegría y agradecimiento. Cuanto amor y fidelidad, que con su instinto y olfato encontró el camino que lo condujo al hogar. Jorge de inmediato llamó al veterinario para asistirloH hoy que han pasado varios días y Tango está otra vez en casa después de dos años de sufrir su ausencia todos están felices, pero quedaba algo importante por hacer, esperar que Tango y Tatò se conozcan y sientan que los dos serán quienes no solo custodiarán la familia y esa hermosa casa entre tantas plantas y árboles, en un sitio de tanta paz y disfrutarán de ser integrantes de ese hogar corriendo mariposas, pajaritos que se detienen en las plantas, sino que vivirán toda la familia feliz.

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


INTERPRETACIÓN



Cuando el río
        en su brioso afán avanza
para abrazar al océano

Cuando las hojas, troncos y vituallas
                 flotan y se esparcen
                     en raudo vuelo
                          acuciados por el vendaval

Cuando se inundan los campos
y el agua irrumpe moradas
                  arrasando lo que encuentra

Cuando el humo se expande, eleva, ensombrece
y sus volutas se internan en las nubes
                y todo arde     y se esfuma

Decimos que es la esencia
de la naturaleza

Así cuando los pensamientos
horadan el alma
      penetran los sentidos
            socavan ideas
                remueven emociones
hasta desbordar en llanto

                           Entonces decimos
                           que las lágrimas sólo son gotas
                           de una lluvia que nos salpica.

Cristina Villanueva-Buenos Aires, Argentina7Febrero de 2012


Epifanía-

Puede ser que la lluvia vista con diamantes una tela de araña
que la planta cubra su verde desnudo y
destelle como poblada de astros.

Es posible que mi ojo la vea

y acaso me olvide de la muerte

por un rato.

Stella Maris Taboro/Febrero de 2012

UN PASADO EN NIEBLAS


La soledad a cuestas,viviendo en las sombras, hablaba con el viento,con las piedras,dormía en las secas hojas que formaban un colchón sonoro.
¿A dónde estaba? No recordaba que era Pedro Falueritu.
Era una eternidad ese mundo compartido con los pájaros,con animales extraños.Un tajo en su vida, sus secos sueños olvidados.
La llovizna le recordaba a algo,pero no podía dilucidar donde la había sentido antes.
A veces quería imitar las risas de las aves. Se apoderaba de algunos hilos de los rayos poderosos durante las tormentas para no sentir frío.
Pero siempre la soledad, cruel, perversa . Esos andares en la extensa selva caminando con sus zapatos de rocíos.
Se agitaba en los miedos, pero ¿ En dónde nacieron esos temores? Nada recordaba , era vivir como un fantasma oscuro.
Quería salir de allí, no sabía cómo, pero a su vez temía salir , no recordaba otro mundo distinto a ese suyo .
Aturdido, confundido, los días , las noches sin calendarios.No entendía el por qué de las lunas diferentes , quedaba absorto viendo el viaje de las nubes hasta que se perdían.
Tampoco entendía ese escudo marcado en su pecho. Desencantando como un ánima flotando,siguió caminando, su memoria estaba en llamas. De pronto escuchó sonidos que no eran de los animales que él conocía.
Se oían extraños tambores, instrumentos rituales de una tribu cercana.
El brujo anunciaba que llegaba alguien extraño.
Una columna de esta tribu primitiva, salió en dirección hacia donde estaba Pedro.
Los jilgueros lo acompañaban, se habían apiadado de Pedro, tan solo, tan fundido en la soledad. Todo lo suyo estaba borrado, como piedra pulida por el viento.No había huellas del pasado que reconociera.
Su llegaba a la tribu ,en pasos lentos de pies ajados , frente a una tranquera invisible que le impedía ser ,saber quién era.
Se balanceó y finalmente desmayó frente al brujo.
Un círculo de ramas rodeada a Pedro y al brujo.
El escudo de Pedro relucía más . La luna se despedazó y sembró estrellas en el suelo.
El cuerpo de Pedro de estremeció, su rostro empalideció. El brujo pronunciaba unas frases de otras dimensiones.
Pedro no quería seguir atado a la soledad. Suspiró y se asomó a una luz ,una luz en su mente. Al fin, volvía el recuerdo de su pasado.
La huída, correr y correr disparando, escapar de los tanques de guerra , de los paramilitares ,del frío hierro de las armas. Corrió días y noches, sin beber sin comer, corrió buscando un refugio en la selva , sufrió desmayos , perdió su memoria.
Sin luz , deambuló meses, años, décadas.Se hundió en los sonidos de la selva.
Ahora no sabía cómo volver a su pueblo. Nada sabía de los suyos, quizás lo consideraban muerto...

Luis Tulio Siburu-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


MATIAS



Lo imagino
Huyendo de estos hijos de puta
Golpeando puertas para salvar la vida
Gritando quien es y quien no es
Queriendo de lejos a sus padres , hermanos , amigos
Odiando de cerca esta madrugada sin gente
Maldiciendo su decisión de buscar un colectivo
Deseando que todo sea una pesadilla
Lamentando compartir éste barrio con malandras
Añorando la buena onda que él pregona
Llorando por la impunidad de lo maligno
Angustiado porque no sabe si alguien sabe algo de él
Temblando con el dolor del que no quiere morir
Desesperado por irse a los dieciséis años
Dándose cuenta que se acerca el fin
Sin fuerzas , sin aire , esperando el tiro de gracia
Recordando que esta escena de guerra la vió en el cine
No entendiendo nada , menos aún la nada en que ingresa
………………………………………………………………
Matías
Que Dios te reciba en el cielo con la paz  en que vos creías
Y que los hombres no supimos brindarte en ésta tierra
Amén

Maité Sánchez (Volarela)-Alicante, España/Febrero de 2012


MI FUENTE INCESANTE


Iba caminando
con los mismos pies que partieron un día
del vientre del dolor,
pisando asfaltos y sendas,
aguas y horizontes;
y sin querer, mis huellas escapadas
se hundían
hasta fundirse con el magma
de la misma tierra.

No sabía
que los pájaros estaban tomando
para sus cantos
los vientos que abandonaban mis piernas;
no sabía
que a través de mi pelo
circulaban auroras en flor;
que me ofrecían cobijo
los dedos de las águilas;
que mis iris eran estrellas
en expansión.

No imaginaba a las moscas
tomando mi aliento prendido en las hojas
para envolver sus tiernos huevos.


¿Qué tengo?
¿Qué me atraviesa; de dónde viene esta dulce
maravilla?

Ahora lo veo,
en la claridad de tu beso:
eres tú:
el que me envía ese amor incesante,
desbordado, manador,
escapando de mi piel,
de mi gesto y de mi aura.


Es tu amor ardiente
el que se derrama por las laderas de mi alma,
el que escapa
a presión por mis poros como géiser
entre las conmovidas rocas de mi pecho.

Nelson Javier Salinas Soto-Chile/Febrero de 2012


  Adán el verdugo que llevamos dentro

Siete miedos han caído
sobre los hombros de
          Adán
       el verdugo
que los envía con sus ojos
       de taladros
          al edén.
Culpa tiene por el miedo
       de ser mono
     o super hombre,
       pisa cabezas
      y no mira atrás,
dispara abrazos de medusas
     cerrando los ojos
y se queda solo
         se queda solo
ahorcándose con sus manos
        llenas de sangre
       de frutas podridas.

Ana Romano-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


Revelación

El secreto
aturde
e instila
incoherencia

El dardo
araña
sondeando
el óxido

Despierta
al lector.


Carmen Rojas Larrazabal-Venezolana, reside en Los Ángeles, California, EEUU/Febrero de 2012



"Bajo luna incierta"

Voy cegando mis Sueños
en la incandescente cosecha de la espera,
Y no hay ángelus que eleve mi tristeza
Hasta el profundo carmesí de tus ocasos.

Como un Rembrandt olvidado en sus azules,
Mis manos rompen ya
la perspectiva de los surcos
Entre el siena cautivo de tus rumbos
y la jornada peregrina de tus nubes.

Y no hay siembra, ni vendimia
en el desierto lagar de tu regreso
Solo un ciego atardecer que te reclama
Y esta hueca semilla del recuerdo
con su infertil historia de silencios.

Hoy la Tierra de mis sueños te ha buscado
Detrás de Los ocres ya fraguados
de tu ausencia;
Con oculta claridad en oleo inerte
Soy el lienzo atardecido de tus horas
Que adivina la razón de tus pinceles
En desnudo susurrar de luz y sombra.

Tu, el viajero de mi entrega, pernoctando
Entre noches de gitanos y sirenas
Pandereta y caracoles en tus besos,
Paradoja infiel
para la danza a media luz,
entre tus brazos.

Hay un coro de luces de cromática certeza
Y te amo entre los humos de mi hoguera
bajo luna incierta,
Aunque duelan sus grises en mis huellas
Y parezca inmolarse la memoria
Al quedarse junto a ti
En el ultimo rincón en blanco
De este anhelante lienzo
que aun te espera.

Ascensión Reyes Elgueta-Viña del mar, Chile/Febrero de 2012


A LA SOMBRA DE UN PARQUE

     Se ha disipado la calurosa tarde de verano y la brisa suave del atardecer envuelve el lugar, convirtiéndolo en un sector de recogimiento propicio a los recuerdos. Pronto las sombras se adueñarán de la pequeña alameda y de los viejos árboles que extienden sus ramas cubriendo como un manto protector este sector del parque. Entre las hojas, innumerables pajarillos de escandaloso piar, anuncian que el día se acaba. Es el momento de buscar un buen acomodo, entre su nueva prole que una primavera sin lluvia hizo aumentar en un número superior a temporadas anteriores. Abajo, en la tierra, un cementerio de mascotas, pequeñas tumbas nos hablan de amor y respeto hacía aquellos animalitos que fueron parte de nuestra vida, proporcionándonos ese cariño irracional que sólo ellos saben dar.
     Un hombre mayor recorre el lugar junto a su mascota, un pequeño velloncito blanco, cuyas patas apenas sobresalen del suelo, no así su aguzada nariz negrísima que olfatea cuanto se coloca por delante, como siguiendo una huella. Cada cierto tiempo se acomoda y levanta una de sus patas traseras, orina y luego continúa el lento paseo acomodándose al ritmo de su amo. Él usa lentes y su cabeza va inclinada observando cuidadosamente la senda por donde camina. Siempre sigue el mismo itinerario, ese lugar del parque le trae ¡tantos recuerdos! Sí, muchos recuerdos que abarcan la primera parte de su vida.
     ¿Cómo le gustaría desandar los años y volver a estar rodeado por aquellos seres que tanto amó? Un rostro dulce de mujer aparece en su mente. Ella es Adela, con quien siempre se topaba a la salida de clases. Él con su maletín cargado de pruebas para corregir por las noches, y ella con la mochila atestada de cuadernos y libros que generalmente apenas hojeaba al llegar a su casa.
     Ver aquella niña y sentir una atracción ajena a la razón, lo tuvo por mucho tiempo al borde de la desesperanza. Sin embargo, Adela, como niña caprichosa, siempre buscaba la ocasión  y el momento preciso para encontrarse con él y brindarle una sonrisa que alegraba todo su tiempo, hasta la próxima vez que casi  siempre se producía al día siguiente. Esto sucedió en el primer año de magisterio en que debía despedir a veinte alumnas en la especialidad de Matemáticas, debiendo soportar las miradas insinuantes, y hasta un poco provocativas, de aquellos angelicales rostros que pronto abrirían sus alas para seguir diferentes derroteros.
     El refrán dice que “un clavo saca otro clavo”, no faltó una fiesta entre colegas, en la que conoció a Nancy, una alegre jovencita que también iniciaba sus primeros aprontes como maestra de cursos básicos. Su fuerte eran los niños más pequeños. Fueron casi cuatro años de un pololeo tierno y gentil que se convirtió en un bálsamo para borrar el recuerdo de Adela.  
     Pero los designios de la vida son tan extraños y retorcidos como el tronco de aquellos viejos árboles. Un buen día en ese mismo lugar se topó con Adela, quien llevaba a Boby a su paseo  vespertino. La joven había llegado nuevamente a la ciudad convertida en una egresada en Matemáticas, lo que causó gran alegría en su ahora, ya no más profesor, sino colega. Para el hombre ese día fue inquietante al reconocer muy íntimamente que sus sentimientos no habían variado. Adela, sin ninguna duda, era la mujer con la cual quería compartir su vida, a sabiendas que Nancy estaba ilusionada con un futuro a corto plazo.
     Ambos se buscaban y pronto dieron rienda suelta a sus sentimientos. Mientras él se  debatía en culposas aflicciones por no ser lo suficientemente honesto para confesar esta verdad a Nancy, no obstante estar segurísimo de sus sentimientos hacia Adela. Sin embargo había algo que sujetaba las palabras para confesar este conflicto de sentimientos.
     Un funesto día lo supo, Adela padecía una dolencia que no pronosticaba un futuro a muy largo plazo. No obstante y haciendo caso omiso al poco o mucho tiempo que les quedaba, ese lugar del parque fue refugio de los amantes durante aquellos dorados atardeceres, junto a Boby, un lanudo Poodle, que discretamente se echaba en el pasto, mientras sus amos daban curso a caricias y palabras de las cuales el regalón quedaba totalmente ajeno. Adela le hizo prometer que de ocurrirle algo a ella, antes  que a su mascota. Él se haría cargo de su cuidado.
     Seis meses más tarde, el hombre paseaba al alicaído perrito, mientras por sus mejillas se deslizaban unas impertinentes lágrimas al recordar a esa mujer ideal, cuyo paso por su vida fue dolorosamente breve.

     Boby y otros Bobys, incluso el actual, han sido sus mascotas, que ahora descansan en ese recodo del parque, en ese genial cementerio que muestra lápidas, enrejados y recuerdos de aquellos queridos compañeros de soledad.
     Nancy se convirtió en su esposa y el hogar fue premiado con tres hijos, sanos e inteligentes, que gozaron, en su momento, de todos los Bobys que vivieron en el hogar.
     Sin embargo, cuando el viejo profesor camina por esos senderos, siente la compañía permanente de Adela y hasta, a veces, cree escuchar su risa contagiosa y los ladridos de su mascota.

Rolando Revagliatti-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


Casa de Muñecas







          Desde el comienzo se ensayó con vestuario. La sirvienta, con cofia. El doctor Rank, con piyama de invierno y chinelas doradas. Krogstad, el procurador, con extenuado sobretodo oscuro y gorra. La señora Linde, normal, de ciudadana contemporánea y argentina. Torbaldo, con smoking. Y Nora Helmer (Casandra) de vedette, con altísimos tacos, brillos, plumas y sostén de estrella glamorosa.
          Casandra había trajinado en teleteatros y programas cómicos. Krogstad participaba en concursos nacionales de físico-culturismo. El doctor Rank estudiaba escribanía y la sirvienta, el profesorado de historia. La señora Linde estaba casada y Torbaldo (Randolfo) vivía de rentas.
          Desde las primeras improvisaciones, incluyéndose en el espacio dramático, el director instaba y compelía en voz baja, turnándose, a cada actor. Sus alumnos concurrían a los ensayos y, a su pedido, intervenían en papeles movilizadores, extemporáneos, patoteando, ridiculizando, invadiendo con contundencia el hogar de los Helmer.
          Nora siempre desesperadamente quería coger con su esposo cuando no estaban solos. Él debía, entonces, sacarse a la pegajosa Nora de encima, disuadirla y cuidar las formas, la compostura, justificarla ante los invitados y atenderlos, instruir a la servidumbre. Torbaldo se resistía mientras la apelante y descomedida lengua de Nora lo acicateaba en los labios o en las orejas, desabrochado, hurgueteado, por esa lúbrica cónyuge. Caricaturesco tirabombas Krogstad; la señora Linde, fina y solícita; el doctor Rank, achacoso y descalabrado médico, al pie de la tumba; impertinente y jaranera la sirvienta. Krogstad y Torbaldo conformaban un dúo rememorativo a lo Carlitos Gardel y Tito Lusiardo (“Por una cabeza”, “Buenos Aires, cuando yo te vuelva a ver”), y juntos cantaban amistosísimos y engolados, machos y sensibles. Nora y Krogstad se enfrentaban en un duelo, Nora sin sostén, a teta limpia, armada con sus tetas, y el procurador, estilo Hormiga Negra, con una prótesis fálica. El enamoradizo Rank se procuraba erecciones (indicios de vida) auscultando, palpando y frotando al plantel femenino, el que consultaba al facultativo a raíz de malestares imaginarios. Durante el tramo final, Torbaldo intercalaba textos de Nora a otros inventados por él, parecidos y diferentes en cada ensayo, y aun en cada función, con Nora atornillada en el piso, escupiéndolo y emitiendo rugidos y gruñidos crispados o estertóreos, trastornado de dicha Torbaldo posibilitando el surgimiento de tantas voces y discursos: Michelángelo Antonioni, Pepe Arias, Adolfo Hitler, el indio Patoruzú, Lily Pons, “las lolas yéndose a los puertos”, un chanchullero, una contorsionista, un falangista y un republicano, la recitadora Berta Singerman, y otros, y Mecha Ortiz y Roberto Escalada, y otros más, encarnando Torbaldo en una cierta realidad a una Nora Helmer triunfante, Torbaldo inmisericorde, omnímodo, agradeciendo a los revolucionarios de la escena, sin saltear a Vsevolod Meyerhold, Edward Gordon Craig y Vakhtangov, que facilitaban ese despliegue desaforado, ese Ibsen: “Sí, tuve que sostener una lucha atroz”. Los actores accedían, en ocasiones, a un completo éxtasis, al nirvana (epopéyicamente despersonalizados), a lo inefable, a lo divino. Sin arredrarse, de sus roles se embriagaban y se dejaban traspasar.
          Randolfo, mientras, intima, entre otras, con dos mellizas, alumnas del director; y Casandra se casa in artículo mortis con el tío de su madrastra, de quien hereda, una pequeña fábrica de maniquíes, una casa-quinta en Loma Hermosa y un camión. La sirvienta, faltando poco para dejar de hacer funciones frente a un público que envidia el furioso goce histriónico del elenco, se instala en la vivienda del director. El doctor Rank mantiene relaciones esporádicas con la señora Linde, quien, después, se separa del marido y se radica en Lima. El director, a los dos años de convivencia con la sirvienta, liquida a sus alumnos y al teatro, vuela a Lima y se instala en la vivienda de la señora Linde. El doctor Rank es, desde entonces, alguien también alejado del espectáculo. Krogstad padece una afección severa en la musculatura. Casandra vuelve a la tevé y Randolfo produce recitales poéticos que presenta en entidades culturales.
          La sirvienta va ya redondeando esta redacción y aguarda los efectos de una droga aborigen centroamericana que potenciada con un litro de vino tinto, la hará disfrutar de intensidades emotivas con lágrimas y sonrisas y secreciones que la incrustarán raudamente en la magia y en los abismos, como con la rotundez congregada de aquellos personajes de la versión delirante y genial de la más bien strindbergiana Casa de Muñecas.

Rosalba Pelle Mancuso/Febrero de 2012


EL AMOR I


¿QUIÉN ES MIREYA?

Es la mina de zaguán
y las baldosas flojas.
La del viejo organito,
perseguida por fantasmas,
atormentada

La que evoca su amor
bailando en las cuerdas
del violín del pobre ciego.
La mina a la que
le apuñalaron los sueños.

La mina del arrabal
que Homero Manzi
abandonó en el verso
del suburbio,
allá en Pompeya.

Tal vez una de estas noches
lleguen sus palabras
con lágrimas de risa
y yo suelte tanto lastres
que impiden volar.

Susana Osti-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


ARENA, SAL Y PIEL
    
     Las arenas rubias son bañadas por el mar……a veces verdoso otras amarronado.  La conchilla se adhiere a los pies, las gaviotas sobrevuelan por sobre las cabezas de los veraneantes. El agua fría calma los ardores de un verano tórrido.
     Recostada en su reposera, deja que el sol broncee su piel. Alejada del resto, concentrada en sus propios pensamientos, presta poca atención al bullicio que la rodea.
     Al caer la tarde se le hace insoportable el deseo de deleitarse con un café, acompañado por alguna literatura interesante.
     Siempre es la misma confitería, siempre elije la misma mesa. La rutina se repite cada mañana y cada puesta de sol. Pero este día algo distrae su atención. En la barra no está el dueño de siempre, consulta con el mozo y este lo confirma.
      Lo mira detenidamente. Al principio busca defectos, como es su costumbre.      Aunque lo encuentra bien arreglado, pulcro, por sus modos se nota que tiene educación.
      Su socio se acerca a ella para comentarle algo acerca de la iluminación  y de la falta de internet en el local. Hay interés en sus ojos, pero ella ya tiene puesta la vista  en el otro,  que desde lejos la mira, distraídamente. La observa.
      Una de esas mañanas,  Luciana entra al lugar cargada con su computadora, su agenda y su bolso de playa. Tropieza con un escalón, pero no alcanza a llegar al piso, las manos de Marcos la sostienen en el aire y la depositan suavemente en el suelo.
     Luciana comienza a reírse, un poco por su torpeza y otro por vergüenza. Marcos la acompaña hasta su mesa y le pide de compartir el desayuno.
     Hablan poco. Él la mira a los ojos, ella tiene un nudo en la boca del estómago. Una energía se irradia entre ellos. El brevísimo contacto de sus cuerpos generó una descarga magnética difícil de expresar. Sus bocas se humedecen, las pocas palabras salen torpes, atropelladas, mareadas, el cerebro se niega a ordenarlas. Hay un murmullo dentro de sus cabezas que no les permite pensar coherentemente.
     Él se levanta y le pide que la siga, ella automáticamente deja su asiento y lo acompaña, sin entender muy bien por qué lo sigue. Suben a un auto y parten sin más.
     Llegan hasta una casa en el medio del bosque.
     Al entrar, Marcos la recuesta suave pero firmemente contra la puerta, extiende sus brazos por encima de su cabeza, para poder verla enteramente. Pronto ella siente sus labios recorrer su cuello, su oreja y bajar hasta la unión de sus pechos. Percibe su olor a hombre en lo más recóndito de su cerebro.
     No comprende bien lo que pasa, no logra tener registro de donde está, todo a su alrededor ha desaparecido, solo experimenta ese extraño estremecimiento pocas veces sentido. Él le desabrocha la blusa y enérgicamente se pega a su cuerpo, le toma un seno con la boca y besa con sus labios húmedos sus pezones, que reaccionan rápidamente a su contacto, mientras su mano baja lentamente por su  vientre hasta llegar a su más extrema intimidad. Ella derrama el producto de su placer entre sus dedos. Pero inexplicablemente él se detiene, la mira, la toma de la cintura y la lleva al cuarto.
      La deposita sobre la cama.  Lentamente le va quitando las ropas y violentamente arranca las propias. No la toca, solo comienza a pasar sus labios cálidos desde los dedos de sus pies, subiendo por sus piernas hasta llegar a sus muslos y nuevamente se detiene.      
      Ella cree morir, su deseo se acrecienta, se ensancha, alcanzando extremos que le son difíciles de contener. Él sabe lo que puede lograr si la incita, seduce…… la enloquece.
      Ella busca con sus manos el miembro erecto de este hombre que toca cada centímetro de su cuerpo con una sensualidad salvaje. Todo es erotismo, puro sexo.  
     Sienten el placer del cuerpo ajeno que se amolda al propio como si siempre hubieran estado juntos. Esa rara sensación de pertenecer al otro,  pero que atrae más, porque se sabe  extraño.
      Ambos se funden en besos interminables, el ardor de sus labios los atrae cada vez más, los queman. Ella ansía que la posea en ese instante, pero la expectativa de lo inminente acrecienta el deseo todavía más. Él se contiene, quiere prolongar las sensaciones y llevarlas al límite.
     Luciana abraza el cuerpo masculino con todas sus fuerzas, algo se apodera de ella, algo que ni ella misma creía tener. Cuánta sensualidad, cuánto deseo de sentirse unida físicamente a ese desconocido que le hace palpitar las sienes, empapar su cuerpo, lanzar aromas.
     Por fin, Marcos se adueña de su interior, que acaricia sutilmente primero, locamente después. Se interna en sus profundidades dejando su impronta en cada arremetida. La pasión fluye de ellos de todas formas posibles. Se tocan, se miran, se huelen, se perciben, murmuran. Todos los sentidos están disponibles para llevarlos al mismísimo cielo……con apariencia de infierno.
      Se aman durante horas.
      Se encuentran cada mañana. Cada mañana es diferente pero tan enloquecedora como la primera. Descubren cada vez nuevos estímulos…… más y más sensibles. Cada espacio  de la casa recibe a los amantes solo para sus propios goces. Cada rincón es testigo de la pasión que los inflama. Todo tiene los olores del sexo que juntos compartieron.
     Sin admitirlo, cada uno espera esos encuentros como algo necesario, hasta doloroso.
     Pasaron los días y las semanas. Casi sin hablar, solo susurros, palabras obscenas dichas al oído. Cubiertos de aromas mezclados…… arena, sal y sexo.
     Los días lentamente comienzan a acortarse. El calor, en forma casi imperceptible, disminuye hasta que el verano llega a su fin.  Luciana vuelve a su vida habitual, Marcos cierra la confitería.
    La temporada termina, ninguno sabe nada de la vida del otro,  es innecesario. Se despiden como todos los días, pero saben que es el último, aunque cada uno lleva un registro en su memoria y en su cuerpo de los momentos compartidos.
    Quizás el próximo verano, los encuentre nuevamente, aunque ambos, sin decirlo, esperan que eso no ocurra.
    Saben que acuñar momentos casi ilusorios es preferible a querer repetirlos, y aguarlos.  Así como es deseable recordar esos instantes absolutos como un amor de temporada…… o ni siquiera amor.

Cecilia Ortiz-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012



                             
CON OTRA MIRADA
               
                Tierra herida.
                                Incansable canto a  la existencia.
                Aún quedan palabras con el poder de puñales
                que vienen detrás de un cortejo sin cuerpos.
                                Atraviesan límites, redes sin destino.
                                Impiden que el aire penetre en la tristeza
                                y el mundo soñado se agite sin formas.
                Tierra cubierta de brazos alzados
                                   testigo de ofrendas
                                        - repiten la señal de los cielos-
                Tierra hermana de rostros que preguntan
                                levantan los ojos invocando
                                al dormido viento.
                Aún el llanto genera albergues
                para manos que apartan la dolencia.
                Tierra de paisajes abismados  y confines de hiedra
                                por cada lágrima un nuevo misterio
                                para saber si la memoria es credo.
                Tierra herida, dominada por fantasmas
                aún hay palabras habitadas por la magia.
                                En noches apacibles  se liberará el nombre
                                y volverás a ser con la claridad del día
                tierra consagrada, cuenco en la hoguera.

                Se han partido estrellas en mis ojos
                                con otra mirada veo el costado del mundo.
                   
( En la geografía de mis manos)
       
                                     

Álvaro Iván Ortegón González-Cali, Colombia/Febrero de 2012


Destino

Ven,
sígueme en este mar de soledades,
atrápame con tu daga oscura y silenciosa,
auspicia el dolor y la sepultura de todo deseo.

Aún no entrego mis pasos,
sigo adelante en mi caminata por el mundo
y resbalo y caigo y grito y tú no alcanzas mi alma.

Juego a escapar de tus garras como un cordero
pero es más fácil abandonarse a tu penumbra
que a la sed ilusoria del hombre eterno.

Soy tuyo, mis brazos los extiendo al viento,
siempre creí que si con él me fuera
nunca podrías tocar mi júbilo
ni mi fe en Dios
porque las nubes opacarían mi huella,
mi voz la ocultarían las aves
y las olas del océano
te harían punzante mella.


Te dejo mi vida, mi recuerdo
y comprendo que el frío se torna cálido
y no aceptar mi destino es condenarme en Siberia.
Ya nada me queda,
soy tu cautivo
¡Ven muerte!
Estoy contigo.

Beatriz Minichillo-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2012


VERANO

Se extiende
como una mancha
oblicua
en el mediodía
que arde
como un amante
impetuoso,
derrama
su insomnio
de grandes ojos blancos
sobre el viejo del parque
que otra vez
tendrá que afrontar
una mala noche.
Alguien impunemente
roba a otro alguien
y la hora
se desliza
puntual
por el tobogán
que la cobija.
Hay un lento moverse
en un sopor
que envuelve,
perdida la conciencia
del estar y del ser,
racimo
que cuelga
de la tarde,
fruto caído
que nadie apetece.
Isla desierta
de su propio abismo,
redención y castigo.
Un pez
salta fuera del agua
y el mundo se paraliza.
Luego retornan
los ruidos,
las pasiones,
lo abyecto.
Lejos o cerca
hay un paréntesis,
un resuello,
un esbozo de paz
que nadie ve
y todo prosigue
con la anticipada
monotonía
de un milagro
sin ocurrir,
pequeño sueño
que palpita
entre las manos
y que tal vez
algún día
alguien recogerá
como un pájaro
perdido.