miércoles, 20 de noviembre de 2013

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2013



VACACIONES

Era un verano sofocante, como hacía años no se sentía.  Elisa terminó de empacar y sentándose frente a la ventana, comenzó a soñar con su inminente paseo.  Sonrió complacida. La esperaban los hielos eternos del glaciar. Echó una última mirada cerciorándose de no olvidar nada. Y se introdujo en la tórrida mañana en busca de un taxi.
           
Después de un viaje placentero, al llegar a destino, los pasajeros tuvieron la desagradable noticia  que los caminos estaban bloqueados por la brusca precipitación  que había azotado el lugar.
 Acomodaron a todos en lugares aledaños. A Elisa le proporcionaron  habitación en una pequeña hostería. El cuarto era angosto y oscuro. No había ventana alguna. Sintió frío, a pesar de la calefacción que irradiaba el lugar. Se acomodó vestida sobre el duro colchón y trató de descansar.
Sus ojos se cerraban, cuando tuvo la impresión de que algo se movía. Los arabescos que se dibujaban en la pared, como reflejo de la lámpara encendida, formaban dibujos que parecían dilatarse. Quedó inmóvil escuchando el silencio. Hasta que el cansancio la venció. Nuevamente el roce imperceptible la despertó. Entonces vio horrorizada, que el cuarto se iba contrayendo. Las paredes parecían querer aprisionarla.
Se levantó bruscamente pegando un grito. Quiso abrir la puerta. Ésta quedó incrustada dentro del muro. Gritó más fuerte. Se sentía sofocar. Subió a la cama porque ya no había más espacio.

 Se escucharon unos golpes. Al principio no pudo ubicarse. Otra vez esos golpes en la puerta. Corrió a abrir, y allí estaba el taxista, que había contratado el día anterior para llevarla al aeropuerto.


Nilda Antonia Pigazzini-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2013



 LOS POETAS VOLADORES


En las noches me exilio, comienzo el vuelo
me sumo al silencio como pájaro en celo
El poema se asoma  su canción es la nota
En las noches de luna la canción se hace
tema planeo  me elevo  …
Los sueños se escapan los que un día quisieron
Suspirar los acordes buscando en la luz
A través de matices milenios de cielo …
De pronto el insomnio erguido  en silencio
En la Barca de Ulises la canción se hace pueblo
Volaron las liras  el amor se va haciendo…
Las palabras se forman de los viejos recuerdos
Los colores matizan  los pinceles  suceden
cruzando el espacio los poemas  asumen
La voz de los tiempos …
En románticos vuelos el concierto se encumbra
Opaca el espacio el burdo siniestro
En el mundo de estrellas retorna la imagen
Del poeta que espera… Sin cambiar la razón 
con hidalgos conceptos
En la noche los  pájaros   alumbran el cielo …
Rodaron compases  tan bellos que jamás
 se escucharon ….
Los pájaros  unidos en el arte  se elevan
El amor siembra misterio …  Germinaron violines …
Los poetas volaron lejos del dolor …
Humano universo …
Desde  ese día cualquiera unificando el planeta
Los pájaros poetas   recorren el mundo
Pintando ,cantado sembrando  poemas
Recogiendo sueños  

Cristina Villanueva-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2013



 Flores

El jugo del cielo las moja, se abren al después de la lluvia. Abrillantadas esperan.

María Elena Soria-Chilecito, Provincia de La Rioja/Noviembre de 2013



Febrero es chaya

En febrero, el carnaval,
tiñe de harina los sueños,
y el corazón de la caja
vibra en el alma del pueblo.

Hasta las cumbres cercanas
resuenan cantos copleros,
año nuevo de la tierra
fecundada por el cielo.

Es el tiempo del pujllay
chango de sueños serenos,
enamorado de  lluvia,
chaya, para los chayeros.

Es varon de armas tomar,
lucha de corazón  bueno,
y la comadre lo abraza
camino del topamiento..



Ella fresca, chaya, reina,
camina por el sendero,
y el cumpa que la acompaña,
cuida a la dueña del sueño..

Luis Tulio Siburu-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2013

“El cuadro que imagino”   15/04/2012

tiene de color de fondo
un negro con estrellas
dos docenas de cubos
teclas de computadora
simil tiza y perfiladas
cada una de ellas

el cuadro que imagino
es el transcurrir del día
con lunas y soles
de formas diferentes
según el horario
en que alguien los mira

del blanco al amarillo
pasando por el rojo
y de vuelta al blanco
cambiando de forma
de tono y de espacio
las figuras varían
desde la hora uno
hasta la veinticuatro

el cuadro que imagino
parece sencillo
de llevar a cabo
mas no tengo pintura
ni siquiera pinceles
y mucho me confundo
entre oscuro y claro

termino cediendo
ante la evidencia
que pintar la tela
es casi una ciencia
más aún todavía
reflejar una imagen
es tan dificultoso
como ponerle marco
a un sueño dudoso
que tiene al cielo
de modelo tieso
 

Roxana Rosado-México/Noviembre de 2013

 "Pensive figure" - Acrylic on canvas - 42x56 cm. (16.8x22.2 in.) por Helena Wierzbicki


CLAROSCURO


Tócame como solo tus ojos saben hacerlo
llévame a las profundidades del abismo
empápame de tu deseo
húndeme en ese claroscuro de tu vientre
y después... hazlo otra vez.

Eres el bálsamo perfecto
para curar las heridas del pasado
para borrar el dolor de lo existido
y recuperar la esperanza
en lo no vivido.

Mírame como solo tú sabes hacerlo
vísteme de tu deseo,
esconde el pudor que me acompaña
deja que mi piel se acostumbre a tu cariño
y después hazme tuya por completo.

Nada es seguro en la vida
el que ama sabe lo que siente
y confiar debe en el otro,
el amor es un tesoro que no tiene precio
por eso tócame hoy con ese amor que de ti siento.

Mi deseo escondido resurge
para perderse en el paraíso de tu boca,
recorre la jungla de mi piel,
déjame soñar por un momento
que tú y yo estamos juntos.






Ana Romano-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2013



Escape

En busca de pruebas
quebrada
descalza es
que camino


En silencio
corren


El frío
es
precipitándose


¿Qué esconde
-aun sabiendo dónde-
la pena?

George Reyes-México D.F./Noviembre de 2013

MAÑANA

Narcótico del alma de papel
Exageradamente humano
Desliz envuelto en extrema hoja iconizada: el silencio al filo de ladera

Ladera que resbala hacia el exilio al ser
Ser hacia el exilio resbalado en la ladera

Algo tuyo y mío
de ayer
mañana
siempre
se empuja airado a la ladera cual hoz altiva hacia un trigo esbelto
fresco
vivo
hermoso…

En el sudor de andanza espera el arrullo de tus pasos
allí donde está el ocaso
o allí en el ruido de los verbos bófanos de imitación de “dioses”

Ascensión Reyes Elgueta (Cuento)-Chile/Noviembre de 2013

SER LIBRE

            La enferma estaba en sus últimos momentos, un cáncer agresivo la había destruido, su rostro ceroso reflejaba que ya no sentía dolores y su cerebro agotaba las últimas energías para decir aquello que la agobió durante toda su larga enfermedad. Se la advertía inquieta.
            Intuyendo que le haría bien recurrir a la fe, la enfermera fue corriendo a buscar al capellán que atendía el hospital. En ese momento sabía dónde encontrarlo. Y así fue, estaba en la sala de maternidad dando la bienvenida a los nuevos habitantes del planeta Tierra, nacidos la noche anterior.
            -Padre, la señora Narcisa está falleciendo, pero aún no está en coma, parece que necesita de su presencia. Se ve muy inquieta.
            -Bien, ahí estaré tan pronto me desocupe, estoy terminando.
            Y así fue que el sacerdote pronto llegó a la sala de la moribunda, quien se advertía muy alterada por algo que deseaba decir. Siseaba constantemente abriendo con dificultad sus ojos con una mirada extraviada.
            El religioso acercó su oído al rostro de la mujer, con el fin de escuchar mejor. – ¿Dígame hija, qué quiere confesar o confiarme?
            La mujer abrió sus ojos casi entelados y los fijo en su rostro y luego en el vacío. Sin embargo daba la impresión que su mente aún pensaba.
            -Hija, aclárame más tu pregunta, porque no te entiendo.
            -¡Eso padre! !Quiero ser libre!, libre para siempre y no sometida, como he vivido durante toda mi vida. Dejó de hablar, cerró nuevamente los ojos al borde de su resistencia.
            -Para responderte me tienes que contar, ¿por qué tienes esa idea?
            -Padre, nací por accidente. Mi madre me entregó a mi abuela paterna…-Se quedó un instante en silencio y luego prosiguió:- Padre, dígame. Sé que voy a morir pronto, pero ¿quiero saber si muriendo al fin seré libre? Mi abuela nunca me quiso solamente me crió por obligación... Mi padre formó familia con hijos y se marchó lejos... A los quince años debí entrar a trabajar como operaria en una fábrica de confecciones, para ayudar a mi abuela que ya era una anciana...Cuando ella murió, conocí a un hombre de quien me enamoré y creyendo escapar de la tiranía del trabajo, me comprometí para formar un hogar propio... Pero en ese hogar sólo cambié de tirano, ahora era mi esposo, para quien fui desde su sirvienta, hasta la madre de los dos hijos que concebimos...Pasaron bastantes años. Él enfermó, y debí cuidarlo hasta que falleció... Nuevamente cambié de amos ahora lo eran mis hijos a quienes debí educar, atender y mantener... y finalmente a mis nietos a quienes dejaré a medio camino.
            Un largo suspiro cortó el relato. Mientras el padre oraba en silencio, pensando que ya no tendría fuerzas para más confesión. Pero nuevamente la moribunda cobró energías.
            -Morir de cincuenta y cuatro años es una burla, padre,... pero querer salir de la esclavitud sí que es una ventaja... Si mis hijos le preguntan, dígales que por fin descansé y tendré toda la eternidad para mi sola... Pero la duda que me aflige, es... ¿seré libre en esa otra vida?
            -Difícil es la respuesta hija. Como religioso te debo decir que la bondad de Dios es infinita y tu deseo se cumplirá. Sin embargo, no te podría asegurar que la libertad que nosotros conocemos se haga realidad en algún momento, porque siempre estaremos sometidos a algo o a alguien superior a nosotros. Libertad es sólo un concepto. Pero confía en Dios y estoy seguro que te lo concederá.
            Luego, el religioso, ofició todo el rito que se da a los moribundos y la mujer ya más reposada espero el momento totalmente entregada.
            Cuando los monitores a los cuales estaba conectada sonaron, acusando la falta de actividad del corazón y el cerebro, el Padre hizo la señal de la cruz en la frente de la difunta y con toda suavidad cerró sus párpados.
            Su mirada preocupada se diluyó cuando observó el rostro de la mujer. En él se reflejaba una resignación inmensa, su rostro había adquirido la hermosura que proporciona la paz del alma.
            El padre se dijo para sí – Por la bondad Divina, ahora sí creo que esta mujer es libre al fin.


Ascensión Reyes Elgueta-Chile/Noviembre de 2013



LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA
           
            En un reino de quién sabe dónde, cuyo príncipe Próspero gobernaba sin gran devoción o preocupación sus súbditos, llegó una peste que diezmaba a todos sus habitantes. La llamaron La Muerte Roja, tomando su nombre por los síntomas sanguinolentos y terroríficos que debían sufrir los enfermos antes de morir.
            El príncipe, indolente ante la tragedia de su pueblo se encerró en el palacio con mil personas, las más cercanas, teniendo totalmente controlada su situación en cuanto a alimentos y todo lo que fuera menester, con el objeto de poder sobrevivir el tiempo que fuera necesario. Estaba seguro que de esta forma la peste no llegaría hasta él. Era tanta la certeza que un buen día decidió hacer un gran baile de máscaras e hizo adornar siete salones con diferentes colores. El último era de color rojo. La luz llegaba de unos calderos que habían colocado en el exterior y ella se  filtraba a través de los ventanales.
            La Máscara de la Muerte Roja, está narrado como un cuento de aquellos que se les cuenta a los niños para enseñarles alguna moraleja. Sin embargo Allan Poe, está muy lejos de contar cuentos para niños y en este caso está inspirado con toda la morbosidad con que se puede narrar las tragedias que vivió Europa cuando las pestes asolaban a gran parte de la población.
            No hace falta saber si es un príncipe o un gobernante cualquiera. En este caso el leit motiv que lleva la historia es la indiferencia de este príncipe Próspero, ante la desgracia de los súbditos. Tragedia que no está negada a nadie, por tanto, tarde o temprano la enfermedad puede llegar desde al más humilde hasta el más importante, no importa donde éste se esconda, ni los cuidados que se le prodiguen.
            Y no solamente referido a las enfermedades, sino también a la pobreza, a la falta de instrucción, a la falta de alimentos y a todas las carencias que un buen gobernante debe precaver para tener bien a su pueblo.
            Es aparentemente un truculento cuento, bajo el sello inconfundible de Edgard Allan Poe, sin embargo, podría considerarse como un drama muy actual y vigente para los gobiernos de aquellos países en que sus habitantes se mueren de hambre, ante la indiferencia del resto del mundo. Y ese resto del mundo que cree estar asegurado. La naturaleza o el fanatismo, a veces, provocan desgracias tan terribles e imprevisibles  como “la muerte roja”.

Rolando Revagliatti-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2013

“CHISTE TRISTE”



Personajes:     MUJER
ANCIANO
MUJER DE 50 AÑOS QUE SE SOSTIENE LA CABEZA
MUCHACHA
MONJA
HOMBRE QUE HABLA SOLO
HOMBRE 1
HOMBRE 2
ANCIANA
MUJER 2
MUJERIEGO
MUJER QUE NO HABLA
MUJER 1
HIJO
CABALLERO ESPAÑOL
MOZO


ESCENARIO: A foro, el frente de una confitería. Una amplia puerta, al medio. En un cartel enorme sobre la puerta se lee: “Confitería Grand”. Delante del decorado, una confitería de balneario. Escalinatas. Y en ellas, simétricamente dispuestas, catorce mesitas redondas con una silla cada una, todas de frente al espectador. En cada silla un personaje. Otra mesita, la única desocupada, tiene dos sillas, ambas de frente, en proscenio y en el medio.



En cada mesita hay lo siguiente:

MUJER: Gran helado.

ANCIANO: Gaseosa.

Mesita Desocupada: Cenicero.

MUJER DE 50 AÑOS QUE SE SOSTIENE LA CABEZA: Té con leche; apartado, como si ya lo hubiese bebido. Un sánguche de pan pebete comido hasta la mitad.

MUCHACHA: Gran copón de cerveza.

MONJA: Merengue con crema. Leche chocolatada.

HOMBRE QUE HABLA SOLO: Platito con aceitunas. Palillero con escarbadientes. (Y un micrófono.)

HOMBRE 1: Vermut con ingredientes.

HOMBRE 2: Vermut con ingredientes.

ANCIANA: Ginebra.

MUJER 2: Sidra. Pan dulce.

MUJERIEGO: Whisky con hielo.

MUJER QUE NO HABLA: Agua mineral.

MUJER 1: Sidra.

HIJO: Cognac.



Distribución de izquierda a derecha:

Primera hilera: MUJER — ANCIANO — MUJER DE 50 AÑOS QUE SE SOSTIENE LA CABEZA — MUCHACHA.

Segunda hilera: MONJA — HOMBRE QUE HABLA SOLO — HOMBRE 1 — HOMBRE 2 — ANCIANA.

Tercera hilera: MUJER 2 — MUJERIEGO — MUJER QUE NO HABLA — MUJER 1 — HIJO.



Características de algunos personajes, detalles de indumentaria y de comportamiento:

HOMBRE QUE HABLA SOLO: Sesenta y cinco años. Pucho en la boca. Habla solo, de modo ininteligible, durante todo el transcurso de la representación; excepto, por ejemplo, cuando cree oír a su imaginario interlocutor —tal vez, más de uno—, con el cual reflexiona y también discute. Una que otra palabra podría ser captada. Hostilidad y recelo son los matices predominantes en su actitud. Sin embargo, aquí y allá, aparecen también fugaces rasgos simpáticos y cordiales. Está sentado a la única mesa en la que en su centro hay inserto (como un elemento natural, propio de ella) un micrófono; (no conectado —a sala— sino recién en instancia determinada). Desde luego, este personaje “ignora” ese micrófono, “no lo ve”, para él no existe, “no habla por él” ni antes ni después de conectado.

MUJER 2: Cuarenta y cinco años. Gordita.

MUJERIEGO: Lee un largo pergamino.

MUJER QUE NO HABLA: Acciones que realiza:

a) Se saca los lentes de contacto. Los guarda en el estuche. Se coloca una gota de colirio en cada ojo. Se pone anteojos de mucho aumento y con color.

b) Se coloca gotas en la nariz.

c) Consulta el reloj (de hombre). Ingiere una cápsula.

d) Se echa aire con el vaporizador para el asma.

e) Se pone una pastilla en la boca.

f) Seca su transpiración con un pañuelito.

g) Observa detenidamente su rostro en un espejito.

h) Se saca algún anillo con dificultad. Masajea el dedo dolorido. Guarda el anillo en un monedero. Busca en la cartera. Saca otro anillo. Se lo pone en el mismo dedo.

i) Saca de la cartera un carretel de hilo de coser. Corta una porción de hilo. Guarda el carretel en la cartera. Pasa el hilo entre un par de dientes. Lo observa. Repite la operación. Tira el hilo. Recorre con la lengua el sitio en cuestión.

MUJER 1: Cuarenta años. Muy gorda.

HIJO: Siete años. Bien vestidito, pulcro, peinado. Serio.

CABALLERO ESPAÑOL: Sesenta años. Atildado. Apuesto. Elegante. Pero decadente. Corbata lujosa, algo abuchonada, con alfiler de corbata. Chaleco. Zapatos relucientes.



Se oye al HOMBRE QUE HABLA SOLO.



MUJER 2: ¡Mozo!

HOMBRE 2: ¡Mozo!

MUJERIEGO: “Teresa Clara A., 31, separada, bien. Olga Zulema H., 23, soltera, bien.

Mayo 75: Alicia J., unos cuarenta, dos hijas, muy bien.

Estela P., 34, viuda, doble equis.

Junio 75: Esther Olga, unos treinta, soltera, mal. Adriana M., 49, regular, de pie.”

ANCIANO: Es tan inocente. ¿Cómo se los puedo mostrar? Se peina solo, se alisa. Entro al baño, lo descubro, y él sigue, está en lo suyo. ¿Les conté lo de los animales?... ¡Ay, le gusta calcar! Calca. Es lo que más le gusta. Le piden dos y hace ocho. ¡Qué rico!... La maestra, se ve, él me dice, le pide un ave y un mamífero, una vaca. O le pide un pescado. Y él prepara las cosas, los útiles, tiene varias plumas ya, la tinta, la... la tinta china; se esmera ¿no?, quiere ser prolijo, y el papel..., con el papel... Es lo único que le gusta. Es una ceremonia, se ilumina, llena los cuadernos, se aplica, lo hace con un entusiasmo, que mirá que él no, pero con una aplicación... Es voluntad, tiene voluntad. Para eso. Los países... Calca países. Ríos, lagunas... Me salió... Pero mirá, hojas y hojas. Puros felicitados. Ay... cómo... La maestra debe estar sorprendida. La maestra debe estar sorprendida.



Aparece el CABALLERO ESPAÑOL por la puerta de la Confitería. Observa.



MONJA: La Navidad la paso con él. El, organiza el banquete; yo: como. Yo clavo los dientes, yo muerdo; él bendice el pan y el puchero; las manzanas y los omeletes, el jamón y la sopa; la tarta de cada día y el turrón, la soda, las pastas, el borgoña; la remolacha, la ostia, el dulce de leche del flan. Como si fuera música yo oigo la comida, el condumio. La paso con él. En paz. ¡Mozo!...



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia la MUJER 2.



CABALLERO ESPAÑOL: Señorita: usted está sola y yo estoy solo. Me agradaría invitarla a beber... otra copa.

MUJER 2: No, no, muchas gracias, no.

CABALLERO ESPAÑOL: Pero, señorita... Usted está sola y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

MUJER 2: No, lo siento, gracias.

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted. (Pausa. Al MUJERIEGO.) Señor: usted está solo y yo estoy solo. Me agradaría invitarlo a beber una copa.

MUJERIEGO: ¿Eh?... No, mire... Otro día.

CABALLERO ESPAÑOL: Pero, señor... Usted está solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

MUJERIEGO: Porque... No. Decididamente.

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted. (Queda observando a la MUJER QUE NO HABLA.)

MUJER: ¡Fue una noche espléndida, espléndida, mamá! ¡Nos trataron tan bien! Más que correctamente. Siempre pensé que así tendría que ser. Nos pasaron a buscar. A las tres a la casa. Las madres de ellas los conocieron. Y una hasta lo hizo entrar, mamá. Lástima que vos no conociste a mi..., a este joven. En buena posición. En muy buena posición. No, no... A mí me gustaría... No, no, mamá, no, no es... No, no es... profesional. En buena, en una sólida posición económica. Me lo dio a entender; no creas que me lo dijo, que se vendió. Y muy discreto. Los tres. No, no me dejé tocar. No me tocó, nada. Al cruzar. Eran amagues, gestos... “Por aquí, así...”, al bajar. “Cuidado con el ruedo del vestido.” Por el roce, mamá...: los escalones. Las tres en una gran confitería. Que no parece de afuera. Confitería. De muchísimo lujo. Y mozos... Eso es... ¿de librea?... Atildados, de hablar bajo, de caminar en silencio. Todos. Una verdadera clase social. Nosotras relucíamos, mamita. ¡Ay, tanto esperar, y no me viste! Pero no creas, tratamos de que no se notara que era nuestra primera vez. Tuvimos aplomo, te diré, aunque claro, nos sentíamos observadas... Pero no creas, ¡estábamos muy elegantes nosotras también! Las señoras nos miraban... al entrar. Nosotras. Viste, mamá, siempre miran. Se mira. Estábamos tan dichosas, ¡tan inmensamente chochas...! Eh...: gratificadas. ¡Champagne, nos sirvieron champagne helado maravilloso! Y uno contó el estacionamiento. Del champagne. La conversación... animada, ajustada, sobria. Nosotras nos deleitamos. Al principio, un poquitín tensas. Es lógico. Había que afrontar una conversación. Todas modulábamos, elegíamos las palabras adecuadas... Sobrias también. Los modales... Nosotras... Habrías... Te hubieras... ¡Ay, te hubieras sentido orgullosa de tu hija! Y de las amigas de tu hija. Y quiero que lo estés. No te amargues..., ya vas a caminar... Vamos a salir de ésta. Siempre hemos salido adelante. Mientras yo tenga fuerzas... Y belleza. Una sana belleza. Una clara... actitud. Pero sí, mamá, me agrada. ¡Cómo no estar agradada! Cómo no estar ilusionada si volverá a llamarme y concertaremos una nueva cita, tal vez solos... Pero... no seas así... debemos conversar en soledad. Mamá: no quiere decir apartados, absolutamente solos. ¡Oh, soy tu hija!... Quiere decir, que podremos volver a esa confitería o a... algún otro sitio público similar, y conversar..., en fin..., se dan otros temas, se es más profundo, en fin..., se charla más en particular, en fin..., una está más en todo lo que se dice. ¡Si vos me vieras!... Atendida, considerada. Respetada, mamá, lo que vos querés.



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia la MUJER 1.



CABALLERO ESPAÑOL: Señorita: usted está sola y yo estoy solo. Me agradaría invitarla a beber... otra copa.

MUJER 1: Muy gentil. Pero no me será posible aceptarla.

CABALLERO ESPAÑOL: Pero, señorita... Usted está sola y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

MUJER 1: Es que no... Le ruego. Créame. Se lo agradezco. Pero no.

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.

MUJER 1: Por favor.



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia el HIJO.



CABALLERO ESPAÑOL: Niño: tú estás solo y yo estoy solo. Me agradaría invitarte a beber otra copa.

HIJO (sin mirarlo): ¡No quiero!



El CABALLERO ESPAÑOL queda turbado.



HOMBRE 1: Va a volver.

HOMBRE 2: Va a necesitar volver algún día.

HOMBRE 1: ¿Está seguro?

HOMBRE 2: Va a necesitar volver un día de estos.

HOMBRE 1: ¿Cómo sabe?

HOMBRE 2: ¡Si no voy a saberlo yo!

HOMBRE 1: ¿Y por qué?

HOMBRE 2: ¡Si lo conoceré!

HOMBRE 1: ¿Usted es pariente?

HOMBRE 2: ¡¡¿Pariente?!!

HOMBRE 1: Sí. ¿Usted, es...?

HOMBRE 2: ¡Habrase visto!

HOMBRE 1: Bueno, ¿es?

HOMBRE 2: Tupé como el suyo... Pero, si yo soy...

HOMBRE 1: ¿A ver?

HOMBRE 2: ¡Ah, no, insolente, no me provoque!

HOMBRE 1: Siga, siga.

HOMBRE 2: ¡Si lo sabré yo!

HOMBRE 1: ¿Qué?

HOMBRE 2: Que va a volver.

HOMBRE 1: Eso dije.

HOMBRE 2: Sí.

HOMBRE 1: Sí.

HOMBRE 2: Lo recuerdo.

HOMBRE 1: Me alegro.

HOMBRE 2: Perfectamente.

HOMBRE 1: Dije sólo que iba a volver.

HOMBRE 2: Me temo...

HOMBRE 1: Yo también.

HOMBRE 2: No... Yo iba a decir... No importa. “Temerás a tu Dios como a ti mismo.”

HOMBRE 1: ¡Mozo!

HOMBRE 2: ¡Mozo!

HOMBRE 1: ¡Mozo!

HOMBRE 2: ¡Mozo!

HOMBRE 1: ¡Este mozo!...

HOMBRE 2: U otro.

HOMBRE 1: Sí.

CABALLERO ESPAÑOL (al HIJO): Pero, niño... Tú estás solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

HIJO (sin mirarlo): ¡No quiero!

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpame tú. Usted. (Pausa. A la ANCIANA.) Señora: usted está sola y yo estoy solo. Me agradaría invitarla a beber una copa.

ANCIANA: ¡Otras querrán parir de ustedes!... ¡Machos crueles más machos dulces! ¡Brrrrhh!... ¡Qué frío! Sólo los viejitos se agolpan en mi cancel; los muchachitos haraganean, pierden la memoria. ¡Soy arisca a parir, sépanlo!...

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia la MUCHACHA.



MUCHACHA: Anoche, me hubiera visto correr bajo la lluvia... Bueno, no sé en qué se transformó. Empezamos a correr —yo estaba con el mozo de “Orfebre”—, para correr, por embromar. El me quiere como a una novia, yo andaba tirada y él estaba simpático, chistoso. Salió lo de las cosquillas, que oí decir, se decía en otro tiempo, que quienes tenían más cosquillas eran más apasionados, más... Salió de eso que se me da por hacerle. Lo empiezo a correr por la recova. Llovía, no había nadie... Se me empieza a escapar. Ni lo había agarrado que, de pronto, él se arma y se pone como yo, me enfrenta como para él correrme y se me viene encima. Me le escapo; y era desconcertante pero me adapté; no me gustaba demasiado pero me era confiable, y todavía con un resto de divertida, de diversión, le sigo el juego. ¡Qué...! ¡Me avivo!... Me estaba persiguiendo. El a mí. Sin juego. Me estaba persiguiendo de verdad, me perseguía no sé para qué pero con violencia. Le grité basta, le dije basta, terminá, cornudo; no muy alto porque ni podía, y además estaba cansada, todo por la recova, pero ya la otra cuadra; y bueno, basta, y él seguía... y él seguía obstinado, había perdido la razón. Corrí hacia la pieza..., digo... plaza; llovía fuerte, fue un ratito. Me agarró. Me abrazó por detrás, me apretó. Primero con furia, como mal. Y por ahí, ¡plafff!..., no sabía qué hacer conmigo, le dio vergüenza, no aflojó mucho los brazos; ya me tenía de frente, aflojó, pero los brazos eran dos estacas, derechos, duros y sin manos; agrandó los ojos, no me podía mirar. En realidad, estaba fuera de sí, como había estado fuera de sí, pero ahora con terror.



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia el ANCIANO.



CABALLERO ESPAÑOL: Señor: usted está solo y yo estoy solo. Me agradaría invitarlo a beber una copa.

ANCIANO: ¡¿Qué?! ¡Ni pienso!...

CABALLERO ESPAÑOL: Pero, señor... Usted está solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

ANCIANO: ¡Ya le dije!

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted. (Queda demudado.)

MUJERIEGO: “Julio 78: Dolores S., 35, casada, cuatro hijos, un balazo, España, doble equis.

Marta G. R., 16, soltera, muy bien.

Agosto 78: Silvina Lilian D., 41, separada, triste.

Vilma Sonia Electra de V., 69, divorciada, maravilloso.

Paulina D. C., 25, soltera, genial, Brasil, doble equis.”



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia el HOMBRE 1. (Sostendrá con el HOMBRE 1 primero y con el HOMBRE 2 después, diálogos semejantes a los que ya ha mantenido —en estos casos: cordiales—; diálogos que se llevan a cabo sin sonido. Esto empezará a ocurrir al tiempo que se inicia el siguiente diálogo entre la MUJER 1 y la MUJER 2:)



MUJER 1: Estoy muy apretada, enloquecida de prudencia.

MUJER 2: ¿Fuiste al doctor?

MUJER 1: No me revisó. No me dijo qué tenía.

MUJER 2: ¿Te dio algo?

MUJER 1: Nada.

MUJER 2: ¿Análisis?

MUJER 1: Me miró a los ojos. Tiene lindos ojos el doctor.

MUJER 2: Homeópata.

MUJER 1: Sí, antes análisis. En ayunas. Todavía no sabemos el resultado. Después la medicación. ¿Querés hora?

MUJER 2: Bueno...; si es bueno...

MUJER 1: Me sube una cosa... No, no me sube... Algo no me baja. El corsé...

MUJER 2: Hay que aligerarse. Sí, hay que aligerarse.

MUJER 1: Me miré en un espejo. Sorprendida. En el techo.

MUJER 2: ¿Un espejo en el techo?

MUJER 1: En el techo.

MUJER 2: ¿Un espejo?

MUJER 1: La última vez. Hace mucho. Era yo.

MUJER 2: ¿Y cómo?

MUJER 1: ¿Y esa era yo? Sorprendida.

MUJER 2: Aclará.

MUJER 1: ¡Y era yo!... No sentía. No me llegaba bien. O yo.

MUJER 2: Estabas... Ah, vos estabas...

MUJER 1: El: un mimbre.

MUJER 2: Voy a ir.

MUJER 1: Despatarrados. Sonreía. Lo miré.

MUJER 2: Escuchame. Voy a ir.

MUJER 1: Mi corpiño tiene seis broches.

MUJER 2: Pedime hora.

MUJER 1: El me levantó los mundos con los brazos: “¡Qué poema desmesurado!”, me dijo.

MUJER 2: ¿Te vas a acordar?... Los ojos... ¿de qué color?...

MUJER 1: El introito anduvo bien, lo menos específico. Yo sobresalía de mí. Y ahora no me quepo.

MUJER 2: ¡Seis broches!

MUJER 1: Exacto.



El CABALLERO ESPAÑOL va hacia la MUJER.



CABALLERO ESPAÑOL: Señorita, usted...

MUJER: Muchas gracias. Pero no acostumbro.

CABALLERO ESPAÑOL: Pero, señorita... Usted...

MUJER: Por favor, no insista.

CABALLERO ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.



El CABALLERO ESPAÑOL se sienta en una de las sillas de la mesa desocupada.



MUJER DE 50 AÑOS QUE SE SOSTIENE LA CABEZA: Clavada. Quedaré. Clavada. Esta cara que se me puso. Con esta cara que se me puso... Cara de extrañarte. Sucedáneo. Imposible reír. Reaccionar. Los fantasmas vienen a caballo. Diversos. Nunca llegan y siempre vienen. (Llama:) ¡Mozo!... Estrellada. Quedaré. Estrellada. Una estrella.



El CABALLERO ESPAÑOL enciende un cigarrillo. Fuma.



MUJERIEGO: “Diciembre 82: Dora K., 59, viuda, muy bien.

Celina Ch., unos cuarenta y cinco, virgen, bien.

Beatriz Laura R., 34, soltera, bien, doble equis.

Total: Veintinueve.

Enero 83: Mirta Luisa, 27, soltera, intrascendente.

Nené (Adela; nombre falso), 50, regular, doble equis.”

HOMBRE 1: Se clama inútilmente.

HOMBRE 2: Eso digo.

HOMBRE 1: Lo solidario, ¿eh? ¿Qué decir de lo solidario? ¿Qué decir?

HOMBRE 2: Poco. ¿Qué?...

HOMBRE 1: Seguramente.

HOMBRE 2: Y mucho menos de la pedestre generosidad, de la amplitud del espíritu.

HOMBRE 1: Menos, menos.

HOMBRE 2: La estrechez de miras concomitante de una verdadera realización humana y lo humano desarraigado de lo concomitante.

HOMBRE 1: Así será.

HOMBRE 2: Es que... ¿por qué no es de otra manera?

HOMBRE 1: Y...

HOMBRE 2: ¿Por qué?

HOMBRE 1: ¡Ese es el tema!

HOMBRE 2: D. H. Lawrence, Proust, Keyserling, Celine, Krishnamurti, Rabelais...: ¡Magos! ¡Magos!...

HOMBRE 1: ¡Los leí, los leí!

HOMBRE 2: Le creo.

HOMBRE 1: ¡La tempestuosidad de las pasiones!: obra de la civilización.

HOMBRE 2: La...

HOMBRE 1: Justamente. ¿Y a qué conduce?... El ardor, la extinción de lo inmisericorde.

HOMBRE 2: ¿A qué conduce?

HOMBRE 1: No conduce.

HOMBRE 2: Y entonces...: detenidos.

HOMBRE 1: Afincados.

HOMBRE 2: Pesados. Amorfos. Dóciles.

HOMBRE 1: Usted y yo...

HOMBRE 2: Nos queremos.

HOMBRE 1: Parecido.

HOMBRE 2: Débilmente.

HOMBRE 1: Críticos.

HOMBRE 2: ¡Mozo!...

HOMBRE 1: Austeros. Sensatos, exageradamente.

HOMBRE 2: ¡Mozo! De una sola pieza.

HOMBRE 1: ¿No viene?... Inmarcesibles, sin embargo.

HOMBRE 2: No.



Aparece el MOZO por la puerta de la Confitería. Va hacia la mesa donde está el CABALLERO ESPAÑOL. Se sienta en la otra silla. Se incorpora. Va hacia la mesa donde está el HOMBRE QUE HABLA SOLO. Conecta el micrófono. Vuelve a sentarse. Se oye al HOMBRE QUE HABLA SOLO (ahora también por los parlantes que hay colocados en platea). Disminuye la luz. Hasta la oscuridad total. Continúa oyéndose al HOMBRE QUE HABLA SOLO. Telón.