domingo, 22 de junio de 2014

Cristina Briante-Junio de 2014


                                        Diagonales

                      
                            la gota ensaya su equilibrio en

                                                               el zapato

                            una mirada anuncia
 
                                                  juegos peligrosos


                            las gentes saltan charcos y

                                                                no saben


                            un mozo reclama el pago

                            los chicos se besan y no ven

                            el agua decora el aire con

                                           cortinas transparentes


                           la gente corre sin saber


                                            yo sigo sin saber

Miriam Brandan-Es argentina, reside en Estados Unidos/Junio de 2014

MI MEMORIA Y TU RECUERDO


Esos dos enamorados que se abrazan en silencio
ya han ganado mil batallas en su guerra contra el tiempo.
El tiempo que trae olvido, el tiempo que apaga fuegos,
el tiempo que extingue todo, amores, sueños, deseos.
Esos dos que se pasean a la luz que da el lucero,
saben que la noche clara ha de guardar su secreto.
Secreto de amor prohibido, secreto de amor eterno,
secreto de mil suspiros que solo conoce el viento.
Esos dos que se dan cita al borde de un pensamiento,
a la vuelta de un suspiro o en la esquina de un momento,
al verse a los ojos tiemblan, se embriagan de sentimiento
y aplacan la sed que causan las locas ansias de un beso.
A esos que envuelve la luna con su plateado misterio
y una mirada les basta para perder el aliento,
esos que saben que solo para estar juntos nacieron
serán para siempre amantes…
Mi memoria y tu recuerdo.

Alba Bascou-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2014

La ley  sin honra

Fue hace muchos años en que sonó el estridente timbre de la casa, redondo, pintado de verde y el abuelo se acercó a la puerta con su porte elegante y acento gallego preguntando quién era.  No entendió de quién se trataba. No obstante, como persona educada abrió la puerta y se encontró con una mujer y dos hombres desconocidos.
Mirándolos extrañado, les preguntó qué buscaban. La contestación no se hizo esperar.Soy  la  Dra. Escafandro, de la vecina orilla, y necesito entrevistar a su hija, hacerle unas  preguntas, fue la respuesta. El asombro y la desconfianza  invadieron la cara del abuelo quien  llamó a Sara, que con sus bien llevados cuarenta y tres años se acercó sorprendida. La presentación no tardó. Soy la abogada de su esposo muerto en la vecina costa, agregó con cara de estatua de sal. Aquélla, respetuosa como había sido educada,   la invitó a pasar a la casa junto a los mastodontes que la acompañaban pero un temblor le recorrió el cuerpo. En ese momento,  apareció otro personaje en acción, su hija.
Argentina obserbaba desde sus 17 años, sorprendida, l a escena. Esa aparición repentina, sin aviso, dos hombres y una mujer como encastrada en una escoba dado la delgadez de sus piernas, erecta como una columna  y de mirada desafiante. Sabía de la muerte de su padre, abandónico por costumbre, creador en el inconsciente colectivo de la Unasur dado el reparto de hijos posteriores a ella por Latinoamérica, e informada por un tío abuelo de la vecina orilla cuando todo había terminado. Sintió congoja y temor. Y algo parecido a un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Nivia Escafandro, abogada, se sentó en la silla del comedor, junto a Sara, acompañada de los dos hombres  que simulaban ser simples familiares.  La escena fue corta. Con una rigidez cadavérica,  con el torso erguido, la mirada oscura y penetrante, toda ella  cubierta con un traje sastre marrón habano, expectó un buenas tardes como cuando alguien aburrido inicia un programa televisivo y no sabe cómo seguir. A continuación como si estuviera frente a  una emisora radial , ya que en ese tiempo  la televisión no había llegado, aclaró que su presencia en ese lugar se debía a la muerte del esposo de Sara,  el padre de Argentina, y la necesidad de facilitarle la sucesión a otra mujer que en ese último tiempo vivía con él en la cercana orilla pero con la que no estaba casado. Argentina, sorprendida,  exclamó  cómo  era bígamo o trígamo,  entonces. La doctora en leyes con altanería y mirada despectiva le repondió a la adolescente un eso, no  tiene importancia. ¿Qué no la tiene? , le contestó la hija con mucha rapidez: mi madre tiene la patria potestad,  gracias a Evita, ya que  don Hugo, su representado,  se esfumó desde que era muy chica.  Sabe quién era Evita. ¿ No?  Infórmese . Suena raro que una profesional como Ud., la desconozca. Además de aprobar la patria potestad para las mujeres,¿ no se enteró que en este país ,en 1947,  ella patrocinó el voto femenino? Es conocida mundialmente. En nuestra escuela pública aprendí la importancia del estar informado. .. y a continuación se asomó sus dientes sobre el labio inferior, enfrentándola con sus ojos, esperando respuesta.  
Nivia Escafandro, hizo una mueca desagradable y habló de buenas  costumbres. La respuesta no tardó en explotar de la boca de la muchacha y con los ojos más verdes que nunca le preguntó si eran buenas costumbres, invadir una casa, hablar como si estuviera bebiendo una tisana de almidón porque la cara le reflejaba  tesitura y una ausencia de ética, ya que no había habido ningún anuncio en todo ese tiempo de su visita.
Sara, mirando a su hija, con los ojos llorosos, le pidió calma ante lo que la Scafandro explicitó que sería muy simple y breve la entrevista,  que quería saber para tranquilidad de su representado si  renunciaba a la herencia. La madre, angustiada, sostén de familia, bajó la cabeza pero de repente y mirándola a la representante de las leyes  le manifestó que no era su decisión la única sino la compartida con su hija. La mujer de la otra orilla, representante de no sé que leyes, con una sonrisa deslizó un la niña es meñor de edad. Niña, preguntó  la muchacha- clavándole la mirada en la medalla de la virgen de Guadalupe que llevaba ensartada en el cuello- ,  estoy terminando el secundario y tengo capacidad de análisis. Tengamos paz, medió uno de los mastodontes presentes mientras el abuelo y la abuela preocupados  asomaron por la puerta la cabeza extrañados de semejante reunión con voces en ascenso. A los dos segundos, la tía abuela y el tío estaban en la fila.
Sara miró intensamente a su hija pidiéndole una respuesta que no tardó en llegar. Mamá, yo lo que hubiera necesitado era que me quisiera, que me cuidara como vos lo hacés conmigo, que se metan toda la plata y el auto en el culo.
Los visitantes se levantaron de las sillas ante la respuesta,  mientras los dos acompañantes dejaron escapar un ya está  y partieron en tanto la Scafandro decía qué palabras.
En tanto,  la adolescente le gritaba cu – lo, cu-lo, palabra castellana referente a la parte trasera del cuerpo por la que se eliminan totalmente los viejos desperdicios. 
Scafandro no dudó en ponerse de pie, acompañada por lor otros dos, revoleando la cabeza como si intentara un ejercicio de descontracturación y elevando la voz  arrojó un tiene que firmar señora. Esa órden sonora resonó de esa boca agrietada,  mientras los acompañantes ansiosos manejaban una lapicera en la mano,  testificando el acto, desenmascarándose y ejerciendo la función de  simples impostores.
Fue muy rápido. Tanto que el dolor unió a madre e hija en un abrazo eterno.
Tiempo después, ellas cruzaron el río y un  Alfredo Palacios las recibió siendo canciller en  ese país, donde quedó documentado  aquel fallecimiento. Nada más.
El vapor de la carrera las trajo de vuelta.
Pero, antes,  la hija abandonada desde   la más tierna infancia, había querido  conocer el nuevo domicilio de su padre. Observó cierto tiempo la lápida y la foto.  Esta era la misma que la había acompañado años cuando le decían que eran viajante. Gran viajante, ya que llegó muy rápido, a los 45, a ese lugar.
Ese vapor de la carrera que en ese entonces ni pensaba llegar a Buquebús  las regresó con una sensación extraña y dolorosa, la de decir adiós a quien sin palabras las había abandonado.




Jacinto Amado-Buenos Aires, Argentina/Junio de 2014

DE LA TRANSMIGRACIÓN


Estoy muerto. Pero me recuerdo vivo a través de las imágenes que el alma proyecta sobre mi futura vida.

Reconozco mi grotesco andar por el nuevo mundo. Esto de ser cordero no estaba en mis planes. Sin embargo

no me sienta mal esta nueva piel. Pastoreo y me echo a contemplar desde mis gigantescos ojos. Veo todo

mas a ras de la tierra. Pienso y siento como cordero. Recuerdo aquella triste noche de la esquila y la matanza

para que los hombres vivan. Giro mi enorme cabeza. Brinco. Como por arte de magia ya estoy en la trinchera.

Soy aquel soldado herido que jugo su vida en la guerra muerta. Perdida la batalla fue recogido como escombro

en la tierra santa. Mate y me mataron. Murieron todos los sentimientos. Yo fui cómplice de lo increíble. De las

consecuencias. Estoy en el horno. Aguardo expiar mis culpas.

Soy aquella fuerza enérgica que con palabras de aliento salvo la vida de Juan. El suicida. Que agotada su impaciencia

creyó no tener causa alguna para seguir viviendo. No te mates!!. No te tires !! ... le grite .No te salves y me dejes

solo!!. El me escucho y me tendió su mano !!.

Soy esa mano rugosa. Desesperada. Que se estrecha con otras generosas. Esas manos me maravillan.

Escriben. Anuncian que transmigro al alma de un poeta. Soy la pluma que transformo el poema, con aquella denuncia

de la luna oculta bajo el agua para no despertar al calor del sol.

Soy una sombra que llora al pie de la piedra, la muerte de su padre. Y esa irreflexión armoniosa sincopa

de la irreflexión.  Su repiqueteo.  Su música.  Su respiración.  Soy aquel que  no pudo ser.  Aquél  que no fue.

Ese hombre que no nació.


sábado, 21 de junio de 2014

Marcos Aguilar-México/Junio de 2014

Estoy roto

A ella; quien enoja cuando digo que me fascinan
sus ojos y la espera en sus labios.

Estoy roto.
Mis dientes chocan con fuerza en la impotencia y rabia.
El mirar no tiene sentido, no sabe qué busca.
Mis manos equivocan el qué tocar.
Mi palabra, ave extraviada; no llama ni dice ni nombra.

                                                                            […] estoy roto.