lunes, 20 de julio de 2020

Nechi Dorado-Argentina/Julio de 2020


Metáfora de muerte

Me levanté temprano, lo que nunca; ¡qué hermosa está la casa!, de pronto distingo arabescos dorados haciendo contorsiones como si el sol los dibujara en la pared, colándose a través de las cortinas de color naranja intenso. Me encandilan.
Se me quiebra la espalda, siento que baila una danza macabra el peso de mi vida, parece que me estuviera pasando el peso de una, dos, cien mil facturas y eso que para ser sincera no es tanto lo que debo.
¡Estoy segura!
Los arabescos, dije, me lastiman los ojos, parecen brillar más, se hacen destellos saltarines, sigo su baile con estos ojos secos de tanto mirar cosas que no quise. De pronto veo un hilo extendiéndose desde la ventana hacia la puerta de mi cuarto, busco asirme pero se me escapa, lo persigo, apelo a pedirle que me sostenga con voz tan débil que no llega a alcanzar un tono imperativo, creo que más bien trato de convencerlo como rogando sostén, tengo frío. Lo desecho, en este mundo no es fácil convencer.
Quisiera volver a dormirme más no quiero del todo, tengo miedo, yo no quiero regalar ni un segundo, no sea cosa que se escapen en mi sueño los arabescos danzantes que ya recorren todas las paredes y se convierta en puñales. Como los que siento clavados en mi espalda.
Tres aves me saludan, cambian de nido apenas por tres días y para ser sincera yo quiero retenerlos, pegarlos a mi pecho, ¡No te vayas repito varias veces! Pero lo digo hacia adentro y no me escuchan.
Histórica manía esa de hablar hacia adentro, callar hacia adentrollorarhaciaadentropedirhaciaadentro. Tan hacia adentro como para que nadie me escuche y de lugar a que se despierten los fantasmas lejanos que lucen cada día más pálidos, más lúgubres, más escuálidos pero con la fuerza capaz como para que sienta que están ahí, agazapados, acechantes, casi como si fueran tótems de cemento.
Extraña, absurda oquedad la que hoy me invade, me siento lejos de mí soy pero no soy, aunque quiera ser, quiera estar, quisiera seguir sobreviviendo a frases que reptan cargadas de cuestiones subjetivas, letra instalada para quebrar la médula que me mantuvo hasta hoy a veces imperturbable.
Siguen brillando los arabescos entre pared y pared, parece ir alivianando el peso sobre la espalda pero no deja de aparecer esta metáfora de muerte que quiero incinerar, pero no puedo.
Sigue su paso esta mañana fría, destemplada, avanza como traté de hacer yo toda mi vida, pero este día con este sol sin fuerza más lejano que siempre, más adusto, pierde sus cascabeles y aunque quiera, los puñales me impiden que los junte.

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