lunes, 21 de junio de 2021

Óscar Ocaña Parrón-España/Junio de 2021


 

CAMPOSANTO

 

La escarcha cruje en el suelo

como hojas de otoño secas,

las calaveras huecas

vuelven sus cuencas al cielo.

Una lápida gris perla

se inclina sobre las flores

y distinguidos señores

hacen guiños para verla.

 

Es el estío sombrío

que cae al morir el día

sobre la ciudad baldía

donde reina siempre el frío.

 

El cortejo de trajes nocturnos

y de pamelas de encaje

sigue al digno carruaje

que se acaricia por turnos.

¡Llegado está el nuevo inquilino

a los mármoles del miedo!

Y en un quiero y no puedo

delicados pañuelos de lino

se florean en la hipocresía

de lagrimitas saladas

por la pérdida esperada;

alguien recita una poesía.

 

Por la caída vespertina

se queda ya solo el muerto,

mira estrellas y sabe cierto

que sobre su tumba camina

el ratón y los guardianes

de la Muerte inoportuna.

 

Y se recoge en su cuna

de piedras y de puñales

que los que siguen en vida

clavan en su recuerdo,

pues por un tácito acuerdo

sus pecados, los del muerto,

todos los vivos olvidan.

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