EL VIEJO RANCHO. SOBRE LIENZO DE 55X46 CM. |
UN LAMENTABLE ERROR
Marcelino y Teresa se habían casado hacía ya dos años, tenían pensado trasladarse a Madrid esa misma tarde.
En ese momento se encontraban recogiendo los últimos bártulos que dejarían en la casa y de la que esperaban disfrutar solo en vacaciones.
- Si es que por muy buena intención que le pongas, es imposible Marce - dijo Teresa. Me acaba de decir Justina que cierra la cantina. Que hasta aquí ha llegado y que lo que gana, tal y como están las cosas, no le da ni para mantener abierta la tienda de ultramarinos. ¡A tomar por saco!
- ¿Y ahora cómo van a hacer los que quedan? Son todos muy mayores ya. Dile a Candela o a Belarmino que, para comprar el pan o unas patatas, se tienen que ir a 20 km.
- No hombre, vendrá Pascual con la furgoneta como hace en el pueblo de al lado. Sube un día a la semana con la furgo cargada de pan, empanadas y magdalenas que va dejando un olorcito que te hace salivar y con lo que saca, consigue mantener abierto el obrador.
- Se les acabó también la partidita de dominó por las tardes con un chato de vino a los abueletes….
- Ya te digo ¡pobrines!, ellos que son incapaces de irse a la ciudad ni estando en casa de los hijos… mira le que me decía Fermín el viernes, que cuando llegaba a casa del chico en Madrid tenía la sensación de estar en una cárcel de ladrillo y cristal, que no podía respirar con la tierra….
- Sí, sí muy bonito, Fermín siempre ha sido un poeta, pero yo estoy deseando salir de aquí. Mira con el pescadero lo que pasa también. Hay que esperarle los miércoles a que suba hasta aquí, con ese rollito de lo que quieras majete, pero es lo que hay hoy….
- Es verdad Marce. Yo también estoy harta. Recuerda el domingo cuando iba con mi madre a misa y nos la encontramos cerrada. No nos acordábamos que a Don Manuel le tocaba ese domingo dar la misa en el pueblo de al lado. Como cuando fallece un párroco no lo sustituyen, pues los que quedan se tienen que multiplicar.
- Se ve que cuando son pocas las almas a salvar no les trae cuenta porque si no, no se explica.
- Mira que bien o todos salvados por obra y gracia o todos condenados por hacer la gracia.
Se echaron a reír los dos ante la ocurrencia de Teresa. No le faltaba razón.
- ¿Sabes lo que te digo Tere? Que no me da la gana que tengamos críos y haya que llevarlos a tomar por saco para poder ir a clase y ojo que no estoy hablando de extraescolares ni nada. Lo normalito. Y ya no te cuento cuando se ponen malos. Que es cada dos por tres. Si coincide que ese día está Elisa en el consultorio bien vamos, sino ¿qué pasa? ¿les damos palmaditas para bajar la fiebre? O les cantamos: Sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy lo harás mañana. Un besito y a dormir.
- Quita. Quita. Yo tampoco tengo ninguna duda.
- Bueno cierro esta bolsa y nos vamos. No te olvides de cortar la luz antes de cerrar Tere. El agua ya la corté yo. Te espero en el coche.
Sin demorarse partían para Madrid, al piso que les había alquilado el hijo de Mariano, su vecino, y al día siguiente mientras organizaba la casa Teresa, Marcelino, saldría a primera hora a ver unos locales para montar su taller de coches lo antes posible.
- Marce recuerda lo que te dijo la Fide, que
aquí roban mucho. No te despistes- dijo Teresa
- Sí mujer ¡tranquila! Son las 8 de la mañana. La gente a esta hora se preocupa de ir a trabajar y poco más.
- Bueno, pero tú ten cuidado.
Marcelino no habría recorrido ni 500 metros
desde el portal, cuando sintió como un hombre le arrollaba a su paso y seguía
caminando más deprisa de lo normal. Mosqueado, se palpó el bolsillo con
aprensión en busca de la cartera y sin dar crédito a su mala suerte notó su
ausencia.
- ¡Eh! ...Tú... ¡La cartera, dame la cartera! -
Le increpó Marcelino, Y echó a correr detrás del individuo.
El hombre se volvió y al ver a Marcelino persiguiéndole,
echó a correr todavía más deprisa al oírle gritar desaforadamente -"la
cartera ...dame la cartera"-
En vista de que al final Marcelino le dio
alcance, el hombre se volvió y le dijo con nerviosismo:
- Tranquilo, tranquilo... toma la cartera, pero
no me hagas nada.
Marcelino sin resuello le contestó:
- ¿qué no te haga nada cretino? anda tira… tira que no me aguanto ¡payaso!
Arrancándole la cartera de las manos, vio cómo se alejaba el supuesto ladrón, lo más deprisa que le permitían las piernas, pero al abrirla comprobó desconcertado que no era la suya, de hecho, vio la fotografía de una mujer que, por supuesto, no era Teresa.
Comenzó a sonarle el móvil, y vio que tenía 4
llamadas pérdidas de su esposa que con la carrera no había escuchado.
- ¿qué pasa Teresa?
- Marce era para avisarte que te habías dejado
la cartera en casa... ¿Marce? ¿Me has escuchado...?
- Sí Teresa, iba para allá.
Cuando Marcelino llegó a la casa y le contó a su
mujer lo ocurrido, Teresa se le quedó mirando divertida y enseguida le pidió la
célebre cartera para buscar la dirección y devolvérsela a su dueño de
inmediato. Marcelino
se moría de vergüenza, por lo que ante una situación tan surrealista, decidieron
dejarla en el buzón de la dirección que aparecía en el carnet y reparar lo
antes posible el desaguisado, con una nota de disculpa.
“Caballero: con gran bochorno por mi parte, le devuelvo su cartera. Disculpe el lamentable error al creer que era usted el que me había robado”
Habían salido del pueblo, pero aún les quedaba lo más difícil, sacudirse el miedo y prejuicios que traían pegados a la piel. ¿Podrían hacerlo?
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