sábado, 28 de marzo de 2015

Luis Tulio Siburu-Argentina/Marzo de 2015



Fiestas

llueve el treinta y uno
y se moja la tristeza
anticipando el adiós
de un año que ya se va
vendrá otro cualquiera
número continuado
hará las cosas más viejas
y quizás más duro el pan
será noche de nostalgias
chin chin de sidra o cerveza
laberinto de emociones
que cambian pero no se van
mañana será primero
pasado seguro el dos
y el tercero ya olvidando
me juego, como que hay un Dios
quedará un escaparate
con cintas rojas y blancas
y el arbolito hasta el ocho
y luego, luego nada más
habrán pasado las fiestas
los saludos, los deseos
y apretando un camafeo
alguien rogará por paz

miércoles, 25 de marzo de 2015

Alejandra Zarhi/Marzo de 2015



CALENDARIO INDIFERENTE

Pasan los soles
y los vientos.

Internándose en la piel
fríos intensos.

El calendario indiferente
se mofa de sus hazañas.


del libro Canción para el silencio

Jairo Sebastián Zanetti-Argentina/Marzo de 2015



A los abuelos inmigrantes

Abuelo gringo,
detrás de tus sueños fabricados en ciudad
se ocultan las escalas violentas de la sangre
la guerra del hambre de las almas
la miseria de valores inhumanos.
Desde muy lejos tus antecesores claman
entre las entrañas de una tierra olvidada
eternamente azolada por tu sombra
que desde los altos cielos suele zambullirse
al corazón de las montañas nevadas.
Detrás de tus sueños, la antigua Europa
lo que fue y hoy ya no es nada sino omisión.
Detrás de todo, los cascotes y las ruinas
los explosivos y municiones del terror.
Oh inmigrantes, que habéis venido de muy lejos
con fe en sus sueños, escapados de la guerra,
se han levantado museos por sus gloriosos triunfos
que han sembrado pueblos en los montes de ñandubay
e hijos de los hijos en los vacíos de la atmósfera,
muchos son los que viven de tu futura ilusión
pero pocos los que recuerdan
tus heridas, tus tristezas, tus ampollas,
tus esfuerzos de músculos con corazón motor,
la azada, el hacha, la pala, el arado a pulmón
la lámpara sin los versos eléctricos
el padecimiento del navegante,
que busca, ara y se funda sobre la tierra, patriota, cultivo de sueños.

Carmen Amaralis Vega Olivencia-Puerto Rico/Marzo de 2015




Desquicio del silencio

Se me cuela el silencio por los huesos.
Silencio irreverente que arrastra imágenes.
De esas imágenes que quieres olvidar.
Y desfilan entre el deseo y el desgano
La caridad desecha por la envidia,
El poder triturando al desvalido,
Y los egos, ahhh, los egos cada vez más sensitivos,
más torpes,
más inútiles.
Agito la cabeza para mover la mente,
Sacudir la necedad,
y arruinar el remolino de las voces.
Voces que reclaman tonterías,
gastando la energía en retóricas tristes
en lugar de calmar el hambre de la humanidad.
Hambre de todo,
Hasta de buenos juicios,
De cariño al dolido,
Hambre deseosa de verdadera amistad.
Estos silencios ruidosos me desquician.

Javier Úbeda Ibáñez/Marzo de 2015



La mar enamorada


Llevo la cara vestida de azul
para anunciar que
la mar está enamorada.

Y la brisa
—vaivén va,
vaivén viene—
asegura que su amor
está inédito,
hambriento de soles y sal.


Adriana Mónica Suárez Blas-Argentina/Marzo de 2015



Siempre tú…

La tierra tembló fuertemente y con ella la tumba. Luego del brusco movimiento sobrevino el silencio.
El golpe fue certero haciendo añicos la tapa del ataúd.
 La mano surgió de la tierra como un capullo crispado a punto de florecer en dedos….
El suelo se removió cuando el cuerpo buscó la libertad sin las fronteras  del féretro .El polvo se escurría por sus huesos como sudorosas gotas de tierra…
 No había tiempo. Husmeó el aire buscando huellas de olor y torció la cabeza para oír mejor.
Emprendió la  marcha con un cuerpo que ya había olvidado  gobernar.
Atravesó el silencioso cementerio y la desolada avenida. Las calles  abrían caminos de baldosas  a su desesperado paso…
Subió raudamente la escalera y sus manos esqueléticas abrieron la puerta….
Ella estaba allí, tendida sobre la cama….despidiéndose de la vida con  una soledad llena de dolor y espera….Abrió los ojos, la vió entrar, esbozó una sonrisa mientras que de sus débiles labios se escapó   un… “¡¡¡mamá!!!
El huesudo cuerpo estiró sus descarnadas manos y la abrazó contra su pecho.

Alicia Scordomaglia-Argentina/Marzo de 2015



ABRAZO

Que mi corazón
Te abrace en el silencio…
Que los recuerdos
Hoy vuelvan a buscarte…
Que tu mirada
De la mía    sea parte
Nuevamente…
Entrelazados
Piel contra piel…
¡En cualquier parte!

Ana Romano-Argentina/Marzo de 2015



Rumbo

Acurrucada
recuerdo
Mi figura cautiva
por el nudo del brazo
Desato
sin embargo
la amarra
Salto el cerco
Emancipada
humeante.


Agustín Alfonso Rojas-Chile/Marzo de 2015



El Pucará de “Cerro Puntiagudo”

“El hombre pasa, su obra perdura”
Ollante fija su mirada en las majestuosas montañas andinas. Aprecia que los primeros rayos de sol pronto se dejarán ver a través de ellas.
Aún hace frío en el páramo infinito; silente y triste en esta época del año. Recién, hace tres jornadas atrás, se inició el equinoccio de primavera. Época de siembra cuyos frutos han de cosecharse en el equinoccio de verano.
Está contento. Fáraga, su mujer y sus hijos viven en el Pucará (fortaleza de gruesas pircas) del “Cerro Puntiagudo”. La pirca (pared) que rodea el pequeño asentamiento y el agua que bebe la población, diseñó y construyó su padre, años atrás, con el nombre de “Yachay”. Su progenitor  ejerció la docencia en el pequeño poblado. Lo hacía en un área abierta entre las pircas, donde el padre sol da de lleno en la cabeza de los alumnos, jóvenes aimaras, deseosos de aprender las técnicas de siembras y regadío para alimentar el asentamiento humano en esa inhóspita región del alto Perú. Orégano, ajos, cebollas, quínoa, camote o papa andina y especialmente maíz, productos que constituyen la producción.
En aquella época, las tierras cultivables eran escasas. Pequeños “andenes” (terrazas) formaban el campo de cultivo. De su padre nombrado “Yachachiq” o maestro, aprendió la técnica de conducción de agua, sembrado y regadío.
Absorto en sus pensamientos recorre su niñez. Se ve vagando junto a sus padres por diferentes asentamientos andinos sin recibir apoyo de esas comunidades, escasas de alimentos y de agua, aún más…Una tarde, muy cansados arribaron al pucará del “Cerro Puntiagudo”. Fueron acogidos por un viejo matrimonio que poseía un pequeño predio agrícola mal cultivado. Al poco tiempo, el padre de Ollante se hizo cargo del campo falto de recursos hídricos. Recorre las montañas circundantes y aproximadamente a una legua (5572 metros aproximadamente) ubica abundante agua en una depresión entre dos altos riscos.
Llevarla al asentamiento se advierte difícil, dado lo complicado del terreno. Se sienta en una roca a contemplar la depresión del valle que pierde muy lejos camino al mar. Mira al cielo, allá, muy alto, dos cóndores, otean el entorno, en busca de su alimento.
Su padre fija la mirada en los nevados picos cordilleranos. Ante tanta maravilla piensa que si el Dios “Inti” - hijo del Sol - ha creado este mundo perfecto. Cómo él: ¿No será capaz de llevar agua al caserío donde está su querida esposa y su hijo Ollante?
Regresa a casa, cuando el sol se pone en el oeste, en el patio se encuclilla a meditar un posible recorrido. Sobre una tabla de arcilla va dibujando lo que parece ser el trazado de un acueducto. Terminado, lo muestra a su esposa e hijo, ambos aprueban el diseño. Los dueños de casa también, y llevan el proyecto al jefe del pucará. Luego al “Consejo de Ancianos”, quienes aprueban el diseño. Nombran a su padre “Yachachiq” (el que sabe y hace que otros aprendan) o también, conocido como “maestro”. Se prepara con acuciosidad el material para iniciar las obras el próximo plenilunio.
Ni el tórrido clima veraniego, ni los gélidos días invernales detienen las faenas que se inician cuando sale el sol y se extienden hasta que este se pone en el macizo andino. Tres lunas llenas han pasado cuando se da inicio al segundo “andén” o terraplén por donde pasará el canal. En esta ocasión se presenta el “Inca”, Jefe del Imperio. Hasta sus oídos ha llegado el rumor que en el pucará de “Cerro Puntiagudo” se está ejecutando un ambicioso proyecto hidráulico. Quiere conocerlo. Revisa el plano, el proyecto y trazado del canalizo. Le llama la atención que con anterioridad en su reino antes no se haya realizado otro proyecto como este. Entusiasmado dispone que cien hombres apoyen la ejecución de la obra que el mismo vendrá a poner en marcha.
Los trabajos se aceleran, los hombres llegan bien equipados. La acequia atraviesa pequeños túneles cavados en plena roca. Por el interior de ellos puede desplazarse un delgado y pequeño hombrecillo para su limpieza y mantención. Cuando el jefe agrega al “Quipus” (Manojo de cuerdas que contabiliza los días) su sexto nudo, se inicia el tercer andén. En tanto, en el interior del Pucará se ha horadado, en una gran roca, una cisterna para recibir el agua que proveerá  al caserío del vital elemento.
Otro grupo de hombres acarrea tierra de lejanas comarcas, para rellenar nuevos andenes.            Treinta  lunas llenas han pasado. Todo está listo para inaugurar el sistema. Fue enviado el “Chasqui”(mensajero), al Cuzco, para comunicar al Inca la fecha de la inauguración el próximo plenilunio. Sin embargo, su padre no presenciará esta ceremonia.
Una semana antes de la inauguración, estando la luna en su último cuarto creciente un poderoso y turbulento viento azota la montaña trayendo negros nubarrones que cubren los nevados picos andinos. Truenos y relámpagos rompen los cielos. Su padre ordenó a sus hombres regresar al pucará, él lo hará luego de reforzar el acueducto en el extremo más vulnerable, el borde de Quebrada Negra. En tanto, la desatada tormenta ruge en las altas montañas.
Torrentes de agua inundan los valles y poblados arrasando todo a su paso. Luego, cubre cada centímetro de terreno una fuerte nevada y las altas cumbres reciben el azote del viento y de la lluvia desprendiendo grandes  peñascos que ruedan cerro abajo.
Ollante, vuelve sobre sus pasos para auxiliar a su progenitor. Es arrastrado por el torrente obligándole a guarecerse en una caverna. Sobrevive sólo por su juventud, el frío y la pequeña ración de charqui le ayudan muy poco. Al octavo día es rescatado por sus compañeros. Su padre, nunca fue encontrado. Entregó su vida por el adelanto de su comunidad. Ollante jamás lo olvidará. Todo ha sido destruido por la tormenta. Treinta nudos más, deben agregarse al quipus para terminar la obra. Ollante, fija una vez más la mirada en las altas cumbres. El sol alumbra en toda su majestuosidad…Es el momento preciso para que el Inca abra la compuerta.
El agua escurre generosa a través del canalizo, para regar los predios agrícolas y saciar la sed de los habitantes de su querido pucará

George Reyes-México/Marzo de 2015



EL DESCENSO DE LAS SIETE SOLEDADES
DESCENSO V

Mi poliedro se derrama líquido en río de tardes…
Ahhh…, si su aguar no fuera en soles lánguidos,
se volviera cada gota fuerza entera.
Mi poliedro se derrama líquido en río de espuma…
Anega tú en él su pesadez mañana,
su rodar sobre huesos pensativos.
Mi poliedro se derrama líquido en río sereno
agraciado con viento irresistible;
a esta soledad arrasó abajo donde yacen cabelleras de las piedras.

Ascensión Reyes (Comentario)-Chile/Marzo de 2015



“LA CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
De Julio Cortazar  -  Argentino


Prolífico escritor, traductor e intelectual, Julio Florencio Cortazar Descotte, nació en Ixelles (Bélgica, de padres argentinos) el 26 de Agosto de 1914, llegó al país de su progenitor a los cuatro años, donde vivió la mayor parte de su vida. Falleció en París el 12 de Febrero de 1984, producto de Leucemia. Creo un estilo original, cercano al realismo mágico y al surrealismo en sus cuentos cortos y prosa poética, géneros en los que siempre ha tenido infinidad de seguidores y detractores, pero siempre motiva sensaciones con sus temas originales.
            En “La continuidad de los parques”, en frases cortas y ritmo ágil, el autor va desarrollando la acción. El Narrador Omnisciente es la voz que se escucha durante toda la historia.
El protagonista retoma una novela que había dejado pendiente días antes. Está solo en su finca, luego de hacer una carta y dar al mayordomo ciertas instrucciones, se sienta en un cómodo sillón de felpa verde, de espaldas a la puerta del estudio, y frente al ventanal desde donde divisa el parque de los robles. Aunque hace días había abandonado la lectura, se recuerda perfectamente de la historia, ahora lee los capítulos finales.
“La mujer llega a la casa del monte a encontrarse con su amante, el rechaza las caricias, no hay un encuentro de pasión como otras veces, un puñal asegura la libertad esperada. Todo está debidamente estudiado. Es la hora del crepúsculo, empieza a anochecer. La pareja se separa en la puerta de la cabaña y corren en sentidos opuestos. Los perros no ladran, saben  que el mayordomo está ausente a esa hora. El hombre se ubica, perfectamente, con las explicaciones recibidas por la mujer. Al abrir la puerta de la habitación, encuentra al hombre al que debe dar muerte, sentado en el cómodo sillón de felpa verde, leyendo una novela”.
            Un cuento breve, una descripción detallada del lugar y de los hechos que ambienta totalmente al lector. Se advierte bastante tensión y el  final es totalmente inesperado. Es una metalepsis perfecta en que la ficción se engarza con la realidad. Muy al estilo de Julio Cortazar.

Ascensión Reyes (cuento)-Chile/Marzo de 2015



TREN AL PUERTO



            Ese atardecer llegamos con bastante anticipación a la estación para tomar el tren que nos retornaría de Santiago a Valparaíso. Iba tomada de la mano de mi madre a quien evoco luciendo un rostro juvenil y un caminar ágil y seguro.
Había sido un día de mucho ajetreo, una aventura estar por unas horas en la casa del parrón y conocer a su dueña por primera vez. Mi mamá me la presentó como la abuelita Cristobalina, aunque realmente no lo era, seguramente ese parentesco lo daban los muchos años que se advertían en un rostro sembrado de arruguitas, y por ello merecía tal tratamiento. Y aunque no guardé un recuerdo completo de ella, ese día para mí, fue doblemente un gran recreo porque pude gozar de la compañía y mimos de la tía Noemí, su hija, a quien siempre distinguí entre los parientes que de vez en cuando nos llegaban a visitar a nuestra casa, en Valparaíso.
La vivienda era una antigua construcción de adobe, ubicada en la calle Urrutia; una calle cortita del antiguo barrio Recoleta. Cuando nos bajamos del carro, me pareció ser observada permanentemente por algo enorme, yo nunca había estado cerca de una cosa igual, pensé que era una montaña. Ésta empezaba justamente cruzando la avenida y desde la misma vereda. Mamá me explicó que era sólo un cerro y su nombre era Blanco. Entre tanta cosa nueva que pude conocer, ese día se me pasó volando, el tiempo corrió casi sin darme cuenta y ya debíamos regresar a casa.
            El sol recién se estaba ocultando cuando llegamos a la estación. Mapocho me pareció un lugar inmenso que albergaba trenes y más trenes y en ese momento un mar humano iba y venía por aquellos largos andenes. Pensé que éstos no llegaban a ninguna parte, porque desde donde estábamos no pude saber donde terminaban, solamente me parecieron muy extensos. Al que arribamos en esta ocasión correspondía a los pasajeros que esperaban el último tren a Puerto. En el suelo, también en la espera, había muchos y variados bultos que iban desde; maletas de madera, de mimbre o las más elegantes de lustroso cuero y también paquetes de todos tamaños, envueltos en papel café o de diario. No faltando los canastitos del “tente en pie” y una que otra gallina amarrada de las patas.
            Por fin apareció el tren y lentamente fue a colocarse junto al sitio de espera. Los vagones todos de color oscuro y las numerosas ventanillas a ambos lados, simulaban una larga y enorme serpiente que se desplazaba montada en dos líneas metálicas, que ¡seguro! llegaban a mi ciudad. Mientras la locomotora resoplaba un espeso humo por todas partes, con un olor extraño y desagradable que envolvía todo el ambiente. La chimenea estaba cubierta con un gorro muy parecido al de la malvada bruja y esto me causó un poco de miedo. Mamá me tranquilizó explicándome que la locomotora funcionaba con carbón y a ello se debía ese olor tan  penetrante que salía por debajo de ese gorro negro.
            El primer pitazo del inspector indicó que el tren estaba a punto de iniciar el viaje. Esos pitazos se repetirían muchas veces a lo largo de todo el trayecto y en todas las estaciones, para señalar al maquinista que los pasajeros habían bajado o subido al tren. Nosotras ya estábamos instaladas en un asiento con ventanas contrarias al último resplandor del sol. Luego se inició un acompasado sonido, asociado al lento movimiento de los carros para salir de su inmovilidad y emprender su viaje rumbo a Valparaíso.
            -¡Señora, su boleto!- dijo el inspector vestido de traje azul y gorro con visera del mismo color. Su boca la ocultaba un gran bigote negro y en la mano izquierda llevaba un aparato metálico que hacía sonar constantemente, lo cual despertó mi curiosidad.
            -Aquí está, señor- dijo mamá, mostrando un pequeño cartoncito plomo con letras rojas. El hombre, con un certero apretar de su herramienta, sacó un trocito que indicaba la revisión. Así, de persona en persona y en un caminar haciendo gala de increíble equilibrio, iba y venía por el vagón de segunda clase, sin que ningún pasajero se le escapara. Un momento después, otro señor, ahora de chaqueta blanca, hizo aparición balanceando en alto y por sobre su cabeza, una enorme bandeja que llevaba brillantes jarras y tazas. En la otra mano, sujetaba un pequeño canasto con ordenados paquetitos blancos que despedían un  sabroso olor a pan fresco.
            -¡Té, café, calentito! ¡Sánguches de queso y jamón!- voceaba desplazándose con maestría, sin la menor dificultad en su quehacer de vender servicio a los pasajeros. Varios de ellos solicitaron su atención. Entonces, ahí mismo y sin gran protocolo, les pasó taza platillo y cuchara y les sirvió la oscura infusión según el pedido, junto con apetitoso paquetito.
            Más tarde pasó el mismo vendedor, promocionando una nueva mercadería: -Aloja  de culén, malta, bilz y pílsener- . Ahora eran refrescos con unas curiosas pajitas amarillas –mamá me dijo que eran de trigo- mientras tanto, el tren pasaba estación tras estación, todas pintadas de blanco. La única diferencia era el entorno y un letrero que indicaba el punto donde se detenía.
Desde la ventana, me entretuve en observar los floridos “dedales de oro” de un anaranjado fuerte, matizado con otras flores de color celeste, así como lucía el cielo que nos había acompañado en este caluroso día de verano. Sus tonos y formas convertían el empedrado, próximo a la línea férrea, en un verdadero jardín natural que daba gran armonía a la ruta. 
            Mamá me compró una botella ambarina, cuyo abundante contenido sabía a gloria, con sabor a naranja, acompañado por unos sabrosos alfajores de La Ligua, comprados a las vendedoras de Llay-Llay. Realmente curioso resultaba verlas a todas vestidas de blanco desde la cabeza a los pies, voceando sus productos desde el andén y atendiendo a sus clientes por las ventanillas. En esta estación, casi todos los pasajeros compraron de aquellos pastelillos porque el convoy estuvo detenido por mucho tiempo. Al parecer había una combinación con destino a Los Andes, aunque no pude entender, ni cómo ni dónde ocurría esto. Lo cierto es que en esta larga espera, mamá me dejó deambular por el vagón para estirar las piernas y distraerme observando a los vecinos de asiento.
Ya muchos de ellos habían dado cuenta del canastito de mano. Se apreciaba en el ambiente un suave olor a huevo duro, pan de campo y trutro cocido de gallina. Sólo algunas migas esparcidas en el suelo quedaban como recuerdo de la merienda, mientras el albo mantel de saco volvía a su sitio dentro del canasto. El agrado anterior predisponía a iniciar una conversación a media voz, comentando los sucesos de ese día. Al parecer, la mayoría de aquellas personas habían estado de visita en casa de parientes, y al igual que nosotras, estaban de regreso a sus hogares.
            Empezó a oscurecer, el paisaje se había apagado casi sin darnos cuenta. Mamá me acurrucó en su pecho blando y perfumado, donde siempre me adormilaba. Sin duda era mi refugio preferido, olía a juventud, a jabón “Rococó”, con aquel suave olor a lavanda que a mi tanto me agradaba. Después de varias horas de viaje, no podía ser de otra forma, las duras maderas del asiento me causaban una severa molestia en piernas y nalgas; sin embargo, no quería perderme nada de lo que sucedía a mi alrededor, sólo que mis ojos se negaban a seguir abiertos…tenía demasiado sueño.
            Medio transpuesta, escuché el suave y persistente “ta tam-ta tam”, “tam-tatam”, “tatam-tatam”,“tatam-tatam”…                                                                                            

            …De pronto, el silbido del tren perforó la noche de mi sueño y bruscamente se transformó en el desagradable zumbido de mi celular, despertándome cruelmente para iniciar mi jornada diaria; mucho más de medio siglo después.
R. ASCENSION REYES-ELGUETA. /Abril-2004.

PRIMER TRABAJO PRESENTADO AL “CÍRCULO DE ESCRITORES” PARA SER INCORPORADA A LA INSTITUCIÓN.
ENVIADO AL CONCURSO “JUAN GUZMÁN CRUCHAGA”2004.
Publicado en mi primer libro: “ENTRE CUENTO I RELATO @ OBSERVANDO LA VIDA” 2006 y reeditado el año 2012.


Ascensión Reyes (Poema)-Chile/Marzo de 2015



EL ESPEJO

Cual mudo testigo
recogiste las sombras del ayer.
Fuiste roca de altas cumbres
y el hombre te dio un alma.
Eras tan sólo un granito
en una playa olvidada
velado por luna y estrellas.

Tropel de pensamientos
incrustados, destellos de sílice.
Reflejo de mil cosas
perdidas en el tiempo.
Espejismo de rostros grabados
prisioneros en esa luna impávida,
esencia silente…
ambiciosa de reflejos.

Hoy fustigas la razón
de quien se asoma a tu vera.
No es el ayer….
aquel yace en el recuerdo.
Es el presente…
cruel y dañino
que estruja el alma
en el lagar de la vida
cuando todo se extingue
y poco o nada queda.

lunes, 23 de marzo de 2015

Rolando Revagliatti-Argentina/Marzo de 2015



Marcos Silber: sus respuestas y poemas

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti





Marcos Silber nació el 4 de agosto de 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. A partir de 1958 ha publicado los poemarios “Volcán y trino”, “Las fronteras de la luz”, “Libertad” (poema escénico), “Sumario del miedo”, “Dopoguerra”, “Ella” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores), “Suma poética”, “Historias del oeste”, “Primera persona”, “Boca a boca: cuaderno del resucitado”, “Thrillers (Historias en “16”)” (finalista en certamen de Casa de las Américas, Cuba), “Bajo continuo”, “Noticia sobre el incendio en la nave mayor”, “Doloratas” (con Carlos Levy), “Cono de sombra y casa de pan”, “Preposiciones y buenos modales” (primer premio en Mérida, España), “Roca viva” (Primer Premio Concurso de Poesía “La Luna Que”), “Cabeza, tronco y extremidades”. En 2010, la Editorial Monte Ávila, de Venezuela, editó “Convocados”, antología de su obra poética. El volumen “Visita guiada” es otra selección de sus textos,  desde 1968 hasta 2012 más algunos inéditos, por él realizada y con prólogo de Ivonne Bordelois (Ediciones Desde la Gente, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2013). Además de ser incluido en numerosas antologías de su país y de Francia, Venezuela, Colombia, Perú y Cuba, colaboró en innumerables diarios y revistas soporte papel, y muestras de su poética es hallable en la Internet. Es uno de los fundadores de la Sociedad de los Poetas Vivos (integrada por Carlos Carbone, Eugenio Mandrini, Santiago Espel, Hugo Toscadaray, Carlos Levy…). Participó en el Programa de Lecturas del Ciclo “Poetas del ‘60”, desarrollado durante 2004 en bares notables, invitado por la Secretaría de Educación del Gobierno de su ciudad. Obtuvo el Primer Premio Municipal en el género poesía, correspondiente al bienio 1998-1999.







          1 – “Nací en un barrio donde el lujo fue un albur…” (primer verso del maravilloso tango “El corazón al sur” de nuestra compatriota Eladia Blázquez; ella se refería a un barrio pobre de la ciudad de Avellaneda, del otro lado del Riachuelo, lindando con la Capital Federal; y nos cedía allí un esbozo sobre su infancia, su entorno familiar, su nostalgia, su devenir). Te transfiero, Marcos, aunque sea en prosa y a vuelapluma la inquietud: “Nací…”

          MS - Nací pegado al Mercado de Abasto: ese universo que define a la época: algo así como el hotel de inmigrantes del trabajo. La polifonía representativa del hervor social -1930-1940-; la infancia o los juegos (que es lo mismo) se desarrolló en un campo de batalla, el escenario mundial de entonces. Jugábamos a la guerra, a la vida y a la muerte. Mamá, la mensajera del incendio europeo, con las cartas cada vez más espaciadas, hasta que cesó. Por entonces, la memoria visual se remonta hasta la mesa de la cocina, ella y yo; el silencio, la noche donde se repetiría la ceremonia de la lectura de ella para los dos. Por eso siento a veces que escribo para ella que leyó por mí. Me nutrió con alimento del mayor valor calórico: Dostoievski, Tolstoi, Puskin, Chejov, Gorki… Oigo su voz todavía, apenas cascada, su dulce afonía. No es posible precisar por qué ventanal ingresó el entusiasmo, el trabajo con la palabra, su necesidad. Sí debo señalar esos encuentros como nacimientos, puntos de partida, fuente de emociones, destino de una travesía ineludible. Marea fatal, forzosa, que se instaló y va conmigo, convive conmigo y completa mi identidad. Si uno no asume esa realidad, no la atiende, padecerá un fatal desvelo como castigo por “incumplimiento del deber de creador”. Mi cabeza no dejó de generar y fraguar imaginerías, invenciones, fantasías que consiguieron se me premie con el título de mentiroso. Ignorancias y confusiones de entonces. Mi ser y mi quehacer asumieron la sobrecarga de la pulsión creativa. Pinté y no prosperó; toqué el violín y tampoco. Cada intentona se derrumbaba ante la ansiedad de la conquista del “absoluto”, lo grande y definitivo. Y las empresas se vieron interferidas por la oleada incontenible del desvelo y la imperiosa proclividad a cantar presente y expresarlo. La provisión materna de literatura convivió con la dura limitación de papá analfabeto. “Suma poética” abre con lo siguiente: “NOTICIA – Papá era analfabeto y durante toda su esforzada vida padeció esa infame condición. Tal vez, de allí, provenía esa veneración, ese como culto reverencial por la palabra impresa. Cierta vez descubrí el faltante de algunos ejemplares de un título que acababa yo de publicar. A mi requisitoria, mamá, no sin previo juramento de reserva, me confesó: ‘Es tu papá que se los lleva al mercado (donde trabajaba), allí los reparte’. Con el tiempo, una de mis más caras aspiraciones, apunta a que cada una de las palabras escritas por mí, acuda al espacio desierto de cada una de las palabras no escritas por él. Ése, tal vez se constituya en el lugar más intenso del encuentro, el del deseo satisfecho, el del consuelo y la reparación; al fin, el de la victoria de la palabra de los dos sobre los hielos del silencio.” Se fueron sucediendo trabajos variados en un contexto de agitado transcurrir. Siempre perturbado por la visita infalible de la pulsión “escribidora”. Como mandato, como fiera hambrienta que nunca abandonó el centro del ring. En el revés del papelerío laboral se apuntaba la idea urgente, una sola palabra espontánea, resumen de una ráfaga emocional o una evocación. Persistía la impronta de construir la “gran sinfonía”, la sonoridad, esa voz, ese tono de cada vocablo, y el ritmo, la marcha musical, la cadencia acosándome (con gusto). Sobre el papel escribo –con pretensión de escritor- pero el dictado proviene del adentro del compositor. La poesía –amante inmortal- actuará como dueña, con rigurosa presencia soberana. Sobre mis veinte años el contacto con el periodismo militante permite que participe con notas y entrevistas. Se destaca –foto mediante- la realizada a Nicolás Guillén. Y fue Raúl González Tuñón quien me condujo hasta el “último de los editores románticos”, como lo denominó a don Manuel Gleizer. El último título de su sello fue mi primer poemario. (Suelo repetir con Julio Rutman, periodista de la provincia de Mendoza, y nieto de Gleizer, que el editor murió por la publicación de mi trabajo…) A esos tiempos corresponde la lectura sembradora y generadora de Vladimir Maiakovsky, Serguéi Esenin, Miguel Hernández, César Vallejo, los chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, Juan L. Ortiz, T. S. Eliot, Whitman, Fernando Pessoa, Eluard, Aragón, Ungaretti, Quasimodo, Eugenio Montale, los norteamericanos. El vértigo aluvional de éstos acompañaron mis años juveniles. Ingreso a la Facultad de Medicina con el sueño de una profesión de entusiasta sentido solidario y el mandato de “mi hijo el Doctor”. Todo se dispone y propone como labor poética central. En la casa del sentimiento conviven la anécdota callejera, el guión doméstico, la expectante mirada sobre el mundo. Con pedido de ubicación preferencial aterriza mi fascinación por el cine, que se me instala e incorpora con inusitada intensidad y seguirá presente en toda mi obra. La pantalla parroquial del barrio me ganó con vigor de fe. El “biógrafo” del barrio con “las de convoy”…





          2 – Aprovechemos la cámara, encendámosla, e improvisá unos acercamientos sin afán cronológico ni exhaustivo, una “panorámica” sobre tus libros y algún apunte de contexto.

          MS - “Las de convoy” me remiten a “Historias del oeste”; la pasión amorosa, no sin alguna incursión atrevida: “Dopoguerra”. Un episodio histórico provoca el poema escénico “Libertad”, representado varias veces y dedicado a don David Álvaro Siqueiros (de quien atesoro carta desde su prisión). Con papeles especiales aparece la carpeta “Las palomas”, ilustrada por Mabel Rubli y con tirada reducida para bibliófilos. Es mientras aparece “Cono de sombra y casa de pan” cuando me integro al Grupo Barrilete, con los poetas Carlos Patiño (1934-2013), Alberto Costa, Horacio Salas, Martín Campos, Rafael Alberto Vásquez, Roberto Santoro (1939; director de la revista  “Barrilete” y detenido-desaparecido en 1977 por la última dictadura cívico-militar), Miguel Ángel Rozzisi, y otros cercanos al Grupo, como Humberto Costantini. Aquello supuso un fuerte compromiso político-cultural. Del que surgió la colección conformada por siete separatas cuyo título fue “Informes”. A través del sello Ediciones El Barrilete aparece “Sumario del miedo”. “Doloratas” es una suerte de oratorio que memora el Holocausto. “Noticia sobre el incendio en la nave mayor” surge desde los cuentos de piratas que le contaba a mi nieto.  “Bajo continuo” se distribuyó acompañando, en un sobre de plástico, una edición de la revista de poesía “La Guacha”, por lo que llegó a unos 2500 lectores. “Cabeza, tronco y extremidades” vale como pago de asignatura pendiente saldada con el médico –yo- que desertó.





          3 -Estoy casi seguro que debo haber leído tu poema escénico “Libertad” …  ¿Cuál es el hecho histórico que provocó su concepción? ¿Quién o quienes lo representaron? Imagino que si lo has dedicado a Siqueiros, gravitará en la obra la figura del gran muralista. ¿Qué te dice en la carta que te envió?

          MS - La carta es de agradecimiento. “Libertad” fue generado a raíz de la detención de él, que parece que había liquidado a un tipo a los tiros. Fue editado por “El Barrilete” y lo representaron los actores Adriana Aizemberg, Hugo Álvarez y Jorge Amosa en la primavera de 1963.





          4 -Me encantaría que nos cuentes sobre una experiencia que conozco desde la excelente edición en C. D.: textos de “Thrillers” que con tu lectura y en contrapunto con el saxo de Sergio Paolucci, se representó en unas cincuenta ocasiones y no sólo en nuestra ciudad. ¿En qué ámbitos se representó, en qué localidades, alguna anécdota?

          MS - Así es: además de dar funciones, la mayoría en nuestra ciudad y en el Gran Buenos Aires, las dimos en las provincias de Mendoza, Córdoba y Tucumán. Un episodio que recuerdo aconteció cuando ofrecimos el espectáculo en la sala central de la Biblioteca Nacional: Paolucci solía entonarse un tantito antes de cada función. Esa vez llegaba la hora de inicio y no apareció sino recién cuando yo ya estaba a punto de suicidio público. De lo más exultante copó el centro del escenario acostándose en el piso, desde donde la emprendió con lo suyo. Los espectadores, sorprendidos, habrán pensado que actuaba. Cuando se puso se pie, lo ovacionaron.





          5 -No ignoro que asististe como invitado a encuentros internacionales de poesía en algunos países. ¿Qué ha caracterizado a cada uno de ellos? ¿Nos precisarías cuáles han sido, en qué años, si hallaste alguna marcada diferencia con los que se realizan en estas pampas…? Si llegaras a colaborar en la organización de uno, ¿qué propondrías? ¿Qué “le faltan” a los festivales?

          MS - Estimo que las motivaciones organizativas son semejantes: auténtico interés cultural y de difusión de una honesta minoría y afán de protagonicidad en el resto (la condición humana, ¿vio?). El festival de mayor peso y nivel en el que participé fue el de Medellín, en junio de 1993. Luego concurrí al de Bogotá, en dos ocasiones. Funcionaba la Casa de Poesía Silva, fundada por Belisario Betancourt (excelente poeta él mismo y ex presidente de Colombia). La Casa estaba dirigida por la poeta María Mercedes Carranza, quien en 2003 llegó a quitarse la vida en la misma habitación donde José Asunción Silva lo había hecho. Ella y yo estuvimos en el Festival de Poesía Internacional de Lima. Impactante resultó el Festival Mundial de Poesía en Caracas, en el Teatro “Carreño” (equivalente a nuestro Teatro “Colón”): lectura individual en un escenario enorme. Además, lecturas en varios estados de Venezuela: conmovedor. Conocí al Nobel caribeño Derek Walcott, de quien me traje un texto con su firma. Los encuentros que se conciben en nuestras pampas, básicamente, conllevan similares virtudes y defectos. ¿Qué propondría yo?: que los organizadores se abstengan de incluirse en la programación. No considero ético que lo hagan. Los festivales carecen de dinamismo, sentido crítico (mirada y oído de espectador / oyente). Debieran ingeniárselas para no mortificar ni aburrir. Imbuirse del cómo juega la imagen y la actuación y operar en consecuencia.





          6 - Atmósfera de homenajes y reconocimientos explícitos o implícitos –y no sólo por tu trayectoria de seis décadas- es la que advertimos alrededor tuyo, desde hace un largo rato, los que estamos atentos.

          MS - Homenajes y reconocimientos sospechosos de avisos de esos que señalan la recta final y que resultan, por lo menos, inquietantes. Con Joaquín Giannuzzi jodíamos: “estamos en lista de espera”. Procuro ubicarme en términos existenciales y soy conciente de ello: prolongar el recorrido con trabajo poético como resistencia, como vital expresión afirmativa.





          7 – Siempre quise preguntarte sobre aquella intervención tuya –creo que única-, sobre los sesentas, como co-adaptador al castellano nuestro, el de los porteños, junto con Jorge Hacker, de “Raíces”, la pieza teatral del prolífico inglés (ahora Sir) Arnold Wesker, que inicia la trilogía que prosigue con “Sopa de pollo” y “La cocina”. Yo fui espectador de las tres (asistía a todos los espectáculos del grupo “Nuevo Teatro” de Pedro Asquini y Alejandra Boero).

          MS - La primera traducción de esa pieza fue en la Argentina a través de Ediciones   Nueva Visión, en 1966. En 1971 salió con el sello del Centro Editor de América Latina. Se representó, con la dirección de Jorge Hacker y actuaciones de Norma Aleandro, Héctor Alterio, Rubens Correa, Alejandra Boero… Tres años en cartel. Eso fue comenzar a bailar con la más linda: “no conveniente”, porque lo que sigue queda por debajo…





          8 – A varias personas –y probablemente no a vos- les he referido lo mucho que me quedó grabado nuestro primer encuentro (fue en el bar “La Ópera”, de la esquina de las avenidas Callao y Corrientes).  Habrá sido alrededor de 1990, días después de recibir yo una carta tuya, manuscrita, en la que me trasmitías tus impresiones tras la lectura de mi primer poemario (yo rondaría mis 45 años), y hasta tus asociaciones con cierto sesgo de uno de tus libros. Fue mi primera verdadera conversación –casi lo juraría- con uno de los poetas que yo más seguía desde mi adolescencia. Todo este prologuito lo instalo para inquirir sobre tus primeros encuentros personales con escritores que más se te hayan grabado. 

          MS - De impacto emocional: con Olga Orozco (también ella había sido invitada a Colombia, pero se negó a concurrir en nombre de no sé qué conjuro que la esperaba para atentar contra ella; en vano –me lo habían encomendado- procuré disuadirla). Con gran placer charlé con Juan L. Ortiz, Raúl González Tuñón, Marco Denevi, Nicolás Olivari (en un cabarute del barrio de La Boca), Leopoldo Marechal (a quien visité con Roberto Santoro). Por teléfono te conté que de jovencito yo me paseaba como novio –presuntuoso, ¿no?- con Lila Guerrero, la notable traductora al español de Vladímir Maiakovsky: ella me introdujo en el mundo social de la literatura. Con Bernardo Ezequiel Koremblit, fallecido en 2010, tuve una especial amistad y profundo afecto. Talentoso como pocos e ingenioso como ninguno: arrancó con la presentación de uno de mis poemarios declarando: yo este libro no lo leí para evitar que influya en mi opinión… ¿Otros?: Sábato había dejado en mi casa una copia del todavía inédito “Informe sobre ciegos” y se me extravió entre tanto papelerío. A Neruda lo conocí donde vivía Margarita Aguirre, su secretaria. Y en Santa Fe, en ocasión de aquel largometraje memorable, “Los inundados”, charlé con Juan José Saer.





          9 – Una noche de abril de 2007, en el hermoso departamento de la recientemente fallecida poeta Graciela Wencelblat, estábamos comiendo, bebiendo y chacoteando, la dueña de casa, nosotros, los escritores Alfredo Palacio, Alicia Grinbank, el venezolano Luis Gilberto Caraballo, Beatriz Shaefer Peña, Roberto Glorioso, el español Antonio Quiroga, Emilce Strucchi y tu hijo Ramiro; yo, después de canturrear un tramo de la milonga “Yo soy Graciela oscura” -letra de Ulises Petit de Murat y música de Astor Piazzola-, te pregunté si habías llegado a tratar a Petit de Murat. Vos hiciste un chiste, tipo “¿qué se creen, que soy tan mayor como para haber conocido a Esteban Echeverría o Florencio Sánchez o Miguel Cané?”, y me quedé sin saber siquiera si te habías cruzado con él. Y bueno, pues: aquí estoy con el  interrogante. Y como también recuerdo que algunos jóvenes poetas de tu generación fueron a visitar a Antonio Porchia, en una época de mucha difusión de sus aforismos, me gustaría saber si lo visitaste y qué recuerdo conservás.

          MS - De Ulises Petit de Murat tengo presente que me contó no pocas intimidades de su amigo Jorge Luis Borges. (Estela Canto, que visitó mi casa –cabe destacar-, jamás me contó nada de su relación con Borges.) A Porchia no llegué a conocerlo: le había enviado uno de mis primeros poemarios y me respondió con manuscritos de sus textos originales –que me dedicó- y que también atesoro. Tanto como cartas manuscritas de Vicente Alexandre y Carlos Fuentes.




         10 – Fuiste uno de los responsables de la colección de poesía Elefante en el Bazar, que a través de ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos promovió certámenes –Concurso Nacional de Poesía “Ramón Plaza”-  y ediciones no sólo de los ganadores de dichos certámenes. ¿Cuáles fueron los objetivos de ese grupo?

          MS - La Sociedad de los Poetas Vivos surge, claro, después de ver el film de Peter Weir con Robin Williams: “La sociedad de los poetas muertos”, decadente y desalentador. Con una práctica político-cultural, el grupo encaró la impresión y difusión de miles de pequeños volantes con poemas breves y ocasionales. El concurso homenaje al poeta Ramón Plaza resultó un acierto: participación masiva y nivel creativo.




         11 -¿Algún suceso que vos consideres que ha incidido muchísimo en tu inmersión en la vida literaria?

          MS -  Uno de los dos que ha sido determinante en mi vida literaria –que es mi única y elegida vida-, es éste: Sobre los ’80 yo llevaba ya varios años como representante de ventas –o como se nos denominaba: corredor- en el rubro textil, con zona de privilegio. Gané suficiente dinero como para convertirme en propietario de varias viviendas y otros bienes. En el ’84, a la salida de un Banco, me asaltaron. Fue muy cruento. Terminé internado con serias lesiones craneanas. La tomografía (“desgracia con suerte” asevera el vulgo) detectó un tumor hipofisario con mal pronóstico. Fui operado durante ocho horas y el postoperatorio demandó quince días en terapia intensiva. La empresa me jubiló por incapacidad y por la tremenda depresión que me invadió. Aspirando a eludir interpretaciones sicologistas de ocasión y sin atribuirme “mano mágica” o fatalismo, sigo creyendo que los acontecimientos tendieron a ubicarme en la centralidad de mi pasión creativa, sobre todo con la poesía. Gracias (vale la ironía) a la depre fui perdiendo los bienes. Al punto de sólo quedarme con mi pequeño departamento, y ninguna otra cuestión más que atender fuera del trabajo poético. Y sin percibirme contrariado, en la medida en que prevalece la satisfacción, tras haber logrado conciliar el ser y el quehacer. Dentro del laburo poético estoy vivo, presente y digno. Fuera de él: huérfano en el desierto.





*




Marcos Silber selecciona para esta entrevista, en 2014, cinco poemas de su autoría:


Un cabello apareció en el lavatorio;
suficiente para interrumpir el inmaculado paisaje,
suficiente para quebrar su casta blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo afligían,
qué pesadumbre lo abatió.
porqué decidió saltar, vaya a saberse.
Allí aparece ahora el moribundo, vencido, entregado.
Pero no se exhibirá más de la cuenta
su ya esmirriado cadáver. Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas  de abismos  sin retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.
 

                                                                          (De “Primera persona”)




*



TRES
 
 

La pelirroja se para en medio de la pista
como en el trono del centro del mundo.
Los hombres susurran y ella lo sabe
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su pelo
después que pone el cielo en el grito:
"el que no se desnuda bajo la lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria  siempre" !...
 

                                                                     (Inédito incluido en “Visita guiada”)


*



LLUVIA

 

La lluvia es Dios.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
 

                                                                                   (Inédito incluido en “Convocados”)


*



 
LA MOJADITA             
                                          
                                                                                               (A la sagrada de su  entrepierna)
 
 
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus caderas;
al pie de los terciopelos del horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del timbre divino;
entonces ocurren olas  de una marea incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me devora.
Lavas nacidas en el centro de la tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y digo:
estamos vivos y esto que sucede es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
 
                                                                       
                                                                            (Inédito incluido en “Convocados”)



*





 
Estampida, fogonazo; los dos dieron en el blanco.
Para que todo se corra, se retire.
Abrió sus ventanas el cielo. Y apareció el Arco Iris.
 Allí, en la noche. En el cielo de la noche.
(Vale, adentro de la caja del sueño).
Vértigo, luego vahído, desarreglo, sismo.
Nada deja de temblar.
Cada algo se asusta, huye, se guarda.
Impasible el Arco. El de la noche.
En el cielo de la noche.
Y continúa fantasmal con luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
(y tiene, no sé...)
Que ocurrió ? Por qué ruta llegó el hechizo?
Se dislocó el destino?
Se le fue la mano a la razón?
(Tomó de más, seguro)
Afónica, la vitrola alumbra el entonces.
No cuenta preguntar: en la noche,
en el cielo de la noche, qué ocurrió?
Se amotinó el sentido?
De todos modos, a quien le importa.
Dejémoslo así.
Estampida hubo y fogonazo.
En la noche. En el cielo de la noche.
Con Arco Iris y luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
( y  tiene, no sé...)

                                                                                          

                                                                                   (Inédito)
 
                                                 





*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Marcos Silber y Rolando Revagliatti, en 2014.

*

*