domingo, 22 de marzo de 2020

Rolando Revagliatti, Cuestionario-Argentina/Marzo de 2020


David Antonio Sorbille responde “En cuestión: un cuestionario” de Rolando Revagliatti


David Antonio Sorbille nació el 10 de febrero de 1950 en Buenos Aires (donde reside), capital de la República Argentina. Ha colaborado en diarios y revistas: “Hojas del Tuerto”, “El Viaje”, “Claves en Diagonal”, “La Iguana”, “Amaru”, “Papirolas”, “Desde Boedo”, “Decires”, “Los Palabradores”, etc. Fue incluido en antologías de poesía, cuentos y ensayos y en volúmenes compartidos: citamos “Poetas del tercer milenio”, “Antología poética libre”, “Tres para todos”, “Poetas sobre poetas”, “Un arte contado”, “Mil poemas a César Vallejo”, “Bardos y desbordes”, “Cuando llegue el momento”, “Antología del lector cómplice”, “Abrazo de voces. Aniversario antológico”, “La mirada de ellos”, “Pan de agua”, “Pasos y horizonte”. Además de otros reconocimientos, obtuvo el Premio Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. A partir de 1999 fueron socializándose sus poemarios “Las huellas del silencio”, “Eternamente”, “Ofrenda lírica”, “Un puente de voces”, “El fusil de trigo”, “Umbral de poesía”, etc., así como sus libros de narrativa breve “Los muros herméticos y otros relatos”, “Los lugares comunes y otros relatos”, “El juicio final y otros relatos”, los volúmenes de ensayo y poesía “Señales de vida”, “Semblanzas recobradas”, los de ensayo “Tributo a nuestro continente”, “Tributo a César Vallejo”, y dos en los que participa con Ricardo Luis Plaul: “Del mágico sombrero” (con su poemario “A mi modo”), y con Sergio Adolfo Sosa: “La guerra olvidada” (con ensayos).


1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

DAS: Mis primeros escritos en la década del ’60; aquellos que dieron lugar a dos libros inéditos: “Los prisioneros del prejuicio” (relatos inspirados en mi lectura de Roberto Arlt) y “El aprendiz de loco” (poemas basados en los Salmos del Rey David, e influenciados por la obra de Vladimiro Maiakovski).


2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

DAS: La lluvia ha sido parte de mis momentos de soledad y disposición a la escritura; no así las tormentas, que siempre me han preocupado por sus secuelas y malos recuerdos de cuando residí en la zona oeste de la provincia de Buenos Aires, allá lejos y hace tiempo. La sangre me perturba al extremo de no poder contemplar nada que tenga que ver con ella. La velocidad me causa vértigo y trato de que no me contamine; y las contrariedades son parte de la vida, y también del acto de escribir. 


3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...

DAS: La respuesta que se me ocurre es la misma en la que pienso al hablar de la concepción poética: la inspiración es un estado del alma, y luego trabajo y más trabajo. Por eso, aprovecho esta pregunta para sostener lo siguiente: La poesía, o al decir de Cesare Pavese, “la nueva realidad que ha sido iluminada”, fue clasificada genéricamente como épica, lírica y didáctica, y sus clásicos ejemplos destacan: “La Ilíada” y “La Odisea” de Homero, las “Odas” de Horacio y “Las Geórgicas” de Virgilio, en donde por caminos diversos encontramos narrativa, sensibilidad y enseñanza en función de una admirable unidad orgánica. Ese antecedente es absolutamente válido para todas las obras posteriores, y las podemos sintetizar en la genial “Divina Comedia” de Dante Alighieri. Pero, la característica perceptiva de la poesía adquiere determinados signos estilísticos que logran revitalizarla de acuerdo a las exigencias de las distintas épocas. Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Walt Whitman, Guillaume Apollinaire, Maiakovski, Ezra Pound, T. S. Eliot, William Butler Yeats, Antonio Machado, Rubén Darío, Federico García Lorca, César Vallejo, Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, son algunos nombres que fueron promoviendo universalmente la vigencia incuestionable del arte poético. En ese camino extraordinario, el lenguaje cotidiano incorpora su propia revolución y el verso libre rescata la versatilidad contemporánea. La semilla es la palabra, pero el valor de la poesía, es necesario recordar, está inmerso en la renovación de las formas, y su razón de ser corresponde a la belleza, que siempre vendrá por nosotros.


4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

DAS: Aunque me cuesta separar la obra del artista de sus avatares, destaco al escritor estadounidense Henry Miller y al militar y escritor británico Thomas Edward Lawrence, entre otros.


5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

DAS: Suelo reiterar dos: “El que no tiene cabeza para prever, debe tener espaldas para aguantar” (Juan Domingo Perón) y “La resignación requiere carácter” (Goethe).


6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

DAS: Me impactan las obras monumentales de Miguel Ángel, las sinfonías de Beethoven, los conciertos para piano de Brahms, el film “Matar a un ruiseñor” de Robert Mulligan, algunas novelas de Faulkner, la poética de Juan L. Ortiz y Juan Gelman, entre otros.


7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria o no de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

DAS: En algún rincón de la memoria tengo atesorado el primer encuentro con Ernesto Goldar [1940-2011]. Fue en una librería de la avenida Corrientes cuando tuve la ocasión de adquirir su libro de ensayos “El peronismo en la literatura argentina”. En ese texto elaborado con el rigor analítico que lo caracterizaba, sentí que Ernesto estiraba su mano para estrechar la mía, más allá de la presencia física que tuvo lugar años después. En efecto, cuando lo conocí personalmente en la Sociedad Argentina de Escritores, él estaba entre los asistentes de la reunión del grupo AERA, conducida por Alejandro Drewes y Silvia Long-Ohni. En esa oportunidad leí una serie de poemas que concluyeron con el dedicado a Gelman. Al concluir, Ernesto se me acercó y me estrechó esa mano que había quedado pendiente desde el primero de sus libros que tuve el placer de leer. Desde entonces, era muy común encontrarnos en distintas veladas donde hacía honor a su amistad, al intercambio de ideas políticas y sociales afines, y a ese fervor que compartíamos por la poesía. Su fascinante personalidad y sus profundas convicciones nos permitía disfrutar de sus exposiciones, virtuosas por su conocimiento y precisión. Ernesto era un verdadero compañero de ruta que nos brindaba su cariño y su sabiduría. En cada uno de los lugares que frecuentó, su imagen ha quedado grabada para siempre.


8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

DAS: Memoria.


9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

DAS: La rutina de las reuniones de cualquier tipo donde parece que nada cambia, como el agua estancada.


10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

DAS: No creo en la perfección, sino en el acto de concebir y trabajar en lo que uno cree.


11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

DAS: Me indigna la impunidad, el cinismo y la violencia enmascarada en tiempos de pos verdad.


12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

DAS: Una foto de mi niñez en la que estaba con mis padres y mi hermana menor que yo con el fondo de la Basílica de Luján.


13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

DAS: Me hubiera gustado conocer a Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal, Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, y estar incluido en alguno de sus escritos.


14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

DAS: Son todas facetas de la misma vida, y como tales nos van marcando. Antes no sabía que eran imposibles de evitar las que afectaban y celebro las que me impulsan o le dan sentido a mi existencia.


15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

DAS: Al Enrique Santos Discépolo de “Mordisquito”, su personaje radial; los monólogos televisivos de Tato Bores y los del negro Roberto Fontanarrosa. 


16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

DAS: No reparo en superficialidades, y sí en cambio en aportes o ideas que sumen a un intercambio dialógico que tenga en lo humanístico la razón de las apreciaciones que valoro.


17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

DAS: Me acostumbré a tratar a las personas más allá de sus preferencias o ideologías, pero respeto especialmente a las que dignifican la palabra y los sentimientos sinceros. Me fastidia la estupidez de los soberbios. 


18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

DAS: Creo que es una sentencia histórica, pero tenemos la obligación de trabajar desde cualquier lugar que ocupemos para superarla. 


19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

DAS: Jesús, Ludwig van Beethoven, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Eva Perón, y muchos más. 


20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

DAS: Celebro el ingenio de la gente, artistas o no, y que me hagan reír con inteligencia, por ejemplo, el humor de Les Luthiers.


21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

DAS: La vida nos sorprende en varios aspectos y de todos ellos extraemos la sabiduría para seguir el camino. Parece una frase hecha, pero con los años descubrí su certeza.


22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

DAS: Establecí una relación a partir del aprendizaje constante y con la predisposición a sumar experiencia en todos los casos.


23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc. — calificarías de “insufribles”?

DAS: Todo lo vinculado con la banalidad en cualquier aspecto.


24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

DAS: El barrio de Villa Devoto donde pase mi infancia; y el de Villa del Parque porque fue el de mi trabajo y el hogar de mis primeros años de matrimonio.


25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

DAS: Intentaré una reescritura de un texto propio.

“Hoy he vuelto a la ciudad, caminé por sus calles, recorrí sus límites y sus bares, crucé la nueva plaza y visité a la otra por azar, esa gran extensión de tierra, bosque y pensamiento que alberga un refugio de jubilados al lado de la iglesia, y por un momento, regresé sobre mis pasos y reconocí al inexistente Instituto Frenopático, con sus siete hectáreas y media de terreno alto y fértil, con sus trece pabellones en orden disperso entre jardines y un parque bien cultivado entre las miniaturas de yeso. Aquellas imágenes que revivió mi memoria, ahora significaban esta nueva visión convertida en arcilla de la historia y, como ese hombre que, al borde del lago, en la profundidad misma del agua clara, encuentra la respuesta a un estado del alma, intento, casi con obstinación, hacer un puente entre el pasado y el presente, que abre mis ojos y me impulsa a superar el sufrimiento que danza en una ceremonia desafiando a la muerte. Por eso, no puedo hacerme el distraído en el momento del crepúsculo. Detrás de las horas dispersas surge el deseo de trascender en un gesto cargado de autenticidad. Escribo, mientras tanto, en el viento de la lengua. Un vuelo de pájaros cruza el espacio. Observo a los personajes de relatos no escritos. Sufro con sus conflictos. Me alegra, también, la sonrisa abierta cuando el herrero, el albañil, la dueña del bazar, el plomero, el médico, la modista, el carpintero, la vendedora de flores, transforman el sacrificio de la dura realidad que nos golpea. Es poco, pero es la única manera que tengo para responder al desajuste de esta breve ansiedad por lo espontáneo. Lo difícil sería abandonarnos, renunciar a todo. Ahora sólo pienso en el retorno a mi hogar y, tal vez, como Peter Handke: “seguir elaborando la más fugaz de las materias, tu aliento”.”


26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...

DAS: En la estupidez humana.


27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

DAS: Cuando se habla del “otro” estamos estableciendo un vínculo que supera toda distancia y es en lo que creo y así actúo. 


28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

DAS: Al principio me produce una cierta impotencia, pero luego se disipa en la medida en que conozco las falencias humanas.


29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

DAS: A mis padres; al doctor René Favaloro; a José Gervasio Artigas; a los héroes y mártires de todos los pueblos en lucha por la liberación.


30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

DAS: Mis pasiones se fueron revelando en la medida que me iba conociendo y relacionando con el semejante. La interacción es mi verdadera pasión. 


31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

DAS: No me gusta dar nombres, pero se me ocurren muchos de la farándula y los que promocionan las editoriales sin tener en cuenta la calidad del escritor. 


32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

DAS: El amor es la suma de contrarios, y en esa fórmula está la virtud.


33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

DAS: Cualquiera de esos momentos, especialmente cuando escribo.


34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

DAS: 1. César Vallejo, William Faulkner, Rodolfo Walsh, Xul Solar.
2. Fédor Dostoievsky, Juan Gelman, Juan L. Ortiz, Osvaldo Pugliese.
3. Atahualpa Yupanqui, Olga Orozco, Charles Chaplin, Paul Muni.


35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

DAS: Alfil en avance por las diagonales del saber; Torre en la misma proporción por los límites del tablero; Caballo para esquivar las malas ondas y asegurar el movimiento del resto; y así la Reina, los peones y la pretendida astucia en los desplazamientos del Rey para evitar o superar contratiempos.


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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, David Antonio Sorbille y Rolando Revagliatti, noviembre 2019.





Rolando Revagliatti, Entrevista-Argentina/Marzo de 2020



Ricardo Costa: sus respuestas y poemas

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti


Ricardo Costa nació el 2 de diciembre de 1958 en la ciudad de Buenos Aires, República Argentina, y reside en la ciudad de Neuquén, capital de la provincia homónima. Cursó la carrera de Letras en la Universidad Nacional del Comahue. Fue Director del Instituto de Formación Docente Nº 9, “Paulo Freire”, de la ciudad de Centenario, Neuquén, en el lapso 2001-2013. Entre otros reconocimientos, obtuvo el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes 1998, el Primer Premio II Concurso Nacional de Poesía “Javier Adúriz” 2012, el Premio Internacional de Poesía “Macedonio Palomino” para obra publicada por su “Mundo crudo: Patagonia satori”, en México, 2008. Fue incluido, por ejemplo, en las antologías “Poesía neuquina de los 90” (1996), “Poetas 2” (1999), “Abrazo austral. Poesía del sur de Argentina y Chile” (2000), “InSURgentes” (2005), “Poesía en tierra” (2005), “Antología de poesía de la Patagonia” (Málaga, España, 2006), “Poesía de pensamiento” (Madrid, España, 2015). En 2007 editó el ensayo “Un referente fundacional”, y en 2011 la novela “Fauna terca”, ambos libros a través del sello El Suri Porfiado. Publicó los poemarios “Casa mordaza” (1990), “Homo dixit” (1993), “Teatro teorema” (1996), “Danza curva” (1999), “Veda negra” (2001; Tercer Premio Concurso Iberoamericano de Poesía Neruda, en Temuco, Chile, 2000), “Mundo crudo: Patagonia satori” (2005) y “Fenómeno natural” (2012). Por último, y con prólogo de Sergio De Matteo, aparece “Crónica menor (antología mezquina)” en 2015.



          1 — Te propongo algunos trazos de tu “fundación” en Buenos Aires.

          RC — De ascendencia italiana (calabresa y genovesa), nací en el límite entre los sureños barrios de Pompeya y Boedo, a ocho cuadras del histórico y ya desaparecido estadio de fútbol San Lorenzo de Almagro. Pero a los catorce años conocí el que más tarde sería mi lugar en el mundo: Neuquén. Por lo tanto, soy porteño de nacimiento y patagónico por adopción. A comienzos de los ’70, un amigo-hermano de mi viejo emigró hacia aquellas latitudes, empujado más por una opción de vida que por las posibilidades laborales que ofrecía aquella provincia. Desde entonces, los viajes a la Patagonia se hicieron frecuentes. Como consecuencia de ello, mi adolescencia fue felizmente invadida por el pulso utópico que generaba esa geografía y, desde luego, por el placer que provocaba el hecho de descubrir un mundo, otro, a través de la literatura. Vale decir que el universo que giraba en mi imaginario estaba signado por el paisaje patagónico y por los destellos de una poética reveladora.
          De todos modos, lo que decodificó en palabra escrita el lenguaje contenido en ese universo fue la experiencia amorosa. Cartas de amor y poemas rimados (cursis, muy cursis) fueron sucediéndose unos a otros; lo que motivó la búsqueda frenética de nuevos autores y de lecturas que fueran cómplices de lo que procuraba alcanzar. Luego, el golpe militar de 1976, más la traumática experiencia de padecer el servicio militar durante los años 1977 y 1978, fue lo que me decidió a dejar Buenos Aires y radicarme en la Patagonia. Tenía que huir —y debía hacerlo— del acechante terror que imperaba a manos de la junta militar. De todos modos, no pude hasta 1982, luego de la guerra de Malvinas.


          2 — Y ahora, entonces, unos trazos de ese después.

          RC — En aquellos años de reconstrucción identitaria, fundamentalmente durante la primavera democrática de los ’80, la movida cultural que fue dándose en Neuquén —mediante la conformación de grupos artísticos— ayudó a enriquecer la propia experiencia poética y a socializar lo que la palabra iba gestando en cada uno de nosotros. Hablo del grupo “Poesía en Trámite”; colectivo conformado por poetas provenientes de diversas provincias y de inmigrantes de países limítrofes, que, además de realizar recitales abiertos, funcionaba como una suerte de grupo de autoaprendizaje, debate y actualización poética. De manera que, y estimulado por un vivificante reverdecer expresivo, quise ir más allá de las posibilidades materiales que limitaba el contexto. Así, en agosto de 1988, tuve la fortuna de conocer a esa maravilla de persona que fue José Luis Mangieri, editor del legendario sello La Rosa Blindada y del también pujante Libros de Tierra Firme; ser excepcional que supo darme el estímulo final para que me consagrara al fervor por la escritura. Sucedió en el marco de un encuentro nacional que tenía por objeto celebrar la vuelta de Juan Gelman —por sólo unos días— a la Argentina. Además, el acontecimiento en cuestión permitió entablar contacto con grupos y poetas de todo el país. De allí en adelante, la comunicación con estos nuevos compañeros de ruta, los viajes y las primeras publicaciones en revistas de la época, bosquejaron los bordes de un horizonte de vida que fue afianzándose día a día. En 1990, y gracias a un premio regional, publiqué “Casa mordaza” (Libros de Tierra Firme). A éste le siguieron, en la misma editorial, “Homo dixit” y “Teatro teorema” (Premio Fundación Antorchas). Pero es con “Danza curva” que fundo los primeros registros de una voz poética propia. Como resultado de este reconocimiento, cumplo el sueño de viajar a Italia y conocer Giffone (pueblo natal de mi abuelo) y Polistena, ciudad calabresa donde en la actualidad residen tíos, primos y sobrinos. Es decir que el oculto misterio de la poesía desencadenó aquel “mito del eterno retorno”; el que, en este caso, completó a través de mi persona esa vuelta que quedó trunca en los deseos de mi abuelo.
          No obstante, la ruta poética que va trazando el compromiso literario, también voy abocándome con especial atención a la formación de lectores y a la difusión del lenguaje poético en el aula. Por lo tanto, la enseñanza, la capacitación docente y el rigor de la escritura van conviviendo en una creciente labor por llevar la creación literaria a todos los ámbitos posibles. Claro que la pasión por la escritura domina las riendas de la voluntad. De hecho, lo producido va tomando identidad a través de nuevas obras.
          Digo que vivo “entre la enseñanza y el aprendizaje” porque es esta fórmula la que permite embriagarme en la luz poética que ofrece el mundo. Tomarla es poder ver el comienzo de un camino que conduce al horizonte anhelado. Por ello, desde hace diez años coordino y llevo adelante el proyecto “Formar Escritores para Formar Lectores” (Taller marginal de creación literaria para docentes); placer y pasión por la enseñanza que no pierde ni un gramo de entrega motivacional, respecto de mi compromiso con la palabra. Desconozco qué nuevos desvíos o contratiempos depararán ambos horizontes, pero se trata de un camino al fin, y eso es lo que importa por el momento: intuir la primera línea de un poema para desear el resto.


          3 — El prologuista de tu antología personal destaca tu preferencia de utilizar dos palabras en los títulos de tus libros (y los títulos de los poemas que has incluido allí de tus dos últimos poemarios, también constan de dos palabras).

          RC — Sucede que siento la conjunción sustantivo-adjetivo como la fórmula ideal para interpretar una síntesis poética. Tal vez el hecho de articular dos elementos tan significativos como los elegidos, y no más de dos, sea suficiente para prestarle armonía al título de un libro. Recuerdo el impacto que me provocó “Tabla rasa”, una de las obras más bellas que creó ese exquisito poeta que fue Jorge García Sabal. Desde el título hasta cada uno de sus poemas, aquel libro gozaba de contundencia, de perfecto equilibrio. Hago mención de ello porque es la primera imagen que me viene a la mente. Pero, resumiendo, me hallo gratamente tentado a sostener ese equilibrio. Es más, acabo de terminar un nuevo poemario que lleva por título “Golpe manco”.


          4 — ¿De qué trata “Un referente fundacional”? ¿Hay algún otro libro de ensayo que preveas publicar?

          RC — “Un referente…” surge como resultado de un trabajo de investigación. En él recojo lo acontecido con las Letras neuquinas entre 1981 y 2005, debido a que, hasta ese entonces, esos veinticinco años representaban el período más fértil y productivo de la literatura local. Allí se da una transformación socio-cultural impresionante, la que devino como efecto del detonante demográfico de principios de los ‘80 y de la traumática degradación social que provocó la crisis del nuevo siglo (en particular, la tristemente recordada de 2001-2002). Durante esa etapa se manifestó, no sólo en Neuquén, sino en todas las provincias patagónicas, un vertiginoso desarrollo del capital literario, abonado en sus comienzos por un imaginario colectivo de marcada orientación utópica y fundacional, pero esencialmente motivado por un espíritu “cimarrón”; término acuñado por el poeta y periodista Gerardo Burton. Lamentablemente, ese dinámico capital literario: grupos auto gestionados, recitales abiertos, difusión radial, narradores, dramaturgos, poetas, publicaciones, nuevos sellos editoriales, espacios académicos dedicados a la producción literaria regional, gestión de encuentros y festivales, etc., no se ha transferido al campo educativo. Es decir que el eje planteado por este ensayo focaliza no sólo el despegue y crecimiento del capital literario, sino que apunta al déficit que existe en el espacio áulico, respecto de la obra producida por escritores locales.
          En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, la respuesta es afirmativa, ya que finalicé un nuevo trabajo de investigación, el cual responde a la temática que vengo desarrollando en el plano de capacitación docente. Doy por hecho que el título es más que elocuente: “Formar escritores para formar lectores. El lenguaje poético en el aula”.


          5 — ¿Y “Fauna terca”? ¿Cómo está estructurada? ¿Hay alguna otra novela que preveas publicar? ¿Escribiste, escribís cuentos y relatos?

          RC — Si tuviese que elegir uno de los momentos más tortuosos y terribles de mi vida, a excepción de aquellos que tienen que ver con pérdidas de seres queridos, sin duda pongo de relieve el servicio militar. Padecí ese infierno entre los años 1977 y 1978. Los peores del régimen dictatorial. Una experiencia traumática, denigrante y de violencia macabra. Siempre supe que algún día escribiría sobre ello. Pero sólo pude hacerlo treinta años después; una vez que elaboré los duelos debidos y edifiqué defensas suficientes como para poder volcar en palabras lo vivido. “Fauna terca” ofrece una mirada cruda sobre la dictadura, pero enfocada desde el interior profundo de la Patagonia. La trama concatena cincuenta años (1958-2008) de historia argentina, relatada mediante la polifonía de personajes que habitan San Agustín, el pueblo precordillerano donde transcurre la novela. Si bien no es un testimonio biográfico, sí carga con un potencial ficcional que se atiene a hechos literales de aquellos años de plomo. Una experiencia ardua, para nada libre y epifánica como podría ser la creación de un poema. Pero, con todo, la narrativa cuenta con otros tiempos y otras estrategias que también maravillan al momento de componer mundos posibles.
          Siguiendo con tu pregunta, sí, terminé la saga de esta novela, la cual lleva por título “Todos tus huesos apuntan al cielo”. Una forma de dar protagonismo a personajes secundarios de “Fauna terca”, que cargan con un potencial de vida que no podía dejar de lado y que articulan pasado y presente a través de una mirada alternativa, a la distancia de lo sucedido en los ‘70.
          Respecto de la cuentística y el relato, no, no he experimentado esos géneros. Pero no descarto nada. Habrá que ver qué cartas juega el destino. O, simplemente, la necesidad de poetizar el mundo mediante otras formas.


          6 — Hace unos diez años, en una estancia —“Los Talas”— de la provincia de Buenos Aires, establecida en 1824, en cuya biblioteca se conservan, por ejemplo, códices medievales del siglo XIII, participaste con otros poetas de un encuentro informal de lecturas.

          RC — Es así. Compartimos juntos aquella jornada, Eugenio Mandrini, Leonardo Gherner, Horacio Marino, Laura Yasán, Samuel Bossini, Jorge Boccanera, Pablo Anadón, Alejandro Archain, Emilce Strucchi, Carlos Juárez Aldazábal, Carlos Surghi, el ya fallecido poeta y periodista Roberto Díaz… Fue una experiencia riquísima, la cual espero poder repetir en un nuevo espacio rural. La complicidad que otorgan las voces, la naturaleza, la historia, las joyas bibliográficas y la sana complicidad entre poetas logra un clima y una atmósfera de comunión incomparable. Me gusta pensar que es allí donde se revela el verdadero espíritu poético. No tanto en la palabra impresa o en la lectura misma, sino en esa constelación de energía que se entrecruza entre los elementos convocados y que, al final del día, nos devuelve más luminosos, un poco más sabios y en armonía con nosotros mismos.


          7 — A la hora de escribir, ¿de qué proclividad o tendencia te cuidás más?

          RC — Si tu pregunta refiere a la rigurosidad con que encaro la escritura, obviamente, trato de no repetirme, de no contaminarme con cadencias o giros falsos, de no caer en lugares comunes, de no adjetivar por demás y, sobre todo, de no hacerlo al margen de la sensibilidad.


          8 — ¿Coincidís con Nicanor Parra cuando afirma que Rubén Darío “fue un poeta alienado dentro de una sociedad alienada. Darío ofrecía un estupefaciente al lector. El antipoeta le arroja un balde de agua fría.”?

          RC — ¿Qué difícil es batirse con un antipoeta, no? Como tal, existe sólo uno y no hay forma de discutir principios si no es con sus mismas armas. Pero como don Nicanor es un ejemplar único, magnífico e inimitable, sería una falta de respeto arrogarse semejante atrevimiento. Perderíamos la batalla sin atenuantes. Pero claro que sí, que un oportuno baldazo de agua fría no le viene mal a ningún lector. Hasta me atrevería a decir que es una estrategia pedagógica recomendada, en ese caso, claro. Ahora, Darío también fue único y revolucionó el lenguaje poético desde un lugar del mundo impensado para la época. Dentro del contexto alienado que alude Parra, la poesía dariana fue esencial para que, luego, las vanguardias latinoamericanas rompieran con ese encorsetado romántico y abonaran un terreno que logró maravillas para la literatura hispanoamericana. Desde Vallejo hasta Oliverio Girondo, pasando por el “negro” Celedonio Flores o el mismo Vicente Huidobro, necesitaron que dicho precedente hiciera lo suyo para que los sucesores alcanzaran la altura que hoy bien se merecen. Vale la pena capitalizar lo saludable que se registra entre el estupefaciente y el baldazo de agua fría. Y digo que vale porque todo suma al final del viaje.


          9 — ¿Cuáles advertís que han sido los poetas clásicos y modernos que te marcaron?

          RC — Sin duda ni temor a equivocarme, César Vallejo es el primero y con letras doradas que me marcó a fuego. Junto con él, y sin compartir el género, acompañan Juan Rulfo y Dostoievsky. Y pegadito a éstos, enormes poetas como Quevedo, Rimbaud, Raúl González Tuñón, Gelman, Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño, Gonzalo Rojas, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, muchos, muchísimos de los que ya no están físicamente y siguen vivos en relecturas. Respecto de los contemporáneos/as y compañeros/as de ruta, me excuso de mencionarlos porque, seguramente, me olvidaría de alguno/a, y ello no sería justo. Sin embargo, quiero nombrar a dos que valoro sobremanera. Uno es el italiano Valerio Magrelli, y el otro, el ecuatoriano Edwin Madrid, a quienes leo con profundo placer y no dejan de embellecer su obra cada vez que abro sus libros.


          10 — ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

          RC — De maravillas con todos los fenómenos climáticos. Más aún cuando acontecen sin previo aviso. Como el hecho de despertarse y advertir que el cielo estrellado de la noche anterior es, al día siguiente, un paisaje que se cubre bajo una nevada mágica. El espasmódico centelleo de una tormenta eléctrica de verano. La plenitud del mediodía estival sobre un lago. Un lenguaje que revela el humor del mundo. La excepción la marcaría el viento. No hay cómo combatirlo. Afecta el ánimo. Apaga las voces. No me gusta. Es un castigador que raspa la alegría.
          La sangre, metaforizada en un verso, ofrece visiones sorprendentes en el imaginario. En los hechos traumáticos de la vida, la soporto, supero su impertinencia. Pero me remite de inmediato a los años de la dictadura. No logro evitar esa asociación.
          La velocidad, como un excelente contendiente de la desidia y de la indiferencia. Me sumo a ella.
          Las contrariedades… Bueno, es una constante que obliga a no dar nada por seguro hasta que sucede.


          11 — ¿Cómo ha sido el proceso de escritura del texto que da título al libro “Fenómeno natural”?

          RC — Tengo la sensación de que siempre estoy escribiendo el mismo libro y un único poema; pausado por los años y por el trastocamiento de valores y afectos. Ahora, lo particular de cada uno es que, generalmente, uno de los poemas es el que dispara el título del libro. En el caso de “Fenómeno natural”, el texto surge de una experiencia…
climática, vamos a decir. Una tarde de octubre, mes por demás ventoso en la Patagonia, tuve que dictar un taller en una escuela primaria, ubicada en un barrio marginal de la ciudad de Neuquén. Típico vecindario con calles de tierra, descampados, y recostado contra la barda (suerte de meseta árida). Ese día preferí tomar un camino alternativo, casi una huella que bordea por lo alto. Y en un punto del camino, hacia abajo, en un cañadón desértico, observé una casita construida por maderas y chapas, aguantando el ventarrón de frío y tierra que se abatía contra las cuatro paredes. Casi que se me antojaba pronosticar que tal chaperío, pronto, sería descuartizado por una ráfaga. De pronto, la puerta se abre y una nenita sale al temporal, apenas para rescatar a un pollito y guarecerse con él por detrás de la casa, debajo del piletón de lavar. Imagen por demás suficiente para que el poema tome forma por sí solo y procure, a pesar de la violencia del mal tiempo, componer una experiencia amorosa.


          12 — Releo las palabras que acompañan la dedicatoria de “Veda negra” y me conmuevo. Los destinatarios son Paula, Sabina, Lucio y Alejo.

          RC — Se trata de mis hijos. A ellos va dedicado ese libro. Cuando escribí “Veda negra” atravesaba un momento de mucha confusión; afectiva, profesional y existencial. Estaba realmente triste y frustrado en muchos aspectos. De manera que lo que volqué en cada página llevaba parte de mi encarnadura, de las lágrimas, temores, angustias, y también fuertes pasiones que me sacudían mal. Por entonces, mis chicos eran pequeños. Pero sabía que el paso del tiempo se encargaría de brindarles la luz necesaria para que, llegado el momento, esa voz fuera suya y pudieran escuchar las palabras de ese padre que se parapetaba tras el poeta. Un libro escrito para el futuro. Un mensaje de vida en clave de poesía. Veremos si estoy en pie para cuando llegue el momento.


          13 — ¿Acordarías con el poeta Juano Villafañe en que “Todas las vanguardias del siglo XX han sido determinantes en la transformación poética por diversos motivos” y que “Quizás el surrealismo sea el movimiento que más ha impactado en la historia de la poesía”?
          RC — Acuerdo con ambas posturas, desde luego. El hecho de asumir una actitud vanguardista significa avanzar por sobre toda convención prescriptiva y, fundamentalmente, experimentar a partir de lo que va descomponiendo ese mismo movimiento. Pero no sólo la ruptura es lo que prevalece, sino que, valiéndose de esa desfragmentación, la idea es re-construir y re-configurar la realidad a través de nuevos lenguajes. Ahora bien, ¿cabría discutir el concepto estético en este caso, o sólo el atrevimiento de irrumpir lo estructurado para lograr una forma nueva es la esencia de la vanguardia? Basta poner de relieve lo que significó el surrealismo (como merecido cachetazo cultural a la postguerra), para dar a luz una mirada revolucionaria, en favor del lenguaje poético.

          14 — Un sueño cumplido: viajaste a Italia. ¿Y otros a cumplir…?
          RC — Respecto de lo que rumorea la pasión por la palabra escrita, me gustaría alcanzar las orillas del próximo libro y que, como hasta el momento, sea la piedra de toque que me permita seguir viajando. No solo fronteras afuera. Todo viaje es bienvenido y aleccionador por sobre cualquier otra enseñanza. Los libros, además del capital cultural que ellos mismos representan, me han servido como excusa para recorrer una buena distancia geográfica. Pero los sueños más anhelados van más allá de mí. Se despegan y abrazan los deseos que impulso en favor de quienes amo. Mis hijos y mis hijas, por sobre todas las cosas. Parece una frase hecha o impostada si digo que los siento como una proyección de éste mortal que encarno. Pero es así con todo el peso que ello significa. Los siento como una proyección mía; deseando que superen todo “lo poco de lo mucho” que desee para este que soy.

          15 — ¿Tortuga gigante, oruga, anguila eléctrica, rinoceronte o tigre de Bengala blanco?...
          RC — El imaginario bengalí me puede por sobre las otras opciones. Un tigre, desde luego.

          16 — ¿Los recuerdos de la infancia son engañosos? ¿Los tuyos lo son?

          RC — Para nada. Bueno, no en mi caso. Guardo recuerdos infantiles que gozan de envidiable salud. Poseo memoria fotográfica y diacrónica. Por sobre todas las cosas, plenas de felicidad. Hasta los doce años viví en una antigua casa de Almagro. De esas con zaguán, puerta cancel, pasillo con piezas que daban al patio y macetones con malvones. Música de tango —siempre— y tranvía pasando por la calle Medrano. Mis viejos, abuelos y tíos, ya que todos compartíamos la misma vivienda, la peleaban día a día para traer un mango a la casa. No nos sobraba nada. Pero tampoco nos faltaba nada. El tinenti, el fútbol callejero, las comilonas de los domingos, todo el folklore barrial era una fiesta. Bello y fiestero pasado que destaco como una fortaleza que aún empuja para no dejar de mirar al frente.


          17 — En lo que concierne a la crítica literaria, ¿cuáles —y no apunto solamente a los actuales— son aquellos ensayistas que más valorás?

          RC — Si comienzo por Aristóteles y su “Poética”, y continúo hasta el presente, la nómina sería demasiado extensa. Pero si me permitís tomar como punto de partida el siglo pasado, los latinoamericanos coparían la parada. Así, “sobre el pucho”, pienso en Jorge Luis Borges, en Américo Ferrari, en Juan José Saer, en Noe Jitrik, en José María Arguedas, en Hugo Verani, en Ángel Rama, en Octavio Paz, en Josefina Ludmer, en Alicia Genovese, en mi maestra: Irma Cuña, y muchos más. Variopinta la selección, ¿no? Pero también quiero poner énfasis en algunos congeneracionales que bien merecen ser sumados a la partida. Jorge Boccanera, por ejemplo: grandísimo poeta, al que destaco como prolífico ensayista. Ser humano que admiro por sobre el artista. Principalmente por el vasto y meticuloso conocimiento que tiene del universo poético latinoamericano. Al margen del notable trabajo que ha llevado a cabo con la obra de Juan Gelman, sus publicaciones nos permiten conocer autores que, tal vez, en los escritos de otros estudiosos no los hallaríamos.
          A la par de Boccanera, otro de mis predilectos es Sergio De Matteo: escritor e intelectual brillante. Uno de los ensayistas y conocedores del panorama poético argentino más apasionados que conozco. Talentoso y perseverante en la materia. Jugado y quirúrgico a la hora de aplicar una mirada crítica (¡ojo!, digo crítica, no criticona), cuando de análisis literario se trata. Disfruto mucho al leerlo porque además de contagiar entusiasmo aporta esa cuota de conocimiento que ayuda a ver más allá de lo que el discurso trama. Y como para triangular el conjunto, no quiero olvidarme de Osvaldo Picardo. Fino, finísimo estudioso del tema. Un esmerado especialista que aporta, en cada una de sus intervenciones, un caudal teórico de alta factura. Chapeau a todos ellos.


          18 — A la luz de tu experiencia como lector y como narrador: ¿de qué características o ingredientes o circunstancias no debe carecer una novela? ¿Hay novelas (¿cuáles?) que valores, aunque te hayan dejado indiferente?

          RC — Lo que pasa es que cuando leo no puedo sustraerme al potencial poético que promete el libro que tengo entre manos. Parto de ese principio para ponerme en situación. Pero en el caso de la narrativa, tomo muy en cuenta la alteración sintáctica que plantea la trama; el juego cómplice que invita al lector a formar parte de ese complot. Como también lo que no se “dice” literalmente en la historia. Me gusta la sutileza, lo que se sugiere entre líneas, pero no se muestra en el discurso. Y al mismo tiempo, la espontaneidad de lo mínimo e indispensable, de lo frontal, pero sin toques retóricos recargados. Cité con anterioridad a Juan Rulfo, un ENORME poeta de la novelística latinoamericana. Pero también Antonio Di Benedetto, Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Las grandes plumas de la Patria Grande abonan esa manera de volver maravilloso lo que disimula la cotidianeidad. Y ahí está la poética del asunto. No descubro nada con lo que digo, pero me gusta detenerme en estos aspectos cuando pienso en los “ingredientes” que no deben faltar en una novela.
          ¿Libros que valoro, aunque me hayan dejado indiferente?... Sí, “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust, es uno de ellos. Una obra mo-nu-men-tal pero que no llegó a conmoverme. Algo parecido me pasó con André Gide. Reitero y tomo lo que formulás en tu pregunta: son obras de alta factura pero que, en mi caso, no generaron impacto emocional.


          19 — “Es muy probable que los premios literarios hayan sido creados por algún demiurgo sarcástico para subrayar la carcajada con que el tiempo se venga de las certidumbres. En todo caso, los premios sirven para otear desde ellos el panorama, y, avergonzado, uno se pregunta cómo es posible que, lo que hoy parece tan evidente, ayer pudo parecer siquiera dudoso.” Así comienza el prólogo que el chileno José Donoso concibiera para la novela “El astillero” del uruguayo Juan Carlos Onetti. ¿Qué te generan esas líneas introductorias?...

          RC — Los intríngulis y suspicacias que arremeten desde las sombras de los premios literarios existieron, existen y existirán siempre. Pero como bien traés a colación a través de las palabras de Donoso, el tiempo —ese inefable juez todopoderoso— es quien determina a la larga qué obra trasciende por su legítimo valor literario y no por un circunstancial acuerdo de jurados. Tomemos en cuenta que los libros más reconocidos de la literatura universal trascendieron más allá de los premios. Por ejemplo, el “Martín Fierro”, sin ir más lejos. O “Don Quijote de la Mancha”. O la poesía barroca de Luis de Góngora, revalorizada trecientos años después gracias a la generación del ‘27. Los premios, cuando son lanzados con el afán de descubrir valores y promover obras dignas de difusión, son saludables y bienvenidos. De hecho, cientos, miles de escritores y escritoras han alcanzado sus primeras ediciones gracias a esta posibilidad; más aún en nuestro país, donde una publicación de corto tiraje y diseño austero cuesta una fortuna. No cabe duda de que los concursos literarios son un estímulo para quien lo logra. Pero creo que la respuesta final va implícita en tu pregunta y en la cita de Donoso: algunos premios podrán disimular la carcajada de algún demiurgo sarcástico, pero, en definitiva, el que manda es el Tiempo.


*

Ricardo Costa selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:


Mundo terrible la geometría.
Todo lo que resta es un círculo,
una línea volviendo a su origen,
una figura creada para sabernos
sobre un espacio seguro.

Todos contemplamos la redondez
de esa línea, pero festejamos el vacío,
no la línea.

Así nosotros: un punto sobre otro.

Imprudente ciencia, dicen, y alguien
olvida la luz; ama la sombra que borra.

Entonces la geometría estalla.

                           (de “Teatro teorema”)

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FÍSICA BÁSICA


El lanzamiento de una piedra
acaba con la vida de una distancia
determinada.
Un poema cumple con el mismo objetivo:
acabar con la vida de un tiempo
determinado.
La piedra, una vez detenida, ignora
el significado de la distancia.
Una vez en vuelo, el poema es una curva
que se cierra sobre sí misma.


                                       
                                             (de “Danza curva”)

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PUNTOS DE VISTA


La forma más sencilla de celebrar una fundación
es marcar un punto junto al vacío.
Un punto es una partícula del todo imponiéndose
sobre la nada.
Un punto establece el origen de todas las formas
que caben en el universo, y el universo se mueve
sobre una sucesión de puntos encadenados
en el espacio.
Sobre uno de estos puntos estamos nosotros,
abrazándonos y girando en un vacío que nos mantiene
flotando sobre un silencio absoluto.
Pero lo mejor de esto no es el silencio ni lo absoluto.
Lo mejor de esto es que nadie sabe que flotamos
porque obedecemos una ley fundamental.
Creo que ese es el punto: flotar abrazados a la idea de la nada
mientras los cuerpos se mueven y la fundación se convierte
en un acto de amor junto al vacío.


                                 
                               (de “Veda negra”)

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UNA NARANJA


El cuchillo recorta circularmente la naranja
bajo su cáscara.
Hace correr el jugo entre el filo y la pulpa,
marcando el cauce de un camino líquido
que rodea a la fruta para venirse a tu mano.
Viéndote ejecutar esa maniobra, pienso que
algo terrible ocurriría con mi corazón
si tu apetito cayera en desgracia.
Ese movimiento giratorio, ese descascarar
en crudo para llegar al brillo de la pulpa,
daría con la parte más débil de un hombre
y la desnudez de su sangre brotaría hasta
manchar sus ojos de la manera más vergonzosa.
La diferencia la marcaría el ángel que mueve
tus manos.
Porque la fruta gira entre tus dedos para que
su carne se abra por entero a la luz.
En cambio, un corazón se pudre si no se lo corta
en el momento preciso.
Queda dudando lejos, cavado en una ruina oscura,
a treinta y cinco centímetros por debajo
de la boca.



                                    (de “Mundo crudo”)

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BUENA SALUD


Mi abuelo decía que cuando fuera grande, lo que dejara en el plato
se me volvería flacura en los huesos.
Ahora tengo hambre y hace cuatro días que no me afeito,
seis que no paso por la panadería y diez que he dejado de correr
el colectivo para llegar a tiempo a tu casa.
Cuando me quedaba con el abuelo siempre descartaba el puré,
la acelga y el zapallo hervido.
Porquerías que a los chicos nos amargaban la vida.
Claro que se extraña la dura mirada del abuelo. Y también la tuya,
la que no pedía que me alimentara, sino que comprendiera
que el deseo perfecto es aquel que nos mantiene pendientes
del apetito del otro.
Junto al teléfono quedó una galletita magra y medio vaso de yogur.
Vale decir que no hay motivo para el sacrificio, ya que nadie fallece
por arrepentimiento tardío.
No conozco un solo caso de muerte por desobediencia al abuelo.
Pero me preocupa lo que podría destruir el dolor cuando ya
no queden fuerzas para llevarse nada a la boca.
Parece que sí, que la tristeza es un hueso que nunca se dejará comer,
que siempre estará allí, en un plato con restos del almuerzo
y a la espera de tu llamado.



                            (de “Fenómeno natural”)

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FENÓMENO NATURAL


En esta parte del mundo el viento entristece la luz.
Cada vez que sopla contra la casa, nada parece merecer
la más mínima contemplación.
Yo pensaba que una familia entera estaría abrazándose
ahora mismo bajo las cobijas, rogando por la clavadura
de las chapas contra el techo.
Ruedan botellas entre los yuyos y se desgaja la ropa colgada.
Un pollo escapa y resiste bajo el piletón de lavar.
Todo el aliento muerto de la miseria se ahoga contra esas
cuatro paredes.
Sin embargo, en apoyo oblicuo contra el viento,
la hija sale de la casa, se acurruca junto al pollo
y comienza a cantarle suave.
A pesar del temporal, ella cree que el amor es un fenómeno natural
que habita en lo más pequeño de la estepa.
Por eso abraza al animal y se convence de que la brutalidad del aire
es un mundo vacío que va muriéndose de a poco.



                                          (de “Fenómeno natural”)


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Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Neuquén y Buenos Aires, distantes entre sí unos 1.100 kilómetros, Ricardo Costa y Rolando Revagliatti.