miércoles, 21 de diciembre de 2016

Ruth Sánchez-Argentina/Diciembre de 2016



LA FLOR
Si tomo una flor entre mis dedos,
el tiempo se detiene.
Crespo refugio de mis sueños
ahi vive,
como esa flor, acariciada por la vida.
Suele recordarme
el paso del viaje
que nos ha encontrado,
aquí, frente a frente.
Tomo tu mano
y mil preguntas,
pero me dices ¡Calla y camina!
No hay palabras
que definan un futuro,
y cualquier palabra sería mentira.
Solo el camino
nos dará cada día,
palabras al salir el alva...
Si aún respiro podré, decir cada día:
¡Amor mío, buen día!

Macarena Maggi, 16 años- Argentina/Diciembre de 2016




ELLA Y ÉL

Toda ella era angelical,
todo él te recordaría
al mismísimo demonio.

Toda ella era felicidad,
todo él melancolía.

Toda ella era belleza,
todo él destrucción.

Toda ella amor,
todo el cazador…

Imposible que
combinaran,
o eso se creía.

Ella lo conoció,
él la vio.
Ella se enamoró,
él la destruyó.


Dana Laila, 10 años-México/Diciembre de 2016



DESTINO

Mi único deseo es
mirar al horizonte
y ver mi futuro,
ver el destino
que la vida me ofrece
sin mirar atrás,
hasta el final.

Nicolás Igolnikov, 19 años- Argentina/Diciembre de 2016




TRISTEZA

Es un momento triste.
Algo que puede ser muchas cosas empieza lento e implacable. Después los párpados descienden hasta la mitad, y la sombra física sobre los ojos descubre el no retorno.
El rostro se desprovee de todo gesto, los hombros bajan, el cuerpo entristece.
Se encuentran la zarpa y el suelo, la luz un tono más abajo, ligeramente más opaca.
La luz también es un momento triste.
El filo empieza diluyendo dulcemente lo que separa al animal de la presa. Llega a la mitad de la prudencia y la mirada ya no tiene sus marcas habituales. El suelo yace inmóvil, entregado a quien tiene hambre.
El momento es incluso más triste que comer acostado. (aún una sábana pesando sobre un moribundo, no es tan triste como la palabra "triste").
Es curioso cómo una palabra, precisa, puede volverse en el oído de quien la recibe una sentencia unánime. Una sola vez le prohibieron comer acostado, pero siempre lo refiere a sus pares como una verdad absoluta. No es que evite hacerlo, al contrario, le resulta dulce romper esa prohibición, pero esa dulzura no sacia su hambre, ni calma su ansiedad.
El tigre a veces sencillamente mata, así tiene momentos alegres aunque en derredor todo siga siendo tristeza. El tigre no se ve a través de sus víctimas, y si él se esconde entre la maleza busca que en su espesura pueda ocultarlo. Bien conocida su maña ve a través de ella, identifica y explora cuidadosamente a su presa, y la alcanza. El tigre caza como un experto y es el más efectivo y triste del planeta.
Lo que opera sobre la cacería es irónico por definición, pero interesante en sí mismo. Tantos han pensado en ella al igual que lo han hecho con tantas otras cosas. Ironía interesante esta también, no consta que alguien haya siquiera intentado dar caza a la tristeza.
Los tigres viven en manadas, y cuidan celosamente de ellas.


Cristhian Chiscul Uriarte, 20 años-Perú/Diciembre de 2016



SI DESEAS

Nos besamos
o nos escondemos.
Nos miramos
o nos evitamos.
Nos divertimos
o nos dejamos de frecuentar.
Si tú deseas…

Luis Javier Medina Chapas, 17 años-Guatemala/Diciembre de 2016



LA DULZURA DE TU ADIÓS

Como dueles a pesar de mi sonrisa,
al parecer mi corazón aún ama volverte a ver,
nada es más idiota que amarte en medio de la melancolía,
porque aún siento dulzura al sentirte mi ser.
De no ser por este sentimiento de dulzura,
habría odiado ya hasta tu manera de vestir...
¡Pero si tú fuiste la que me regalaste solo amargura!
Esperanza y odio al sentir tus pasos,
aún siento esa gota fría y de rencor.
Pero es inútil compararme perfecto, soy humano,
caigo en ese pozo desesperado y de amor.
Difícil es confesar que aún te amo,
cuando todo el mundo espera que te odie yo,
y que decir de mis noches que aún te extrañan,
que anhelan amar y querer a pesar del dolor.
Mi destino fue quererte en medio de la herida,
sentirte odio en medio de la dulzura de un amor.

Ezequiel Cámara-Argentina/Diciembre de 2016



ADÁN

Mi cuerpo ha perdido la ropa
en esa playa donde las prendas
se desintegran.
Mi cuerpo es cuerpo de Adán
y por vez primera
mis ojos ven
el mundo desnudo
en la desnudez…
¡Allí miedos no hay!

Justina Cabral, 29 años-Argentina/Diciembre de 2016



EL SUEÑO DE MARIO

Mira mi gato por la ventana,
cuando se aburre piensa en volar.
Mudas estrellas siempre le cuentan
que un angelito sabe maullar.

Entre sus rulos, nube rosada
con su sombrero siempre lo ve.
Quiere bigotes, e hilo con hilo
cruza, entrecruza… ¡Yo no lo sé!

Pero mi gato, tan solo sueña,
estudia solo para aprender,
como se amarran cielo con botas,
cuando comienza fuerte a llover.

Sol Brissolesi, 15 años-Argentina/Diciembre de 2016



DICIEMBRE

Diciembre, el mes del año, donde miras hacia atrás, no para arrepentirte, sino para ver lo lejos que hemos llegado. En esa mirada hacia atrás nos damos cuenta de algo muy extraño: ¡Estoy aquí parado en medio de la nada, pensando en todo! Todo aquello que este año se llevó (besos, abrazos, lágrimas y risas). Solo quedan recuerdos y no puedo hablar con ellos. Es el mes del año donde nos toca "armar" la mesa grande, donde nos damos cuenta que sobran cada vez más platos. Pasan días y meses, y es en ese momento cuando nos damos cuenta que ya no es la misma mesa (Sobran platos, el mantel ya es otro, y el arbolito tiene algunas luces quemadas). De grandes todo es distinto, toda la familia unida en una mesa. Pero ¿De que sirve si durante los otros meses pelaron, se gritaron y mucho más?... En esa mesa larga, en donde estaban todos los tíos, primos, abuelos, padres y hermanos. De chicos, eramos tan felices, porque los platos no sobraban, el arbolito brillaba... ¡Todo era tan distinto!

María Esther Ruíz Zumel-España/Diciembre de 2016



 LABRADOR SANTO

                           Hombre sencillo.
                           Tesoro de humildad.
                           Entregado su vida al campo.
                           Noble trabajador.
                           Gentil esposa un hijo le dio.
                           Aquel fruto del amor la muerte
                           se les arrebató.
                           Rezando.
                           Dios.
                           su cadáver entrego.
                           Sus vidas muriendo en la tristeza.
                           Elevando Santidad.
                           Milagros de honradez.
                           Milagros de bondad.
                           Almas de eternidad.
                           Lagrimas bendita regando
                           con rocío los campos.
                           Admiración.
                           Adoración .
                           Patrón del campo Español.

Luis Tulio Siburu-Argentina/Diciembre de 2016



ESOS MALDITOS BOSTEZOS
Fisiológico ser el ser humano
Cuando tiene sueño bosteza
Cuando sufre llora
Cuando se alegra ríe
Cuando está ansioso suspira
Cuando cela se angustia
Cuando se enternece besa
Cuando desconfía duda
Sin embargo…
Extraño ser el ser humano 
Ya que cuando ama…
Sólo  llora   ríe   suspira   se angustia   besa  duda
Pero no bosteza
Ocurre que alguien le da caricias a medianoche
Y lo despierta siempre al alba con caricias
Entonces…
El bostezo  ignorado se acuesta en silencio
Y el alma enamorada se levanta cantando
Obstinado  ser el ser humano
Persigue un corazón sin haber dormido
Antes que dormirse sin haber amado

Mónica Serpa-Argentina/Diciembre de 2016



Dejaré descansar

Dejaré descansar las espaldas
cuando todas las manos
sepan de donde
han venido.
Y los pájaros nos presten las alas
y los arboles permitan
enraizarnos
y la piedra nos de su dureza.
Cuando sepamos
que los arboles tienen,
ojos y pueden vernos
que las piedras, son universos
¡Y creen en Dios!
y las playas dejan su playa
en la arena
-nosotros-
¿Donde? dejaremos
después de descansar las espaldas:
al odio, al amor… y la pena
sino en el árbol: su tibieza
y la piedra.



Del Libro Buscando Raíces (1975-2013)

Alicia Scordomaglia-Argentina/Diciembre de 2016



ENREDADOS

Tres corazones enredados
Café humeante y discusión de por medio
Fueron sorprendidos…
¡Día de lluvia!
En un bar

¡Difícil decisión!
De ese triángulo imperfecto 
Sólo 
Uno…   
Quedará afuera…   
Dos…
¡En escena!

Sin embargo…
¡Curioso desenlace!
Tres…
Bajo un paraguas
Salen del salón…



Edelweys Schaffner-Uruguay/Diciembre de 2016



LABERINTO

Laberinto que crucé.
El corazón se desarma…
Quiero creer en ti,
Por fin estaré en paz.
El pasado es algo extraño,
Que acabó a lo lejos…
Es la caída libre de mis fantasmas…
Recuérdame cuando el frío y la tristeza,
Se fundan y te abrace…
Alma inquieta,
Tatuada en su propia trampa,
Que no escapara…
Y será un brindis,
Por haber vencido,
El laberinto de la vida,
En la ofrenda del dar…

Lina Sánchez Michea-Chile/Diciembre de 2016



ME PREGUNTO


Me pregunto.
¿Dónde estaba el disco de plata,
aquel que alumbra
las noches serenas?
¿Habría huido
pues no vi luciérnagas
en la tenebrosa oscuridad?

Sólo sé que desde ese instante
con mis brazos inmóviles
como aspas de molino
sin el soplo del viento,
como un barco a la deriva
cuando nadie toma el timón,
sobreviviendo sin rumbo
en medio de la congoja...
voy.

Ana Romano-Argentina/Diciembre de 2016



Bugatti


Flores
espolvorea la muselina
volados
enyesan el goce:

Isadora.

Agustín Rojas-Chile/Diciembre de 2016



EL CRIMEN DE CLEMENCIA O HARA


En esta oportunidad, llegó muy temprano al domicilio de su patrona, no pudo abrir la puerta de calle, la llave no penetró en la cerradura. Dio vuelta alrededor de la vivienda y entró por la puerta de la cocina. Ésta estaba entornada y ese detalle llamó mucho su atención. Clemencia Ohara, vivía sola y era asistida dos veces a la semana por la asesora.
Mientras preparaba el desayuno, trató de descubrir por qué la puerta de calle no la pudo abrir desde el exterior, como lo hacía a diario. El motivo le pareció extraño, tenía la llave pasada y el seguro colocado.
Se dirigió al dormitorio, que estaba en el segundo piso, con la bandeja lista. Golpeó la puerta y al no recibir respuesta, giró el pomo, sintió un ruido metálico y éste no abrió. Presa del pánico, acudió a la Comisaría. Regresó acompañada por un sargento quien pudo forzar la puerta. En la cama, semidesnuda, yacía Clemencia. Dos estocadas habían terminado con su vida, un largo cuchillo le atravesaba la garganta, la asesora emitiendo un grito de terror se desmayó…
El Juez ordenó levantar el cadáver. El inspector Morales tomó el caso y como primera diligencia, la asesora María Gutiérrez fue interrogada.
-El martes, a las 16.30, solicité permiso para retirarme. Dejé la mesa puesta para la cena, para dos personas que llegarían a visitarla.
- ¿Había alguien más en la casa? - Preguntó Morales.
-  Sí, el jardinero Manuel Garrido, que acude una vez al mes.
- ¿Recibió visitas? - volvió a preguntar Morales.
- Sólo me percaté de una llamada telefónica, con voz airada ella dijo: -“No, no te seguiré tu juego…” y colgó con evidencias de enojo.
-Algún detalle que sea de interés y usted recuerde? – siguió interrogando Morales.
-Al cerrar la puerta de reja, vi estacionado un auto color metálico. En su interior dos personas. No las identifiqué, sus vidrios eran polarizados. Sin saber por qué, tomé nota de su patente BB-3252. Nada más.

Morales hizo un recorrido por la casa buscando el hilo conductor del caso. El desorden del dormitorio evidenciaba que hubo resistencia por parte de la fallecida.
En el cenicero del velador había dos colillas MK. PALL-MALL, americanos, uno de ellos con lápiz labial. Los colocó en una bolsa plástica para el Laboratorio. En la mesita de noche el reloj despertador caído, se detuvo a las 23.30. Además, el retrato de un hombre mayor. Su padre, pensó Morales. Junto a este, tres vasos wisckeros a medio consumir, uno con pintura de labios y el otro con una huella dactilar.
En el comedor, tres cubiertos indicaban el número de comensales. Dos colillas de cigarrillos, también uno con lápiz labial. Le llamó la atención una mancha de fruta lanzada con fuerza contra una pared. Recogió trozos para análisis.
Todo indicaba que durante la cena hubo una fuerte discusión. Otro detalle fue la cerradura de la puerta principal. ¿Por qué cerrada con doble vuelta y seguro? ¿Alguien trató de salir y fue repelido con violencia? ¿Quiénes eran las personas al interior del auto? ¿La patente BB-3252,  a quién pertenecía?

Estas y otras preguntas debería responder “El Ratón” al ser aprehendido. El Ratón, era el jardinero. Era un hombre de 28 años, silencioso y retraído. Hacía su trabajo, recibía la paga y se retiraba. Ahora, misteriosamente había desaparecido.
En el sepelio, Morales recogió  una colilla MK PALL-MALL, con restos de lápiz labial. La necropsia arrojó los siguientes datos: Post-Mortem: 36 horas, desangramiento al recibir tres estocadas, zonas comprometidas: el corazón- ventrículo izquierdo y aorta ascendente, compromiso en vena cava superior.
Con este informe Morales se paseaba por su estrecha oficina.
–¡No puede ser! – musitaba en un susurro. El ADN de las colillas de cigarrillo, expresa el informe, pertenecen a la occisa. ¿Pero a quién pertenece la colilla recogida en el cementerio? ¡Esto se complica!- Dijo, dando un puñetazo en  el escritorio.
Golpean la puerta.- ¡Adelante! -Grita enojado.- Inspector, aquí está el informe del análisis de la huella dactilar encontrada en el vaso. - Abrió el sobre, cayó una fotografía. Sin dar crédito a sus ojos tomó el abrigo y salió presuroso del edificio.
Llegó al Centro Penitencial y fue directamente a hablar con el Alcaide. Luego de identificarse fue llevado a la oficina de éste.
- Sí, es el recluso 3133. – Dijo el Alcaide,  luego de mostrarle la foto.
- ¡Hágalo venir, tengo que interrogarlo! -manifestó Morales.

El reo 3133 era Juan Ignacio Culebrón Maraño, 31 años, condenado a 15 años y un día por tráfico de drogas. 1.78 de estatura, 73 kgs. de peso. Tez morena, pelo negro. Profesión Ingeniero Comercial.
Sentado al frente del inspector, éste le mostró la foto de Clemencia O”Hara. El hombre se puso pálido y luego de un instante  en que se le advirtió pensativo, sin apremios, confesó:
-Sí yo la maté. Ese día martes 11 salí condicional, meses atrás tuve una breve amistad con Clemencia, pero ella me dejó, porque la droga siempre fue superior al amor. Ese día la llamé y le pedí dinero. Lo necesitaba. Ella dijo que no seguiría mi juego y me colgó el teléfono. Por la noche ella y dos amigas estaban cenando cuando las amenacé, mediante un llamado, le dije que haría explotar el auto si no se iban pronto sus amigas. Cuando estuvo sola, Clemencia cerró la puerta principal con doble llave y seguro, introdujo palos de fósforos en la cerradura para evitar que yo abriera con la llave que anteriormente me había entregado. Entonces fui a la puerta de servicio y rompí la chapa, me dirigí al comedor y con furia lancé una manzana a la pared. Llené un vaso de whisky, lo bebí y luego otro. Subí hacia su dormitorio y de una patada abrí la puerta. Clemencia se estaba desvistiendo, estaba a punto de acostarse. Lanzó un grito, corrió por el dormitorio, lanzándome cuanto pudo. Traté de asustarla, le lancé un corte con el cuchillo que había sacado de la cocina, al tratar de esquivarlo, éste se le incrustó en el pecho. Al ver salir sangre a través de sus ligeras ropas, perdí la razón. Volví a atacar y la tercera estocada le atravesó la garganta. Asustado, dejé el arma en el lugar y escapé por la cocina. Me reintegré a la cárcel, pensando que no sería objeto de sospecha.

            El inspector Morales, con el enigma resuelto, llegó a su oficina. Tomó los informes, los compiló en una carpeta y en un gran sobre los despachó al Primer Juzgado del Crimen.
            Ya en su casa, dio de comer a su gato, tomó una ducha y luego se sirvió un trago. A continuación durmió 18 horas sin interrupciones.






Liz Vanesa Rodriguez/Diciembre de 2016



 FANTASMA 

El tedioso día se ha convertido para Miguel Martínez en una imposición. De nada le han valido el cambio de país o rezar a la Santa Muerte para que lo proteja. De todos modos sigue viendo muertos.
No es que un día se levantó y dijo “deseo ver cadáveres andantes” fue un don que una santera Cubana, que hacía las veces de partera, le pronosticó al nacer el 01 de Noviembre de 1988. Cuando era bebé su madre no entendía porqué le sonreía a la pared o cuando era más grande porqué hablaba con alguien invisible para ella.
Helena, una mujer de Monterrey. Mexicana criada bajo la costumbre de los rancheros creía que su hijo estaba poseído. Continuamente visitaba a sus vecinas para verificar si sus hijos sufrían de los mismos males de Miguel, pero solo descubrió que eran niños perfectamente normales, tanto que aburrían. Pancho su marido la culpó a ella, al fin de al cabo si un hijo sale defectuoso es culpa de la madre. O al menos eso pensaba él. Ahogo su descontento con su mujer, su hijo y el mundo entero de la mano de un buen tequila, pronto se bebía cinco botellas al día.
Helena ya no aguantaba más cuando decidió cruzar la frontera como “mojada” rumbo al sueño americano. Dudó si llevarse a su hijo con ella o no. Al final se decidió a cargarlo en la “Bestia Negra”, el tren de los indocumentados, no era un viaje sencillo pues debía viajar a Centroamérica, de ahí al desierto. Sin embargo entre más ilegales hubiera sería más difícil para la migra detenerla, y, ese era su plan. Así le tomara más tiempo viajaría relativamente “segura.”
Pronto se arrepentiría de su decisión. El niño de 8 años y medio pronosticó la muerte de cada uno de los presentes. Y como si se tratara de un presagio se cumplió, incluso Helena no pudo escapar a la profecía y cayó víctima de un balazo en el desierto que queda por Juárez.
Ahora, veinte años después Miguel sigue teniendo visiones, ve a los muertos que buscan sin cansancio su ayuda, pero él, terco por naturaleza, se niega a auxiliarlos y es que se culpa porque aunque pronosticó la muerte de su madre no pudo salvarla “Valiente hijo que fui” se repite a menudo. Como de todos los trabajos lo despedían porque salía gritando de improvisto o se ocultaba horas en el baño decidió ser conductor de la empresa “Green State”, la más común en el trayecto de Seattle a Portland. Le fue asignado el único aparato disponible: Un cacharro enorme, blanco con franjas azules.
Todos lo llamaban el “Matutino de la ruta 99”. El hecho es que antes había sido un bus escolar que se accidentó en el rio Arkansas años atrás. Todos murieron en el siniestro. La compañía “Green State” compró el bus a muy buen precio, pero pronto cosas inexplicables comenzaron a pasar. Los conductores se quejaban porque escuchaban ruidos extraños o veían personas que no estaban ahí. Sin embargo, nadie le dijo una sola palabra de los sucesos a Miguel y es que es mejor que le pasen cosas raras a un migrante con pinta de “charro” que a un conductor local ¿no es cierto?
Miguel no era imbécil, por el contrario, tan pronto entró en el automotor lo supo. Pero con una hija pequeña producto de una relación fugaz con una ramera que lo había demandado por lo que comúnmente se llama “Child Support”, no podía protestar solo cerrar la boca, encomendarse a la Santa Muerte y aguantar los regaños de Lula la dueña de la posada en la que él se quedaba desde hacía más de 3 años.
Lula era una vieja avara cuyo marido “extrañamente” había muerto en una partida de caza. Siempre andaba subiendo el alquiler a sus inquilinos y como ninguno se quejaba ella continuaba su circo de abusos. Pero hasta esa vieja huraña, que no lucía agradable ni aplicándole todo el bótox de la humanidad, temía al Matutino, tanto que rechazaba las ofertas de Miguel de acercarla hasta su sitio de destino. Tampoco compartía la veneración por la Santa Muerte, ella creía que los mexicanos con sus costumbres eran seres extraños que debían estar en un museo de exhibición, o de vuelta al “agujero de donde habían salido”, sin embargo, se mordía la lengua en esos aspectos. Quizá porque ella había salido algún tiempo con un brujo de la tribu Burundi de África.
Esa mañana, Miguel se levantó temprano. Como de costumbre le hizo una limpia con hojas de ruda al Matutino. ¡Como si eso fuera a librarlo de los acontecimientos paranormales! Tan pronto terminó con su limpieza se puso en marcha. Pero pronto unos sonidos lo distrajeron, a la mente le vinieron los recuerdos de su infancia cuando oía algo que nadie más escuchaba. La burlas en la escuela y ese incesante “Miguel está loco” que lo lastimaba aún de adulto. Caminó hacia las bancas de atrás y lo vió: Era el mendigo ebrio que había cambiado una vida hogareña por el vicio y la bebida. Miguel sintió asco al verlo vomitado e inconsciente, como hijo de un alcohólico sabía lo que se sentía que un padre se caiga de borracho mientras en la casa se pasan necesidades.
Pese a que pensó en echarlo del bus, como tantas veces, no pudo hacerlo. Volvió detrás del volante y comenzó su viaje. No había recorrido mucho cuando vió que la autopista estaba detenida por uno de sus carriles. Un choque múltiple había cobrado la vida de un hombre joven, un taxista y quien sabe cuantas personas más. De haber sido un hombre normal, él habría indagado por lo sucedido, tal y como lo hacía un reportero que hablaba a los gritos, al tiempo que, filmaba con la cámara de su teléfono móvil lo ocurrido. No obstante, temía lo que pudiera ver y es que ese don que tenía desde niño se había convertido en una maldición. Comenzó a echar reversa para salir del lugar. En eso estaba cuando vió a un hombre joven con cara de turista en la calle. El miedo lo paralizó cuando el chico como si nada atravesó la puerta y registradora. Miguel comenzó a temblar.
Chris M. Parker no comprendía porque ese conductor de aspecto tan normal lo miraba de ese modo. Al principio pensó que era porque no le había pagado el pasaje, pero lo descartó enseguida. Si de algo se habla de las personas del Sur es de la “hospitalidad sureña”, aunque claro, era obvio que el conductor no era de esos lugares, tampoco Chris, él había estado ahorrando para el viaje de sus sueños desde hacía ya cinco años. Cortó árboles, limpió nieve y hasta trabajó en Mc Donald´s, un insulto a su persona, dado que él era vegetariano o como su hermano mayor le decía “herbívoro”, el viaje de Perth a Norte América valía ese sacrificio y más.
Al llegar al aeropuerto había tomado el primer taxi que lo llevaría a conocer el “Sea Park”. Pero al subirse notó que el conductor olía a alcohol. Él no prestó demasiada atención a ese detalle tan insignificante, por el contrario le pareció normal. Pero en cuanto vió a qué velocidad iba intentó bajarse. El chofer lo acusó de ladrón, en esa discusión estaban cuando un carro los chocó por detrás. El cuerpo de Chris rodó junto con el automóvil. Se levantó aturdido por el impacto, tomó su pasaporte y sus llaves y como pudo salió del auto.
Vió el autobús atascado en la conmoción y se subió a éste. Pronto se arrepintió, pues sumado a la cara de tonto del conductor estaba la imagen de un ser repugnante dormido en la banca de atrás “Vaya manera de conocer el sur”, pensó mientras se sentaba junto a la ventanilla. Imaginaba las anécdotas que les contaría a sus amigos luego de una tarde de surf. Los podía imaginar riéndose, y es que Chris había sobrevivido al ataque de un tiburón. Un gran tiburón blanco que casi le arranca la pierna. Ahora una vez más burlaba a la muerte al sobrevivir a un accidente automovilístico. Había de tener más vidas que un gato. Eso sí.
Miguel sintió pena por aquel joven. Pensó un segundo en decirle la verdad, no obstante, eso no le correspondía a él. Si rompía las reglas sabía que “el de arriba” le enviaría las siete plagas de Egipto y más. Así que solo continuó la marcha tarareando su canción favorita “Narcisista Artificial” Miguel adoraba a Panda, porque sus letras expresaban como él solía sentirse a menudo. Al mirar al turista no pudo menos que recordar el título de uno de sus sencillos “Los Malaventurados No Lloran”. Y si que era cierto porque él no había derramado una sola lágrima en toda su vida, y es que sabía que con la muerte no se acaba el sufrimiento.
Alexandra Nóvgorod, por otra parte se levantó temprano tras una pesadilla espantosa en la que su corazón era partido en dos. Ya estaba acostumbrada a que los amantes le destrozaran los sentimientos, pero el sueño había sido tan real que incluso se cubrió el pecho con una bufanda color crema. La mujer que había llegado de Novosibirsk años atrás era agraciada, pero igualmente desagradable. Trabajaba como editora de la revista “Éclaire”. En sus ratos libres era jurado literario, pero sus comentarios eran tan desagradables que sus compañeros comúnmente la evitaban. Alexandra, estaba acostumbrada a ese tipo de tratos y los atribuía a la envidia de sus coterráneos. Se consideraba una jurado implacable, porque según ella si un texto estaba “mal escrito” lo dejaba de lado y no se molestaba ni en leerlo. Cuantas ilusiones no acabó con comentarios como éste. En lugar de comprender que no había ni habrá escritor que nazca aprendido y que la creatividad no se encuentra en ninguna gramática la mujer parecía disfrutar aplastando sueños.
Ese mañana, se vistió toda de blanco, acompañó su atuendo con unas zapatillas, dejó su cabello rubio suelto, salió de casa a toda prisa, al pasar junto al cesto de la basura arrojó dentro los libros “mal escritos”, se quedó con uno que para ella era genial. Caminó rumbo al banco, ya estaba por llegar cuando vió a dos jóvenes corriendo por la calle. Reconoció a
uno de ellos. Un joven hispano a quien había ridiculizado en público tiempo atrás llamando su obra “lo más mediocre que he leído”.
El chico nunca más regresó a la revista, él solo deseaba escribir en alemán, ese día se arriesgó, pasó horas frente a la computadora embelleciendo su texto, incluso se sintió feliz con el resultado y esperaba que la señora Nóvgorod lo aceptara o que al menos le hiciera comentarios desagradables a solas y no en frente de sus compañeros, pero todo fue un desastre. Después del incidente José Prefirió las calles en las que nadie lo juzgaba ni se burlaba de él.
Para José la escritura lo era todo en la vida, un medio de escape, una compañera, la única razón que tenía para vivir y es que a menudo se sentía esclavo de sus padres, de la calle, de la sociedad que no lo entendía. Pero cuando escribía se sentía libre, exploraba países que solo estaban en su imaginación, se enamoraba, luchaba, sentía cada brizna de nieve o un sol abrasador cuando el esfero tocaba el papel desgastado.
Lo único que necesitaba para ser feliz era bolígrafos y cuadernos que compraba a muy buen precio. “¿para qué necesito vivir mí vida si lo puedo hacer a través de mis personajes?” le decía a menudo a sus compañeros quienes continuamente lo invitaban a hacer parte de la pandilla de los “Sin Alma”. Para José aquello era ofensivo. Si su mente se distraía en banalidades como esas entonces su inspiración le abandonaría. Ese día en la oficina de la señora Nóvgorod, pasó. Su gusto por la literatura murió aplastado junto con el libro escrito en un idioma mediocre. José soñaba con ser un escritor reconocido, incluso planeaba lo que diría en las entrevistas o fantaseaba cual de sus novelas iría al cine. Pero al ser la señora Nóvgorod una persona sin duda más versada que él creyó que su escritura no era tan buena como él tontamente pensaba. Cambió la pluma por un arma y los cuadernos por droga. Ese día él y sus amigos asaltaron la tienda del señor Hussein. Al cruzarse con su verdugo de hace años José sintió tanta rabia que quiso dejarla sin corazón tal y como ella lo había hecho con él tiempo atrás. Desenfundó su arma le gritó “Perra” y disparó.
Alexandra intentó correr, pero la bala fue más rápido, se alojó en su pecho. Ella no sintió nada, quizá porque no tenía corazón. Solo se levantó, contempló su cuerpo inerte en la acera. Le pareció irónico pues se había cubierto el pecho con el libro “bien escrito”, pero se dio cuenta que quizá los otros que arrojó sin contemplación a la basura le habrían podido salvar la vida. No sabía qué hacer, solo se quedó en silencio unos minutos. Pero algo llamó su atención. Un autobús blanco con franjas azules. El conductor la miraba fijamente, se dio cuenta que él era el único vivo que la notaba. Se dirigió al Matutino, subió a él y se sentó al lado de Chris. Al principio le pareció un bueno para nada. No obstante, decidió coquetear con él, solo por diversión, algunas personas no cambian ni aún muertas.