Justicia
Escena I
Una salita en la cárcel: ambiente frío, piso de baldosas, un escritorio y tres sillas viejas. Un preso espera, flaco, triste, de pie. En la puerta un guardia.
Entra la Jueza, alta, elegante, camina rápido, con el ceño fruncido, tratando de disimular una ligera cojera. Le sigue el Abogado Secretario, con un portafolios y un expediente en la mano. La Jueza se sienta e invita con un gesto a hacer lo mismo al secretario y al preso.
Secretario: El señor es Pérez Ramón, imputado en la causa número 14528 sobre tenencia y comercialización de drogas. (al preso) Su Señoría, la Doctora es la Jueza a cargo del Juzgado de Primera Instancia en lo Federal número 820 que entiende en su causa.
Preso: Mucho gusto señora.
Secretario: (al preso). Su Señoría, dígale Su Señoría o Usía, si lo prefiere, por favor. Usted debe entender, la investidura, la majestad de la justicia. Dígale Su Señoría o Usía, por favor.
Preso: Sí, Señoría o Usía.
Jueza: Bien, señor Pérez Ramón. Estoy aquí porque de acuerdo a lo que dispone el Código de Procedimiento en su artículo 7 debo tomar conocimiento antes de dictar sentencia, de su persona, ya que me toca decidir sobre su suerte en la causa.
Le digo que conforme a la Constitución y a la Jurisprudencia esto no sería necesario pero mi espíritu de justicia y mi amor por la legalidad me obligan a comparecer ante usted. Mas cuando no he sido yo quien interviniera en la primera parte de la causa. Yo no le tomé declaración indagatoria. Eso lo hizo otro Juez que me reemplazaba en esa instancia por haber estado ausente. Yo no lo conocía a usted hasta ahora ¿no es así señor Secretario?
Secretario: Efectivamente. Su Señoría estaba de vacaciones en esa ocasión, en Europa, y fue el Señor Juez del Juzgado número xxx, quien la reemplazó.
Jueza: Ya ve, señor Pérez Ramón. Y yo he venido hasta aquí para conocerlo, evitando todo el movimiento que implica su comparencia en mi juzgado, ante mi presencia. Y conste que en mi juzgado tramitan 3.800 causas, y yo le estoy dando a usted este trato personal, como si fuera el único preso…
Preso: Señora Jueza…
Secretario: Le recuerdo señor Pérez Ramón que a Su Señoría debe tratarla de Su Señoría o Usía, ya le dije…
Preso: Sí, la investidura, la majestad de la justicia… Yo quería decirle Señora Jueza, yo quiero explicarle Señora Señoría… Jueza Usía… Yo quiero…
Jueza: Veamos, usted está acusado de tenencia y comercialización de drogas ¿no es así?
Preso: Pero no es así, Señoría. Yo nunca tuve drogas. Los policías la colocaron allí en un jarrón. Verá usted al lado de la puerta hay un jarrón grande con flores desecadas. Es un trabajo que hace mi mujer ¿sabe? Cuando los policías entraron pusieron las bolsas en el jarrón. Yo los vi. Y mi primo Antonio también. Ellos traían las bolsas de plástico y las pusieron en el jarrón, y después hicieron como que las encontraron. Yo y mi primo Antonio, los vimos…
Jueza: Dígame Señor Pérez, ¿cuántos testigos tiene usted que puedan deponer sobre ese hecho?
Preso: Mi primo y yo.
Jueza: Vea, señor Pérez. Los testigos son como el ojo y el oído del Juez, y yo debo estudiar muy atentamente la forma misma de la deposición. Pero desde ya le digo que en nuestro Código es de rigor la regla “Testis unus, testis nulus”, ¿entiende?
Preso: (la mira con ojos desorbitados). ¿QUÉ…?
Secretario: Su señoría dice que un solo testigo no sirve, es nulo. Usted deberá tener otro testigo. Por lo menos deben ser dos testigos.
Jueza: Se lo digo distinto “Untius testimentus non ese credendus”
Secretario: Su Señoría dice que un único testigo no merece crédito. Debe agregar otra prueba…
Jueza: Si bien tengo las facultades que otorga la sana crítica… no lo olvide… en fin. Señor Secretario léale al señor Pérez Ramón el artículo 559…
Secretario: Sí, sí Señoría. (al preso) Escuche: “artículo 559 del Código Procesal Penal. Las declaraciones de dos testigos hábiles, contestes en el hecho, lugar, tiempo y demás circunstancias principales, podrán ser invocadas por el Juez como prueba plena de lo que afirmare”. (cierra el código). Dos, dice dos testigos ¿entendió?
Preso: Sí, sí Señoría… pero yo quería hablarle de mí, del empleo que voy a perder si sigo preso, de mi mujer, de mis dos hijos que estudian, de mi casa que está hipotecada y tengo que pagar las mensualidades, de todas las cosas que no puedo atender estando aquí encerrado… yo quiero que usted me diga, Señora Señoría o Usía, qué pasará conmigo, ¿cuándo salgo de aquí?, si yo no hice nada, y no tengo dos testigos, y mi primo solo no es creíble… es “nulus”. Yo quiero saber qué estoy haciendo aquí. Señora usted habla y yo no entiendo nada…
Jueza: Bien señor Pérez Ramón. Yo he cumplido con una diligencia procesal. Estoy en paz con lo que regla el Código Procesal… (al secretario) considero, señor Abogado Secretario, que este acto no da para más, y aquí lo cerramos. Completaremos la actuación en mi despacho. (al preso) buenas tardes señor Pérez Ramón.
(Se van)
Escena II
Despacho de la Jueza. Confortable. La Jueza está sentada en su escritorio y escribe. Entra el Secretario.
Secretario: Permiso Señoría. Ha pasado algo inesperado en la causa número 14528 del señor Pérez Ramón sobre denuncia, tenencia y comercialización de drogas.
Jueza: (sin levantar la vista) hable señor Secretario
Secretario: Afuera está el guardia… él podrá explicarle…
Jueza: (sigue escribiendo) Hágalo pasar.
(entra el guardia)
Guardia: Permiso Señora Jueza… yo quería informarle que pasó algo… Pérez, ayer, después que usted se fue con el señor Secretario… después que se retiraron.
Jueza: (lo mira) Hable, hombre, ¿qué le pasa?
Guardia: Después que ustedes se fueron, Pérez se puso a gritar… parecía un loco… no lo pudimos contener… No sé… no entendíamos… lloraba… decía que era muy bruto… que no había sabido tratarla a usted… que no sabía que había que decirle Su Señoría y por eso lo iban a dejar preso toda la vida… para siempre… lloraba y gritaba y hablaba en otro idioma… decía testigus unus testigus nulus y otras cosas. Y sabía decir el artículo 259… y otras cosas… eso fue ayer… Pero hoy… ¡qué sé yo!
Jueza: ¿Qué pasó hoy? ¡HABLE, DIGA! ¿qué pasó?
Guardia: Hoy fui a la celda, tan oscura, tan húmeda y tan triste. Si hasta ahora guarda el último aliento de Pérez…
Jueza: ¿qué pasó?
Guardia: Había roto su pantalón y se había colgado. ESTABA MUERTO…
Secretario: (entristecido) la Majestad de la Justicia…
Jueza: (se desploma en la silla y oculta su rostro. Enérgicamente levanta los brazos y grita): ¡¡¡¡MIEEERDAAA!
1 comentario:
Beatriz !!!!!!!
muy bueno tu cuento!!!!!!!!
que terrible!!!!!
Felicitaciones
Besossss Josefina
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