sábado, 22 de marzo de 2014

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Marzo de 2014

                                       PAN CASERO


La chimenea hacía dos horas había dejado de echar humo.
Los platos y cacerolas sucias equilibraban sus malabares en la pileta.
Desde el principio de su relación, el maltrato había existido, pero ella no lo quiso ver.
Sentada en la silla de enea, tejía una manta para el sobrino que iba a nacer  en pocos días.
Se había acomodado al lado del horno a leña que aún guardaba el calor acumulado en la noche.
El aroma a levadura y pan caliente inundaba la cocina.
Era temprano. Tenía tiempo para ordenar todo antes de que el marido regresara
Él había salido con las primeras luces en la camioneta cargada para el reparto.
Sabía que tenía varias horas para disfrutar su soledad.  
Pensar en el parto que se aproximaba le llenaba el alma de alegría.
En pocos días tendría entre sus brazos un recién nacido, tibio, con el perfume suave como el que hubiera tenido su bebé.
Diez años antes el informe fue terminante: matriz infantil.
Se sintió culpable. Su carácter se volvió retraído. Y no pudo salir de la tristeza.
Él, no la perdonó.
De a poco comenzaron gritos, insultos y golpes cada vez más fuertes.
Ella maquillaba los hematomas y su vida.
Nadie notó  su calvario.
Ese mediodía no lo escuchó llegar antes.
Un golpe seco en la cara la arrojó contra la pared.
Atolondrada, quiso incorporarse, pero la sangre que emanaba de la ceja abierta corrió por la mejilla. Se introdujo por los labios y le hizo sentir el gusto a hierro levemente salado.
Acudieron a su mente el perfume a levadura fermentada, el olor desconocido a sangre de su primera menstruación y el gusto del jarabe con hierro que le hacía tomar su madre  para combatir la anemia.
Con el empuje de cinco millones de glóbulos rojos se defendió de la presión en el cuello.
Sintió cerca la muerte.
Cuando él aflojó la fuerza de sus dedos y el aire inundó sus pulmones, renació.
Supo que estos serían los últimos golpes.
La pala de mango largo, el serrucho y el horno de pan fueron sus cómplices.
Antes del amanecer, un humo denso, de olores entremezclados, comenzó a salir por la chimenea.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Marta: Bién al estilo de Horacio Quiroga. Te voy a ponderar esa capacidad para describir un hecho horrible sin describirlo. No decís lo que le pasó al hombre, presentás las piezas del rompecabezas para que el lector las coloque en su lugar y forme él mismo la imagen. Felicitaciones. Marcos.

Anónimo dijo...

Marta, me encantó.Felicitaciones escritora.
Abel Espil

Teresa de Cañuelas dijo...

Muy bueno: bien redactado, frases implícitas y un final sugerido sin describir. Similar a un fresco "impresionista".

Anónimo dijo...

MARTA BUENÍSIMO TU CUENTO !!!





sALUDOS
jOSEFINA fIDALGO

Maribel DT dijo...

Qué bien describes, Marta. Me ha encantado. Besitossssss