viernes, 25 de julio de 2014

Josefina Fidalgo-Argentina-Literarte soporte papel/Julio de 2014

RICARDO ROBERTO GONZÁLEZ
Título: Casa isleña
Técnica : acrílico a pincel
Medida: 50x60



FRENESÍ    NOCTURNO


Un piano blanco
      suena en el ángulo del bar
Junto a  la barra
       una muchacha trigueña
               sentada en la alta banqueta
                    con  su roja falda de raso levantada
guarda un pañuelo perfumado
        en las suaves tibiezas del escote
                junto a su corazón de azúcar
Una canción asciende
sobre el espiral de humo
que brota de su cigarrillo
         Sobre la noche  vacía de costumbre
                 una luz agoniza entre los dedos
La copa espera ser llenada
          alguien levanta la capa de su risa
                      Música   que duele
                 Voces   que queman
                       Dudas que arañan
                 Cantan  las  penas
                        Alientos se mezclan
                  Manos  que  buscan
El aire la respira
      La noche la contiene
            la miel amarga de la noche hueca.
                     
 


NOCHE   CONFUSA

Sombras  deformes,  fantasmales
                    en  la  bruma  nocturna.
Como un estilizado  emperador
                    con suficiente descaro sonámbulo
y   frágil  desvario  vertebrado
                    busca la calle.
El solemne  esqueleto
                    de mentón  napoleónico
calza  botas de cocodrilo
                     y  a  largos  pasos 
se aleja de su habitáculo.
                     deambula desafiante
en su recorrida cuadrilátera.
                     Sube las escalinatas en tres zancadas
como un raro equilibrista
                      Penetra  en el  viejo museo
allí,   donde  retumba
                      el témpano del silencio.
Se encasqueta su sombrero bicorne.
                      Trepa  de un salto
al lomo del paciente  Marengo
                      y se acomoda en su pose
altiva  e  indiferente,  
          tras la gran vitrina 
                        sin cremallera.


                                                        El cuidador

        Juan, el viejo flaco y áspero, suele estar de mal humor y cuando habla,  lo hace a los gritos.  Hace muchos años que está al cuidado de la antigua y sombría casona de  Villa  La Delfina,  en un valle atrás de las montañas.
         La vivienda  está   revestida  por fuera con una tupida hiedra, que la hace más  aislada, más misteriosa . En la gran sala de estar,  se destaca un piano de cola negro y   dos sillones canapé de pana roja, todo cubierto con sábanas blancas. En las paredes,   grandes retratos de rostros adustos de miradas penetrantes.
         La larga entrada de ese paraje solitario,   tiene  plantado  a ambos lados y en linea  recta  dos filas de casuarinas. En otoño se amarronan.  Por algo le dicen el árbol de la tristeza.
          Los dueños se fueron a vivir a un país vecino y nunca regresaron, ni se supo nada de ellos, tampoco vino ningún familiar a  ocuparse o interesarse por la casa.
          El viejo dientudo con naríz  de tucán y mentón adelantado, baja cada tanto al pueblo, para comprar algunos víveres y se queda hasta el atardecer. Ese día se pone otro sombrero y las botas más nuevas.
          Suele contarle al cantinero y a los parroquianos que juegan a las cartas, algunas cosas raras que pasan allá arriba en la montaña.   Arruga la frente antes de empezar a hablar de un pájaro extraño, que aparece chillando siempre  a la noche delante de la casa y vuela  del níspero al olivo y del olivo al níspero.  ¨Tiene  cara de mujer y cuerpo y mirada de lechuza, dice el viejo, -¨cuando lo miro,  esconde la cara entre las plumas, revolotea y ríe sarcásticamente¨ 
           Cuenta que una noche de luna llena, le disparó con una escopeta,  pero el pajarraco se metió en la casa y se perdió tras la puerta,  por la que había entrado. 
Dice que es una hechicera convertida en pájaro, porque esa misma noche,  él había salido a mirar los árboles y escuchó que el pajarraco le gritaba.¨
No me busques,  no me busques!!!   Porque me vas a encontrar!!!¨   y se reía provocándome y burlándose!!!, ¨ dice el viejo, ¨- y le tiré con la petaca que tenía en la mano¨. Ellos saben que el viejo se enginebra  desde temprano, pero a la vez sienten cierta curiosidad,  porque  también piensan que los borrachos no mienten.
           Una mañana tormentosa de invierno los arrieros  que  vadeaban  con sus mulas cargadas, encontraron un cuerpo flotando boca abajo, en las aguas del  Río Manso.
           Al darlo vuelta,  vieron que era el viejo de la casona. Tenía  toda la cara tan lastimada, como si hubiera muerto a  picotazos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Ricardo por compartir tu hermosa pintura.

Un abrazo Josefina

Anónimo dijo...

Buenisimo!!! Negri

Anónimo dijo...

¿Con cual me quedo? Estás en los tres.

Anónimo dijo...

Tus trabajos son muy creativos e ingeniosos. Me gustaron mucho.

Felicitaciones.

Cariños, Diana.

Anónimo dijo...

Tus trabajos son muy creativos e ingeniosos. Me gustaron mucho.

Felicitaciones.

Cariños, Diana.

Anónimo dijo...

Tus trabajos son muy creativos e ingeniosos. Me gustaron mucho.

Felicitaciones.

Cariños, Diana.

Anónimo dijo...

Disculpa, sin querer hice más de un click... se vé que me gustaron demasiado.. jaja