sábado, 20 de septiembre de 2014

Jorge Piñones Segovia-Chile/Septiembre de 2014

EL ENCUENTRO


            Había transcurrido una semana desde aquel sábado, cuándo cercano a la medianoche, sellaron el compromiso de encontrarse.
Se habían puesto de acuerdo temprano. En este momento estaban en la intimidad de una pieza de un hotelucho, en el barrio Chino de Valparaíso.
            Él, recostado sobre la cama, la esperaba desnudo. Al poco rato ella salió del baño. Su aparición en la pieza le provocó al hombre, deseo furioso de tenerla junto a él. La mujer pareció sentir lo mismo.
            Pronto se unieron en un fuerte abrazo y no hubo palabras. El hombre apreciaba una suavidad de seda al recorrer su piel juvenil. Sus bocas se juntaron largamente, casi no se escuchaba su respiración, era como si ambos tragaran el aliento del contrario. Aquellos cuerpos  se convirtieron en uno solo,  a través del inmenso goce de fuego que ambos sentían.
            No hubo palabras, no eran necesarias, el silencio había alejado los ruidos que provenían desde lejos e intentaban llegar a través de una ventana medio cubierta con un vidrio sucio.

            Ella dormía plácidamente, mientras él recordaba lo anterior, acariciando su negra cabellera que reposaba lánguidamente sobre la almohada.
            Escucho una alarma, la de su celular. Con mucha calma comenzó a vestirse. Luego hundió su diestra en uno de los bolsillos, para dejar sobre el velador unos billetes y salir silenciosamente  del lugar. Su familia lo requería.

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