lunes, 27 de noviembre de 2017

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Noviembre de 2017



HERNÁN RIVERA LETELIER

            Algunas novelas suyas han sido adaptadas al teatro (La Reina Isabel cantaba rancheras ) tiene varias adaptaciones, una de ellas con la participación del mismo Rivera Letelier, traducida a varios idiomas, particularmente al alemán, francés e inglés.
            Está casado desde 1974 con María Soledad Pérez, a quien conoció cuando trabajaba en la mina de cobre Mantos Blancos. "Ella se enamoró de mí cuando me vio a través de una ventana, bailando rock and roll". El matrimonio tiene cinco hijos. Cuando se le ha preguntado por qué empezó a escribir, en alguna ocasión ha dicho que "por las prostitutas”
            Lo que sucedió fue que en los años de su viaje juvenil, que lo llevó por Chile y el Cono Sur, en realidad pasaba hambre. Y una noche, escuchando la radio con un amigo, se enteraron de que un concurso de poesía prometía como premio una cena para dos. "Cuando escuché la palabra comida me bajaron las musas y dije - yo puedo hacer un poema. Nunca había escrito nada ni había tenido un libro de poesía en mis manos (salvo los versos de los libros del colegio), pero tuve la convicción absoluta de que podía hacer un poema y que me iba a ganar esa cena"; agarró entonces el cuaderno donde pegaba fotos y postales del viaje, que lo tenía guardado en la mochila y se sentó a escribir su primer poema, "inspirado en una enamorada que había dejado en la pampa". "Me salieron cuatro páginas; al día siguiente lo fuimos a dejar a la radio"
            Efectivamente, ganó el concurso, lo que no dejó de ser una suerte, porque gracias a él salió a la superficie su vocación de escritor o "contador de historias", como prefiere autonombrarse, vocación que lo ha convertido en uno de los autores más leídos en Chile.
                        Rivera Letelier es agnóstico. Al respecto dice: "Yo tuve una infancia muy religiosa. Mis padres eran evangélicos y pasaban en la iglesia orando y cantando. Llegó un momento en que dejé de creer en todo eso", y bromea, refiriéndose a su éxito como escritor: "Yo no creo en Dios, pero creo que Dios cree en mí"



LA REINA ISABEL CANTABA RANCHERAS

            La Reina Isabel, ha muerto. Una dulce prostituta, decana en su oficio que a todos sus clientes deja satisfechos, porque sabe darles en el gusto, desde escuchar sus cuitas, hasta soportar sus descargas sudorosas en cortas noches de relajo.
            Ambientada en una oficina salitrera y su pequeño pueblo, Pampa Unión, perdido en el desierto, entre Calama y Antofagasta, aglutina a un grupo de hombres que han ido a labrarse una posibilidad de trabajo, dejando hogar, esposa e hijos en otras zonas del país.
            La rutina se desarrolla entre trabajo, relajo de cantina y prostitutas que han llegado para ganar dinero en el trabajo más antiguo del mundo, creándose una suerte de amistad y solidaridad.
            La mal llamada Reina Isabel, nunca cantó Rancheras, pero si gustaba de ellas y los años de oficio le cobraron la cuenta. Cierto día se puso mal y falleció rodeada de sus colegas más cercanas.
            En la pobreza en que se vive en el pequeño pueblo, un funeral causa una complicación económica. Sin embargo, pronto es superado con una suerte de empeño colectivo, en que se cumplen todas las formalidades para dar cristiana sepultura a una mujer anónima, pero que dejó de serlo al movilizar al pequeño poblado y sus habitantes, acompañándola hasta el pequeño cementerio, donde quedarán sus restos. El mismo destino que posteriormente sufrieron todas las oficinas salitreras del norte del país.
            Rivera Letelier, ha sabido ocupar una veta literaria que quedó huérfana desde hace muchos lustros. Rescatar la vida y tragedia de la minería del caliche, sus penas y alegrías. Los problemas sociales y económicos en que vivieron aquellos trabajadores que por años sufrieron de postergaciones e injusticias laborales.
            Al escribir sobre el tema también ha tomado de la mano, aquel submundo dominado por el sexo, tratado como algo natural inherente a la vida de cualquier mortal. El tema de esta historia está tratado en forma tragicómica, como todo lo que escribe Rivera Letelier, mixturando la tragedia con ese algo de positivismo y comicidad propio del hombre de nuestro pueblo. Como podría comentarse: “Llueve a cántaros y yo no llevo paraguas. No importa, eso quiere decir que mañana no tendré necesidad de bañarme”.

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