jueves, 15 de febrero de 2018

Luis Tulio Siburu-Argentina/Enero de 2018



NOCHEBUENA 


Anochece el 24 de diciembre. El calor del verano sigue pegado a las paredes de la pequeña casa mientras las canas de muchos inviernos de sus ocupantes se mueven de un lado a otro, como ardillas, preparando todo para la llegada de quienes compartirán la cena.
Susana repasa los detalles de la mesa, engalanada con rojos, verdes y blancos. Velas en los mismos tonos y hasta los ocho platos tienen la estrella dorada de Belén pintada a fuego, inalterable a pesar del paso de los años.
Roberto acomoda por tercera vez los varios portarretratos que están encima del bayout y sonríe. No puede contenerse de alegría  ante las fotos de Marcelo, el primogénito, con su diploma de abogado en un caso y en el otro, con su esposa Alicia el día del casamiento por civil. La sonrisa se amplía cuando observa el gesto de orgullo de su compinche Alejandra, abanderada del Normal en una escena, y luego saliendo de la iglesia del brazo de Gustavo, la noche de la boda que no olvida.
Viene su esposa para ayudarlo a completar la tarea y ella repasa el vidrio del cuadro que contiene fotos de los nietos. A pesar del papel mate, brillan allí los ojos de la Peque, hija de Marcelo, con el palo de hockey en una mano y en la otra su primer copa del Torneo de Infantiles, mientras que a centímetros el Bocha, hijo de Alejandra, se acomoda orgulloso la medalla dorada de la final de fútbol cinco en el club del barrio.
Suena la campanilla del porche. Es temprano para que sean ellos, siempre llegan cerca de las diez. Van los dos presurosos a la puerta.
-Hola abuelos… exclama el vozarrón del Papá Noel, estoy de reparto… ¿Cuántas cajas de obsequios tengo que dejar aquí?
Hay unos segundos de silencio…Tomada de la mano de Roberto, Susana responde segura…Somos dos nada más, no nos ha dado Dios la capacidad de reproducirnos. Para compensar, nos regaló la magia de la fantasía y la imaginación…y eso nos alcanza y sobra para ser felices en Nochebuena… 

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