jueves, 17 de febrero de 2022

Estela Marina Garber/Febrero de 2022


Olfato  

 

Muchas mudanzas que implican desapegos, despedidas y desprendimientos. Desafíos y adaptaciones constantes. Vivir en ambientes más amplios o achicarse a un monoambiente. Siempre aprendiendo a decir adiós a objetos imprescindibles o muy queridos. Algún garage sale para recaudar fondos del envío de las pocas cajas que me acompañarían en mi retorno a NY luego del divorcio.

 

Vivir en una residencia de monjas por 3 meses hasta conseguir la hipoteca para comprarme el monoambiente en los Altos de Manhattan.

 

Tener lo necesario para el nuevo comienzo de vida como mujer sola nuevamente; con nuevo trabajo pero amigos viejos y entrañables que había dejado cuando me mudé y casé en San Francisco, California.

 

Pasaron varios meses, instalada en mi querido nuevo hogar que poco a poco fui poblando de objetos, arte y algunos muebles; los necesarios para vivir y no dejar de recibir amigos y parientes visitantes de la gran manzana.

 

Conforme me fui estabilizando y cumplí con el período de prueba en mi trabajo, mandé traer las cajas de la costa oeste.

 

Las guardé por un tiempo hasta que decidí retomar con mi actividad creativa. Volver a soldar y crear esculturas. Al abrir por fin las cajas tomé los guantes y el delantal de cuero para soldar. Instintivamente los olí y viajé rápidamente en el tiempo hacia ese espacio maravilloso de taller que había puesto en suspenso en ese período de transición.

 

Actualmente hace más o menos 2 años que volví a guardarlos en unas cajas junto a todas mis herramientas de escultura cuando tuve que levantar el Taller Barracas premonitoriamente antes del debacle macrista. Aún esperan en un cuarto un momento oportuno ¿o será que ya no?

 

 

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