Adiós Príncipe
Un príncipe de la fortaleza
La
partida del “Príncipe de las tinieblas” Ozzy Osbourne, pienso, dejó algunas
enseñanzas. Una de ellas: la pasión. Millonario como era, con un Parkinson de
nivel 5, moviéndose con dificultad, con dolores, subió a cantar igual por
última vez para quien fuera su segunda familia: el público. Nadie imaginó que,
una semana después, moriría; se estaba despidiendo no solo de los escenarios,
sino también del mundo, y lo dio todo con los últimos suspiros que le quedaban.
Su pasión pudo lograr eso.
La otra enseñanza fue el amor de su mujer. Como pareja, tuvieron grandes
conflictos —hasta hubo situaciones de violencia—, pero ella pudo entender su
oscuridad, acariciar su pasado, perdonarlo y seguir adelante. Sin duda, el amor
pudo derribar todos esos muros. Juntos hicieron fortuna, y Sharon lo acompañó
en ese último recital, ahí, sentadita a un costado del escenario, como si fuera
un plomo o un asistente más, temiendo, tal vez, que Ozzy se descompensara por
su estado delicado.
No faltarán quienes digan: “Se juntaron porque había intereses de por medio”, “había
prensa”, “había esto o había lo otro”. Me gusta pensar que solo había amor,
pero amor del bueno.
Hollywood también sabe de sensibilidades.
Otro caso
parecido fue el de Demi Moore. Cuando se enteró del ictus que padeció Bruce
Willis, se instaló en la mansión de este solo para estar cerca y ayudarlo en lo
que fuera. Hace décadas que están separados —fue un matrimonio rimbombante de
Hollywood—; ambos son multimillonarios y famosos, pero ella quiso acompañarlo y
estar cerca, a pesar de toda la sofisticada asistencia que podía tener Bruce.
Se quieren, se tienen mucho respeto y cariño. Una sensibilidad poco usual en
las altas esferas de la fama.
Ahí tampoco faltarán quienes digan: “Pero no todos están en condiciones de
hacer eso”. La verdad es que no todos lo están, es cierto. Pero intentarlo, al
menos una vez, es mucho mejor que justificarse siempre.
La cosa es así: todos nos vamos a morir, pero no todos viven para estar en paz,
para abrazar una pasión o para amar a alguien de verdad. La frivolidad, las “roscas
ideológicas” y las mezquindades nunca nos darán esas cosas. Solo nos distraen.
Los odios seguirán, las grietas seguirán, la rosca seguirá, pero también
seguirán existiendo Ozzys, Sharons y Moores como para equilibrar un poco la
balanza. Afortunadamente, seguirá habiendo gente que cultiva las simplezas más
valiosas. Es un hecho.
Cuando callan las risas, cuando se van las borracheras, cuando se apagan las
pirotécnicas luminarias, prevalece lo simple: el amor y estar en paz.
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