jueves, 18 de septiembre de 2025

Alejandro Insaurralde-Argentina/Septiembre 2025


Adiós Príncipe

 

Un príncipe de la fortaleza

La partida del “Príncipe de las tinieblas” Ozzy Osbourne, pienso, dejó algunas enseñanzas. Una de ellas: la pasión. Millonario como era, con un Parkinson de nivel 5, moviéndose con dificultad, con dolores, subió a cantar igual por última vez para quien fuera su segunda familia: el público. Nadie imaginó que, una semana después, moriría; se estaba despidiendo no solo de los escenarios, sino también del mundo, y lo dio todo con los últimos suspiros que le quedaban. Su pasión pudo lograr eso.
La otra enseñanza fue el amor de su mujer. Como pareja, tuvieron grandes conflictos —hasta hubo situaciones de violencia—, pero ella pudo entender su oscuridad, acariciar su pasado, perdonarlo y seguir adelante. Sin duda, el amor pudo derribar todos esos muros. Juntos hicieron fortuna, y Sharon lo acompañó en ese último recital, ahí, sentadita a un costado del escenario, como si fuera un plomo o un asistente más, temiendo, tal vez, que Ozzy se descompensara por su estado delicado.
No faltarán quienes digan: “Se juntaron porque había intereses de por medio”, “había prensa”, “había esto o había lo otro”. Me gusta pensar que solo había amor, pero amor del bueno.

 

Hollywood también sabe de sensibilidades.

Otro caso parecido fue el de Demi Moore. Cuando se enteró del ictus que padeció Bruce Willis, se instaló en la mansión de este solo para estar cerca y ayudarlo en lo que fuera. Hace décadas que están separados —fue un matrimonio rimbombante de Hollywood—; ambos son multimillonarios y famosos, pero ella quiso acompañarlo y estar cerca, a pesar de toda la sofisticada asistencia que podía tener Bruce. Se quieren, se tienen mucho respeto y cariño. Una sensibilidad poco usual en las altas esferas de la fama.
Ahí tampoco faltarán quienes digan: “Pero no todos están en condiciones de hacer eso”. La verdad es que no todos lo están, es cierto. Pero intentarlo, al menos una vez, es mucho mejor que justificarse siempre.
La cosa es así: todos nos vamos a morir, pero no todos viven para estar en paz, para abrazar una pasión o para amar a alguien de verdad. La frivolidad, las “roscas ideológicas” y las mezquindades nunca nos darán esas cosas. Solo nos distraen.
Los odios seguirán, las grietas seguirán, la rosca seguirá, pero también seguirán existiendo Ozzys, Sharons y Moores como para equilibrar un poco la balanza. Afortunadamente, seguirá habiendo gente que cultiva las simplezas más valiosas. Es un hecho.
Cuando callan las risas, cuando se van las borracheras, cuando se apagan las pirotécnicas luminarias, prevalece lo simple: el amor y estar en paz.


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