sábado, 20 de diciembre de 2025

Nilda Bernárdez-Argentina/Diciembre 2025


 

El ladrón de Nochebuena

 

    No entendía Pablito porqué su mamá había insistido tanto en mandarlo a dormir temprano justo en esa noche que había esperado con tanta ansiedad. Esa era la Nochebuena que tantos preparativos había requerido en la última semana. El había colaborado con su mamá en colgar los adornos nuevos que hubo que comprar para remplazar algunos de los del año anterior que aparecieron dañados cuando se cayó la caja donde se habían guardado en el estante más alto del placard del pasillo. Su papá también debió ocuparse de algunas de las lamparitas de la guirnalda de luces. Ese tema había originado una fea discusión entre ellos porque él lo había dejado para último momento, como hacía con todo y no conseguía las de reemplazo.

   Algunos de los tíos y los abuelos habían ido a la misa en la capilla próxima, su papá y los demás, se quedaron ocupados en los preparativos para la cena.

   Finalmente la larga mesa se colmó de los manjares tradicionales que cada uno aportó como era la costumbre en la familia. Pablito, deslumbrado por las luces y tanto despliegue, disfrutaba con sus tres añitos recién cumplidos, como en ninguna de sus anteriores Navidades.

   Pasada largamente su hora de dormir había entrado en la etapa difícil de los cabeceos y los caprichos. Lo mejor será llevarlo a la cama, opinaron todos extremando los mimos y las promesas pero Pablito se resistía, a la cama no, yo quiero esperar a Papá Noel repetía una y otra vez la decisión que había tomado por la tarde cuando sus primos le preguntaron qué le había pedido y si le había escrito una cartita. Inútil fue la lucha, el sueño lo venció.

   La noche transcurrió bulliciosa pero no hubo estruendos celebratorios salvo algunos no muy cercanos. Entrada la madrugada la casa recobró el silencio. Solo en el comedor quedaron parpadeando las luces de colores del árbol rebosante de brillos. La familia completa disfrutaba del merecido descano.

   En verdad es que el sueño de Pablito era bastante inquieto. A una hora imprecisa            abrió los ojos y en su memoria se hizo presente el propósito que no le dejaban cumplir, él no quería dormir, se quedaría esperando a Papá Noel. Restregándose los ojos bajó de la cama, no encontró sus chinelitas en la penumbra, pero eso que importancia podía tener, guiado por el resplandor multicolor de las luces del árbol, el camino no ofrecía dificultades, su ansiedad lo guiaba. El sonido de algo que caía al suelo lo sorprendió pero no sintió miedo.

   -¿Estás ahí Papá Noel?- repitió varias veces con su vocecita cautelosa.

    De pronto una figura se recortó junto al árbol, iluminado, parpadeante.

   -¡Hola! ¿vos sos Papá Noel? ¿por qué no tenés barba y el traje rojo?

   Era Camilo, simplemente Camilo. Le hizo la señal de que guardara silencio.

   -No me vayan a descubrir, por eso me puse esta ropa- le dijo muy bajito.

   -No, yo no voy a decir nada. ¿Qué me trajiste?

   -Eso ya se lo dejé a tus papás para que mañana te lo entreguen.

   -¿Es lo que te pedí?

   -¡Seguro! yo leí tu cartita.

   -¿Llevás más cosas en esa bolsa?

   -Si, muchas cosas.

   -¿Me mostrás?

   -No, no tengo tiempo. Ahora sin hacer ruido te vas a la cama.

   -¿Tenés que seguir repartiendo?.

   -¡Claro!

   -¿Te puedo dar un beso?

Camilo tragó saliva y se inclinó convenientemente.     

 

Por la mañana Marta y Osvaldo hacían el recuento de las cosas que habían desaparecido en la casa. Pablito descalzo apareció diciendo.

   -¡Papi, mami, anoche Papá Noel me dijo que ustedes tienen el regalo que él me trajo!

 

 

No hay comentarios: