martes, 20 de octubre de 2009

Trinidad Aparicio-Barcelona, España/Octubre de 2009



Cuento de Navidad

Diciembre; y otra Navidad se aproximaba y lo que Remedios ansiaba fervientemente en ese momento era que Roque llamara a su puerta. Esta Navidad sería distinta a la de otros años; esta Navidad estaría sola.

Recuerdos de otros años la llevaron a tiempos pasados, tiempos tan lejanos como lejanos estaban los tiempos en qué sus padres, con días de anticipación elegían ya en el corral, las aves y conejos destinados a ser el manjar familiar para las Fiestas de Navidad.

Recordaba que en Navidad, año tras año, aumentaba el número de platos en la mesa, hasta que más tarde, cuándo ya cada cual formó su propio hogar, la mesa volvió a quedar grande. Hasta aquí, los recuerdos eran gratos. No fueron tiempos de holgado bienestar económico, nunca lo fueron, pero sí fueron tiempos de armonía familiar.

Los recuerdos más dolorosos fueron fruto de la guerra civil. Al principio el pueblo siguió su vida normal; las noticias de guerra casi se escuchaban con indiferencia: venían de lejos. Pero cuándo paulatinamente la situación fue empeorando y cundió la noticia de que iban a llamar a formar filas a los hombres del lugar, Remedios puso todo su fervor en sus plegarias pidiendo que la guerra terminara antes de que eso sucediera. Fervor que no alcanzó para que Dios escuchara sus ruegos. A ella junto con otros, se le llevaron primero a su Eugenio y más tarde a su marido. Muchos, jamás volvieron; entre ellos su querido Eugenio. Salvador si regresó, pero regresó enfermo. Debieron mal vender las pocas tierras e hipotecar la casa, mas…todo fue inútil, el dinero se esfumó pero Salvador no sanó.

La voz del cartero gritando: -¡Remedios! ¡Qué son noticias de Suiza!- hizo que ella volviera al presente. Se persignó para ahuyentar malos presagios y corrió hacia la puerta. Allí estaba sonriente el buen cartero tendiéndole una considerable encomienda. Asió fuertemente el paquete y tanta era su alegría que sin importarle el que dirán de las vecinas que curiosas observaban, en lugar de las gracias, obsequió al cartero con un sonoro beso en la mejilla. “En cada casa dieran tanto dijo Roque” ladeando la cabeza.

Remedios sabía poco de letra, nunca había escrito una carta, pero sentía la necesidad de contestar a su abnegada hija, ella también pasaría la Navidad sola, trabajando duro en ese lejano país de montañas nevadas para poder levantar la hipoteca de la casa.

Provista de papel y lápiz, puso manos a su obra prima..

Qerida hijamía... Levantó la vista de lo escrito. Comenzar con lo de: “querida hija” le pareció absurdo. ¿Acaso no sabía su Amparito que para su mare ella era el sol de su vida?

Presiosa ija de mi alma... volvió a mirar lo escrito. Así suena mejor pensó, y continuó escribiendo: resibi lo que mandaste los chocolates los guarde para cuando se termine tu trabajo ai y buelvas a casa nome merques mas regalos ni memandes mas dinero conla tia Pepa Maria emos ido de jornaleras y con lo que saco remendando ropa ajena me arreglo tambien tetengo qe desir qe cuando la tia Consuelo amasa y ornea pasa por casa y me deja un par de panes la noche buena la pasare en casa de la tia Adoración y el tio Vicente tocaran la sambomba y cantaremos villansicos al niño Jesus luego cuando termine la misa del gallo abra chocolate pa todos Amparito estas Navidades el regalo dela mare para ti solo son deseos deseo que no dejes nunca de reir ni de cantar pues cuando ries tus ermosos ojos negros adquieren el brillo de dos luceros y cuando cantas con esatu maravillosa voz qe Dios te dio pareseria que canataran los anjeles

Ten siempre presente aqello de qe el que canta su mal espanta y no olvides de resarle al Señor todas las noches pidele dulces sueños y un agradable despertar

la mare te manda muchos vesos.

Suspirando con satisfacción, puso el papel en un sobre y se dirigió orgullosa hacia la casa de Don Francisco, el buen doctor sabría escribir con tinta la dirección de su Amparito.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay Trini que maravilla de cuento de esa época tan triste, pero que bien lo cuentas, eres una genia!!!
Me encantó este cuento Trini, y mira Graciela la hermosa foto que le puso a tu cuento

Me alegro tanto que envíes, estas historias tan tiernas, de gente de pueblo. Te abraza con mucho cariño Josefina

Anónimo dijo...

Trinidad: nuevamente quí, deleitándome con tus escritos. Me encantó esa lealtad en tu decir y en tu escribir. Lo bueno, lo digno, lo rescatable, está en tus dichos. Felicitaciones amiga, te abraza muy fuerte, Laura Beatriz Chiesa Pérez.