miércoles, 17 de noviembre de 2010

Raúl Barrozo-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2010

Simultaneidad de los paisajes

Acaba de pasar un elefante, una sombra gigante casi como una nube suave, oscura  y bamboleante en la quietud del paisaje, inclinando la trompa hacia un lado y hacia el otro, buscando, husmeando, presintiendo quizás ese otro extirpado destino, de sabanas africanas.
La realidad se desnuda de noche, muy en especial en esta zona del zoológico, aquí con la luna alta de abril, en el Jardín de las fieras de la gran urbe que es Buenos Aires. Hasta aquí he llegado. Por supuesto, estoy por fuera de las rejas, como bromeó un compañero esta tarde cuando fui a retirar mis pertenencias de la oficina, antes de pasar a cobrar mi indemnización por despido sin causa luego de trabajar 20 años en el lugar. Eso creo.
De lo que si estoy seguro es de esta sensación de límite, de haber llegado al límite, una especie de frontera que a la vez que me espanta me atrae. Un inmenso hueco, un agujero negro insondable, un espacio infinito. Esta ruptura encadenada, brusca y traumática.
La tenue luz del amanecer que se vislumbra desde el río, me permite ver también claramente, el andar de dos felinos siguiendo el mismo trayecto. Caminan hacia el templo hindú y vuelven contra las rejas, las rozan, se apoyan en ellas como  buscando una caricia.
Al principio juro que esperé con altísima adrenalina un zarpazo que finalmente no llegó. En alguna parte leí, hace ya un tiempo, que una garra te abre el cuello, te rompe la traquea e incluso te quiebra la columna cervical. La muerte sobreviene en segundos.
Debo haberme quedado dormido. Antes pasé por la Place de Italie donde está el monumento a Garibaldi, y comí un guiso de arroz recalentado sin sazonar con los clochards (zas, ya me confundo de idiomas). Y casi me confundo. Parecía que estaba en París (confieso que no es la primera vez que creo estar en París y no acá. ¿Acá?)
Ahora el dolor de cabeza se me ha pasado un poco (alguien en la Plaza consiguió licor) y creo que en cualquier momento me termino durmiendo. Si no fuera por ese cartel grande de la entrada, demasiado iluminado creo que ya me hubiera dormido. Está pulcramente pintado con letras verdes fosforescentes: “Especies en vías de extinción”. Un poco más abajo y con letra más chica también puede leerse “Entre todos podemos preservarlas”,
Antes, en París, los vagabundos eran clochards y ser clochard era pertenecer a una dinastía. Ahora, la denominación dinástica desapareció y se llaman SDF, “sin domicilio fijo”. Aquí en Buenos Aires  les llaman SDC, en Situación De Calle. Y comen en las plazas. Donde yo comí hace un rato arroz recalentado sin sazonar.
Es junio, y comienza a sentirse el frío en buenos aires. Algunos grados menos aquí en el Zoo, en esta cuña de la naturaleza en el impiadoso cemento de la gran ciudad. Sólo se escucha la brisa que mece las otoñales escasas hojas de las tipas y los jacarandaes. Y se me ocurre pensar, (mirá las cosas que se me ocurren), me hubiera gustado mucho, que ella también estuviera aquí conmigo. Pero no pudo ser. Ella ya no está. O mejor dicho ya no estoy Yo en el departamento que era nuestro y en el que sí quedó ella.
Algunas de las construcciones de este zoo porteño son como palacios orientales, tan parecidos a los de La ménagerie, la Casa de las fieras, en el Jardín des Plantes, allá en París. Además, también está muy cerca de la Plaza de Italia, en el arrondisements 5, Boulevar de LHopital de por medio. Todo tan cerca, y a la vez tan lejano.
 Me duele un poco la espalda, ya no se cómo acomodarme en los dos escalones que bordean el enrejado recinto de los animales salvajes. Hoy, justamente hoy se me ocurrió ponerme el traje Pierre Cardin que me regaló ella a su regreso de París. Simplemente me lo puse cambiado, cubriéndome el pecho con la espalda (del saco), y la espalda contra el escalón (de la jaula). Todo al revés. Me parece.
                                                                                                         

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que tremendo para un hombre sentirse así. Que bien contás Raúl!!!
Me gustó mucho.
Saludos Jóse

Anónimo dijo...

¡Muy bueno, Raúl, como todo lo que llevo leído de tu obra.
Felicitaciones y un gran abrazo
María Rosa León

Anónimo dijo...

Conmovedor tu cuento, desolador, sentirse tan abrumado en una ciudad tan ruidosa.
Una trama muy bien llevada.

muy bueno Raúl

E.Fernández

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Raúl: una vez más compartimos este espacio y, una vez más, aplaudo de pie. Un abrazo,