viernes, 22 de octubre de 2010

Bohemia de Literarte-Sábado 2 de Octubre de 2010

El sábado 2 de Octubre, pasadas las 16 horas, en el Centro Cultural Tiempos Modernos, ubicado en Aristóbulo del Valle 1701, en la localidad de Vicente López, Provincia de Buenos Aires, Argentina, dábamos comienzo a la Bohemia número 60, en su 7º ciclo consecutivo.
Ese día se celebraba el Día Mundial de la No Violencia y la Ronda de Paz,   de las manos María Rosa Pouchulu y Alicia Ruiz  tuvimos el honor de recibir  la Bandera de la Paz.
 La Gran Bandera de la Paz es un proyecto generado por el Concejo de Paz de la República Argentina (Cpaz). La misma ya superajustamente en el Día Mundial de la No Violencia, la misma tiene más de 200 metros de tela pintada con los sueños y anhelos de paz de miles de niños, jóvenes y sus familias y maestros de todo el país y también del mundo. Desde el año 2006 está presentándose en encuentros y acontecimientos comunitarios para despertar conciencia de Paz y Unidad. Sólo una  parte de ella estuvo con nosotros (ya que tantos metros era materialmente imposible desplegarlos en el reciento donde nos encontrábamos) para que los presentes dejaran allí su mensaje de paz en forma de poema, frase o pensamiento.
Parte de la Bandera de la Paz

AliciaRuiz  y Rosa Pouchulu
A continuacón dimos comienzo a la presentación del libro de cuentos "Sopa seca"  del escritor Raúl Barrozo, el  nació en Villa Dolores, Córdoba, yactualmente reside en Buenos Aires. Es Periodista y se desempeña como  Cronista  Parlamentario, también como corresponsal de varios medios audiovisuales del interior del país."Sopa seca" de Editorial Longseller , es su primer libro y fue presentado en la Feria del libro de Buenos Aires. Participó en la Antología "Los elegidos de Dalmiro Sáenz". Dirigió la Revista-libro de Poesía "Coartadas". Concurrió a los Talleres literarios de la Biblioteca Nacional entre los años 2004 al 2007 y en la actualidad publica su  obra en distintos sitios de internet .

Raúl Barrozo hablando sobre "Sopa seca"

La artista plástica María Luisa Demichelis(Vicente López) realizó una muestra individual de su obra.
María Luisa comenzó a incursionar en el arte de pintar con acuarela, témpera, acrílico y óleo, asistiendo a distintos talleres zonales y escuelas de arte. Realizando distintas actividades como: arte francés o europeo, tallado en madera, pintura decorativa sobre tela, madera y repujado de metales. Es integrante de la Asociación de Acuarelistas Argentinos. Actualmente asiste al taller de la pintora y profesora Leandra cotrone. Expuso en el salón Tattersal en el hipódromo de San Isidro en los años 2007, 2008 y 2009. En la Casa de la Cultura de Beccar (2008) y en el antiguo Concejo Deliberante de San Isidro (2008 y 2009).

María Luisa Demichelis dirigiéndose al público



Dos de sus obras


Ediciones Literarte y JJMProducciones tuvieron el agrado de presentar un nuevo CD literario, en este caso del escritor Alejandro Darío Insaurralde (Capital Federal). El título del disco es "Dimensiones" y contiene 10 poemas del autor en la voz del locutor Guillermo Ferreras. Tuvimos oportunidad de escuchar dos de esos poemas que forman parte del libro homónimo.
Guillermo Ferreras, Alejandro Darío Insaurralde y Graciela Pucci


Luego del acostumbrado intermedio para tomar café y degustar exquisitas tortas  dimos comienzo al segmento musical,  el guitarrista y compositor Sergio Mastrovic (Munro), fue quien nos acompañó en esta oportunidad interpretando cuatro temas de su autoría.
Sergio Mastrovic

Ya casi asomaba el ocaso cuando comenzamos con el micrófono abierto, espacio dedicado al público presente para que se expresen en libertad, ya sea leyendo sus textos, recitando, cantando, realizando monólogos y también bailando. Como ya ocurrió en las Bohemias anteriores, casi el 90% del público se anotó para mostrar sus habilidades. También, como en los meses anteriores, hubo mucha gente linda y con muy buena energía. A todos ellos muchas gracias por estar siempre.


Minutos antes de las 19.30hs y con la ayuda de Guillermo Ferreras, realizamos el sorteo de libros (donados por los autores que hicieron su presentación en las Bohemias) y de artesanías (gentileza de Lola Car). Los números para este sorteo se entregan gratuitamente a cada uno de los concurrentes.
Todo se desarrolló con mucha alegría y dinamismo, y ya caída la noche sobre la incipiente primavera de Buenos Aires, nos despedimos hasta la próxima Bohemia de Literarte que se realizará el sábado 6 de Noviembre, a las 16 hs en el Centro Cultural Tiempos Modernos.
¡¡¡¡Los esperamos a todos!!!!

lunes, 18 de octubre de 2010

Miriam Brandan-Los Ángeles, California, EEUU/Octubre de 2010

EL PUENTE

Momentos robados, que terminan de prisa
Cuando te espero mas allá de los muros,
Junto al puente de piedra salpicado
De musgo tibio, húmedo y oscuro.

Me siento a su cómplice resguardo,
Sueño el reflejo de mis ojos en los tuyos,
Mientras un tenue rayo de humo blanco
Se mece adormecido entre los juncos.

El tiempo queda en lánguido suspenso
Al posarse mis labios en los tuyos,
Y vuelve eterno y mágico al instante
En el que al fin, podemos estar juntos.

Y confidentes, las piedras lo saben,
Que no existe un amor mas profundo,
Mudos testigos de los besos, las promesas,
De las caricias, las miradas, los arrullos.

Aunque quisiera a toda voz, gritar tu nombre,
Tomar tu mano y besarte frente al mundo,
Se que este amor ha de vivir solo en mis labios
Y cada noche, junto al puente...unos minutos.

Carolina Bugnone-Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

Las tres menos veinte

El hombre se despierta de golpe, no por el despertador sino por esa lanza impiadosa que cae sobre su pensamiento y le golpea el pecho. Está acostumbrado a despertar así, como si alguien le disparara con un arma, como si alguien le clavara una espada. Ya sabe, viene la taquicardia y al siguiente segundo ya se dio cuenta, se despertó. El problema es que son las dos de la mañana y la noche se anuncia espesa y lentísima, como suele suceder, se dice a sí mismo. Decide volver a dormirse, respira profundo e intenta no moverse, un poco para atraer al sueño, un poco para espantar a los espíritus malignos de su pensar, un poco para no despertar a la mujer que duerme a su lado. Allí, el inevitable laberinto comienza su carrera: el trabajo, el jefe complicado, el compañero malintencionado, el amigo, el pago de los últimos impuestos, el del crédito que tanto costó conseguir, las interminables quejas de su mujer, las interminables quejas de su amante, interminables preocupaciones obturando las vías del sueño.
Apenas pasaron nueve minutos.
Ya comenzó a transpirar, a sentir el corazón queriendo salirse como si pudiera elegir latir afuera. ¡Mierda! Como si este desgraciado tuviera vida propia. Respira otra vez como indican los médicos que hay que hacerlo cuando viene el pánico.
Inspiro, exhalo, inspiro, exhalo. Tic tac tic tac tic tac.
Un ladrido lejano. Aunque en la noche hasta el ladrido más lejano se oye tan cerca, amplificando las vibraciones, aturdiendo en las mandíbulas salivantes. Ese perro me tiene harto, si no se calla me levanto y lo ahorco con mis propias manos.
Tic tac tic tac tic tac. Cierto, la respiración.
Se da vuelta pesadamente, su cuerpo es ágil y movedizo pero ya se sabe, en la noche todo pesa más. Al girar registra el dolor en la nuca, punzante y sencillo como un par de agujas de tejer introduciéndose en la base de su cabeza. El quejido es leve y corto. Ya bastante con los ladridos y ese maldito reloj. Los minutos del sucio silencio nocturno se desagajan sin apuro, mojan la respiración profunda de la que duerme, salpican el aire entrecortado del insomne.
La mira y no la ve, es hermética la oscuridad de la habitación. Siente el calor tibio de su brazo que casi lo toca, y lo rozan las puntas de su largo cabello.
También la escucha. Aletargada la entrada y la salida del aire, que ahora parece engrosarse y elevarse hacia el techo del cuarto, y envuelven sus sienes afiebradas. Si pudiera dormir así. Una uña de la mujer se desliza molestándolo en uno de sus muslos, se mueve dormida y ajena.
Tic tac tic tac tic tac.
La nuca arremete, doliente, y siente que ya no puede mover más el cuello, es tan hondo el dolor que prefiere quedarse inmóvil y volver a respirar, a pesar del ahogo que de a poco se va adueñando de su garganta.
Ruido de pasos en el piso superior, llaves, puerta, muebles, risas inoportunas y música de esa que tanto le desagrada. La mujer se da vuelta, su respiración ha crecido monstruosamente, ahora lo abraza y entrecruza sus piernas con las de él. El hombre intenta correrse hacia su lado de la cama, pero esos filos en la nuca como ojos que le disparan, lo dejan quieto. Se mezcla el tic tac con los gemidos y las risas que se multiplican arriba, y los ladridos avanzan sobre la calle, hacia las ventanas, dentro de los oídos, directo hacia el pecho del hombre.
No quiere abrir los ojos, aunque la oscuridad sigue intacta.
Las uñas de la mujer comienzan a clavarse en su espalda, como heridas hechas al descuido, como pinches que azarosos buscan el interior de la carne.
El grito se ahoga.
La música crece como la voz de la Josephine de Kafka.
De nuevo el corazón late, salta, patea hacia fuera, rompe las arterias, cruza los músculos, esquiva los huesos, raja la piel, asoma desesperado.
Abre un ojo. Se sacude. Resopla.
Tic tac tic tac tic tac.
Son apenas las tres menos veinte.  

Alicia Casal-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

                                                     Aquí


Y…aquí, en Argentina. Mi país.

Abrimos ampliamente los brazos.
Aquí, acuden a Hospitales Nacionales,
de países limítrofes y no. Hermanos.
Aquí, aterrizan, llegan extranjeros
que luego serán; ¡¡ más hermanos!!.


Y…somos blancos, negros, amarillos.
Y…católicos, evangélicos, agnósticos.
Y…una mezcla de razas y credos, congenian.
Y…todo hombre de buena voluntad,
 “puede”…, habitar suelo argentino.


Y…aquí, “”no los reportamos””,
Y son muchos!!, asíduos a Facultades,
obtienen excelente preparación Universitaria.
Y…no arancelamos. Para la Nación, somos hnos.


Y…aquí, arriban por nuevas esperanzas,
aman, necesitan, y obtienen  trabajo.
Peruanos, Bolivianos, Paraguayos, Chinos,
múltiples nacionalidades; cobijamos.
Y… fortificamos la cultura, sumando.


Abolimos la discriminación” en todas sus formas.
A todos aceptamos y brindamos una mano!!!.
Tierra en crisol de razas y oportunidades,
a la vida … e igualdades apuntamos…..
Compartimos bajo un mismo cielo, estamos.


Valoramos al ser en sus creencias, leyendas y folklore.
Participamos  y respetamos como tales.
Se acrecienta así, el acerbo cultural.
Somos más, trabajando y dando impulso,
a esta Patria joven, que tanto amamos!!!!!!!!!

Graciela María Casartelli-Unquillo, Provincia de Córdoba, Argentina/Octubre de 2010

Reflejo



Florecer siempre.

Desde el pétalo encendido y la antorcha
que arde.

En la sonrisa y en la mueca.

En el dolor y en las remembranzas.

Florecer…en vapores perfumados,
que suben desde nuestro pecho
y envuelven el rostro, llegando al olfato.

En palabras de aliento;
endulzando el día de los tristes.

En las cenizas de aquel amado;
aquél, cuya vida se nos fue entre las manos.
Al que un día perdimos, sin regreso…

Volver, muy de mañana en la aguada fresca.

Volver a ser rosa y ser jacinto.


En recuerdos de tiempos  repartidos,
entre lo cotidiano, lo efímero… y lo culminante.


En las costumbres y las uniones;
la mesa con los alimentos;
el “gracias” y las miradas.


Florecer sencillamente; como una violeta
entre grandes hojas acorazonadas,
que gentiles dejan al pequeño tallo, erguir…


En un gran ramo de novia,
con sueños de mañana y de renuevos.


Volver, entre las hojas agotadas;
apenas una yema de advenimiento…
mostrando el ahínco por la vida.

Entregarnos, cual canasto de ofrendas
en un día cualquiera,  a seres hambrientos.



Ser ceniza y carbón ardiente.

Germen, flor y hoja.

Polen y leño seco…

Marco Antonio Chávez Díaz-Yucatán, México/Octubre de 2010

Pájaro azul

Una tarde vi un pájaro azul
en el cielo brillar
alas de misterio
a donde llevaran
¿donde nacen esos cantos?
que hoy,
en esta tarde,
cautivan, ya.


Entre algodones brilla el azul
deja la fantasía nacer
ahi descansa sobre el circulo amarillo,
y entre el azul y entre el algodón
parte un rayo el firmamento
en fragmentos de colores
que hoy alegran mi corazón


Soy humano por gracia de Dios
camino sobre cuerdas de violines
y me cubro con notas musicales
de eso cánticos celestiales
que hoy descubro en mi cielo
donde surca el pájaro azul.

Laura Beatriz Chiesa-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

SUPERVIVENCIA  I




Temerosa. Inquieta. vigilando
muy de cerca tu nido clandestino,
esperabas ansiosa ese camino
que te ofreciera pan. Y sospechando

poder pasar de incógnito. Logrando
valerte sigilosa de tu fino
sentido, con precoz andar cansino
ubicaste las presas por su canto.

Dos moscas recitaban con justeza.
Cual cazador astuto y sin pereza,
planeaste allí un ataque. Cuatro pares

de patas afiladas, como espadas,
actuaron simultáneas, coordinadas
para saciar tu sed con los juglares.

Marta Elena Díaz-Provincia de Santa Fe-Argentina/Octubre de 2010

VEN


Porque estás acá,  entre  estas manos florecidas de geranios y magnolias que germinan al tocarte y se vuelven perlas nacaradas  con aromas a nardos y a rocíos,  pues  eres en mi carne la sensación de la caricia colmada de ilusiones, de ansiedades, de amores truncos, y en esas caricias que te hago,  florezco, me vuelvo etérea, ágil, niña, adulta, madura, y todo mi cuerpo y mi sexo clama por vos, por un minuto de tu amor, por un instante de tus ojos mirándome, siguiendo las curvas de mi cuerpo que tiembla por el suave roce de esas manos que saben a pétalos de rosas, a lluvias tibias de verano, a brisas de atardeceres, a arcos iris de paz, de tranquilidad, de amores viejos y caricias nuevas.
Todo en mí brota al tenerte, todo en mi te desea,  y una furia ciega hace que quiera poseerte y sentir tu volcán explotar dentro de las cuevas de este cuerpo ingenuo que aún cree que puede amar con la libertad con que  su alma lo siente y lo desea.
Pero ven, mi amor es tan enorme  que nos abarca a los dos.  Hoy amémonos, mañana ya  será  futuro  y en él nunca podremos saber lo que sucederá.
Apagá  la luz,  acá estoy esperándote para que mi cuerpo te demuestre todo lo que te amo y el tuyo lo reconozca, lo sienta, lo ame, lo disfrute, lo goce.

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

LA REALIDAD

Mamá. ¡Mamá! ¿Me estás oyendo? Te hablo y parece que ni escuchás mi voz… ¡Ni me mirás! ¿No ves que estoy acá? Parada al lado tuyo… ¿No te das cuenta que nos quedamos solas? Sin papá y sin los chicos. Se fueron yendo todos. Poquito a poco.
Papá ya hace años que no está en este mundo.
Los chicos… Y. Los chicos crecieron. Gustavo trabaja en Holanda en una multinacional.
Marcelo se casó con la uruguaya y está en Montevideo con su mujer y sus hijos, luchando como tantos otros.
Olga ¡Uy! ¡Olga hace tanto que no escribe! La última vez estaba en Londres.
¡Te estoy hablando mamá!
Te estoy diciendo también, que me quedé sin trabajo…
Que no sé como vamos a hacer para vivir de ahora en adelante…
Te estoy diciendo que estás enferma…
Que hablé con el médico y me dijo que lo que tenés es mal de Alzheimer…
Que no tiene cura…
Pero ella no se da cuenta.
Ella sigue con esa sonrisa  mirando a la ventana.
Bueno. La dejé acostadita y bien tapada. Y me fui a mi cuarto.
Y apagué la luz.
Y empecé a soñar con los ojos abiertos.
Soñé que estábamos otra vez todos juntos.
Con la abuela Tota también.
De la cocina salía el olorcito al pan recién horneado que amasaba ella.
Mamá ponía la mesa y preparaba las tostadas con manteca y mermelada.
Papá, con traje y corbata leía las noticias del diario antes de partir para su trabajo.
Y los chicos correteaban por ahí, con los delantales blancos, haciendo bulla y preparando los útiles para el colegio.
Tan solo yo no me veo en esa escena.
¿Por qué no puedo encontrarme en ese tiempo del pasado?
¿Por qué no estoy ayudando a todos como siempre?
“La mayor tiene que ayudar” Esa premisa era fundamental en mi familia.
Quizás, si pudiera volver el tiempo atrás, pensaría más en mí y menos en los otros.
Más egoísta. Más feliz.
Pero esa no es mi condición.
Y aquí estoy. Otra vez. Poniéndole el pecho a la vida. Como me enseñaron.
Vamos mamá. ¡Abrí la boca! Tomá despacito tu café con leche. A cucharaditas…
Como me la dabas a mí cuando era chica…

Juan Disante-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

Vi



entre madrugadas chuecas
de enrulado mirar
                                                               vi
en la pequeñísima parte
de mi pasaje
degradación progresiva
que se repite
empatiza
no tiene miedo
de su brusquedad global
de su rentabilidad de los tiempos secuestrados
de sus dudosas artes
nomeacuerdonosabía
de sus alrededores


y siento
como el viento de mi costado
hace pecho
donde existir conlleva el destrono
durante el camino gris
que queda
abriré compuertas
al mudo aluvión
iré
por más memoria
a un despertar más chueco
donde ya vi
lo esencial

Abel Espil-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

CON RESPETO
   A Marcos Polero Vélez

Los tiempos pasan , pero ¡ cómo olvidarte ! .
Grandote de pies planos, vocecita chillona, con capacidad marketinera .
Vos fuiste el que dijo: " La experiencia llega, como el peine a un pelado”.
Cuando ganabas; Parque Patricios estaba de fiesta. No te puedo olvidar, niño grandote. 
En aquellos años, vivía en Avenida. Sáenz y todos los días pasaba por la casa de tu vieja .
Dos tipos le dieron salida al mundo a sus progenitoras : vos sos uno de los dos El otro vivía en Paternal en la calle Gral. Artigas .Se llamaba PAPPO.
Nunca sentiste el peligro, nunca conociste el miedo.
Uno de los sábados que pasé con mi Dodge 1500 turquesa, estaba la mesa instalada en la vereda. Alrededor de ella, tus hermanos con sus mujeres y vos en el centro. El pecho descubierto, un grueso collar de cadenas con una pesada cruz. A tu lado, te estaba sirviendo -de una enorme fuente de ravioles- una señora baja, cara gordota.
Detuve el coche, bajé, te saludé y me invitaste a la mesa.
Me senté a tu lado. Como un chico bueno, te desplazaste un poco al costado y me dejaste junto a vos, encabezando la mesa de la familia.
Fuiste un ser que se dejó engañar por los colores de la USA. La lástima es que en el Norte la mafia no perdona y vos, nene de ring, lo sufriste tanto que hasta dejaste la vida . 
Chau pibe de Parque Patricios. Tu apellido Bonavena nadie lo borra, ni el tiempo.

Gustavo M. Galliano-Santa Fe, Argentina/Octubre de 2010

La casa de mi vida


Elena, la joven empleada inmobiliaria, atractiva y curvilínea tan dulce como su sonrisa, -aunque aquellas curvas fueran más sugerentes y sumamente más peligrosas que su sonrisa, indudablemente más turbantes- me recibió cordialmente en el portal, haciendo uso de un verborrágico monólogo finamente estudiado en cada detalle, para indicarme finalmente que le acompañara en el ingreso a la casa.
Era la encargada de mostrarme la bellísima mansión, que se alzaba en pleno Boulevard Carmesí, una magnífica mole de mármoles y finas maderas, caobas, robles; adornos imponentes de cristal, bronce, plata y oro, escaleras con barandales macizos, cuadros y pinturas de exquisitos autores. Y su mejor sonrisa para ocultarme las pocas bondades que los años se atrevieron a robarle  a  aquel inmueble impresionante.
Pero mi ojo clínico, mi sagaz perspicacia, mi delicada intuición, ya habían dictaminado, apenas cruzado el umbral, apenas traspasado el dintel, que aquella era “la casa”.  La residencia donde acabaría mis días. Lo sentenció la fragancia a jazmines proveniente de los jardines, la luz pura que penetraba los ventanales. Adoré la fachada de ladrillos antiguos, la firmeza energizante de sus cimientos, la fuerza rojiza de sus tejas. Desde la amplitud del living y la comodidad extensa de los dormitorios, hasta los marmóreos baños de griferías en oro. Desde el hogar rústico de acogedores leños ardientes hasta la sobria biblioteca repleta de libros nunca leídos. Desde la increíble cocina, hasta le inexistencia de un sótano que detesté desde niño.
Una pena que Elena resultare tan eficiente en su trabajo. No cesaba de hablar y hablar sobre las bondades de la casa.
Una hermosa mujer no debería hablar constantemente, pues abrumando se desmerece. Un buen vendedor debería aprender que en ciertas oportunidades debe aprender a callar. A mirar a los ojos. Como cuando un sommelier se toma unos instantes y cierra sus ojos para dejar descansar el buen vino en su paladar, antes de dar el veredicto.  Pero Elena era una máquina posmoderna preparada para avasallar, no dejar pensar. De la terrible escuela sacrílega del “confunde con tus palabras, al extremo que no piensen, utiliza el engaño para que no vean defectos, luego será tarde, cierra el negocio, cobra tu comisión y vé por otro cliente, tiempo y vida convergen finitos. Mañana vivirás”. ¡Vaya si conozco sobre esto!
Respiré hondo, antes de suplicarle, cortésmente y mirándole a los ojos: -“Cállate, por favor”- Ella titubeo, confundida. -“Esta es la casa, entiendes Elena. Es la mejor, y tú eres la mejor. La he escogido entre cientos. Despreocúpate. Tan solo necesito unos minutos a solas, en la terraza del ala Norte, si puede tu enérgica verba otorgármelo, luego estaré a tu plena disposición, dalo por hecho. He escogido esta casa. Aquí viviré hasta el último de mis días. Lo juro. El precio no será obstáculo alguno”-.
La joven sonrió, en una mezcla de ambición, codicia, perversión y satisfacción. Seguramente resultaba la venta más rápida y sencilla que había logrado en su corta carrera. Un antecedente meritorio rumbo a una carrera brillante. “El cliente perfecto”, pensó casi en voz alta. Aunque también eso llegó a molestarle un poco: necesitaba demostrar todas sus habilidades; había resultado demasiado fácil, y no era una mujer que gustara de lo fácil, necesitaba retos que movilizaran la adrenalina de su cuerpo. De todos modos, el resultado era el mismo: dinero y buen concepto, lo cual calmo su ánimo.
Me indicó con una sonrisa casi distraída la dirección del pasillo hacia la terraza, y me explicó que estaría en la biblioteca preparando los documentos pertinentes, para la firma. Le respondí que me parecía correcto, siempre que respetara mi cuarto de hora de intimidad en la terraza del ala Norte. Accedió con un gentil gesto, fingiendo una sobriedad que ahogaba la total euforia del triunfo.
Una vez instalado en la terraza, me dejé caer en un cómodo sillón de esterillas, ubicado allí, no casualmente. Observé los picos nevados de la majestuosa Montaña Clamor, sobre mi diestra. Como contraste, a mi siniestra, las luces insinuantes del atardecer próximo a devorar Ciudad Santa Fe.
Respiré relajado, imaginando a Elena, habitante de un cuerpo tan hermoso,  capaz de generar tanta pasión, y sin embargo convertido en un frasco de codicia, completando formularios a ultra velocidad. Encendí un cigarro con la última lumbre que me quedaba. Siempre fui bueno para no desaprovechar últimas oportunidades. –“Esto sí resulta majestuoso, y es todo mío”- pensé. –“Tal como lo imagine”- Exhalé una intensa bocanada, una nube maciza y condensada de nicotina y recuerdos.
Hurgué en el interior de mi abrigo, comenzaba a castigar la brisa. Saqué la pistola. El marco era perfecto, como una pintura a la que solo le falta el pincelazo final. Lamentaba que Elena tuviera que ser quien pusiera el broche final, hacerse cargo, ella, tan plena de belleza y superficialidad, pero no podía hacerme cargo yo por ella. Debemos optar. Sacrificios. Tantos años me llevó encontrar la casa de mi vida. Donde pasar hasta el último de mis días. La boca de acero me beso la sien. Y la piel se erizo ante el frío del incipiente invierno que la convertía en más frío aún, pero sólo por un instante. La visión era maravillosa, la naturaleza posee tanta belleza que solemos obviar sólo por distraídos. Quizás por ser tan imperfectos como humanos que no recalamos en la perfección que nos rodea, quizás por encerrarnos en nuestras cápsulas de dolor, por dedicarnos a atormentar nuestras almas en lugar de cuidarlas, quizás por aferrarnos, costumbristas,  a las penas hasta que la carga se torna insoportable,  antes que escoger la libertad.
Luego creí escuchar la voz de Elena reclamándome y decidí apresurarme. Una obra de arte no debe desperdiciarse. Aquél paisaje, aquella terraza, la comodidad del sillón, la musicalidad de la brisa, el pico nevado en el celeste de Montaña Clamor, las amarillentas luces relucientes de Ciudad Santa Fe. La casa perfecta, para el partir adecuado. No sirve ya repensar las causas, demasiado frío afuera y adentro, no comprenderían. No se comprende jamás el dolor ajeno. No por incapacidad, solo por genuino desinterés espontáneo.
Toda la firmeza que no tuvo mi alma hasta entonces, se concentró en mi diestra. La mano responde al cerebro y al corazón, supongo. Porque los ojos se llenan de lágrimas, que pueden ser producto de penas, recuerdos, o del viento frío que azota ya incesante la terraza del ala Norte.
–“Vamos, ya es hora. Es la casa de tu vida, aquí soñaste siempre que fuese el fin”-,  me dije en voz alta, para insuflarme esa fuerza que comenzaba a flaquear.
A la distancia, la nieve de las montañas comenzaba a vestirse de un ostentoso manto azul. Las luces de Ciudad Santa Fe ya presumían su expansivo color naranja flúo, casi prepotente. Desde la biblioteca la voz de Elena llegaba lejana pero clara: -“Apúrese, ya anochece, debemos regresar”-.  Pero no había regreso, ya no. La detonación fue única y retumbó en cada rincón de la magnífica mansión. La joven dudó unos instantes antes de correr hacia la terraza.
Al llegar al Ala Norte supo que era más tarde de lo tarde que había presumido. Más allá de la terraza todavía el eco del disparo aún escapaba y se escondía entre montañas y luces que fulguraban distraídas. Mi cuerpo estaba tendido en el cómodo sillón de esterillas, ella no atino a acercarse. Tampoco a pronunciar palabras. Su verba parecía haberse agotado inexplicablemente.
Mientras la nieve comenzaba a dislocarse en suaves y ligeros copos, un hilo purpúreo descendía por mi hombro y mi brazo izquierdo, apoyado en el piso de mármol, e iba dando paso a una mancha que se expandía conformando una extraña figura. Figura de contornos extraños, formada por sangre casi tibia. Tibia de apasionados recuerdos, fría de vida y mutiladas esperanzas. Demasiado fría por inmensas desilusiones. Sacrificios.
Anochecía, y el reflejo inexpresivo de la oscuridad trataba de cubrir con un manto de piedad el piso de Mármol de Carrara, de la Terraza en el Ala Norte de la bellísima Mansión ubicada en el Boulevard Carmesí, de Ciudad Santa Fe, cercana a Montaña Clamor.-


PREMIO NACIONAL “EL QUIJOTE DE PLATA XXXIII” EN GÉNERO CUENTO.
Organizado anualmente la Asociación Arte y Cultura de San Lorenzo y auspiciado por la Municipalidad de San Lorenzo y la Honorable Cámara de Senadores de la Provincia de Santa Fe (Argentina).
El acto de entrega de premios se llevó a cabo el sábado 7 de agosto a las 20 horas en la sala del Teatro  “Aldo Braga”, del Complejo Cultural de la Ciudad.

Grati Anush-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

Genocidio Armenio


Una mujer se apareció en mi ventana ayer en la noche.
Todo su cuerpo estaba envuelto en una túnica
..Su cara se confundía con la blancura de la luna.
Posó su mano en el vidrio. Llorando.
Empezó a golpear el vidrio, y yo solo….la miré.
Una mujer cargaba en brazos un bebé ayer en la noche.
Lloraban. Ambos.
Los miraba fijamente. ¡El telón detrás de ellos era horrible!
Miles de soldados disparaban a sus espaldas.
Escuchaba los gritos desesperados, y yo solo…. miré.
…ayer en la noche, nadie se apareció.
En la ventana, solo la marca de la mano inexistente quedaba.
Esa marca, pintada con sangre…sangre de ambos...
Me acerqué. Y esa noche, la ventana abierta dejé.
…ayer en la noche, dos cuerpos yacían en el piso de mi cuarto.
Una mujer y su hijo, yacían en el piso de mi cuarto.
Una melodía a piano inundo mis oídos, melodía que venía del otro lado del muro traslúcido…
Esa  ventana que yacía abierta desde hace mucho tiempo.
Miré los cuerpos, cuerpos que ya no estaban.
Porque a la noche siguiente, esa mujer, volvería a posar su mano en el vidrio.
Vidrio de mi ventana cerrada, llorando, con su bebé en brazos.
Ambos llorando, a compás de la melodía del piano.
Esperando a que les abra esa oportunidad de vivir.
¡Esperanza de que aquel genocidio, no fuera su genocidio!
… a la noche siguiente, los disparos cesaron.
Se los llevó el tiempo. Y con el tiempo, el olvido prevaleció.
Pero yo no olvido. Porque todas las noches.
Noches de tertulia y tortura.
Aparecen en mi ventana, esas dos personas llorando por ayuda.
Rogándome que me acordara de ellos.
Rogándome porque los mantuviera en mi memoria
…rogándome que nunca me olvide del genocidio armenio...

Yamila Greco-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

piedra sobre piedra el sol hecho pasta mal augurio
reúne la carne que el verbo mutila

cuando la infancia salpica el polvo amargo de los años
y las facciones comienzan a ensombrecer la cordura

desfigura la verguenza con las manos calcinadas el vacío
la claridad dibujada por los puños ignorados del tiempo

incluso la luz burla el ámbito de lo humano

la región donde habita el corazón a su siniestra
derrama el espíritu bajo la tierra envenenada

algo busco entre ellos yo que cuando digo sol provoco espanto

reanima y propaga el frío la memoria en su nido de pesar
la imagen brilla pero el dolor sospecha tras la espalda de la noche

aquellos que juraron mirarme pero no lo hicieron

levanta el viento su calma curva mi brazo su sello resplandeciente
viste esas piedras el cuerpo deshabitado ni modo alguno ni gesto vivo

Alba Estrella Gutierrez-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

te invento amor
con prescindencia
y recorro las grietas
sin tiempo de tu nombre
con suavidad de pluma irreverente
me exilio en el sur de tus caderas
y te convoco
certidumbre de pez
fugacidad inapelable
y te fundo en vuelo final

hacia la muerte

Nélida Beatriz Hualde-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010

Decisión


            El viento soplaba fuerte y arrojaba la nieve a lo largo del campo que recibía su castigo silenciosamente.
            Se oía el rumor de perros, algunos perdigueros, que buscaban refugio.
            En la construcción precaria la pareja se sentía bien a pesar de todo. El techo de zinc agujereado producía música de flautas y oboes cuando lo atravesaba el viento.
            La mujer se levantó de pronto y moviendo la cortina de la ventana con la mano derecha, mientras su mano izquierda se apoyaba negligente sobre su cadera, miró hacia afuera.
            -Tenés que irte ahora, dijo quedamente, pronto vendrá él.
            El hombre, un joven muchacho, asintió con la cabeza y comenzó a vestirse.
            -¿Me llamarás el lunes?, preguntó cuando estuvo listo - ¿a la misma hora?
            Ella trató de dar a su voz un tono indiferente. Conocía la fortaleza y la debilidad de sus clientes. No sea que él creyera que este encuentro había sido diferente.
            -Pero claro, contestó mientras observaba que al único árbol que había afuera se le habían caído las hojas. Algunas que quedaban se balanceaban en el aire para ser finalmente arrastradas.
            Pensó que su marido estaría en el sótano destilando aguardiente clandestino y que traería una botella para levantar el ánimo y aliviar el frío. Una sola vez había estado en esa cueva llena de alambiques y aparatos que él mismo inventaba. Él decía que era su fábrica.
            No quería a ese hombre ordinario y terco, tenaz hasta el aburrimiento y a quien debía sostener porque con su “fábrica” no ganaba nada. Si no fuera por su trabajo…
            Pero esa situación no la podría soportar toda la vida. El caso era tomar alguna decisión, pero qué podía hacer, ella creía en la dignidad con comodidad y hasta ahora ningún hombre se la había regalado. Esperaría un poco más…
            Por primera vez pensó que era hermosa, que su vestido azul le sentaba y le preguntó al hombre ¿te gusta mi vestido azul?
            -¿Sabe? el azul es mi color favorito y a usted le queda muy bien, ¿sabe otra cosa? Yo creo en la dignidad con comodidad. Escuche: dignidad con comodidad, ese muchacho soy yo, para servir a usted.
            -Por favor, quedate, pidió.
Corrió la cortina y se desnudó otra vez.

Héctor Labonia-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2010


    EL RECHAZO

Tenía el corazón
dispuesto a enamorarse. 
De vos,
 con alma
         y con vida.
Mi cuerpo
     temblaba al verte.
Las sienes
       palpitaban
con la cercanía.
         Tu olor
 me embriagaba.
        Tentaciones
de besos eternos,
    anidaban mi cerebro,
 y sin poder evitarlo
se aposentaba el amor,
         mansamente...
entregado y listo
        para amarte.
Pero,desdicha...   
           No recibí
la respuesta anhelada.
El rechazo resonó
 en mis interiores cavernas
y en porosidades
      de la piel toda.
Entumeció sentidos,
 aletargó sentimientos.
Sentí morir...
  lo que no se había parido.