martes, 31 de enero de 2012

María Angélica Bustos-Chile/Enero de 2012


LA SUPLICA DEL MUNDO

Sagradas cúspides, escuchad nuestra súplica
clara como el rocío de la mañana.
Inclinad vuestras torres poderosas,
abrid oídos celestiales
porque en trémulas voces
de pavor y de angustia
va enhebrada la luz de la esperanza.

Ya nada más nos resta
que implorar vuestra gracia.
Buscando la anhelada paloma de la Paz,
agotamos todos los caminos.
El hongo tenebroso se elevó a las alturas
manchando para siempre la conciencia.
Recurrimos al miedo, a la amenaza.
Ensayamos mil pálidas rétoricas.
Mas la guerra no cesa.
Con su río de sangre va asolando este suelo.
¿El fin está cercano para el hombre?
¿El orbe se deshace como espuma?

De hinojos los terrenos
unidos por la fe en el Hacedor,
en un solo lamento lo invocamos.
Pero nuestro clamor se perdió entre celajes;
no logró traspasar el Pórtico del Cielo.
Entonces ¿qué nos queda
sino vosotros, ángeles etéreos?
Tan distintos a aquellos de la Muerte,
que, por desgracia, habitan
dentro de cada uno de nosotros.

Tendednos vuestras luminosas manos.
Subidnos a vuestros carros de oro.
Cubridnos con vuestra dulce égida
y en esplendor de escudos,
de yelmos y de espadas cegadoras,
llevadnos ante EL.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si reconocemos que la "paz" o la "libertad" sólo son deseos que no pueden concretarse por sí solos, encontraremos otras formas más reconocibles y hay que buscarlas dentro del ser humano- El humano debe darles entidad, caso contrario son sólo palabras.y como tales quedarán sueltas. sin sentido, hasta que otro desee ponerlas en su boca.