LA
SUPLICA DEL MUNDO
Sagradas cúspides,
escuchad nuestra súplica
clara como el rocío
de la mañana.
Inclinad vuestras
torres poderosas,
abrid oídos
celestiales
porque en trémulas
voces
de pavor y de
angustia
va enhebrada la luz
de la esperanza.
Ya nada más nos
resta
que implorar vuestra
gracia.
Buscando la anhelada
paloma de la Paz,
agotamos todos los
caminos.
El hongo tenebroso
se elevó a las alturas
manchando para
siempre la conciencia.
Recurrimos al miedo,
a la amenaza.
Ensayamos mil
pálidas rétoricas.
Mas la guerra no
cesa.
Con su río de sangre
va asolando este suelo.
¿El fin está cercano
para el hombre?
¿El orbe se deshace
como espuma?
De hinojos los
terrenos
unidos por la fe en
el Hacedor,
en un solo lamento
lo invocamos.
Pero nuestro clamor
se perdió entre celajes;
no logró traspasar
el Pórtico del Cielo.
Entonces ¿qué nos
queda
sino vosotros,
ángeles etéreos?
Tan distintos a
aquellos de la Muerte,
que, por desgracia,
habitan
dentro de cada uno
de nosotros.
Tendednos vuestras
luminosas manos.
Subidnos a vuestros
carros de oro.
Cubridnos con
vuestra dulce égida
y en esplendor de
escudos,
de yelmos y de
espadas cegadoras,
llevadnos ante EL.
1 comentario:
Si reconocemos que la "paz" o la "libertad" sólo son deseos que no pueden concretarse por sí solos, encontraremos otras formas más reconocibles y hay que buscarlas dentro del ser humano- El humano debe darles entidad, caso contrario son sólo palabras.y como tales quedarán sueltas. sin sentido, hasta que otro desee ponerlas en su boca.
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