jueves, 19 de abril de 2012

Margarita Rodriguez-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2012


LA BURBUJA



Hoy es el primer día hábil de enero del 2012. Hace apenas tres días, antes del brindis de medianoche, hice mentalmente mi balance del año. El personal, el que te dicta el corazón. Perdón si no soy muy realista y disperso las miserias que pretenden envolverme. Soy empecinadamente optimista, que es una forma de crear mi realidad.
Me siento como una burbuja de jabón suspendida en el vértice de un triángulo, esforzándome por mantener el equilibrio ante la brisa que amenaza desplazarme de mi eje y la presión que amenaza perforar mi superficie tornasol.
En este punto, analizo mi burbuja con el propósito de preservar su existencia y me doy cuenta que una burbuja no es más que eso, pura superficie transparente. Me preocupa tanta vulnerabilidad, sin embargo, me doy cuenta que si puedo observarla es porque yo estoy afuera de ella.
Pero esa burbuja me pertenece. Ahí están mis cosas, mis afectos, mis logros y mis fracasos. Puedo verlos brillar en su superficie. ¿Cómo hago para preservarlos, para que no desaparezcan con un simple “Plaf”?
Debería aceitar mis manos para que la rugosidad de la piel no la dañara,  sostenerla con cuidado, depositarla en una cajita de cristal y colocarla en una vitrina, así podría observarla tantas veces como quisiera y sentirme orgullosa de ella cada vez que el mundo se empeñe en hacerme creer que pertenezco a él. Entonces le diría: Me diste barro y piedras. ¿Qué hubiese podido construir sólo con barro y piedras?
Es verdad que caminé algún tiempo sobre el barro, sosteniendo con cuidado esas piedras que eran lo único que poseía. Pero cuando ya no pude con su peso, el sol me envolvió con su cálida energía y el viento me transportó. Cuando las ráfagas fueron demasiado intensas y llegué a sentirme como una hoja sin rumbo, las piedras me dieron el contrapeso necesario para no sacar los pies de la tierra.  Algunas veces, la lluvia ablandó el barro que aprisionaba mis pies y pude seguir caminando.
Fui comprendiendo que a las piedras y al barro se sumaron el sol, la lluvia y el viento, y algo en mi concepción del mundo cambió.
Volviendo a la burbuja, ya no estoy tan segura de querer preservar su existencia. Me decido, soplo fuerte y con un plaf rotundo ella salpica mi nariz y la dejo ir. En una fracción de segundos miles de partículas se esparcen en el éter. Lo hecho, hecho está. Entre suspiros comprendo que ella no era más que memoria sensible. Ahora me siento más liviana y preparada para crear una nueva burbuja.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien hecho Marga..me encantó tu burbuja..todos tenemos unas cuantas en el transcurrir de la vida que debemos soltar....
Susana

alba dijo...

Margarita, hermoso cuento, gracias por compartirlo, segui visualizando y sintiéndote una burbuja. Nosotros, el mundo están hechos por millones de burbujas que nos permiten transitar por la vida superando las dificultades y gozando de nuestros afectos. Un beso