viernes, 21 de abril de 2017

María del Mar Altamirano-Argentina/Abril de 2017



MORIR SUAVEMENTE

Iba a pedirle que me de su mano. Eso, claro, un minuto antes de saber…

Tenía sus ojos hinchados, irritados. Supe que eso era nomas, el resultado de haber estado llorando. Se me formó un botón en la garganta, me lo tragué.

-Tu maquillaje... -Le dije -Como si aquello fuese lo realmente importante en aquel momento.
-Si, discúlpame -Respondió, con un sentimiento de culpa, como si su rímel corrido fuese lo que me lastimaba.

Con el tiempo detenido, observé fijamente, como una suave brisa acariciaba una rosa, mientras hacía desprender sus pétalos, haciéndolos deslizar por el aire, pareciendo estar danzando, sin preocupación alguna por llegar al suelo. Los seguí hasta verlos caer, pero al hacerlo, los pétalos no parecían estar heridos. Aún separados del tallo, aún habiendo dejado de ser lo que habían sido, seguían siendo realmente bellos. El tallo, ahora, solo, no se notaba tampoco triste, porque ya en ese momento se podían ver nuevos pimpollos, esperando nacer.

Yo, había visto morir algo, sin embargo, no había sido horrible, más bien, había resultado ser algo amargamente hermoso.

No le pedí su mano, solo me limité a acariciarle la cara, para limpiar una lágrima que rozaba sus labios. Le sonreí y fue así, como sin decirnos nada nos dijimos todo.

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