lunes, 27 de agosto de 2018

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Agosto de 2018


LA NOTICIA
           
            Ese día, los colegas de labores llegaron a la oficina bastante conmocionados. Por coincidencia, casi todos, habían visto una noticia aparecida en la televisión. Ésta estaba relacionada con la obesidad mórbida. Había sido un reportaje de una mujer joven, madre de familia, casada. La protagonista de la noticia debía someterse, a la brevedad, a un tratamiento para llegar a una casi normalidad, después de una operación de alto costo, tratamientos sicológicos y reducción de tejidos de aquellas partes donde sobrara. Todo esto, apoyado por medicamentos carísimos y profesionales de apoyo. La noticia se generó pues se trataba de una mujer de escasos recursos, cuyos medios no alcanzaban ni siquiera para saciar su gula desmedida, y su vida corría peligro. Al parecer, el sistema le iba a proporcionar una oportunidad.
            A la hora del almuerzo o colación, todos los compañeros de trabajo de reunían en torno a una mesa común, donde se conversaban temas de actualidad. En esta oportunidad varios estuvieron inusualmente callados y pensativos.
            Una de ellas fue Mariela: “-No vi la noticia, pero me enteré del caso por Rosario. Me lo contó tan vívido que he quedado  sin ganas de comer pan por varios días ¡Si es que puedo! Tenía dispuesto darle curso a un chocolate que guardé desde mi cumpleaños y pensaba darme el agrado de comerlo hoy, porque justamente hoy, dan una buena película en la televisión, ¡pero renuncio! Lo reemplazaré por algún producto dietético y cuando tienda a olvidarme me palparé los “neumáticos” que ya se advierten en mi cintura, en una de esas, los hago desaparecer. Claro que más rápido lo haría con el chocolate. ¡Dios! ¿Por qué el mundo será de las flacas?, cuando día a día, por los medios, se ofrecen infinidad de exquisiteces. Se me hace agua la boca de sólo pensarlo.”

            Otro de los silenciosos fue Sergio Escames: “Qué tremendo, anoche vi la información junto con mi mujer. A cada escena le pegaba un codazo, pues es golosa cómo pocas y ya su sobrepeso se advierte a simple vista. Qué me lo digan, mi pedazo de cama cada día se reduce más. Pero igual la quiero, tiene sus encantos y hemos recorrido mucho camino junto a nuestros hijos ya emancipados. Pero de convertirse en una gorda como la de la nota, realmente me asusta, no sé si lo podría resistir. La admiré y la ame siendo flaca y luego... Comprendo que el metabolismo de las mujeres cambia...pero...”
            Estela entre sonrisas no quiso opinar, solamente dijo haber visto el programa: “-Me preocupó bastante la información, mi hermana va por ese camino, es diabética y come de pena y de alegría, festeja sólo con comida. Antes era de embelecos, uno que otro pastelito, un chocolate al pasar. Pero hoy son desayunos a la gringa, con jugo de frutas, jamón con huevo, té con leche y bollos, almuerzo de tres platos y postre, onces parecido al desayuno. Ha eliminado la cena, pero sin querer el otro día me enteré por su empleada que todos los días le bota los papeles de los chocolates o dulces que devora por la noche. Ojalá que luego encuentre un hombre que le reemplace la gula y la haga entrar en cintura, en cuanto a un régimen estricto. Algo me dijo respecto al doctor que la atiende, le había aceptado una invitación para almorzar en su departamento. Es soltero y delgadito, al parecer es goloso por la carne y en una de esas, aprovechando que mi hermana es una gorda con encantos, algo pasa...”
            Remberto Miranda, también estaba en el grupo de los silenciosos, excusándose de tener mucho trabajo esperándolo en su escritorio: “Estoy realmente conmocionado, la visión de la gorda de anoche, me tiene descompuesto. Mi pareja tiene un cuerpo escultural, donde no falta ni sobra nada pero, quién no me dice que con el paso del tiempo, la maternidad o cualquier quebranto, ella también se convierta en una gorda como esa. Cómo podría soportar compartir con una fémina así. ¡Me pego un tiro! Bueno, no es para tanto, pero compadezco al hombre que le toque una desgracia como ésta. Cómo la podría presentar a mis amigos. La gordura en la mujer es imperdonable. Estamos en la era de la venta, todo se vende, sobretodo la imagen. Tendría que separarme. ¿Y qué haríamos con los hijos que tendríamos en ese momento? Prefiero no pensar en ello...pero bueno, solamente es un supuesto ajeno a mi vida”.
            Como el silencio de la mayoría era inusual en el grupo, la “parlanchina” Maruja Ortiz, dijo que iba a contar un caso:
             Tuve una vecina que era un poco menos que esa gorda de la televisión.  Tenía un marido bien flaquito y cuando la dejé de ver tenía como seis chiquillos, de edades bien seguidas. ¿Cómo se las ingeniaba su marido? eso ni siquiera me atreví a pensarlo. Por aquellos tiempos, yo era una jovencita un poco inocentona. Hoy ya casada, con hijos y a punto de ser abuela, lo he pensado mejor. Tengo la teoría que gracias a la maternidad, la gorda no perdió al marido. Una mujer habilosa, creo yo. Sin embargo, pienso que yo no tendría hijos a destajo por conservar un hombre. Pero aún así es un drama que conviene tomar en serio...”
            La anécdota de Maruja solo fue premiada con una tibia sonrisa por parte de los escuchas.
            De pronto Remberto Miranda, como recordando algo importante dijo:
            -Atención compañeros, mañana está de cumpleaños nuestra jefa. Opinen sobre qué regalo le haremos. Así provecho de comprárselo cuando vaya de camino a casa. Todos se miraron como despertando de sus pensamientos y casi sin ponerse de acuerdo dijeron en coro: ¡Una caja de chocolates!

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