viernes, 21 de junio de 2019

Lucía Lezaeta Mannarelli-Chile/Junio de 2019


LOS OTROS DÍAS

            Por la abierta ventana respiro con avidez el aire matinal. Ante mis ojos se desenvuelve otro día. Pleno de afanes, salpicado de pequeños hechos que se suceden uno tras otro como esos vehículos que ya comienzan a desfilar bajo mi ventana. Todos. Absolutamente todos, presurosos hacia el centro, las oficinas , el comercio, la banca, la vida entera de la gran ciudad que pronto comenzará a hervir, hacer ruido sacudir papeles, ventilar cifras, números, billetes, valores, acciones, dinero, mucho dinero. El mismo que acciona las máquinas, las importaciones. El que vuelve deslumbrantes las vitrinas, el que alfombra el ruido, el que impacta con trajes, joyas, amoblados, cristales, porcelanas, obras de arte. El que hace surgir un negocio, una empresa, una industria, o la estrella en el fracaso hundiéndola despiadadamente en la quiebra...Dinero es el que hace avanzar vertiginosos esos automóviles bajo mi ventana. El que llena de bullicio la avenida y la anima jaspeándola de colores. Una policromía vibrante de ruidos, calor y gases que intoxican el aire y los pulmones de los ciudadanos, en nombre del progreso...
            Micherardo, mi Micherardo, ha partido también en su Mercedes. También él maneja con su impulso, su cerebro, su inteligencia la danza de los negocios. Moviliza seres, maquinarias, intereses, impuestos, leyes, utilidades. Sobre él gravita una porción, quizás no observable, pero parte importante del complejo industrial que la moderna tecnología denomina “Mercado de Capitales”. El elabora, proyecta, ejecuta y moviliza el proceso tecnológico, industrial y comercial. ¿Cómo no sentirme orgullosa.
            Todo eso y mucho más es Micherardo. ¿Cómo no gritar al aire por esta abierta ventana que si todo eso es para los demás, para mí, la fidelidad de su cariño constituye el resguardo a mi protección, la previsión de mis necesidades, la satisfacción de mis caprichos, el dichoso encanto de esta lujosa vivienda frente a la avenida y, lo más importante para una mujer, el calor de su abrazo y el fuego de sus besos?
            ¡Oh, Micherardo! ¡Mi vida está llena de ti! Antes de tenerte era sólo un vacío cascarón. Vibrando está aún en la habitación el calor de tu voz y cada frase tuya va conmigo, me acompaña todo el día y tu mirada está dentro de la mía y por esa circunstancia todo lo que veo lo capto a través de ti...Y has moldeado tan primorosamente mi arcilla que mis sensaciones son las tuyas y cuando estás preocupado siento yo el peso de tu angustia y, si estás nervioso, mi organismo está tenso como cuerda al cortarse... Y, si plácido en la tarde, está tu ánimo en tren de confidencia, la quietud abre la paz en mi espíritu y conversamos con la serena suavidad de dos vidas paralelas...Y cuando la risa y alegría estremecen tus hombros, se hace franca y ancha la puerta hacia la felicidad...
            Y hoy y mañana y pasado mañana te tengo y te tendré. Pero llegará el domingo, Micharardo... ¿Por qué tendrá qué llegar? Y tendrá que venir también otra Navidad y Año Nuevo... ¿Por qué Micherardo? Una amalgama de sentimiento me aplasta cada día de fiesta. En la semana floto en una ingrávida atmósfera de irrealidad. Compartimos trabajos, preocupaciones, afanes, distracciones, afecto, amor, cariño, amistad...El sábado ya tiemblo...Y el domingo...¡Oh, Micherardo! Debería sentirme ya totalmente adaptada a esta situación. No en vano han transcurrido veinte años entre nosotros, pero Micherardo. nunca te lo he dicho y jamás lo sabrás, mi tristeza nunca ensombrecerá tu vida, pero envidio a la humilde mujercita que en el centro puede mirar vitrinas colgada del brazo de su marido...
            Se han perdido en mi memoria las veces que los domingos entro a un cine para acortar la tarde...Y si los árboles del parque hablar pudieran, contarían de una solitaria mujer que los sábados en primavera, contempla nostálgica las parejas bulliciosamente abrazadas a plena luz, frente al mundo...
            Prejuicios no tengo y sé lo que hago. Siempre lo supe. Conocía tu condición y no me he arrepentido de haberte ofrendado mi juventud, mi nombre y mi vida. Pero, me ahogo en el vacío de los domingos. Una inmensa nostalgia apaga mis velas cada Nochebuena y al dar las doce campanadas cada año que termina, no están tus brazos para estrecharme... Y los niños que cantan y gritan felices con sus juguetes nuevos no son los nuestros...
Porque yo soy LA OTRA. La de los OTROS DÍAS. La que no se exhibe. La que disipa preocupaciones. La que siempre está mimosa, arreglada, atenta y obsequiosa. La que no fastidia con desagradables problemas domésticos, chismes de familia o enfermedades. Suave discreta, oportuna, solícita, amante y cariñosa. Endulza y agrada... Satisface sed de amor, ternura y afecto. O simplemente acompaña...
            ¡Sí! Yo soy esa, Micherardo... ¡La de LOS OTROS DÍAS!

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