martes, 19 de julio de 2022

Astrid Fugellie/Julio de 2022


 

LAS BRUJAS DEL APOCALIPSIS

 

Cuando mi bisabuela muerta parió seca, las parteras no

pudieron hacer a la luz a mi abuela. Ella nació ahorcada

por el cordón umbilical de la santa vieja.

Cuando mi abuela muerta dio a luz a mi madre, la frágil

calavera de mi antecesora ya estaba colgada en el perche-

ro entre la mampara ovalada y el diván de felpa roja.

Cuando mi madre muerta me trajo, entre dolor y llantos,

por ser yo demasiado gruesa, mi mortaja estuvo sentada

frente al espejo de la cómoda de ébano.

Cuando muerta alcancé la edad madura de la menstrua-

ción, vino mi hija yerta y blanca y se quedó para siempre

en la habitación de balcones por donde la noche entraba

muda.

Así nuestra dinastía jamás compartió ni un desayuno con

la lectura de Baudelaire, o el final de cena con la música

de Bach.

De tal suerte aconteció, porque cuando nació mi bisabuela

muerta guardó en su armario estilo rococó, una mariposa

nocturna dentro de una caja redonda y amarilla parecida a

la luna. Se dijo que la mariposa era un dios hecho polvo.

Fue así como ninguna de las cinco muertas, nos atrevi-

mos a abrir esa caja redonda y amarilla parecida a la luna.

De algún modo, tuvimos miedo a ser obligadas a nacer

vivas en medio de esa casa de adobe y tierra.

La Generación de las Palomas

 

Tomado del Grupo Literarte del Facebook

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